23.- En las faldas del Gwanak.
Tengo el corazón un poco roto esta noche.
Así que espero que, por lo menos con este capítulo, haya hecho algo bien. Disfrútenlo.
Su pie derecho se enredó con las raíces de un árbol y su cuerpo cayó hacia delante.
Un gemido de dolor escapó de sus labios al mismo tiempo que su rodilla se daba de lleno contra las piedras en el terroso suelo, la fricción provocó que la tela negra que cubría su piel se rompiese y no necesitaba bajar la mirada para saber que una herida leve ahora surcaba su piel. Jungkook apoyó las palmas de su mano en la tierra, tratando de impulsarse hacia arriba para seguir corriendo y escapar lo más lejos que le fuese posible de la casa de la Madame.
No sabía cuánto había corrido ya, pero sus oídos todavía captaban las voces y el trote de los soldados a la distancia, unas cuantas decenas de kilómetros atrás de él. Jungkook sólo había sido consciente de sus piernas moviéndose lo más rápido posible, su cuerpo saltando el muro exterior que colindaba con el borde del bosque, en su mente sólo estuvo el pensamiento de huir, de escapar de las garras de aquel destino cruel al que había sido condenado siendo sólo un niño pequeño.
Por primera vez en aquellos años de dolor y tortura, Jungkook sólo quería correr y esconderse, ocultarse de los ojos perversos y las manos asesinadas.
Sin embargo, en el fondo de su mente y tras el miedo que le apaciguaba los pensamientos, Jungkook sabía que no lo haría, no huiría. No podía hacerlo cuando era consciente de que Jimin había puesto en peligro a un gran número de hombres, mujeres y niños al dar la posición del campamento de la resistencia. No podía huir del camino que había elegido hace ya mucho tiempo y por el que había jurado dar incluso su vida.
No había podido luchar contra su destino a los 11 años, pero ahora podía labrarse un destino diferente, incluso si eso implicaba que su sangre se regase por las fértiles tierras de su patria.
Volvió a empujar su cuerpo hacia arriba, provocando que pequeñas piedrecillas se clavasen en sus palmas y le provocasen tanto dolor como un leve escozor; se mordió el labio inferior para ahogar el jadeo que atravesó su garganta cuando pudo al fin ponerse de pie con dificultad. Sentía su tobillo resentido ahí donde se había enredado con la raíz, pero no podía detenerse en ese momento.
.- Vamos, tú puedes – se alentó a sí mismo con voz tensa mientras observaba sus manos, sacudiendo las piedrecillas que dejaban huequitos en la sensible piel de sus palmas.
La sangre se resbaló como un hilillo desde su rodilla lastimada, empapando la tela del pantalón negro y goteando levemente hacia la tierra oscura del bosque. Sacudió su ropa, ahogando el jadeo de dolor producido por el escozor de sus palmas y se enderezó cuando los sonidos de los que había estado huyendo incrementaron su volumen, dejándole saber que estaban cada vez más cerca de él.
No podía perder más tiempo.
Se afianzó entonces el improvisado equipaje a la espalda antes de comenzar a moverse de nuevo, esta vez mucho más lento que al comienzo. Sentía su tobillo resentirse con cada paso que daba, pero seguía repitiéndose palabras de ánimo para no desistir y seguir avanzando hacia el lugar del que tantas veces había escuchado y al que había anhelado llegar alguna vez.
Ojalá la ocasión fuese diferente.
Tiempo atrás, cuando los infiltrados de la resistencia contactaron con ellos; Jungkook había escuchado maravillado las historias sobre los exiliados que se reunían en China para hablar de la independencia de la península, había escuchado con esperanza los planes que enviaban a las pocas cuadrillas de compatriotas que estaban dispuestos a seguir con sus planes diseñados desde el exilio.
Jungkook había creído en el cambio, había comenzó a tener fe.
Era esa la razón por la que había creído fielmente en las palabras de Taehyung sempai, en sus promesas de que todo cambiaría en el futuro y que todos los sacrificios habrían valido la pena cuando la renacida Corea se alzara sobre las cenizas de un pueblo humillado y reducido. Las palabras de su sempai, recién llegado del exilio, había mantenido encendida la llama de la voluntad en su interior, incluso en la peor de las noches.
Con aquello en mente, Jungkook apresuró aún más su marcha, tratando de olvidar el dolor que acalambraba su pierna y concentrándose en las pequeñas señales que en el camino habían sido dejadas para marcar el camino en dirección al campamento. Pequeñas marcas en los árboles, líneas de colores vibrantes en las bases de los troncos, sutiles flechas que indicaban el camino correcto.
Sus ojos iban de un lado al otro, buscando las señales con esfuerzo para no perderse alguna de las señales que, mucho tiempo atrás, le habían enseñado por sí necesitaba en algún momento huir. Nunca antes había estado en el campamento, nunca había estado tan cerca del ser libre y por pequeños momentos, la idea de al fin alcanzar aquella libertad tan ansiada le carcomía el interior, adormeciendo sus sentidos.
Sin embargo, sabía que no estaba camino a ese lugar para ser libre, estaba camino para morir. Lo sabía y como tal, lo aceptaba.
Lo aceptaba porque estaba seguro que se encontraría con Taehyung antes de que llegase su hora, de que podría perderse en sus brazos antes de girarse para notar la destrucción en el campamento. Sí Taehyung había esperado por él, sí Taehyung había ido en su búsqueda... Jungkook no iba a fallarle e incluso si eso implicaba morir junto a él, iría a buscarlo.
Te buscaré incluso en el borde del mundo, sempai.
Su tobillo se torció cuando la pendiente en la tierra se inclinó aún más, el camino se hacía más y más estrecho a medida que se internaba en el bosque, los árboles se hacían más tupidos con cada metro que avanzaba y el cielo azul claro de la mañana había desaparecido bajo las copas de los árboles que permanecían cubiertas por una capa de nieve blanca. Las copas permanecían tan juntas que pocos copos adornaban el suelo, apenas y enlodeciendo la tierra que pisaba con esfuerzo.
Era como si el invierno nunca hubiese llegado a ese lugar.
Jungkook se apoyó con esfuerzo en el tronco más cercano, tratando de recobrar el aliento perdido por culpa del dolor que martillaba toda su pierna, sentía su tobillo latir producto de la lesión que empeoraba con su sobreesfuerzo. ¿Cuánto faltaba para llegar? Ni siquiera podía decir cuánto había avanzado realmente o sí estaba yendo en círculos.
Trató de contener la respiración acelerada y agudizar su audición, necesitaba descubrir que tan lejos estaban los soldados de su posición. Sin embargo, para su sorpresa, el silencio apenas y era roto por los sonidos normales del bosque, pájaros que cantaban y pequeños pasos de animales que provocaban que las ramitas crujiesen bajo sus patas.
Todo parecía tan calmo que, por un momento, tan sólo por un momento, Jungkook pudo jurar que no había soldados, que no había destino y que no había nada más que él y sus latidos mientras resbalaba hacia el suelo, flexionando sus rodillas con evidente cansancio. Tan sólo necesitaba respirar profundo, cerrar los ojos y retomar algo de las fuerzas que le habían abandonado a medida que el día avanzaba y él seguía huyendo.
Sin embargo, el silencio que lo había envuelto se rompió de golpe con el sonido de gritos atormentados que viajaron entre las copas de los árboles, provocando que los pájaros saliesen volando desde ellas y que Jungkook sintiese cada poro de su cuerpo erizarse por el terror.
Era el grito de una niña.
Se alzó con esfuerzo tan sólo para descubrir qué metros más delante de su posición, el café inconfundible de los uniformes japoneses se movía con rapidez, zigzagueando entre los troncos al mismo tiempo que el sonido de pequeñas pisadas se dirigían en su dirección.
Su cuerpo se tensó al mismo tiempo que se escurría tras el tronco en el que había permanecido apoyado, agradeciendo que fuese lo suficientemente grueso como para ocultar su cuerpo delgado de la vista directa de los hombres que maldecían en japonés y que se escuchaban cada vez más cerca de él. Pero no eran los únicos que se acercaban.
Jungkook se agachó lo suficiente como para ver como un pequeño cuerpo cubierto de harapos mugrientos chocaba contra un tronco más a la izquierda que el suyo. Era una pequeña niña, de no más de 8 años, con el cabello negro enredado y el rostro blanco sucio de tierra y lágrimas que resbalaban por sus rojizas mejillas. Los pies de la pequeña sangraban producto de que corría descalza sobre el frondoso suelo del bosque.
Los japoneses se acercaban y la niña parecía ya no tener fuerzas para seguir corriendo.
.- ¿Dónde está la pequeña? ¡Hay que matarla!
.- ¡Por aquí! ¡Por aquí!
Los golpeteos de las botas ensordecieron el resto de sonidos, provocando que sus latidos incrementasen su velocidad al mismo tiempo que Jungkook conseguía estirarse en dirección al tronco donde la niña sollozaba, su mano se cerró sobre su codo y la jaló en dirección a su pecho, provocando que sus piernas delgadas golpeasen el suelo y se raspasen al ser arrastrada.
Pero Jungkook no podía pensar en nada más que en tapar su boca para que el grito que la pequeña dio muriese a medio camino, los ojos llorosos de la niña le miraron inundados en pánico, sin embargo, él negó con lentitud y le indicó que debía permanecer en silencio, aun cuando su mano seguía cerrada sobre la boca de la más pequeña.
.- ¿Dónde está esa mierdecilla?
.- ¡Vi que vino en esta dirección, lo sé!
.- Se habrá escondido... ¡búsquenla!
Jungkook trató de controlar su respiración para así no hacer ningún ruido, necesitaba de todo el tiempo posible para tomar una decisión sobre qué hacer. Había logrado distinguir a tres hombres distintos, con sus uniformes correctamente puestos incluso cuando había estado persiguiendo a la niña por el bosque y no necesitaba ser adivino para asegurar que cada uno llevaba mínimo un rifle consigo.
Y él no llevaba ningún arma más allá de sus dagas.
¿Cómo se supone que iba a enfrentarse a esos hombres y sobrevivir sí ellos podían dispararla antes de que se acercase a ellos a menos de un metro? ¿Cómo iba a proteger a la niña que temblaba entre sus brazos si tenía un tobillo lastimado y el cansancio hacia más pesado su cuerpo, entumeciendo sus músculos?
Por donde sea que lo viese, no parecía que tuviesen ninguna posibilidad de salir de ahí con vida. Ni él ni la niña que lloraba silenciosa.
.- Tranquila, tranquila – le susurró a la niña en japonés cuando escuchó que los hombres caminaban en la dirección contraria a donde estaban, el cuerpo de ella se había apretujado contra su pecho, sus manos sosteniéndose de la tela negra de su traje mientras el cabello sucio y pegajoso le caía sobre el rostro – Voy a protegerte... tranquila...
La niña alzó los ojos hacia él, comprendiendo la solicitud muda de que no hiciese ningún ruido cuando Jungkook la soltó y la alejó brevemente de su cuerpo. Era necesario que se pusiese en pie y en guardia en caso de que los hombres decidiesen regresar sobre sus pasos, sin embargo, su tobillo se había inflamado demasiado y su pierna fue incapaz de soportar su peso al momento de ponerse de pie.
El alarido de dolor fue imposible de contener.
Junto con él, los pasos que ya sonaban lejos se volvieron en pequeños trotes en su dirección, Jungkook maldijo en coreano mientras trataba en vano de volver a ponerse de pie, los ojos asustados de la niña siguiendo sus movimientos a la espera. Pero su cuerpo no reaccionó y su pierna volvió a doblarse debido a la herida en su tobillo, incapaz de soportar el dolor.
Los pasos estaban cada vez más cerca y entonces Jungkook tomó la única decisión sensata que había en ese instante.
Empujó el cuerpo de la niña bajo el suyo, cubriéndola por completo y casi aplastándola contra la tierra mientras dejaba expuesta por completo su espalda y su cuello; de esa manera, sí los hombres lo descubrían, arremeterían contra él y la niña tendría, a lo mejor, una posibilidad de sobrevivir si su cuerpo amortiguaba lo suficiente las balas.
Uno, dos, tres... comenzó a contar en su mente, tratando de calmarse y preparándose así, para morir.
Pensó inevitablemente en las personas que lo habían herido a lo largo de su corta vida; pensó en su madre que lo había entregado, en su hermano mayor del cual había olvidado su rostro, pensó en Jimin y en la dureza del dolor que lo atravesaba al pensar en su traición. Pensó en cada una de las mujeres y jóvenes que había conocido bajo el techo de la Madame, niños y niñas como Minho, que había muerto bajo sus torturas.
Y pensó, con profunda tristeza, en Taehyung.
Lo siento, sempai. No pude encontrarte.
Las hojas crujieron cerca de ellos, las manos de la niña se habían cerrado de nuevo en la tela y Jungkook cerró los ojos con fuerza, sintiendo su corazón latir desbocado, luchando con la idea de que ese sería su último momento, su última acción. Ni siquiera se dio cuenta de en qué momento las lágrimas resbalaron por sus mejillas y cayeron sobre las de la niña bajo él.
Había buscado por tanto tiempo a la muerte y ésta había huido tanto de él, que le resultaba incomprensible porque justo cuando tenía una razón para vivir, justo cuando tenía la oportunidad de correr en dirección a Taehyung, ésta se daba la vuelta y lo notaba al fin, dispuesta a darle el golpe final a una vida condenada desde el principio.
Perdóname, Tae... perdóname por tardarme tanto.
Las hojas crujieron cerca de ellos con los pasos que indicaban que ya estaban casi sobre ellos, sobre el pequeño hueco en el que Jungkook los había empujado. La fuerza sobre sus párpados le produjo dolor y justo entonces, el sonido de los disparos resonó sobre ellos, adormeciéndolo por completo y provocando que su aliento se cortase de golpe.
El olor a sangre inundó el lugar, camuflando el de la tierra húmeda.
A lo largo de los últimos años, Jungkook había olido tan de cerca la sangre tantas veces, que podía reconocer aquel aroma putrefacto desde metros de distancia, mucho más cuando era su propia sangre. Sus fosas nasales se inundaron del aroma ya conocido y un sabor metálico inundó su boca a la vez que un corrientazo surcó toda su espina dorsal.
Tres disparos más.
Más sangre.
Silencio.
Y entonces, unas manos alzaron su cuerpo de golpe y empujaron su espalda contra un pecho firme y cálido. Jungkook sintió cada nervio de su cuerpo tensarse sin comprender qué estaba sucediendo, el aroma de la sangre seguía impregnando el aire, pero no la sentía sobre su cuerpo, no sentía ningún tipo de dolor más allá de su tobillo y su rodilla.
.- Estás bien, estás bien, estás bien...
La voz sonó casi como una canción de cuna y las lágrimas que habían estado corriendo por sus mejillas se convirtieron en ríos cuando las mismas manos que lo habían levantado le giraron contra aquel pecho. Sus ojos delinearon casi de manera irreal el perfil a contraluz de quien le abrazaba con fuerza con un brazo y con la otra mano, acariciaba su mejilla.
El rostro de su sempai.
Tae, estás aquí...
.- Estás bien, estás a salvo... ahora estás a salvo – siguió recitando el mayor, su voz sonando quebradiza aun cuando no lloraba, no como él – Ahora estás conmigo y yo voy a protegerte.
¿De verdad estaba ahí? ¿De verdad has vuelto por mí?
.- Me encontraste... - su voz brotó como un sollozo, incapaz de creer.
Taehyung sacudió su cabeza, su cabello meciéndose con el movimiento y entonces le dedicó una sonrisa, una sonrisa geométrica que le robó el aliento: .- Lo hice, lamento haber tardado.
Las lágrimas siguieron bajando, muestras incrédulas de lo que su corazón sentía en ese momento, del sueño en el que se sentía sumergido. Tras largos segundos, Jungkook al fin le dedicó una pequeña y tímida sonrisa al hombre con el que había soñado por tantas noches, el hombre que había añorado abrazar y que le consolara, el único hombre capaz de hacerlo sentir protegido y consolado.
Has vuelto... has traído contigo mi corazón y mi hogar.
.- Estaba a punto de ir a buscarte, Kim Taehyung – susurró, aun sollozando - Ya no soportaba esperar más.
No saben cuánto quiero un abrazo... pero en fin, vamos a lo importante.
¡Al fin se han vuelto a encontrar! ¿Cierto? ;)
No me hagan caso, que si se han encontrado... luego de tanto, al fin han vuelto a estar en brazos del otro. Pero no todo es fácil, no señor...
Uh, tan sólo quiero saber qué opinan de este capítulo y de lo que creen, se vendrá de ahora en adelante.
Gracias.
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