-Ro-Dani entró en la sala en la que la pelirroja estaba.

-No quiero hablar.

-Pues vas a tener que hacerlo. ¿Por qué no quieres cantar?

-Porque no puedo, ¿vale? Me da pánico escénico, vomitaré, o me quedaré paralizada. Eso pasará si me subo a un escenario a cantar.

-Yo puedo ayudarte.

-¿Cómo?

-Mira, no es por fardar, pero se me da muy bien tocar el piano. Puedo decirle al profesor Gango que yo toco el piano y tú cantas. Te sentirás más segura si estoy a tu lado.

-No puedo hacerlo. Me dará un patatús. O un infarto.

-Relajate, ¿quieres? Si te digo que lo puedes conseguir, lo conseguirás.

-Lo siento Dani, pero no.

Dani suspiró y salió de la sala, casi tropezándose con Álvaro.

-Hey.

-Ni se te ocurra intentarlo. Dani ha hecho lo que ha podido, y no, no pienso cantar ni en sueños.

-¿Y si te prometo que todo saldrá bien?-se sentó en el piano, junto a ella y tocó notas desafinadas.

-¡Pero si no sabes tocar!-rió. Había logrado su objetivo.

-Veo que te has dado cuenta-sonrió-. Yo no puedo ayudarte con eso, pero me encargaré de que estés segura sobre ese escenario. La clave para acabar con ese miedo es olvidar todo a tu alrededor, disfrutar, no preocuparte por lo que pensarán. Te ayudaré y te aseguro que no tendrás ni un temor para cuando cantes sobre ese escenario.

Rocío empezaba a dudar. Y tenerle cerca hacía cosas que creía imposibles.

-Creo que me lo voy a pensar-hizo amago de levantarse.

Álvaro negó con la cabeza, divertido.

-No sales de aquí hasta que estés dispuesta a cantar. ¿De veras vas a tomar ese riesgo?-levantó una ceja.

-Bueno, yo... Podría intentarlo. Supongo-dijo, tímida.

-Así me gusta, pequeña-le sonrió, le dio un beso junto a la comisura de los labios y se fue.

Se quedó colorada. Apenas se llevaban cinco años, cinco abismales años que siempre lo habían hecho imposible. Desde el día que lo conoció...

-Ro-Dani volvió a entrar-. ¿Estás bien?

-Creo que he cambiado de opinión. Cantaré.