8.- Esclavos.
Yoongi contuvo la respiración, temeroso de hacer el más mínimo ruido que pudiera ponerlos en peligro. Sus ojos no se despegaban de la figura cautelosa de Jimin, que mantenía la vista fuera de la pequeña habitación mientras trataba de descifrar a quiénes le pertenecían las sombras que se cernían sobre la pequeña casa ornamental. Sus pequeños y regordetes dedos empuñaron la daga hasta ponerse blancos y Yoongi se vio tentado a ir hasta él y quitársela.
Las palabras de Jungkook mientras le decían que habían matado personas, le marearon. Quería arrebatarle a Jimin el arma para alejarlo definitivamente de ese destino que había decidido pero ¿qué derecho tenía para hacerlo? No podía ni siquiera maginar la magnitud del daño al que ambos chicos eran sometidos a diario, entonces ¿cómo decir algo al respecto?
El sonido de pasos poco discretos cortó el tenso silencio dentro de la habitación y Jimin bajó la daga de golpe mientras se enderezaba frente a la puerta, su cuerpo se tensó visiblemente antes de girarse y clavar sus ojos en Jungkook, que permanecía entre los brazos de Taehyung aún en la bruma del inconsciente.
.- Es la madame.
Jimin revolvió su cabello con cansancio mientras Yoongi sentía que todo el aire retenido escapaba de su cuerpo sin poder retenerlo más. La anciana se había acuclillado en el rincón, sus ojos colándose por la puerta semi abierta mientras trataba de discernir algo más que la oscura noche con sus cansados y ancianos ojos. Yoongi quería preguntar cómo lo sabía, cómo podía sólo con escuchar sus pasos, decidir que era ella y no alguien más.
Taehyung se le adelantó.
.- ¿Cómo...?
.- ¡Tsubasa – chan! ¡Tokaro – chan! – una potente y pastosa voz femenina cortó cualquier pregunta mientras Yoongi sentía cada vello de su cuerpo erizarse producto del miedo – Sé que está ahí mis queridos niños – siguió gritando la mujer en un japonés que Taehyung y Yoongi a penas y entendían – No quiero tener que llamar a la guardia, preciosos.
Jimin no pareció necesitar escuchar otra cosa antes de comenzar a buscar algo que ponerse encima. Yoongi caminó hasta él, tratando de detenerlo mientras Taehyung seguía sosteniendo a Jungkook entre sus brazos, anclado a él como si fuese su tesoro más preciado y era probable que lo fuera, en realidad.
.- Detente, no lo hagas... - Yoongi le susurró a Jimin mientras lo tomaba de la muñeca y evitaba que terminara de vestirse – No necesitas salir, nosotros... nosotros vamos a ayudarlos.
Había desesperación en su voz y Yoongi nunca se había escuchado a sí mismo tan desesperado desde que tenía trece años y peleaba a golpes con cualquiera que decidiera insultarlo. Nunca se había sentido tan frustrado con el mundo y consigo mismo como en ese momento, observando la sonrisa tenue pero triste que Jimin le dedicó antes de zafarse de su agarre con una caricia tan delicada como el toque de una flor.
.- Le pertenecemos a ella – fue la respuesta suave de Jimin – Debemos volver a ella...
.- No, no tiene que... por favor, nosotros...
.- ¡Mis niños, no tarden más! – gritó de nueva la mujer y el sonido de más pasos provocó que el cuerpo del menor temblara ligeramente mientras las luces producidas por velas fuera de la casa se proyectaban como monstruos dispuestos a tragarlos enteros en cualquier momento y sin que pudiesen hacer nada para evitarlo – Voy a quemar está casa, Tokaro – chan... voy a quemar con quien sea que haya dentro sino salen ahora, preciosos.
Yoongi no pudo detenerlo y en cuestión de segundos, y grandes pasos, Jimin salió de la habitación. El mayor corrió hasta la puerta, escondiéndose en la oscuridad mientras observaba el panorama desolador del patio exterior. La madame era una mujer menuda, incluso de menor estatura que Jimin y su cabello negro permanecía recogido en un bollo alto mientras su kimono rojo se arrastraba por la tierra.
Ella sonrió y abrió sus brazos para recibir a Jimin.
.- Que buen niño eres, Tokaro – chan – fue lo que la mujer dijo mientras de las sombras brotaban varios hombres con el uniforme de la guardia imperial de un color impoluto, sus rostros serios vigilando de cualquier movimiento sospechoso – Es bueno que me obedezcas porque si no pasarás otra noche en el sótano, bebé.
Yoongi pensó que iba a vomitar de solo seguir escuchando a esa mujer hablar.
Su japonés no era excelente pero podía entender a grandes rasgos lo que la mujer decía mientras tomaba el rostro de Jimin entre sus manos y su sonrisa se extendía aún más. Quiso correr hasta ella y alejarla del más pequeño, quería tomarlo entre sus brazos y decirle que no podía volver a hacerle ningún tipo de daño pero para empezar, Yoongi ni siquiera debería de estar en ese momento y lugar, no pertenecía a esa época.
Tampoco pertenecía a la vida de Jimin.
.- Tokaro – chan, ¿Dónde está mi dulce Tsubasa? – Preguntó la mujer mientras delineaba con sus ojos el rostro hermoso del chico frente a ella – No quieres problemas, ¿verdad, bebé? Entonces, dile a Tsubasa...
Yoongi fue empujado de regreso al interior oscuro de la habitación mientras un convaleciente y semidesnudo Jungkook salía a la luz, su abdomen estaba en vuelto en la misma tela negra y ensangrentada que el de Jimin, ocultando de los ojos curiosos la seguramente dolorosa herida que Taehyung había cerrado con lana.
.- Madame, aquí estoy...
Jungkook lucia terriblemente cansado y apesumbrado, como si cargase ya demasiado sobre sus hombros y Yoongi se arrepintió de la forma en cómo le había hablado anteriormente, juzgando tan duramente sus emociones cuando no tenía ni la menor idea de todo lo que Jungkook debía cargar sobre sus jóvenes hombres. Ni siquiera era capaz de entender de dónde sacaba la fuerza y la convicción para luchar contra un destino como el suyo.
.- Oh, mi adorado Tsubasa – le extendió los brazos la mujer - ¿Dónde está tu kimono, mi niño?
Jungkook se alzó de hombros, apenas y sosteniéndose del hombro de Jimin mientras dejaba que la mujer le inspeccionara el rostro. Yoongi trató de recuperar el control de su cuerpo mientras los ojos de Jimin se viraban lentamente hacia la habitación oscura, sus ojos fijándose en él, o eso sintió Yoongi, que retrocedió mientras sentía el peso de su mirada sobre su cuerpo. ¿Qué estaba tratando de decirle?
Entonces reparó en el sollozo suave de Taehyung, que se abrazaba al futón empapado en sangre mientras ahogaba su llanto contra él. Yoongi podía sentir la tristeza y el dolor emanar del pequeño cuerpo de su mejor amigo sin poder verlo del todo en la oscuridad. Podía sentir cómo libraba una batalla personal al dejar ir a Jungkook de esa manera, al dejar que se entregara de nuevo a esa mujer. El dolor del menor era tan abrumador que Yoongi sentía que comenzaría a llorar en cualquier momento.
.- ¿Quieres que entren a buscar tu kimono, mi niño? – Preguntó la mujer con fingida dulzura mientras acunaba el rostro de Jungkook en sus manos – Pídeme lo que quieras, ambos... iremos a casa y los cuidaré para que sanen.
Era como si la mujer supiera lo que ambos habían hecho, el por qué habían huido hasta ahí en mitad de la noche y tras la masacre de varios miembros de la guardia imperial. Yoongi se arrodilló con lentitud antes de arrastrarse hasta Taehyung, acunando a su mejor amigo entre sus brazos mientras trataba de calmar, por lo menos un poco, el profundo dolor que sentía.
.- Quiero ir a casa... - susurró con esfuerzo Jungkook y la mujer asintió complacida.
.- Bien, bien – asintió ella antes de girarse hacia los hombres que miraban la escena en silencio y enfundados en su uniforme – Regresaremos a casa bajo su cuidado pero igual... quemen este lugar.
.- ¡Madame! – Jimin alzó la voz, mirándola horrorizado – Usted ha dicho que...
La mujer le abofeteó antes de que pudiera terminar de hablar, sus largas uñas aruñando superficialmente su tersa piel mientras Jimin trastabillaba y Jungkook perdía su punto de apoyo, cayendo sobre su costado herido. La mujer se alzó imponente ante los dos, sus ojos brillando en la oscuridad de la noche mientras volvía a lazar la mano sin contemplación alguna.
.- ¿Quieres volver a ser castigado, Tokaro? – le preguntó con seriedad – Mi bebé, odio golpearte o castigarte pero tienes que entender que a mí nadie me rebate las ordenes.
Jimin sintió el peso de las lágrimas en sus ojos pero se las tragó mientras se levantaba, sintiendo la punzada de sus propias heridas quemar sobre su piel. La mujer les miró en silencio mientras se inclinaba para ayudar a Jungkook a levantarse pero el pelinegro lucía realmente adolorido y la sangre ya comenzaba a extenderse en el suelo producto de su herida.
.- Madame, por favor – susurró hacia la mujer, esperando un poco de clemencia.
La mujer frunció entonces el ceño, observando la sangre que amenazaba con empapar los bordes de su reluciente kimono y pateó lejos el cuerpo de Jungkook, el gemido de dolor resonando por encima de cualquier otro ruido. Yoongi, dentro de la habitación, tuvo que hacer acopio de toda su fuerza para retener a Taehyung entre sus brazos.
.- Coreanos inútiles y cobardes – escupió antes de girarse y mirar a los guardias, sonrió antes de mirar a los dos chicos en el suelo por sobre su hombro – Arrástrenlos con los caballos, no me importa si son heridos o no pero deben llevarlos con vida ante mí... serán castigados por revoltosos... general – se dirigió entonces a un hombre mayor, de rostro curtido y cabello cano – Diviértase con ellos antes de regresármelos.
Y sin dedicarles una mirada más, la altiva mujer camino lejos del pequeño patio, con dos guardias pisándole los talones a medida que se alejaba. Jimin se enfocó entonces en Jungkook, presionando la herida mientras le murmuraba palabras de calma que su pequeño compañero parecía ya no escuchar, poniéndose pálido y frío producto del dolor que le atravesaba el cuerpo.
Pero antes de alcanzar a hacer nada, dos hombres le tomaron por debajo de los hombros y le jalaron lejos, amarrando sus manos con una soga que apretaron hasta no dejarle espacio de zafarse, su piel quemando debido al roce con el material. Jimin pataleó con fuerza mientras veía como amarraban a Jungkook de pies y manos sin que el pelinegro pudiese decir algo, sus ojos ya en blanco y rozando la inconciencia de nuevo.
.- Por favor, por favor... - rogó Jimin mientras era despojado de su pantalón por las manos fuertes de los hombres, sin embargo los hombres no se detuvieron y pronto sus desnudas piernas se ensuciaron por la tierra – No, no...
Jimin quería gritar un "No mires" en dirección a las personas que permanecían sumidos en la oscuridad de la habitación pero eso no sólo los pondría en peligro sino que lo más seguro es que los condenara a una muerte dolorosa, así que permaneció murmurando sollozantes No mientras abrían sus piernas a la fuerza, exhibiendo su desnudez ante sus ojos lujuriosos e insaciables.
El hombre al que la Madame se había dirigido como general caminó hasta ellos y Jimin se sintió incapaz de sostenerle la mirada. Nunca había podido ver a los ojos a ninguno de los hombres que habían disfrutado de su cuerpo, no era tan valiente o fuerte como Jungkook, que se grababa a fuego sus rostros en su memoria para asesinarlos y hacerlos pagar en sus sueños. Él se convertía en una muñeca dócil que no hacía sonido ni movimiento alguno, les dejaba usarlo a su conveniencia y luego se refugiaba en una esquina a llorar, sintiendo una capa de suciedad nueva adherirse a su piel.
Ladeó el rostro, fijando su mirada en los ojos vacíos de Jungkook, que apenas y se mantenía consciente mientras su pantalón era arrancado y sus piernas eran elevadas, sin deshacer el amarre en sus tobillos. Jimin quiso cerrar los ojos, no ser testigo de la forma en cómo los humillaban a ambos, dejando sus cuerpos cubrir de tierra y nieve sucia pero los ojos de Jungkook transmitía paz.
Paz en medio del dolor.
Su mente se perdió entonces en los ojos del pequeño mientras hombre tras hombre se acomodaba entre sus piernas, arañándolas o mordiendo su piel expuesta hasta el punto de sacarle sangre. No sintió dolor alguno, acostumbrado de alguna manera a ese tipo de trato y contacto. Pero la sensación de ser pordebajeado, reducido a simple nada, era cada vez más grande en la boca de su estómago.
Jungkook cayó inconsciente tras el quinto hombre que se hundía en sus carnes, entrando tan ferozmente en su cuerpo que su pequeña cabeza oscura chocaba contra el suelo en un golpeteo incesante y mortificante. Jimin observó las manos grandes y toscas acariciar la cintura de Jungkook mientras se hundían más rápido y fuerte en su cuerpo ya dócil por completo. Incluso temió que terminaran por matarlo debido a la rudeza.
La misma que aplicaba en su cuerpo mientras se corrían dentro de él, sus gemidos salvajes resonando en la noche mientras Jimin sentía gotear su interior, su cuerpo volviéndose cada vez más pegajoso producto de los fluidos de cada hombre que se corría dentro de él o sobre su abdomen. El general fue de último, primero se internó en el cuerpo de Jungkook, girándolo y enterrando el rostro apacible del menor en la tierra mientras aruñaba su espalda.
Había una rabia ciega en sus actos.
.- Suplica – le gruñó mientras le giraba también contra el suelo, apretando su rostro entre su mano y la tierra – Suplica, pequeña puta.
Sin embargo, nada brotó de sus labios mientras el hombre se adentraba en su cuerpo con tal rudeza que sintió toda su carne desgarrarse. Desde su posición no podía ver cómo amarraban a Jungkook a la carretilla, desnudo y desvalido, listo para ser arrastrado de regreso al lugar de donde habían escapado. En cambio, podía ver a la perfección la puerta de aquella oscura habitación, dos pares de ojos brillantes clavados en los suyos.
Incluso se permitió sentirse culpable de que ambos chicos, que habían hecho tanto por ellos, fueran testigos de tal despiadada escena en la que sus cuerpos eran mancillados hasta el punto de desear morir. Entonces cerró los ojos, incapaz de seguir imaginan las lágrimas perladas que Taehyung y Yoongi podían estar derramando. ¿Qué podían ellos sentir por Jungkook y él ahora? ¿Qué podían hacer ya por ellos?
Eran esclavos.
Sólo podían dejar de serlo al morir.
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No sé por qué me gusta escribir cosas tan... tan así.
Y realmente ni siquiera sé qué pregunta justo ahora sobre el capítulo.
Sólo... gracias por leer.
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