Capítulo 21

-Es que no sé que hacer, de verdad. Por un lado está Blas, que es súper dulce y adorable, siempre cuidando de mí. Pero además tiene su lado malo, que me encanta y pone a mis padres de los nervios. Y luego está Dani, que es un angelito, que me pone bastante. No sé que hacer.

Tras acabar mi mini discurso, me fijé en mis supuestas amigas. Sonia estaba apoyada en el marco de la ventana (cerrada). Rocío estaba sentada en mi cama, pero parecía ser la única que realmente me estaba escuchando. En cuanto a Nair y Sara...

Nair estaba en la complicada tarea de atar a Sara al suelo. Sara ya estaba metida en el saco de dormir cuando el resto llegamos hace media hora, y Nair pilló un cabreo...

-Me voy a arrepentir de preguntar, pero... ¿qué estás haciendo, Nair?

-Asegurarme de que Sara no hace de las suyas-dijo con esfuerzo.

-¡Pero sacame de aquí, cacho loca! ¡Que luego dices que te pego de noche, pero a lo mejor tengo motivos!

Sara se retorcía, pero no hay nada como ganchos y cuerdas para retener a alguien.

-¿Alguien me ha estado escuchando? Necesito ayuda.

-Sí, del psicólogo-volvía a salir el lado mala leche de Sonia-. Mira, yo mejor me voy a mi habitación. Cualquier cosa antes de estar con tantas majaderas.

-Soni, quedate-imploró mi hermana. ¿Para qué hablaba?

-Vale, pero por ti. Y ahora, Paula, te lo voy a explicar. Tienes que ir a Blas y decirle-me sujetó los hombros con las manos-. Blas, ya no me gustas. No es culpa tuya, lo siento, pero esto se ha terminado.

-Vaya, eres buena-elogió Nair, sentándose en Sara.

-¡Levantate, cara sapo! ¡Te aseguro que cuando salga de aquí no vas a tener lugar para esconderte!

-No me preocupa mucho-se encogió de hombros-. Pero Sonia, ¿cómo sabes tanto de eso?

-Tú lo sabes perfectamente-se puso roja.

-Ah... Es por lo de Álvaro.

-¿Álvaro?-saltó mi hermana.

-Sí, es que antes le gustaba el profe.

-¿¡Pero te quieres callar?!

-Si no pasa nada, mujer. Ya no te gusta.

-¿Y eso?

-Le rompió el corazón-Sara habló.

-Yo me voy. No os aguanto.

Al portazo, las rubias se echaron a reír.

-Pobrecita. Aún le duele que la rechazara.

-¿Y tú que harás?

-Hablar con él. No puedo evitar esto siempre.

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