-¿Y qué le vas a decir a Mary cuando la veas...?-la incitó para que hablara.

-Que siento mucho haberle dicho lo que le dije, que solo estaba enfadada y en realidad no lo pensaba...

-¿Algo más?

-Que mentí, no nos acostamos. Lo dije por la rabia del momento. ¿Ya estás contento?

-Así me gusta, pelirroja.

Le acarició la cabeza y salió del coche. Rocío suspiró y le siguió. La parejita había discutido por ser una bocazas y ahora tenía que arreglarlo. Aunque no por iniciativa propia, obviamente.

-¿Y por qué esto está cerrado?-se cruzó de brazos al ver el Starbucks cerrado.

-No lo sé, pero nadie lo ha abierto en todo el día-les dijo un chico que estaba con el móvil. Era un habitual de la cafetería, y estaba apoyado en una esquina, esperando.

-¿Me tienes la chaqueta? Tengo llave. Voy a ver que pasa. Quizás no hayan abierto por algún problema.

Álvaro rebuscó en sus bolsillos hasta encontrar la llave que le había dado Mary. Abrió la puerta y entraron, cerrándola tras ellos. Estaba oscuro.

-Toma tu chaqueta. Buscaré el interruptor.

Rocío avanzó, pero se tropezó con algo y cayó al suelo.

-¿Estás bien? Espera, creo que tengo la luz.

Se hizo la luz. Rocío ahogó un grito de pánico al ver sobre qué, o más bien quién, había caído.

-Dios mío... ¡Álvaro!

-¿Qué pas...?

Se quedó paralizado. Mary estaba tendida en el suelo, sobre un charco de sangre. Rocío se acababa de levantar.

-¿Qué pasó?-la miró a ella, que estaba llena de sangre.

-Me tropecé y caí encima de ella. N-no la vi.

No sabía cual de los dos tenía más ganas de llorar. Al final, viendo que a Rocío iba a darle un yuyu, Álvaro tomó la iniciativa.

-Llamamos a la policía y nos vamos al internado de nuevo.

-¿Pero tú estás bien?

-Eso no importa, Ro. Vámonos.