—¡Hoy vienen los padres! ¡Hoy vienen los padres! ¡Hoy vienen los padres!

Me desperté sobresaltada. Sara estaba saltando encima de mi cama, emocionada. Yo sencillamente no entendía el interés por ver a las personas que nos habían encerrado en esa cárcel.

—Nair... Haz algo—me quejé.

La chiquilla murmuró algo, pero siguió dormida. Llevaba muy rara desde que quedó para hablar con David. Al principio creí que estarían saliendo en secreto, pero los espié. Algo más gordo sucedía.

Al final, harta, le tiré un cojín que hizo que cayera al suelo.

—Mujer muerta. Eliminada. Fin de la partida—puse voz robótica.

—Eres mala—se rió.

Nos vestimos, movimos a Nair para que saliera de la cama y fuimos a desayunar, sin esperarla. Sonia estaba en la puerta.

—¿Por qué no pasas?

—Porque no quiero ser la sujetavelas de Rocío.

Entró detrás nuestro. Carlos le comía la boca a mi hermana, porque eso no se podía llamar de otra manera.

—¡Hola!—besé a mi novio y me senté a su lado—. ¿Nerviosa?

Me miró con pánico.

—Muchísimo.

Empezó a comer a gran velocidad.

—Bien, Pau. Habíamos conseguido que se tranquilizara y tú has mandado el trabajo de dos semanas a la mierda—Dani me miró mal.

—Ya verás que saldrá bien.

—Sí...—murmuró Sara—. Solo que puede que te caigas, vomites, cantes mal o incluso no cantes.

—¡Sara!—la reprendimos.

—Lo siento, es que me aburro y Rocío nerviosa es muy graciosa. Y me acaba de salir una rima genial.

—¿Dónde está Nair?—David nos miró.

—Probablemente dormida. A la condenada le gusta dormir.

—Ah—dijo con indiferencia. Este tío es bipolar.

—Ro, tenemos que irnos.

—¿Ya?—se puso pálida.

—Sip. Aún tenemos que hacer unas cuantas cosas antes de la actuación. Nos vemos luego—me besó la cabeza y lo miré, divertida.

Se la llevó de la mano. No cabía duda de que era un chico muy especial. Ojalá hubiera sido algo más consciente de algunas cosas en ese momento.

—Acaban de abrir las puertas—chilló Sonia.

Sonreí. Al fin y al cabo, era mi familia.