-¿Qué tal estás?

Álvaro guiñó los ojos para ver a la pelirroja.

-No sé, bien, creo.

-Has tenido suerte. Al final no era nada. Pero tienes que tener cuidado, si se te abren los puntos tendrás problemas.

Asintió, tragando saliva.

-Entonces... ¿es Carlos?

-Yo no estoy segura del todo. Dicen que se suicidó, pero yo creo que más bien hicieron creer a todos eso. No me creo que sea tan celoso.

-¿Y cómo está?

-No sé, está en el quirófano. He llamado a sus padres, a mí no me dicen nada. Pero en cuanto se recupere dejará el internado.

-Lo siento, Ro.

-Da igual-pero se le escapó una lagrimita-. Solo espero que intentaran matarle, que no fuera un cobarde suicidio por celos.

Álvaro se incorporó de la camilla y le dio un abrazo.

-Te vas a hacer daño, idiota. No me hago responsable.

-Amor...-Mary irrumpió en la habitación-. ¿Qué hace ella aquí?-puso cara de asco.

-Pues me ha salvado la vida, así que tiene derecho a estar aquí-le dijo, frío.

Mary fue a replicar, pero se lo pensó y se calló.

-Pues vete un rato, niña. Quiero estar con mi chico a solas.

Rocío salió para despejarse, pero se encontró al médico.

-¿Usted es la novia de Carlos Pérez Marco?

-Sí, claro.

-Se va a recuperar. Un mes de descanso y como nuevo. Ahora sí-se puso serio-, no se ha suicidado. Alguien se está encargando de cubrir bien sus huellas. Cuidelos, a ambos.

Asintió y se quedó sola. Al ver salir a Mary, volvió a entrar.

-¿Qué tal?

-Carlos está bien.

-Menos mal.

-Ya, pero si no es él, significa que nuestro asesino podría seguir acechando. Me tiró por el barranco, te apuñala a ti y casi culpa a Carlos. Es demasiado listo.

Todo se estaba complicando de una manera demasiado retorcida...