—¿Sabes qué? Voy a ser tu celestina.

—¡Ni se te ocurra!

—En menos de lo que canta un gallo estarás súper empalagosa con Blas.

Centré uno de mis ojos en las dos rubias. No me dejaban estudiar y estaba planeando matarlas.

—Lo mejor es que nos vayamos fuera y dejemos a Pau estudiar.

Sonreí a Sara, que por una vez se comportaba como una persona normal. Ella me guiñó el ojo y abrió la puerta. Ambas salieron.

—¡Hey! ¿Qué haces por aquí?

—De visita.

Aquellas dos palabras me estremecieron, conocía perfectamente esa voz.

—Hola Pau.

Sonreí. Era David, con una pequeña sonrisa, apoyado en el marco de la puerta.

—¿Y eso qué has venido?

—¿No puedo visitar a mi mejor amiga?

Negué con la cabeza. Ambos sabíamos perfectamente que no era esa la razón por la que venía.

—Bueno, vale. Venía a hablar de nosotros.

—Pf... Ya te dije que no estaba segura, David.

—Ni que te diera miedo.

—Me das miedo—confesé—. Mucho miedo.

—¿Por qué?—ocupó el sitio a mi lado en la cama.

—Porque conocerse es muy malo, Dav. Y yo te conozco demasiado bien y sé como eres con las chicas.

—Lo sé, suelo ser así, pero no contigo. Estoy loco por ti, Paula. Prácticamente desde que te conocí.

Había cosas que eran ciertas. Le conocí a los dos años, en la guardería. Ya a esa edad era un bicho y un ligón. Trató de ligar con mi hermana y mi hermana le tiró un juguete a la cabeza. De ahí viene el odio mutuo.

Yo lo ayudé un poco, y nos acabamos haciendo mejores amigos. Él me enseñó muchas cosas, pero sobre todo como ligar. Y sus técnicas eran demasiado buenas.

—Te dejo unos días para que te lo pienses, ¿vale?

Asentí y me dio un suave beso en los labios. Sonreí como una tonta mientras se marchaba. David sabía seguro que estaba cayendo en su red.

En ese momento, me entró un escalofrío. Y fue cuando estuve segura de que no habíamos estado solos en la habitación.