Recuerdo
Recuerdo
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Kei empezaba a inquietarse.
Miu no aparecía por ninguna parte, y eso era preocupante. Era consciente de que ella no podía estar sola, sufría autofobia debido a eso, y si no encontraba a nadie conocido en menos de media hora, sabía Dios lo que podría pasarle.
Claro que eso no lo sabía Mukuro, pero al ver al niño tan preocupado, se decidió a preguntar.
—Kufufu, ¿eres muy sobreprotector con tu hermana? —cuestionó, sorprendiendo a Kei.
—No... demasiado... —hizo una mueca al recordar que Miu le solía decir que era muy pesado, aunque eso era antes de que aquello pasara—. Pero tengo que estar junto a ella, sufre autofobia.
—¿Autofobia? —cuestionó Byakuran, recibiendo un codazo por su intento de pasar el brazo por los hombros del ilusionista mayor.
—¿Qué es eso? —siguió Mukuro.
—Es miedo a estar solo —explicó el niño—. Miu... ella tiene ese problema desde hace un año por culpa del padre del tío Tsuna.
Sus manos empezaron a temblar de la rabia, y las apretó en puños ante el recuerdo.
Albino y piña se miraron con curiosidad, ambos sabiendo que ese hombre no era precisamente bien recibido por el castaño y preguntándose qué demonios había tenido que ver su hija con él y cómo le había causado ese problema.
—¿Qué ocurrió? —preguntaron los mayores al unísono.
El niño parpadeó, aún no se acostumbraba a que sus padres no le "recordaran" ni a él ni a Miu. Eran sus padres después de todo.
—Es... largo, y antes debemos encontrarla —se excusó.
—¿Es ella? —preguntó Mukuro, mostrándole su teléfono con una fotografía de la pequeña albina sonriente junto a Tsuna.
—Sí, ¿cómo...? —se sorprendió, pero no pudo acabar pues fue interrumpido por el ilusionista.
—Tsunayoshi me la ha enviado, parece ser que ha hecho una pequeña travesura —sonrió, haciendo suspirar al pequeño.
—Puedes contárnoslo ahora —instó Byakuran, cruzándose de brazos.
—No sé si debe... —dudó Kei, callándose ante la seria mirada de ambos mayores—. Está bien, os lo diré... pero no le contéis nada al tío Tsuna, seguramente se entristecerá y el tío Reborn nos matará.
—De acuerdo —accedieron al unísono, y centraron toda la atención en los orbes violetas del menor.
—Todo sucedió hace un año...
«No sabía exactamente lo que pasaba.
Sus padres estaban muy raros, más callados de lo usual y ni qué decir de sus tíos, ninguno quería hablar de lo que ocurría en la mansión Vongola extrañamente calmada.
Esa calma daba miedo, nada bueno debía estar sucediendo.
Ninguno de los mayores quería hablar, pero Kei era consciente de que su silencio se debía a que no querían preocuparlos. ¿No se daban cuenta de que así provocaban el efecto contrario?
Y lo peor de todo era que el único que parecía ser sabedor de lo que inquietaba a los adultos era Sora. Aunque este no les quisiera decir nada, se le notaba demasiado.
Porque que el alegre y travieso Sora no dijera una palabra en las comidas, se encerrara en su habitación y su sonrisa fuera tan solo un intento de tranquilizar a los demás, definitivamente era razón de peso para preocuparse, más si se consideraba que era el consentido de todos los adultos y estos no hacían más que mirarle con lástima y arrepentimiento por parte de su tío Tsuna.
En vista de la situación, los niños decidieron hacer una especie de «reunión secreta» para averiguar lo que sucedía en la familia. Incluso los temperamentales Ame y Akemi, el idiota de Akira y el torpe Riku se habían unido a ellos para averiguar qué sucedía. Sobre todo porque sus padres también parecían preocupados por alguna razón y les inquietaba la actitud de Sora.
—¿Dónde está Miu, Kei? —cuestionó Kai en cuanto le vio entrar a la sala.
Todos los niños presentes le miraron con la misma cuestión en sus mentes.
—¿No está aquí? Creía que había dicho que se adelantaba —frunció el ceño al recordar a su hermana diciéndole que era un lento y que se adelantaría.
—Más vale que aparezca, basura —se cruzó de brazos Ame—. No me apetece buscar a la basura piña.
—Miu no suele llegar tarde... —habló Riku, sus orbes rojizos mirándole con duda.
—Lo sé, a lo mejor se ha distraído con algo por ahí... —las miradas dejaban bastante claro que no le creían.
—Miu. Distraerse con algo —arqueó una ceja Akemi, sus orbes grises mirándole como si fuera tonto.
—Vale, vale. La busca... —antes de que pudiera terminar su frase, la puerta se abrió repentinamente
—¡Sora! ¡¿Habéis visto a Sora?! —un alterado Tsuna apareció bruscamente, asustándoles.
—N-no... —negó Kei, reaccionando antes que los demás—. Tío Tsuna, ¿qué...?
Sin embargo, el castaño desapareció tan rápido como había llegado, haciendo que todos se miraran entre sí con preocupación.
Algo le había pasado a Sora.
Y puede que Kei no tuviera la intuición de su amigo castaño ni de su madre, pero algo le decía que estaba directamente relacionado con la ausencia de Miu.
—¡Tenemos que buscar a Sora! —exclamaron Riku, Kai y Kei al unísono, y los demás no pudieron estar más de acuerdo.
Salieron de la sala para buscar al niño de orbes azul grisáceo, sin embargo, pese a que todos los Vongola —sí, Varia también—, Millefiore, Cavallone, Simon y ex-arcobalenos buscaban incesantemente al pequeño, nadie pudo encontrarlo.
Ni a él, ni a Miu.
—¡Mamá! —intentó atraer la atención de su madre, pero estaba en lo que parecía ser una importante como conversación con su tío alondra.
Tiró insistentemente de su manga, llevándose una mirada molesta por parte de sus orbes heterocromáticos.
—¿Qué sucede, Kei? ¿Has encontrado a Sora? —el niño negó con la cabeza, viendo como el azabache afilaba más la mirada de lo habitual. Estaba preocupado, no había duda.
—Es Miu, no aparece... —Mukuro se sorprendió en demasía, y hubiera jurado que todo el aliento salió de sus pulmones.
—¿¡Cómo que no aparece?! —cuestionó alterado, y Kyoya se cruzó de brazos mientras miraba al pequeño con impaciencia, esperando su explicación.
—No lo sé, la vi hace ya una hora... dijo que se adelantaría para jugar con los demás y... —agachó la cabeza, afligido.
—Dios, es justo lo que nos faltaba... —el ilusionista se llevó las manos al rostro.
—No puede ser casualidad... solo espero que ella no haya tenido nada que ver —habló la nube, llevándose una mirada asesina de la niebla.
—Mi hija no ha tenido nada que ver con su desaparición. Miu nunca haría algo así, y de hacerlo se lo hubiera dicho a Kei —dijo con tono agresivo—. Sé que estás preocupado, pero echar la culpa a una niña no servirá para que Sora regrese, y lo sabes.
El menor decidió dejar a ambos solos al ver que no peleaban como era su costumbre. Algo muy grave debía suceder para que no se pusieran a combatir a la mínima.
—No puedo, ¡no puedo calmarme! —exclamó la voz de su tío Tsuna, angustiado.
—Lo sé y lo entiendo, Dame-Tsuna, pero estar nervioso no te ayudará a encontrar a Sora —habló su tío Reborn, aunque Kei sabía, sin siquiera verlo, que hacía uso de todo su autocontrol para no ponerse a disparar a todo el que se encuentre y amenazarle de muerte mientras buscaba al niño.
—¿Dónde puede haber ido? ¡Es un niño! ¡No puede haber ido demasiado lejos! —exclamó alterado el castaño.
—¿Qué te dice tu intuición? —preguntó el azabache mientras Kei miraba a escondidas por una rendija de la semi-abierta puerta la reacción de Tsuna.
Quizá hubiera preferido no verlo. Conocía a su amable tío y sabía que rara vez podría verle tan solo una mirada de tristeza o algo que se asimilase. Solía estar feliz, más cuando estaban en familia, y ver la expresión destrozada que tenía dolía a cualquiera que le conociera.
—No quiero creerlo... —murmuró casi inaudible de no haber sido por el sepulcral silencio que reinaba en la habitación.
—Entiendo —Reborn se apoyó contra el escritorio y cerró los ojos, el ala de su sombrero fedora tapando una parte de su cara. Por la expresión sombría que tenían los dos, Kei imaginaba lo peor.
—Kei... si querías ver a Sora, siento decirte que no está aquí —dedicándole una forzada sonrisa, los orbes castaños conectaron con los violáceos, sorprendiendo al niño.
—No... tío Tsuna, no es por estresarte más pero.... —dudó en seguir, no le vendría bien el preocuparse además por Miu.
—¿Qué ha ocurrido? —la mirada oscura del hitman se clavó fijamente en el pequeño ilusionista.
—Nada. No ocurre nada —sonrió, pero sabía que no sería tan fácil. Engañar a Reborn y Tsuna era, cuanto menos, imposible.
—Habla, Kei —ordenó el ex-arcobaleno, y el de cabellos azulados suspiró.
—Es una tontería, Miu no aparece y se me ocurrió que quizá estuviera por aquí...
—¿¡Miu ha desaparecido también?! —el grito del castaño sorprendió al niño e incluso al azabache—. No puede ser... —enterró el rostro entre sus manos, angustiado.
—Pe-pero... tío Tsuna, no te preocupes, seguramente solo esté por ahí... —dijo nervioso el niño, pero el aludido negó con la cabeza.
—No. Esto solo me confirma lo que sospechaba... —apretó los labios, mirando a Reborn con seriedad. Una seriedad que pocas veces podía verse en sus ojos marrones.
Fue entonces cuando Kei decidió salir de allí lo antes posible. Si su tío Tsuna se ponía de esa manera, algo muy malo podría pasar a quien le diera el más mínimo motivo para enfadarlo, y no quería sufrir las consecuencias.
Esa niña... ¡será tonta! ¿Cómo se ha atrevido a irse sin ninguna manera de localizar...?
—¡Claro! ¡El reloj! —exclamó, cayendo en cuenta de que le había regalado en su cumpleaños un reloj que llevaba dentro un microchip, cortesía de tío Sho-chan, para rastrearlo donde estuviese.
No era que controlase a su hermanita ni mucho menos, pero últimamente la veía demasiado apegada al idiota de Akira y eso no era del agrado de Kei. Por ello, decidió hacerle ese regalo, por si algún día a aquel rubio de bote se le ocurría la maravillosa idea de llevársela sin su consentimiento.
Claro que eso ella no lo sabía.
Sacó el móvil de su bolsillo, rastreando el dispositivo. Empezó a seguir el rastro con rapidez, ubicaba a la albina en una montaña algo alejada de la mansión pero no demasiado, solían jugar ahí con los chicos a las escondidas.
Llegó al lugar que decía en media hora, acabando en un claro de bosque. Sin embargo, no había ni rastro de Miu.
—¡Miu! ¡¿Dónde estás, maldición?! —gritó al aire. Inspeccionó todo el lugar pero no había nada que pudiera indicar su presencia—. ¡Maldita sea! —pateó el suelo con rabia, aunque se llevó un buen golpe en el pie al dar contra algo de metal...
Un momento. ¿Metal?
Se agachó rápidamente, descubriendo una trampilla con un gancho del que tirar y contra el que se había dado, cubierto de hierba artificial.
Sus orbes violetas se iluminaron y abrió con todas sus fuerzas la puerta, descubriendo unas escaleras. Con cuidado las bajó, si se lesionaba, ¿quién salvaría a Miu?
—¡Miu! ¡Miu! —exclamaba ni bien pisó suelo, recorriendo el pasillo subterráneo. No obtenía respuesta, pero supuso que debía encontrarla al otro lado de la puerta que estaba al fondo.
Cuando llegó, utilizó su escudo-burbuja contra ilusiones al sentir una fuerte presencia de llamas de la niebla al otro lado. Abrió cuidadosamente y entró listo para parar cualquier ataque, pero solo encontró a su hermana.
—¡Miu...! —su voz se fue acallando al mirarla...
Ojalá nunca la hubiera dejado sola.
Eso fue lo que pensó al ver su rostro. Miu se caracterizaba por ser una niña alegre, burlona y divertida, extrovertida incluso, siempre con una actitud arrogante, terca e independiente.
Sin embargo, en ese momento que sus ojos violetas conectaron con los heterocromáticos de ella, se dio cuenta de que el vacío de su mirada no significaba nada bueno.
Lo confirmó al ver sus brazos llenos de sangre, producto del fuerte agarre que la niña hacia en ellos con sus manos, sus uñas dentro de la piel, desgarrándola. Sus lágrimas corrían pero los sollozos no se escuchaban, su respiración era un tren bala y el temblor de su cuerpo se asemejaba a una gelatina constantemente agitada.
Sentada en el suelo y apoyada contra la pared, no tenía ni fuerzas para gritar ya. ¿Cuánto tiempo estaría suplicando ayuda?
No lo sabía, pero se acercó rápidamente a ella y la protegió con su escudo-burbuja de las poderosas ilusiones —seguramente provenientes de alguna arma-caja bastante buena, una original quizá— que acechaban en toda la habitación.
—Miu... —llamó, poniendo las manos en sus hombros.
—¿K-Kei...? —la pequeña reaccionó, sacándose las manos de sus brazos. Sangraba pero ella parecía ignorar el dolor.
—Sí, Miu, soy yo... —con esas palabras, la niña se derrumbó. Se abrazó a su hermano como si fuera una especie de salvavidas en un mar tormentoso y sollozó.
—¡Kei! ¡No me dejes! ¡No me dejes sola nunca, nunca más! —gritó entre lágrimas, su voz sonando ronca—. ¡Nunca! ¡Por favor! Por favor... —lloró y lloró sonoramente, sus lágrimas mezclándose con su sangre y con las del niño.
—Nunca, Miu. No volveré a dejarte sola nunca más —juró, arrepentido seriamente de no haberla detenido, haber dejado que se fuera sin más.
Estuvieron así un buen rato cuando la pequeña pareció recordar algo.
—¡Sora! ¡Sora! ¿¡Dónde está Sora!? —preguntó alterada, separándose de su hermano, quien negó con la cabeza en señal de que no lo sabía—. Hay que encontrarlo, ¡Sora está en peligro! ¡Hay que avisar al tío Tsuna y...!
—Tranquila, Miu. ¿Qué sucede? —intentó calmarla Kei.
—¡No lo entiendes, Kei! ¡Sora...! ¡Oh, Dios, Sora se sacrificó por mí! ¡Intentó ayudarme! ¡Yo...! ¡Sora estaría a salvo si no fuera por mí! —sollozó—. ¡Nunca me perdonaré si le hace algo!
—¿Quién te hizo esto, Miu? —apretó los puños, controlando sus ganas de matar a ese desgraciado. Sintió que lo mejor sería grabar esa declaración, y encendió la grabadora de su móvil.
—¡El padre del tío Tsuna! ¡Ese hombre es malo, Kei! ¡Nunca, nunca aceptó a Sora! —respondió—. Y Sora... Sora pensaba que era su culpa. Que era su nacimiento era un error y que el tío Tsuna sería más feliz si no existiera —se lamentó—. Por eso decidió dejar esa nota y tratar de escapar, le vi y quise detenerle, iba a convencerle pero... ¡ese desgraciado...! —apretó los dientes—. Apareció de repente, me cogió y me tomó de rehén, me inyectó una anestesia antes de que pudiéramos siquiera detectarlo. No pude hacer nada, pero quería a Sora. Y él accedió a irse por las buenas si me dejaba en paz... —sollozó—. ¡Si no hubiera estado ahí, Sora le hubiera dado una lección y nada de esto habría pasado!
—No es tu culpa, Miu. Hiciste lo que pudiste —consoló Kei, su mirada endurecida ante el relato—. Pero creo que a nuestros padres y a los tíos les interesará saber esto.
Mandó un mensaje a todos sus familiares con el audio grabado de las palabras de su hermana.
El mundo iba a arder y el único afectado sería aquel que se había atrevido a tocar a su familia».
Decir que Byakuran y Mukuro querían matar a alguien, era un eufemismo. Ambos tenían la suficiente crueldad para hacerlo, no tendrían reparo alguno.
Padre o no del bondadoso cielo que era Tsunayoshi, lo matarían si es que los del futuro no lo habían hecho ya. Daba igual, mientras antes estuviera bajo tierra, mejor.
—Desde entonces vamos a todos lados juntos, le prometí que no la dejaría sola... —apretó los puños—. Ella... sé que es fuerte pero...
Kei tenía miedo de que le pasase algo. Confiaba plenamente en sus tíos, más en el castaño, pero sabiendo que estaban en el pasado, que Miu seguramente no lo supiera y la posibilidad de que se pudiera encontrar con aquel hombre... eso le traería muchos recuerdos dolorosos que no sentarían bien a la albina.
Sabía Dios qué había visto Miu durante aquel tiempo en el que estuvo rodeada por ilusiones, incapaz de huir de sí misma, esta no se lo contó y Kei no se lo exigió. No podía verla de esa manera de nuevo.
No podía dejar que algo así sucediese de nuevo. No había podido protegerla una vez, no habría segunda.
Mukuro y Byakuran entendieron el motivo por el cual el niño se veía tan sumamente nervioso por encontrar a su hermana. No era para menos teniendo en cuenta lo sucedido.
—Le diré a Tsunayoshi que nos encontremos, ¿de acuerdo? —el pequeño asintió ante la propuesta del ilusionista.
—Parece que serás buena madre, piña-chan —sonrió el albino, teniendo que esquivar una rápida patada del aludido.
Kei suspiró mientras sus padres discutían nuevamente, aunque esbozó una leve sonrisa al darse cuenta de que, años atrás o años después, su familia seguía siendo como siempre.
Y eso le alegraba.
•
Riku no sabía qué hacer.
Se había visto en medio del fuego cruzado de miradas asesinas entre cinco de sus temibles tíos y los ingenieros no congelados... por el momento.
Y todo por insistir a mamá para que le llevase a jugar con su primo Sora.
—Riku... ¿te parece si volvemos a casa? —susurró y sonrió nerviosamente su madre, sus orbes rojizos mirándole con súplica.
—Muy tarde, mamá... —dijo de la misma manera el pequeño rubio, viendo como su tío Reborn se había dado cuenta de su presencia y dando a entender que no se marcharían tan fácilmente.
—Enma-kun, siento el recibimiento —habló el castaño del lugar, sus orbes con una chispa de furia y su voz sonando seria—. Pero tengo algo que arreglar con estos dos.
La sonrisa de su tío Mukuro consiguió estremecer a Riku casi tanto como la de su tío Kyoya. Por no hablar de la de su tío Reborn y la actitud aparentemente inocente de su tío Byakuran.
Daba miedo. Mucho miedo.
—Tsuna-kun, Riku tan solo vino a jugar con Sora-kun, creo que podría marcharse... —alegó Enma, sin embargo la tensión aumentó.
—Lo siento, Enma-kun, pero no va a poder hacerlo —replicó—. Sora ha sido enviado al pasado, al igual que los demás.
—No me lo recuerdes, Tsuna —Riku no se había fijado antes en que su tío Takeshi, quien habló, y su tío Hayato estaban en la sala, con la misma aura asesina dirigidas al pelirrojo de gafas y al rubio mecánico.
Si la tormenta no había explotado ya, era porque el beisbolista le retenía. Aunque este tenía más que lista su fiel espada de bambú.
—Entiendo... —pasó saliva Enma, comprendiendo el enfado, y empujó levemente hacia atrás a su hijo.
El pequeño comprendió que le estaba intercambiando las posiciones y quería que no viese el asesinato que ahí se cometería. Y si por alguna razón quedaban vivos, la congelación sería su nuevo estado por mucho, mucho tiempo.
Riku rezó por el alma de su madre y se fue de inmediato fuera del lugar.
Se dispuso a buscar a alguno de los animales Vongola, pues el caballo de su padre estaba en casa y no había podido traerlo. De preferencia, quería encontrarse con Natsu, pues el león le caía bastante bien, y rogaba internamente no toparse con alguno de los hermanos ilusionistas o con Ame y Akemi.
Si tenía que elegir entre los dos pares de niños demoníacos, incluso prefería a Kei y Miu...
Giró en una esquina y esquivó por los pelos una bola de llamas que casi impactaba contra su cara. Sus orbes rojizos conectaron con otros del mismo color y una mirada grisácea...
Y maldijo tener la misma mala suerte de sus padres.
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Salut lectores~
No tengo mucho tiempo así que cap exprés
Va dedicado a DianaDiVongola
Fliz cumple mi querida Dai-chan, este es tu regalo =D y... Espero que os haya gustado n.n No lo subí ayer porque no lo acabé al quedar dormida :v
Además, este es el intento 4 :v
Wattpad no me quere.
¿Merezco comentario/voto? ¿Disparo? ¿Tartita?
Au revoir~. Nos leeremos pronto~.
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