Llevaba un buen rato sin prestar en clase. No me atrevía a enfrentar a mi hermana. ¿Tanto tiempo empeñándose en Carlos, y estaba por Álvaro? Algo me olía raro.

—Bien, clase—Álvaro pegó una palmada que me sobresaltó—. Tenemos que hablar sobre la visita de los padres.

¿La qué de qué? No sabía nada de eso. Antes de poder preguntar, me pellizcaron y dos locas se encargaron de explicarlo:

—Cada trimestre, a mediados, hay una visita de los padres. Los alumnos de último curso deben preparar una actuación. Creo que este trimestre nos toca a nosotros.

Una bombillita se instaló en mi cabeza. Rocío tenía una voz impresionante, pero era muy tímida. Una palabra: venganza.

—Y como iba diciendo—golpeó mi mesa para que dejara de hablar con Sara y Nair—, solo una o dos personas se encargarán de ponerle voz al espectáculo. Si alguien se ofrece, estaremos encantados.

Me daba la sensación de que nadie iba a hablar. Mi hermana parecía sumamente concentrada en el libro de economía. Álvaro me dedicó una mala cara para reprenderme y sonreí, divertida.

—Yo creo que Rocío lo haría genial.

Todas las miradas estaban sobre ellas. Estaba roja, se mordisqueaba el labio, y estaba segura de que me mataría nada más salir de la clase.

—¿Y eso?—ya no podía rajarme.

—Mi... hermana canta muy bien, estoy segura de que lo haría genial. ¡Alucinaríais con su voz!

—¿Y qué opina ella?—la volvimos a mirar. Ella nos miró.

—No—se levantó y salió de la clase.

Silbé, falsamente impresionada.

—Así se controla a las alumnas, sí señor—le di una palmadita. ¿Mucha confianza? Nah...