... candado inservible.
El pasillo es oscuro.
Le sirve de muro, de escondite,
para sus lágrimas y para su cuerpo.
Donde nadie alcance a herirlo.
A usarlo y desecharlo.
Sin manos ajenas y frías,
sin sonrisas borrachas de lujuria y sangre,
sin sollozos de dolor hasta que el cuerpo duerme,
hasta que ni la sangre resbalando se siente.
Al otro lado del pasillo,
tras la puerta y el candando,
hay un chico... que habla para él.
Y ningún candado,
ninguna prisión,
atraparan al corazón que el chico ya se llevó.
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