27.- Resistencia.
Capítulo dedicado a MILITZAY, taerouge.
El honorable emperador Gojong murió.
Los rumores informaron por las calles, a los pocos interesados, que fue asesinado al mismo tiempo que la Resistencia de las montañas fue atacada por los hombres del nuevo gobernador de la provincia, tal vez en un intento de evitar una sublevación. Sin embargo, las vidas de los hombres, mujeres y niños que se perdieron en el campamento no resonaron como la noticia del emperador muriendo.
No hubo tiempo para pensar en ello en el momento, no cuando debían reagruparse y huir lejos de las calles y los caminos rodeados por el ejercito japonés, cargando sus obsoletas armas y las pocas pertenencias que algunos alcanzaron a recoger antes de que los atacasen. Los daños fueron considerables, principalmente en vida humanas porque el campamento atacado no era más que un refugio, un sitio al que huían aquellos que ya no podían más.
Ya no había nada y recuperarse de la sangre que nutría la tierra al ser derramada, parecía más bien una tarea imposible.
.- Los estudiantes hablan de la muerte del emperador – informó uno de los miembros tras su regreso de la ciudad más cercana, un pequeño poblado lo suficientemente grande y agrícola para ser considerado ciudad – Nos están pidiendo que los apoyemos en esto.
.- ¿Y cómo haremos eso? – fue la respuesta de uno de los mayores, que permaneció sentado sobre un barril de fermentación, con el arma colgando del hombro y los largos cabellos negros cubriendo sus frente y ojos – Han matado a muchos de los nuestros, no tenemos gente y hay muchos heridos. Esos budistas no pueden venir a pedir que hagamos algo por ellos cuando tampoco han hecho algo por nosotros.
.- ¡Son nuestros hermanos! – levantó la voz otro – Tenemos la misma lucha que ellos.
.- ¡Pero nuestras luchas llevan caminos diferentes! – respondió uno más joven, levantándose con imponencia alrededor de la improvisada mesa – Nosotros elegimos las armas, ellos las letras. ¿Cómo podríamos ser iguales en esto?
Las palabras cruzaron de un lado al otro, escalando entre insultos y ataques entre el grupo de hombres dentro de la carpa mal armada que habían improvisado horas antes de su reunión. Los gestos se alarmaron, las amenazas comenzaron y pronto cada miembro del pequeño grupo había tomado una posición sobre la muerte del emperador y los pedidos que parecían hacerles desde las ciudades, algo con lo que, durante sus años de militancia, no había tenido que asumir de ninguna forma.
Cada mujer y hombre del antiguo reino de Joseon había asumido su resistencia a su forma, desde la preservación silenciosa de su cultura, a las armas y esconderse en las montañas, incluso, desde las pocas aulas aún abiertas a lo largo y ancho del territorio. Eran la misma lucha desde diferentes frentes, pero que nunca se habían encontrado en el mismo momento.
.- Basta ya – alzó la voz luego de escucharlos, su tono potente los silenció mientras se levantaba de su lugar - ¿Acaso esta es la manera en cómo hombres como nosotros deben comportarse? Igualándonos a borrachos impulsivos... No somos ese tipo de hombres.
.- Somos hombres de armas, Junghyun – le interrumpió el mismo hombre del principio, mirándole con un gesto imperturbable – No somos, ni eres tú tampoco, un hombre letrado. ¿Por qué debemos someternos a los pedidos de ellos? ¡Hemos sido la Resistencia por casi diez años y...!
.- Y ya nos han dicho los llegados de china que nuestra mejor apuesta debe ser desde la propaganda – Junghyun se cruza de brazos, su camisa de un sucio blanco subiéndose lo suficiente como para dejar ver una daga amarrada a su cintura – Acordamos que nos acogeríamos a lo que se está gestando en Hong Kong. Necesitamos al pueblo de nuestro lado y ahora que el emperador ha muerto, asesinado o no... es hora de que comencemos a pensar que la lucha es conjunta.
La respuesta fue inmediata: .- ¡Ahora dejamos que hombrecitos venidos de otro lado nos digan que hacer! – escupió en el suelo, mirándolo desafiante.
.- Eres libre de irte – respondió con sequedad, dándose la vuelta para salir de la carpa – Se tomó una decisión y, como hombres de palabra, vamos a respetarla.
.- ¡No quieras hacerte el héroe, Junghyun! – fue el grito que siguió sus pasos – Esos son lo primeros que mueren en la guerra.
Sus oídos hicieron caso omiso, más concentrado en el panorama frente a sus ojos y que dolía profundamente en cada extremidad de su cuerpo, incluso más que las heridas que llevaba encima apenas cicatrizando. Llevaba una bala incrustada en el hombro, pero el dolor bajo su piel no fue nada comparado con el que reptaba por su espalda al observar a los niños apuñuscarse juntos para esperar algo de pan y agua que llenara sus estómagos.
No había comida aún y muchos de ellos ya no tenían a sus padres.
Pensó en la palabra "Héroe".
¿Era esa la forma en cómo se veían aquellos hombres cargados en armas? ¿Era la manera en cómo deseaban ser llamados los jóvenes que se movían en la noche con sigilo para transmitir información de un lado al otro? ¿Era es lo que buscaban los tres hombres que habían llegado del exilio hablando de ayudarlos para conseguir que Joseon fuese una tierra libre de nuevo?
Dudaba que sus hombres tuviesen el interés de cargar con ese nombre, incluso dudaba que alguno de los hombres de las ciudades lo buscase. Sabía por experiencia propia que cuando hombre o mujer se unía a la resistencia, sobre todo a la guerrilla como lo eran ellos, se debía a la absoluta necesidad, a la soledad de una vida despojada de valor, de raíces. No, no creía que ellos deseasen ser héroes.
Por un momento, incluso se preguntó sí era esa la forma en cómo el deseaba ser llamado.
Junghyun, sin embargo, descartó aquello con amargura. Sólo había intentado una vez ser un héroe y había fallado en ello terriblemente. Después de aquel momento, de ver el fuego frente a sus ojos y de que le arrebatasen lo único que amaba, Junghyun había renunciado a todo y todos. Fueron las montañas y los hombres de armas los únicos que le dieron cobijo, pero nunca pudieron llenar el vacío de su corazón.
.- General... - la voz le distrajo de sus pensamientos, encontrándose con la mirada preocupada de Yoongi, a quien reconocía como un excelente estratega - ¿Ha tenido noticias de los hombres que fueron en búsqueda de mi compañero?
.- Partieron hace dos días, así que deben estar regresando al caer la tarde. No creo que tarden mucho más que eso – presumió con calma, observando sobre sus hombros a las personas agrupándose para la hora de comer, el sol del mediodía golpeando sobre las copas de los árboles que los protegían del inclemente invierno – No hay que desesperar, estoy seguro que está bien y que trae a salvo a nuestro infiltrado.
Infiltrados... aquella era el nombre que habían puesto a los dos muchachos que por años habían estado en una de las tantas casas al servicio de los soldados japoneses. Las habían vigilado desde el principio, sabiendo lo que hacían dentro con las mujeres y los pocos jóvenes que llevaban dentro, habían estudiado las posibilidades y con el tiempo, habían encontrado aliados que tenían el suficiente acceso a información como para ser valiosos.
Para Junghyun, sin embargo, siempre se trató de algo más allá que la información de primer mano que podían obtener.
Se trataba, desde siempre, de encontrar a su hermano menor en alguno de ellos. Años de buscarlo en silencio, de rendirle honores a su difunda madre bajo la promesa de que algún día, cuando menos lo esperase, tendría a su hermano de regreso a su lado, de donde jamás debió ser arrebatado y lejos de cualquiera que osase a pensar en hacerle algún tipo de daño.
Se tardó años antes de encontrarlo y no fue hasta que aquellos exiliados llegaron, que Junghyun no tomó la decisión de sacarlo de allí, de asumir que su hermano menor ya había sufrido bastante de forma injustificada e inhumana. Nadie, por supuesto, podía saber que se trataba de su hermano, además, estaba seguro que él ni siquiera lo recordaría, su rostro habiendo madurado con los años y una cicatriz surcando su mejilla habían cambiado mucho de quién era.
Jungkook seguramente lo había olvidado y él estaba bien con ello.
Los héroes son los primeros en morir en la guerra y a Junghyun sólo le interesaba ser el héroe de su hermano menor, como no pudo años atrás.
Jimin se enderezó en su puesto, siendo observado con atención por la Madame y un hombre de uniforme japonés que no reconocía, pero que lucía de un rango lato debido a las condecoraciones que colgaban de sus hombros y pecho. Se removió incómodo, preguntándose sí se trataba de un castigo por haber dejado que Jungkook huyese o sí alguien lo había visto hablando con Yoongi días atrás.
.- Mi adorado Tokaro – la mano de la mujer alzó su mentón, obligando a que la mirase a los ojos – Este hombre aquí es un gran colaborador de nuestro humilde hogar, Tokaro – chan. Es la mano derecha de nuestro nuevo gobernador y ambos requieren de nuestra ayuda para poder... seguir ayudando con nosotros.
.- Aquel jovencito, el que escapó, no tuvimos la suerte de encontrarlo, pero confiamos en que pronto muera de hambre y su cadáver sea devorado por animales – habló entonces el hombre, su voz ronca y firme le provocó un estremecimiento incómodo - Sin embargo, sabemos que hay demasiado colaboradores de la resistencia en las calles y necesitamos saber quiénes son y de qué manera colaboran.
.- Madame, yo... - su voz murió ante la mirada de la mujer, quien enterró sus uñas sobre la piel de su barbilla.
.- Sé que lo sabes, he permitido que juegues al rebelde mucho tiempo, mi querido... pero es hora de que me retribuyas todo lo que hago por ti – se inclinó hacia él, su aliento cochando con su rostro – Habla, Tokaro... necesitamos saberlo todo.
Taehyung se negó a soltarlo, sus brazos sosteniendo sus muslos con fuerza cuando uno de los hombres se ofreció por quinta vez con ayudarlo a cargar a Jungkook. Sin embargo, eso es algo que él no permitiría bajo ninguna circunstancia, el miedo latente de que se lo arrebatasen quemando en su pecho y los brazos de Jungkook cerrándose con fuerza alrededor de su cuello cada vez que alguien lo proponía.
No, no lo permitiría.
.- Ya casi hemos llegado. Hemos marcado el camino con pequeñas huellas en los árboles desde el centro de la montaña – indicó uno de los hombres, señalándoles diminutas cruces dibujadas en la corteza de cada árbol que pasaban – Así nos ubicamos con más facilidad.
Taehyung asintió en silencio, sintiendo la respiración pausada de Jungkook sobre su cuello mientras afianzaba el agarre. Sentía su cuerpo entumecido por el cansancio, pero no iba a rendirse estando ya tan cerca de estar en un lugar seguro para ellos, sus ojos observaron la espalda pequeña de la niña, que iba colgada de otro de los hombres mientras su curiosa mirada iba de un lado al otro.
Le había prometido a la niña que estarían bien, consiguiendo así que accediese a acompañarlos cuando ella sólo hablaba de ver a su hermana mayor, algo que lastimaba el corazón de Jungkook profundamente de sólo recordar el destino triste de la niña. Taehyung la había rodeado con sus brazos en un gesto cariñoso, asegurando que él estaría ahí y, esta vez, se juró a sí mismo que no faltaría a su palabra.
.- Tae... - la suave y adormilada voz de Jungkook le sobresaltó levemente, sus manos afianzándose en sus muslos - ¿Estaremos bien?
Una sonrisa que le menor no pudo ver se posó en sus labios: .- Sí, Kook.
El silencio volvió a extenderse entre los dos, tanto que por un segundo creyó que Jungkook se había quedado dormido sobre su espalda, sin embargo, los brazos del menor se resbalaron levemente, acariciando su pecho con la punta de sus dedos en una caricia íntima que a Taehyung le cortó el aliento por completo.
.- No vas a... abandonarme de nuevo, ¿verdad?
Había miedo en su voz, un miedo que ninguno de los dos había sentido nunca hasta que estuvieron cerca de perderse. Taehyung lo comprendía, lo entendía de tan sólo pensar en las largas noches que pasó pensando cómo volver a su lado, cómo salvarlo. Jungkook, por su lado, no podía entenderlo porque sólo tenía en sus recuerdos una ocasión en la que había sentido un miedo similar: el momento en que fue arrebatado de los brazos de su madre.
.- Jamás, Jungkookie. No te abandonaré jamás.
Ojalá, quisieron creer los dos, todas las promesas fuesen hechas para cumplirse.
Hola a todos,
¿Cómo están? Espero que muy bien. Que tengan buena salud y ánimos, sobre todo ahora que el mundo está siendo sacudido por tantas cosas. Espero, de corazón, que estén en paz o trabajando para estarlo.
Este capítulo es más de transición y de posicionar en dónde encontraremos a nuestros protagonistas de aquí en adelante: la resistencia, que no es un paraíso tampoco. Hay muchas cosas fuertes que se vienen, cosas que los pondrán a prueba y alguna que otra promesa va a romperse en el camino.
Coloqué, además, algunos hechos verídicos de la historia coreana en el capítulo y aquí los resaltó mejor por sí les interesa: El 21 de enero de 1919 muere, supuestamente envenenado, el penúltimo emperador coreano, Gojong. Él es quien pierde en la invasión de los japoneses y deja que se tomen el poder, su hijo lo sigue en el trono, pero es más de forma "simbólica" ya que colabora con el imperio japonés. Su muerte moviliza a las diferentes resistencias del país para pronunciarse, principalmente los universitarios (había pocas universidades, casi todas de carácter budista), quiénes originan el primer gran movimiento de liberación.
Uh... eso ya lo iremos viendo más adelante, por el momento: ¿qué les pareció? ¿qué opinan del papel de Junghyun? ¿qué creen que se viene ahora con Jimin?
Les quiero leer!
Nos leemos pronto, gracias por todo.
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