Decidí concentrarme en mis estudios, ya nada merecía la pena. El examen lo puso demasiado pronto, pero al menos me mantenía entretenida.

Estábamos las cuatro en la habitación. Sonia me ayudaba con un problema de economía. Nair se leía el tema, mientras Sara leía Divergente. Rocío era la única que no aparecía, pero eso era malo. Dani no apareció y pasó lo que pasó...

—¿Me escuchas?

—¿Eh? Sí, sí... Bueno, no, perdona. Estoy distraída.

—Dani.

—Sí, lo siento...

—Eh... No importa—Sonia me abrazó por detrás y me dio un beso en la mejilla—. Lo entiendo. Nos tomamos cinco minutos y seguimos con el problema.

Asentí y salió, supongo que para despejarse. Me miré por encima sus apuntes sobre el problema. Era complicado. Rocío y Sonia tenían mentes privilegiadas, yo jamás pillaría algo así.

—Nair, ¿tú pillas esto?

—Claro, es facilísimo. Lo complicado es la teoría.

Y era cierto. La teoría era asquerosa.

—Holap—Rocío entró.

—¡Que guapa! ¿Para qué es el vestido?

—Me voy con Carlos.

—¿A dónde?—la miré mal.

—A la discoteca de su cumple.

—Mañana tenemos examen...

—Lo sé, pero me lo sé muy bien. No pasará nada.

—Tú misma...

Se volvió a marchar. Sonia volvió y seguimos durante tres horas más, pero Rocío no volvió en toda la noche.

Por la mañana, llegábamos tarde. Nos habíamos quedado dormidas en el escritorio.

Corrimos y llegamos a clase. Rocío ya estaba allí, sonriente.

—¿Dónde has estado toda la noche?

—De fiesta—sonrió.

—Eres de lo que no hay.

Mientras se entregaba el examen, tuve la sensación de que Rocío le guiñaba un ojo a Álvaro... Ay, dios mío. Volvía a caer.