Capítulo 37
Y dicho y hecho, dos días después, sábado 4 de febrero, nos disponíamos a salir del internado. Pero mientras que Dani, Rocío y Sonia salieron tranquilamente por la puerta, Sara, David, Nair, Blas, Carlos y yo salimos por la ventana de la habitación de la primera. ¿La razón? Una escalera de jardinero que por alguna razón está ahí. Menudo morro tiene Sara...
Nos encontramos todos en la puerta de la discoteca. Carló saludó cariñosamente a mi hermana, haciéndola sonrojar. Si le llegaba a hacer daño, no sé que le hago.
Rocío era lo que más me preocupaba. Era una niña y creo fehacientemente que Carlos no la va a salvar si le ocurriera algo. No debería estar aquí.
Encima, el lugar es una ruina. La gente fumaba, bebía e incluso olía demasiado raro. Que mala espina me dio todo esto...
El tiempo realmente se pasó rápido. Estuvimos haciendo el tonto y jugando estúpidos juegos, que acabábamos olvidando ante la posibilidad de un reto malo.
Me di cuenta de que Dani y Rocío no dejaban de hablar entre ellos. Nosotros no habíamos tenido la posibilidad de hablar sobre el casi beso. Quería empezar algo con él, pero se me estaba poniendo difícil...
—Sal—me empujó Rocío.
Yo no entendía nada. Salí y Rocío cerró la puerta detrás de ella. Maldita bastarda...
—Paula.
Me estremecí, sin darme la vuelta. Sabía a quien pertenecía esa voz. Me di la vuelta, encontrándome con su sonrisa a dos centímetros. Y esos ojos...
Me agarró la mano y me besó, con dulzura y fuerza.
Ahí es cuando verdaderamente me di cuenta de que estaba enamorada.
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