Consecuencias
Consecuencias
Tsuna estaba muy pero que muy enfadado.
Las naúseas no dejaban de joderle la vida, y aún no comprendía ni el por qué. Y el no comprender cabreaba de sobremanera al décimo Vongola, cosa que hacía que se desquitara con todo Dios que se le acercara.
Un aura oscura le rodeaba mientras paseaba de arriba para abajo en la mansión, incapaz de quedarse quieto e intentando comprender la razón de su terrible malestar, que se incrementaba cuando pensaba en su hijo y las locuras que hacían los tipos que tenía por amigos.
Como Sora no regresara para ya, se volvería loco.
Y otra vez el mal sabor de la comida en su interior (si es que aún quedaba algo) en su garganta se volvía a hacer presente, lista para salir al exterior. Odiaba eso. Odiaba su cuerpo. Odiaba su vida y la de todos los que se le pusieran en frente.
Odiaba con la fuerza del cosmos y de las galaxias.
Era un maldito círculo vicioso. Cuando devolvía toda la comida, le entraba un hambre tan feroz que arrasaba con todo, pero luego volvía a sacar la comida de su interior. Y su estómago dolía. Y tenía sueño pero en la cama se le quitaba. Y recordaba a Sora y necesitaba verlo, saber que estaba bien, además de todo el maldito papeleo que...
—¡Para ya!
Sus pensamientos se difuminaron cuando vio a un pequeño león deteniéndole el paso, visiblemente molesto.
—¿Natsu? ¿A ti qué te pasa? ¿No ves que estás en mi camino?
—¿Que qué me pasa? ¿Que qué me pasa? —preguntó, ofendido—. ¡Tú eres lo que me pasa! ¡Te estás estresando y me estás estresando a mí! Que si esto, que si lo otro... ¡Por Dios, para! ¡Me estás poniendo más malo de lo que ya me pones con tus cosas!
—¡Oye, que no es mi culpa!
—¿Qué no? ¿Quién es el estresado aquí? ¡Tú no sientes lo que yo siento! ¡Pero si tú te pones en ese plan, yo sufro las consecuencias así que para!
—¡Pues soluciona esto, ya que eres tan listo! ¡Estoy así porque me duele todo y me dan arcadas cada maldito rato!
—¡Joder! ¿Y yo qué demonios quieres que haga? ¡Siento el mismo malestar y no me estoy quejando!
—¡Pues yo sí me quejo! ¡Y más porque no sé qué demonios pasa conmigo!
—¿Pero tú eres tonto, idiota o ambos a la vez?
—¡Hey, que no te he insultado!
—El problema que tienes, idiota, es uno que te va a durar nueve meses, cacho... imbécil —Natsu empezó a sentirse triste de repente, y suspiró.
Tsuna ya estaba llorando.
—¡No me insultes! —sollozó—. ¡Reborn ya... me insulta bastante!
—¡No llores que me haces llorar a mí también!
—¡No puedo evitarlo! ¡No sé ni por qué lloro!
—¡Porque vas a tener otro hijo, tonto, idiota, imbécil! —exclamó, ya sollozando él también—. No hay... derecho, que yo lo note antes...
Tsuna detuvo su llanto y le miró con sorpresa.
—¿Qué?
—Lo que escuchas. Eso te pasa por estar todas las malditas noches con...
—¡Cállate!
—¿Tú sabes lo incómodo que es sentir eso mientras quieres dormir?
—¡Que te calles! —se sonrojó profundamente.
—No, no lo voy a hacer porque yo estoy más cabreado que tú por tu culpa, ¿tú demonios sabes lo que es sentir todo el maldito dolor de un embarazo que ni es tuyo? No, ¿verdad? Pues te callas tú y me hablas cuando lo sepas.
—Pero...
—Y ni te cuento lo que fue el maldito parto. Solo de pensar que voy a pasar de nuevo por eso, siento que me quiero morir. Roll sufrió las consecuencias de tus actos también. Hibird será la próxima víctima esta vez.
—¿Qué demonios les haces?
—Lo que tú le haces a tu querido esposo cuando estás cabreado y dolorido por todas partes.
—¿Yo? Pero si a Kyoya no le hago nada...
—Ah, es cierto, sufres la amnesia esa que te da y que te hace pensar que eres un santo amor de Dios, pero no. Pregunta a cualquiera. Ibas a matarlo cuando nació Sora. Roll tardó lo suyo en recuperar sus espinas.
—¿Sus... espinas?
—Se las arranqué una a una con los dientes. Tiene la culpa por estar ahí en el momento equivocado y ser quien es.
Tsuna parpadeó con miedo y sorpresa.
—Eres... terrible.
—No más que tú. Dejaste a tu alondra como una semana sin poder mover ni brazos ni piernas.
—No recuerdo eso —frunció el ceño.
—No, si tú no recuerdas nada. Ni aquella vez en la que casi aniquilas al jefe de una familia que quiso verte mientras estabas en la peor parte del embarazo.
—¿Cuál?
—Uno que desapareció del mapa tras su visita de cinco minutos a solas contigo.
—No lo recuerdo.
—Ya, lo supuse.
Tsuna infló las mejillas, molesto con el tono de voz de Natsu.
—Oye, Nat, ¿qué pasa?
Roll se había acercado al ver a esos dos hablar. El mal humor que se cargaba Natsu no se podía deber a otra cosa que a su dueño.
—Nada, teniendo una conversación con este que me está provocando estrés innecesario.
—¡No era mi intención!
—La mía no es sentir tus pesares y mira, aquí estoy.
Tsuna suspiró. ¡Y después le decían a él que tenía mal humor! ¡Eso era porque no habían visto a Natsu!
—Vale, lo siento...
—Tómate unas pastillas para dormir y te largas a la cama. Tengo sueño, ¿vale? Contigo estresándome no hay manera de dormir y quiero dormir.
—Sí, jefe —rodó los ojos.
—Y con buena cara, que así me pongo bien yo. Si tú estás alegre, yo también, así que ten la bendita bondad de alegrarte, ¿vale? No quiero estar amargado, que me salen arrugas.
Roll suspiró. La última vez que contradijo a Natsu cuando su dueño estaba en el estado de nueve meses de odio al mundo y todos sus habitantes, no la pasó pero para nada bien. Lección aprendida, no hacer enfadar al león en ese tiempo.
Solo que su dueño no parecía aprenderla, pues siempre le llegaban terribles dolores por todo el cuerpo, fruto a algún objeto que le había dado a Kyoya y, por ende, el dolor lo sentía él. Hibird se libraba, el muy desgraciado.
—¿A los leones le salen arrugas?
—¿A ti te dieron cerebro? No lo sabemos. Es una incógnita. Pues así.
Tsuna no sabía si tomarse eso como una ofensa, pero tenía toda la pinta a que lo era.
—Lárgate. A. Dormir —ordenó el león.
Y el castaño no tuvo otro remedio que obedecer.
Dio media vuelta y se alejó de los animales, dirigiéndose a su habitación. Era una locura todo. Todo.
Embarazo. Otra vez.
Bueno, Mukuro tuvo dos niños gemelos. Squalo tenía dos también. Si ellos pudieron superarlo, él podría aguantar a un niño o niña de nuevo.
Aunque se sentía peor que con Sora... dolía más. Y si con su pequeño vio los infiernos e inframundos, con ese parecía que le iba a llevar a un nivel mucho peor.
Mataría a Kyoya... si Reborn no lo hacía antes. De milagro quedó vivo la primera vez, y fue porque fue el ex-arcobaleno el primero en coger al niño en brazos y se encariñó con él. Kyoya tendría que esperar que funcionara igual esta vez.
—Pero lo mataré yo... se lo dejé muy claro, nunca más.
Nunca más quería volver a tener un hijo. Eso de que es lo mejor de la vida puede que sea verdad, pero una cosa era criarlos y otra llevarlos en la barriga durante nueve malditos meses y luego dar a luz, que era una verdadera mierda con todas sus letras.
Dolía lo indecible.
Pero no, Kyoya no le había hecho caso. Y claro, en esos momentos no estaba por ponerse a ver si se ponía protección o no, su mente estaba demasiado nublada y el maldito lo aprovechaba.
¡Claro, como a él no le dolía! ¡Ni todos los puñetazos y patadas que le pudieran dar dolía igual que eso!
Oh, pero se encargaría de que sufriera. Que sufriera las consecuencias de su irresponsabilidad, porque lo hecho, hecho estaba, pero Kyoya no se iría de rositas mientras él aguantaba el terrible dolor que suponía tener un hijo.
No, no, se encargaría de torturarlo lenta y sádicamente como su buen tutor le había enseñado. Sabría lo que era el sadismo cuando lo viviera en primera persona.
El que avisa no es traidor.
Sonrió ante esa perspectiva con maldad y echó a reír cual villano de película Disney mientras a Kyoya y Roll le recorrían un escalofrío, y Natsu sonrió a su igual.
Incluso Sora, en otro universo del espacio-tiempo, sintió un escalofrío.
—¿Estás bien? —le preguntó Kei.
—S-sí. Me habré resfriado...
—Anda que. Ten —se sacó la sudadera y se la tendió—. Con lo enano que eres te quedará grande pero servirá para que no cojas más frío.
—Gracias —Kei arqueó una ceja ante su falta de ironía en la respuesta.
Sora se puso la sudadera, aún pensativo. No, algo estaba pasando y no sabía el qué.
No sabía que, para la lástima y el peligro de bienestar de los allegados a Tsuna, no solo Hibari sufriría las consecuencias.
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