22.- El traidor.

Jungkook nunca había sentido lo que era la traición.

Durante todos esos años en los que había sido esclavizado, sometido, humillado y herido por incontables hombres, nunca había sentido lo que era la traición porque ninguno de esos bastardos que habían jugado con su cuerpo hasta el cansancio había sido de su confianza, nunca nadie había sido para él algo más que hombres a los que deseaba matar.

Y resultaba imposible ser traicionado por alguien a quien no apreciaba, en quien no confiaba.

Nunca había pensado en que podrían traicionarlo, nunca había entendido lo que podía significar aquello. Pero la verdad era, comprendió entonces, que no había nada peor que ser traicionado; que el dolor de una daga atravesando de lado a lado su piel era incluso menor al que en ese momento sentía subiendo por su cuerpo, una capa fría que parecía instalarse sobre él, sobre cada centímetro de su piel.

.- Jungkook, dámela – la voz de Jimin le trajo de regreso, su mano tembló mientras la estiró para que le entregara la nota que todavía mantenía aferrada en sus manos, los ojos del mayor lucían cansados – Dámela, no te lo voy a repetir.

Era una orden que en el pasado Jungkook ni siquiera dudaría en cumplir, pero...

Negó, incapaz de comprender, incapaz de aceptar que la única persona en la que realmente había confiado por años, a quien le había confiado su vida y por quien podría matar o morir; que Jimin había sido capaz de algo como eso. De entregarlos a ambos en bandeja de plata a hombres que no tendrían reparo alguno en herirlos, en humillarlos e incluso asesinarlos como lo habían hecho con... con Minho sólo hace unas horas.

El inocente Minho que había muerto por su culpa, que había sido asesinado y profanado de una manera tan cruel y despiadada. Minho, que dejó el mundo a los 13 años debido a aquella mentira, aquella jugarreta que seguía sin entender. ¿A Jimin no le había importado la vida de ese chiquillo? ¿No se había asqueado ni un poco con el sufrimiento que le obligaron a vivir antes de morir o la humillación al tener espectadores?

Jimin lo había matado.

Sus manos ahora estaban sucias de sangre inocente.

Jimin era igual a ellos... a todos los hombres que cada noche profanaban sus cuerpos sólo porque se creían superiores, más poderosos.

.- Jungkook – Jimin se adelantó sin dejar de mirarlo a los ojos, su mano a punto de tocarlo; Jungkook retrocedió, incapaz de reconocer algún sentimiento en la mirada que antes siempre le había parecido tan transparente – Dámela, por favor. Déjame explicártelo.

Explicarle, ¿qué se supone que iba a explicarle? ¿Qué palabras diría para que Jungkook dejase de sentir que había sido apuñalado por quien había prometido protegerlo? ¿Cómo podría borrar la herida o secar el océano que de pronto se había abierto entre los dos?

Es igual a ellos... igual...

.- No me toques – gruñó cuando Jimin se arrodilló frente a él, acercándose cada vez más a él, a sus manos y la nota – No te atrevas a tocarme.

Jimin se detuvo de inmediato, su gesto convirtiéndose en uno angustiado que a Jungkook le resultó falso y le provocó ganas de vomitar. ¿Cómo podía el mayor todavía mirarlo a los ojos? Simplemente no podía entenderlo, su mente divagando de una idea a la otra, cada una peor que la anterior; agujas de dolor clavándose en su interior mientras reconocía la verdad.

No era sólo Minho a quien Jimin había sacrificado.

También a él.

Su destino era partir esa misma mañana, ser arrastrado a los brazos de aquel hombre despiadado y convertirse en el pequeño refugio de carne para las decenas de hombres que estaban bajo su cargo. Jimin lo había entregado en bandeja de plata a los japoneses a los que se supone ambos despreciaban, a los hombres que ambos habían jurado asesinar en nombre y por el honor de su patria.

Lo había entregado sin consideración; fue con esa revelación que comprendió lo que era realmente la traición. Entonces, por primera vez desde que era un niño, desde que vio cómo su mamá recibía un trozo de pan duro y unas cuantas monedas a cambio de él... Jungkook sintió algo desgarrarse en lo más profundo de su ser.

Los recuerdos de los últimos años, aquellos donde la sonrisa de Jimin plagaban las madrugadas en las que se encogía sobre su cuerpo amoratado y ensangrentado, tan sólo para acariciarle el cabello y cuidarlo. Tokaro, quien había lavado sus heridas, quien le había abrazado cuando Jungkook creía que no podía vivir más, cuando la droga consumía su sistema, cuando simplemente no había estrella alguna en el cielo.

¿Cómo había podido? ¿Cómo la misma persona que acarició sus cicatrices con el amor de un hermano, haberlo sacrificado de tal manera? Jungkook habría... habría matado por él.

Habría muerto por ti.

.- Necesitas calmarte, Tsubasa... - volvió a hablar el mayor, ahora en un japonés melodioso que sólo aumento el deseo de vomitar que retorcía sus entrañas – No quieres que la Madame nos escuché y termine viniendo, ¿qué diremos cuando vea mi habitación? Así que cálmate.

.- ¿Qué me calme? – le gruñó, sus ojos vagando por todo el espacio en la búsqueda de algo que le ayudase a salir de ahí, la mención de la despreciable mujer provocó que su rabia se incrementara – No me calmaré. ¡Eres un asesino!

La afirmación pareció sorprender a Jimin, haciéndolo retroceder sólo un poco mientras sus ojos observaban fijamente a Jungkook, que apenas y podía controlar su respiración, todos los músculos de su cuerpo tensos mientras establecía una ruta de salida de esa habitación, la más rápida de todas. Ni siquiera la fuerza de Tokaro iba a detenerlo de salir de ahí.

No iba a permitir que el nuevo gobernador lo llevara con él, no cuando ya sabía que, en algún lugar, Taehyung esperaba por él. Jungkook haría lo que fuese necesario para llegar a él, para no dejarlo nunca más.

.- ¿Me has llamado asesino? – la pegunta estaba llena de pesadez, de un inexplicable dolor que atravesaba su cuerpo de lado a lado mientras se enderezaba, Jungkook casi igualando en altura ya - ¡Tú no eres mejor que yo! ¡¿Cuántos hombres has matado en los últimos meses, Tsubasa?! ¡Eres igual que yo!

.- He matado los hombres necesarios – la mirada intimidante de Jungkook le hizo retroceder al mismo tiempo que el menor se pegaba a la pared, caminando sobre el desastre que había hecho con todas las cosas del mayor – Y mataré a los que deba... pero no soy como tú.

Jimin tomó aspiró con fuerza, tratando de controlar el temblor de su cuerpo mientras la mirada de profunda rabia de Jungkook lo hacía sentir cada vez más pequeño, más débil ante la férrea convicción que el menor de los dos parecía tener. Jungkook nunca se había doblegado, nunca se había arrodillado.

Tsubasa hubiese muerto antes de hacer lo que él hizo esa noche.

Pero, ¿acaso merecía ser juzgado tan duramente? Tsubasa nunca podría comprender por qué lo había hecho, el menor no tenía a nadie en el mundo; un simple niño vendido que no le importaba a nadie. Sí Jungkook moría nadie iba a extrañarlo, nadie iba a llorarlo ni él tendría que llorar a nadie porque ya lo había perdido todo. Jungkook era un simple niño solo a quien nadie amaba, sin embargo, Jimin tenía a su abuela y no podía desampararla ni arriesgarse a ser asesinado, no cuando ella todavía dormía en esa fría casa, sola con sus pesares y hambre.

Jungkook no tenía a nadie en el mundo, así que no entendía lo que era sacrificarse por amor.

.- No soy un ase...

.- Tus palabras son veneno – escupió el menor mientras se deslizaba otro poco, los ojos de Jimin tratando de adivinar cuál sería su siguiente paso – Tú eres veneno, eres una rata... ¿tanto te gustó que te abrieran las piernas, sempai? Tanto que ahora se las abres sin objeción.

La rabia y el dolor rectó por su cuerpo como un corrientazo, todas sus terminales nerviosas se erizaron. ¿Cómo Jungkook podía pensar que él disfrutaba de aquellos vejámenes que cada noche debía padecer? ¡Sí era por ello que Jimin había hecho lo que hizo! Sólo sobrevivía, sólo se aseguraba de tener un día más de vida.

¿Por qué Jungkook no podía entender eso? ¿Era tan difícil?

.- Lo hice para vi...

Sin embargo, sin darle tiempo a terminar la frase, el menor de los dos se lanzó contra él, empujándolo con la suficiente fuerza como para estamparlo contra la pared lateral y privarlo del aire de un solo golpe en la boca del estómago. Los ojos de Jungkook parecieron destellar mientras saltaba sin ningún esfuerzo todo el desastre en que había convertido su habitación.

Jimin se llevó la mano al pecho, buscando recuperar algo del aire que el golpe le arrebató. Para cuando fue capaz de respirar con normalidad, no había rastro alguno de Jungkook.

Tenía el tiempo contado, era lo único que podía permanecer en su cabeza. Los minutos se evaporaban, todo su cuerpo hormigueando desde que atravesó los pasillos a toda velocidad, huyendo de Tokaro y de la absoluta realidad de haber sido traicionado por él.

Huir, huir era su única opción. Así que, apenas entrando en la que había sido su habitación por largos años, Jungkook empacó todo lo de valor que tenía en un pequeño envuelto hecho con uno de sus kimonos de tela más costosa; a lo mejor podía venderlo una vez estuviese lejos del complejo, lejos de la Madame, de Jimin.

Dejó caer contra la tela la pequeña caja con sus pocos recuerdos, algo de pan duro y un pequeño bote con mantequilla que había robado de las cocinas semanas atrás, un pañuelo amarillento que en algún momento fue de su madre y tres dagas con la punta envuelta en cuero. La nota con el mensaje que Jimin había ocultado fue lo último que acomodo en el paquete antes de anudar la tela con magistral gracia.

No podía arriesgarse a llevar más de lo necesario, más de lo que podía ocultar tras un matorral.

Era incapaz de dejar atrás los pocos objetos que le recordaban quién era y cuál era la razón por la que luchaba; los viejos y a lo mejor sin sentido, recuerdos de una vida llena de abandono y desesperanza. Eran lo único que Jungkook podía mirar en las noches, luego de que su cuerpo fuese utilizado por última vez en el día, y recordarse hasta el cansancio, que en algún momento ya no habría dolor, que a lo mejor...

Que a lo mejor podría encontrar a mamá o a su hermano.

Que a lo mejor Taehyung vendría a rescatarlo.

Así que ajustó una nueva capa de tela para reforzar el envuelto al mismo tiempo que se cercioraba que la cadena en la que colgaba el anillo todavía siguiese alrededor de su cuello, de pronto temeroso de perder el único regalo que Taehyung le había hecho. Sus ojos vagaron por todo el espacio que había sido por esos años su habitación.

Un cuarto vacío para un cuerpo vacío.

.- Ya es hora... - susurró para sí mismo cuando el sonido de pasos y voces recorriendo el pasillo exterior le alertó; su mano viajó de inmediato a la daga amarrada en su cadera para levantarla en una pose defensiva.

Iba a irse de ese lugar así tuviese que matar a cada una de las personas en él.

Ralentizó su respiración mientras se deslizaba hacia la puerta corrediza, sus oídos captaron la voz de la Madame y la de Jimin a lo lejos, amplificándose con cada segundo que pasaba y que se acercaban cada vez más hasta la puerta de su habitación. Su mano se cerró con fuerza en el mango del arma, de pronto sobrecogido por el dolor.

.- Las cosas marchan de maravilla esta mañana, Tokaro – chan – la voz de la Madame sonaba más enérgica de lo normal, con un tono casi divertido – Te dije que las cosas irían bien para nosotros desde ahora, mi dulce Tokaro.

Jungkook sintió asco producto del apelativo cariñoso empleado por la mujer, pero la respuesta de Jimin casi detuvo los latidos de su corazón: .- Eso parece, una mañana esplendida, sin embargo, mi Madame tengo entendido que el gobernador vendrá pronto.

.- Ya está en camino, así es – respondió la mujer con total tranquilidad, lo que terminó por provocar que Jungkook sintiera todo su cuerpo congelado por el pánico – Ha dispuesto una gran escolta para el traslado de hoy.

.- ¿Yo...?

.- ¡Oh, no! Claro que no te irás con él, mi dulce – respondió de inmediato la mujer – Te dije que sí nos decías lo que necesitábamos, entonces sólo se llevara al insubordinado de Tsubasa.

Las lágrimas picaron en los ojos de Jungkook mientras dejaba caer el brazo que sostenía la daga, los pasos se habían detenido unos metros más allá de su habitación y el tono de voz de la mujer era mucho más bajo, sin embargo, no le requirió mucho esfuerzo entender lo que decía, la sentencia que daba sobre él.

.- Es una lástima porque muchos soldados venían por sus servicios, pero mi vida será más fácil sin ese indeseable por aquí.

Se mordió el labio inferior con fuerza mientras volvía a ponerse en movimiento, tratando de que las duras palabras de la mujer no se le escaparan, de que fuesen una motivación más para huir definitivamente. Jungkook estaba cansado de pelear, de aceptar ese destino miserable al que había sido condenado cuando ni siquiera podía elegir.

Un destino lleno de sangre, la suya y la que corría por sus manos, de todos a los que había hecho pagar por su propio dolor, por el dolor de su país.

.- Todavía estaré yo aquí, Madame.

La risa de la mujer inundó todo el pasillo, llegando a él amplificada: .- Tienes razón, mi dulce; tú estarás aquí y será así por lo inteligente que eres...

El silencio tras aquella frase provocó en Jungkook las ganas de soltarse a llorar como un niño, como lo no hacía desde aquella noche en la que fue violado por primera vez. Sentía la bilis empujar en su garganta al mismo tiempo que las lágrimas se acumulaban en sus ojos cada vez más, haciéndole borrosa la vista de su cuarto vacío.

El cuarto vacío de un cuerpo vacío, repitió en su cabeza.

.- Sin ti no habríamos dado con la resistencia este día, mi amado Tokaro – las palabras de la mujer cayeron con pesadez sobre su espalda mientras entendía la verdad tras ellas – Hemos dado un paso más para defender a nuestro emperador y su causa, y todo gracias a ti.

Entonces el mundo se detuvo porque aquello, de todas las cosas que podía imaginar, no podía ser cierto. Porque Jimin no podría haber hecho eso, no con toda esa gente que vivía escondida, soñando con un futuro libre de cadenas, hambre y agonía. Ellos estaban ahí para proteger a esas personas, habían aceptado permanecer en ese lugar tan sólo porque podían servir dar a la resistencia la información que soldados borrachos y excitados podían contar mientras estaban entre sus piernas.

Retrocedió espantado de tan sólo pensar que había sido capaz de hacer aquello, su mente vagando ligeramente en las voces de hombres que daban órdenes fuera del complejo, del café de sus uniformes que resaltaba por el pequeño hueco que era su ventana, ahí donde el sol rompía con el pálido cielo.

Ni siquiera se dio cuenta en qué momento la voz de la Madame terminó por disminuir tanto que seguramente se había perdido por los pasillos, no fue capaz de notar los pasos apresurados hasta su habitación y no fue hasta que el rostro de Tokaro irrumpió en su campo de visión, el chirrido de la puerta corrediza estampándose contra la base retumbando en todo el lugar, que Jungkook sintió la rabia más pura quemar en su interior.

.- ¿Qué es lo que has hecho?

El mayor sacudió la cabeza, dando tan sólo unos pasos dentro de la habitación para poder cerrar la puerta tras él, dejando que se deslizase con suavidad, nada comparado a cómo había entrado. No había que ser muy inteligente para adivinar que Jungkook había escuchado su conversación con la Madame y que, tan perspicaz con era, el menor ya había atado los cabos necesarios para entender hasta dónde había sido capaz de llegar.

.- Baja la daga – fue todo lo que dijo, sus ojos fijos en como Tsubasa empuñaba la daga con tanta fuerza que su mano estaba más pálida que su tono normal, cerrándose sobre la empuñadura a la vez que la alzaba en su dirección – Hablemos con calma, Jungkook. Puedo explicarte lo qué está pasando, puedo ayudarte para que no te lleven... tan sólo cálmate.

Jungkook sacudió la cabeza, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos. ¿Jimin había sido capaz? ¿Había sacrificado a tantas personas a cambio de qué...? ¿De comida, de droga, de sexo? ¿Qué valía tanto como para mandar a la muerte a tantos otros?

.- Quiero escuchar qué fue lo que hiciste, Tokaro. Quiero escucharlo de tu boca y saber cómo p-pudiste – su voz se quebró levemente en la última palabra, demasiado abrumado.

.- ¡No he hecho nada que cualquier otro en mi lugar no haría! – gruñó, sintiendo que Jungkook era demasiado injusto con él, qué era demasiado ciego cómo para no ver que su destino no era otro que ponerse por encima que los más débiles. La vida era de quienes se la ganaban a pulso, Jimin quería vivir y haría lo que fuese para ello – Tú hubieses hecho lo mismo.

El menor sacudió su cabeza, incrédulo: .- Qué otras mentiras pueden salir de tu boca, qué más veneno tienes por dentro.

.- Hice lo que tenía que hacer, ¿no lo entiendes? – Jimin se abalanzó levemente hacia adelante, queriendo tomarlo entre sus brazos y calmar el corazón agitado del menor con un abrazo, demostrarle que era él mismo Jimin que velaba por él – Mi vida, Jungkook... ¿acaso mi vida no vale? Eran ellos o yo.

.- ¡Me sacrificaste a mí! – Jungkook retrocedió hacia la ventana, desviando su mirada lo suficiente como para notar el patio fuera de ella despejado – Y no te bastó, necesitabas más sangre inocente en tus manos, ¿no es así? Porque eres un cerdo, como ellos.

.- Mi vida vale tanto como la de ellos...

Deslizó sus pies con suavidad, dejando que su espalda chocara contra el borde de la ventana mientras Jimin se acercaba otro poco más, mirándolo con una mezcla de culpa y dolor que a Jungkook se le antojaba falso, una mueca más de quien él había creído lo más cercano a una familia. Una máscara en la que él, como un estúpido, había elegido creer.

.- Tú vida no vale nada – fue todo lo que dijo antes de deslizarse hacia la izquierda, la pequeña bolsa improvisada golpeando con su hombro mientras desestabilizaba a Jimin una vez más y se lanzaba contra la puerta corrediza, tan sólo pensando en cómo llegar al jardín y escapar.

La mano más pequeña de Jimin se cerró sobre la tela de su mal puesto kimono, deteniéndolo justo en el instante en que deslizaba la puerta corrediza y dejaba la vista del pasillo vacío expuesta. Las voces siendo un murmullo lejano, siendo los únicos sonidos que resonaban eran sus pesadas respiraciones, sus agitados y adoloridos corazones.

.- Suéltame – se zafó con fuerza, blandiendo la daga en dirección a Tokaro y logrando que un chorro de sangre salpicara la tela blanca de los paneles de la pared - ¡No te acerques!

El mayor se llevó la mano al cuello, dónde un hilillo de sangre resbalaba cuello abajo y empapaba la tela de su kimono. Los ojos de Tsubasa resplandecían en odio y desconsideración. Tanto que, por un instante, temió que fuese capaz de clavársela con intención de asesinarlo, como lo había visto hacer con todos aquellos japoneses en el pasado.

.- No hay lugar donde ir, te matarán y no puedo dejar que te maten – exclamó con suavidad, utilizando su cuerpo para tapar parte de la puerta abierta – Por favor, Tsubasa... déjame ex...

.- ¡Ya me mataste! – las lágrimas resbalaron por sus mejillas – Así que no digas palabras vacías, no hagas más pesado a tu enfermo corazón con mentiras despiadadas. Si van a matarme, que lo hagan. Yo moriré por mi patria, por quién soy y nunca, nunca seré como tú.

Sacudió la cabeza y extendió su mano hacia el menor: .- Por favor, por favor.

Sin embargo, Jungkook no lo dejó acercarse, blandiendo la daga con maestría y Jimin retrocedió, sintiendo la sangre comenzar a empapar la tela de su kimono ya no sólo en su cuello mientras sus ojos se abrían con terror, mirando como Jungkook todavía sostenía la daga en alto, mirándolo sin atisbo alguno de arrepentimiento.

.- Te he dicho que no te me acerques – volvió a hablar con esfuerzo debido a su agitada respiración, sus ojos chocolate reluciendo odio en el fondo – Te lo he dicho...

.- Kook... – se llevó las manos al abdomen, ahí donde la sangre brotaba del corte que el menor le había hecho, lo suficientemente profundo como para cortar del todo su piel, pero no tan profundo como para herirlo en consideración. Un ejemplo de su increíble capacidad para el combate armado.

.- Aléjate de mí, traidor - escupió, las gotas de sangre resbalaron por su muñeca al blandir de nuevo la daga al aire – Me iré de aquí y no podrás detenerme.

Su mano presionó la herida, sintiendo el dolor escocer y adormecer su piel: .- No hagas algo estúpido, Tsubasa.

.- Quien ha hecho algo estúpido eres tú y, sino te quitas de mi camino, voy a matarte – Su voz no tenía ningún atisbo de duda, su mirada mucho menos y Jimin quiso moverse tan sólo un poco hacia él, pero los corrientazos de dolor lo detuvieron – Te mataré, no dudes de eso.

.- N-no serías capaz.

.- ¿Eso crees? ¿Crees que de ser necesario no te mataré sabiendo que eres el culpable de la muerte de tantas personas, que eres el culpable de que no pueda reunirme con mi Tae sempai? ¿No me crees capaz? – gruñó Jungkook, dejando que la rabia y el dolor le atravesaran por completo – Yo creo que, si lo soy, no eres nada para mí. Los traidores a mi patria merecen la muerte y tú eres uno de ellos. Voy a matarte sino te mueves, te lo aseguro.

Entonces, Jimin se corrió, sosteniéndose con esfuerzo por la pérdida de sangre y le vio correr por el extenso pasillo, la tela donde había envuelto sus pocas pertenencias golpeando con su espalda mientras se deshacía del kimono estorboso y quedaba sólo con el raído uniforme negro que nunca notó ni sabía que se había puesto. Su piel brilló bajo el sol y el negro de su ropa y cabellera terminó perdiéndose entre el pasillo exterior y el jardín solitario.

Le vio perderse, corriendo directo a la muerte y la idea lo adormeció por el dolor.  

Buenas noches. 

No es Lu_RoAs quien está escribiendo, ella me ha pedido que publiqué algunos de los capítulos de las historias que tenía en borradores. Ha estado pasando unas semanas algo delicadas y se encuentra en recuperación y con petición suya, publico esta historia. 

Hay otro capítulo en borradores qué no sé cuándo se publicará, hablaré con ella de eso. Igualmente, sobre otras historias me pidió que subiera también cosas, así que si la leen en ellas, pueden estar pendientes. No sé cómo funciona la plataforma bien, así que cualquier error será corregido después. 

Gracias.  

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top