20.- Saco de mentiras.
¡Alerta!... CAPÍTULO ESPECIAL... Wiuwiuwiu
Este capítulo ha sido patrocinado por alguien muy, muy especial... así que por favor denle las gracias a la enorme belleza de K-LCMM, quien me ha dado un regalo tan bonito, pero tan bonito... que se merece este capítulo (para ver el regalo, por favor ver la parte siguiente con urgencia).
Porque... porque este capítulo es ¡uff! Y sino les gusta, tendremos muchos problemas. :3 A mí me encanta.
Y ambiéntemonos un poco.
https://youtu.be/XrvN3DX1SxI
La noche moría demasiado lento mientras Jungkook sólo permanecía ahí sentado.
Todo su cuerpo estaba cubierto de sangre, el kimono que había vestido horas atrás le había sido arrancado del cuerpo con violencia, dejándole apenas en la delgada tela de la base del kimono, ocultando oportunamente las brillantes dagas que todavía colgaban de su cuerpo. Sin embargo, no es como sí sintiese frío.
Estaba acostumbrado a deambular por el lugar vistiendo tan sólo trozos delgados de tela, exponiéndose a los ojos de los soldados que la Madame atendía siempre con una sonrisa y que dejaban caer sus miradas por toda la extensión de su cuerpo, de lo que se veía y lo que se insinuaba, decidiendo sí era tan delicado como el de una mujer o más delicioso incluso.
No, no sentía frío, pero sí sentía todo su cuerpo acartonado por la sangre seca.
Estaba cubierto de pies a cabezas con sangre oscura y seca que comenzaba a desprender un olor de podredumbre, costras grandes se pegaban a su piel y a la tela blanca que llevaba encima y que serían demasiado difíciles de arrancar por todo el tiempo que ya llevaban ahí. Jungkook incluso podía decir que era precisamente la sangre sobre él, la que no le permitía sentir nada, absolutamente nada de esa noche de invierno.
Ni frío, ni calor, ni cansancio, ni nada.
Porque estaba ahí sentado luego de horas limpiando el suelo del salón del té, horas en las que sus uñas se habían levantado ligeramente debido a la fuerza que debía aplicar para limpiar cada centímetro del lugar, su cuerpo encogido en la misma posición todo el tiempo y el agua hirviendo quemando contra la piel de sus rodillas y sus brazos a medida que iba tallando por todo el piso mojado por el líquido caliente que cada tanto volvían a lanzar sobre ellos.
Le habían obligado a borrar cualquier rastro de sangre, como si de alguna forma, pudiese borrar con eso lo que había pasado en ese lugar y lo que todos habían presenciado.
Jungkook había querido gritarle a la altiva y despreciable Madame que nunca podrían olvidar algo como lo que esa noche habían presenciado, que no importaba cuantos años y desgracias pasasen frente a sus ojos, para él nunca habría escena más horrible que la de ese niño de 13 años con la mano sobre su cuello perforado por una bala, batallando para tomar un poco de aire en su garganta inundada en sangre mientras un hombre se divertía entre sus piernas.
Ni siquiera sabía cómo era posible que se sostuviese en pie luego de ello.
Porque en todos los años que llevaba como esclavo, desde que su madre le había vendido por un poco de comida y que el Rikugun-Chūjō le había arrastrado por la tierra sucia de sangre y pólvora frente a las tropas enemigas tan sólo para mostrar como profanaba su cuerpo de 11 años por primera vez y le dejaba claro que su vida era abrir las piernas para hombres despreciables... desde ese entonces Jungkook se había prometido que no se rendiría, que nunca diría que ya no podía más.
Pero, mientras la noche moría y él permanecía ahí sentado, quiso decirle a su asustado yo de 11 años que lo sentía porque ya no podía más.
No sólo se trataba de su cuerpo cansado; magullado por la violencia de cientos de hombres que habían pasado por su lecho, que apenas y sanaba de enfermedades que hacían brotar su piel, que dejara de comer o vomitara incluso el agua y que cada vez se le hacía más difícil respirar sin sentir algo de dolor. Su cuerpo no era lo único que había sido destruido con el paso de los años, sino también su espíritu.
Ya no era más Jungkook, ni siquiera podía dignarse a llamarse a sí mismo Tsubasa.
A lo mejor nunca había sido ninguno de los dos.
Era un simple trozo de carne con heridas al rojo vivo y sangrantes, su corazón había sido arrancado incluso antes de que pudiese latir verdaderamente y todo lo que su mente de niño había construido se había evaporado en el mismo instante en que aquella mujer le obligó a vestir un kimono blanco que simbolizaba que nadie nunca le había tocado.
No, Jungkook ya no vivía.
Había dejado de vivir hace más de cuatro años, simplemente respiraba y funcionaba por inercia, deseando a cada minuto del día que éste acabase, que el sol se pusiera y diera paso rápido a la luna. Porque al llegar la noche y mientras el sueño se llevaba los pesares del día, Jungkook rogaba porque no volviese a abrir los ojos y, cada mañana, lloraba porque nadie había escuchado sus ruegos una vez más.
Nadie escuchaba sus llantos de niño atrapado, ni siquiera la muerte.
Como nadie había escuchado las súplicas por vivir que aquel niño había dado esa noche mientras se desangraba, ni siquiera él, que conocía mejor que nadie el sentimiento de ver como nada sirve para escapar, que las manos pueden sangrar, las rodillas hincharse y toda la energía drenarse y, aun así, nada cambiaría la realidad que tenía.
La Madame lo había hecho lavar el suelo del salón de té como castigo por cómo se había comportado, le había obligado a limpiar cada centímetro con sus manos y uñas mientras el agua hirviendo era lanzada sobre él cada cierto tiempo. No le permitió salir hasta que comprobó que no había quedado ni una sola gota de sangre, toda se había terminado por pegar a su cuerpo como costras dolorosas y espantosas.
Una representación explicita de lo que era su interior: costras de sangre podrida.
Jungkook sabía que cuando el amanecer llegara a su fin y la vida comenzase a escucharse fuera de la casa de la Madame, él y Jimin partirían hacia un destino que desconocía, hacia un hombre que podría tomar de ellos lo que quisiese y como quisiese, porque para él no eran más que simples artículos de entretenimiento.
Y de sólo pensar en eso, Jungkook quería clavarle una daga a ese hombre.
Quería cobrar venganza por lo que le haría y por lo que ya le había hecho. Hacerle sufrir de la misma forma en cómo esa noche había decidido que un simple niño inocente merecía sufrir, Jungkook quería demostrarle a ese hombre y todos sus malditos compañeros japoneses, que toda la tortura que les hacían pasar para su disfrute les sería cobrada y con mucha más firmeza.
Quería ser él quien la cobrara en honor a su pueblo, por sí mismo y por ese niño del que no conocía su nombre.
Hubiera querido saber su nombre, el real y no el dado por la Madame. Hubiera querido poder acariciarle la cabeza y revolverle el cabello para que no sintiese miedo, decirle mientras la muerte se lo llevaba, que todo estaría bien por fin. Jungkook hubiera querido susurrar su nombre y con ello, asegurarle que nunca sería olvidado ni él ni su sufrimiento.
Hubiera querido enterrarlo y despedirlo con algún tipo de honor.
Pero la verdad es que no sabía su nombre, ni el real ni el dado por la Madame; nunca había acariciado su cabeza para que no sintiese miedo, no había podido sostenerlo ni decirle que todo estaría bien mientras la muerte se lo llevaba y tampoco podía enterrarlo con algún tipo de honor, con ningún tipo de respeto.
Su cuerpo había sido tirado a la calle como si no valiese absolutamente nada.
Le habían desnudado por completo mientras la Madame se quejaba de como uno de sus kimonos más costosos había sido arruinado por aquella incordiosa sangre; su pequeño y delgado cuerpo, demasiado delgado para su edad, había sido lanzado completamente desnudo a la calle mientras la luna subía todo lo alto que podía para iluminar la triste imagen.
Los perros hambrientos no habían demorado en llegar y Jungkook sólo alcanzó a ver cómo sus hocicos llenos de saliva y con la lengua afuera, se acercaban sin nada de paciencia al trozo de carne que acababan de regalarles para alimentarlos esa noche. La cabellera del niño se confundió con los pelajes oscuros de los animales.
Y mientras lo devoraban como una simple presa de casa, Jungkook tuvo que lavar su sangre.
.- ¿Puedo llamarte Takeshi? O mejor Minho, en nuestra lengua – su voz brotó rota mientras bajaba la mirada de la luna a sus manos, donde la sangre seca de aquel niño se confundía con la de sus heridas; un pequeño mechón de cabello negro ensangrentado pareció brillar bajo la luna y que él había tomado con premura del cuerpo todavía caliente poco antes de ser lanzado a la calle – Déjame llamarte valiente, ¿puedo?
Nunca habría respuesta, pero Jungkook quiso creer que las lágrimas calientes que resbalaban por sus mejillas eran un sí.
Porque no tenía a nada más que aferrarse que a ese mechón de cabello y el anillo que seguía quemando sobre su pecho, recordándole al hombre de sonrisa especial y ojos brillantes que había secado sus lágrimas sin tocarle, que había murmurado su nombre con el cuidado y el cariño más profundo y a quien Jungkook, sin siquiera saber cómo, le había entregado los diminutos fragmentos de corazón que le quedaban.
Nunca había dudado que Taehyung los cuidaría bien.
Ahora mientras miraba la noche morir y el frío del invierno buscaba penetrar en su cuerpo sin ningún tipo de éxito, lo único en que podía pensar era que estaba a punto de marcharse y que, al hacerlo, los pocos fragmentos de sí que había ido recogiendo iban a terminar diseminados nuevamente, regados por donde su cuerpo fuese arrastrado o sometido.
.- Sempai... Sempai, ¿dónde está? ¿Por qué no ha vuelto? - susurró aún más roto, su mano libre buscando el anillo a través de la tela sucia, sintiendo la forma y su peso como si fuesen algo a lo que aferrarse – ¿Por qué me hizo esto? ¿Por qué se llevó algo mío y nunca me lo regresó? Los quiero de vuelta... a mi corazón y a usted.
Las lágrimas bajaron con más fuerza mientras enterraba su rostro en sus manos, ahogando gritos de desesperación, su cuerpo ahora encogiéndose considerablemente mientras trataba de soportar el repentino dolor que le atravesaba por cada rincón de su cuerpo. Y era increíble como todo aquello que doblegaba su cuerpo, no era nada comparado a con lo que atormentaba su interior.
La tristeza, la ausencia y la rabia bullían de él mientras seguía buscando respuestas a todas esas preguntas que nunca se había hecho, pero que, en ese instante, no eran más que los gritos desesperados de su ser herido y roto. Eran los llamados desesperados a la única persona que podía sanarle, que podía limpiar cada lágrima y partícula de dolor.
.- Tae... regresa, por favor regresa.
Pero como cada noche desde hace tiempo, Taehyung no escuchó su llanto y no volvió a él.
La casa de la Madame cobró vida con los primeros vestigios del sol saliendo por el este.
Pronto el sonido de pasos, llaves de agua caliente, platos y ollas, así como las fragancias que los inciensos desprendían al ser encendidos; inundaron todos los rincones de la enorme casa tradicional, la nieve seguía siendo su principal adorno y no se comparaba con ninguna de las imponentes figuras de porcelana japonesa que los sirvientes limpiaban a primera hora.
Jungkook dejó caer la tela sucia al suelo y descubrió su cuerpo totalmente desnudo a la luz del sol que entraba por la pequeña ventana que daba al jardín exterior y a las faldas de la montaña. El olor de la madera húmeda inundó sus oídos mientras sus manos deshacían los nudos de las dagas con lentitud, acariciando su propia piel con cuidado.
Odiaba su cuerpo, odiaba todo lo que significaba. Pero al mismo tiempo, era incapaz de herirse a sí mismo.
Sus dedos siempre terminaban recorriendo con suavidad sus piernas, el interior de sus muslos y su abdomen, preguntándose qué se sentiría ser tocado por otras manos y de la misma manera. ¿Qué se sentiría poder yacer en una cama con alguien que no le ha obligado a estar ahí? ¿Cómo se sentía ser tratado con devoción y no con crueldad? Ser tomado con cuidado y lentitud, entregarse por algo más que miedo y obligación.
¿Qué se sentiría si fuese Taehyung ese hombre, aquel que le tomara y al que se entregara?
Cerró sus ojos con cansancio, pero también buscando la sonrisa de Taehyung en su mente. Trató de sentir sus yemas recorriendo la piel de su brazo, como hacía desde la primera vez que se habían visto y que, con el tiempo, se convirtió en una caricia furtiva y repleta de un significado que Jungkook todavía no descifraba.
¿Cómo sería ser bañado por los besos de Taehyung?
Sus dedos acariciaron su abdomen, ahí donde las cicatrices empezaban y ladeó la cabeza con placer, no tenía miedo a que su sempai juzgara aquellas marcas blanquecinas en su piel, podía estar seguro que Taehyung delinearía cada una antes de subir hasta su rostro y sonreírle diciendo que no importaban, que nunca importarían para él y sus manos.
El calor se extendió con rapidez en la parte baja de su estómago y Jungkook abrió con sorpresa los ojos mientras sentía como su miembro se endurecía por primera vez sin usar ninguno de los brebajes que la Madame le obligaba a beber cada noche. Podía sentir cómo el interior de sus muslos se sentía cada vez más caliente y la urgencia de pasar la punta de sus dedos por esa parte de su cuerpo.
Cayó de rodillas, respirando agitadamente mientras trataba de entender qué pasaba con su cuerpo, qué eran esas sensaciones calurosas que inundaban sus sentidos y sólo disparaban las imágenes de Taehyung yaciendo en el mismo tatami que él, ambos recostados uno frente al otro mientras sus pechos desnudos se tocaban suavemente, mientras el anillo que colgaba de su cuello caía entre ambos al momento de unir sus labios.
La imagen de Taehyung sobre su cuerpo, abriendo lentamente sus piernas y colándose entre ellas...
Jungkook sintió las lágrimas acumularse en sus ojos mientras los cerraba con fuerza, porque de pronto se sentía demasiado asustado y confuso, no entendía qué pasaba con su cuerpo ni con su mente, los latidos acelerados de su corazón le provocaron dolor y sólo quiso, por un instante, que su sempai le tomara en brazos y alejará todos esos sentimientos negativos de él.
Que Taehyung le demostrara que confiar de esa forma en él, nunca sería un error.
Se mantuvo en esa posición un buen tiempo, tratando de regular todo su cuerpo mediante respiraciones profundas y alejando cualquier imagen de aquel tipo de su cabeza, conformándose sólo con el recuerdo de la sonrisa de su sempai. Podía vivir para siempre con esa imagen e incluso, esperaba que cuando la muerte viniese a llevárselo al fin, le dejara conservar aquel recuerdo.
.- N-necesito aire – susurró para sí mismo cuando al fin consiguió calmar a su corazón agitado e impetuoso, así que se enfundó en las primeras prendas roídas a su alcance, sintiendo la tela negra abrazar sus piernas mientras la camisa de lino blanco que un día la Madame le regaló, cubrió su cuerpo de todos los ojos que pudiese toparse.
Se deslizó por los pasillos en silencio, extrañado del poco movimiento por toda la amplia casa y también por la ausencia de la Madame, que ya debería de estar empuñando su vara de madera para obligarlo a empacar sus pocas piezas de ropa en una bolsa de tela y así, entregarlo a quien sería su próximo dueño.
Jungkook alejó el pensamiento y la inminente realidad mientras giraba en el pasillo que llevaba a la habitación de Jimin. No quería pensar en lo ese hombre haría con ellos, tampoco quería tener fe o esperanza en la misión que la resistencia preparaba con ellos desde dentro. Sólo quería que la única persona que le quedaba, le sostuviera un momento.
Necesitaba de Jimin, del calor que siempre le había brindado y de sus manos suaves con las que había secado sus lágrimas de dolor durante los últimos años.
Sin embargo, cuando deslizó la puerta de la pequeña habitación del mayor, no le encontró dentro. Lo que encontró fueron sus cosas completamente revueltas y desperdigadas por todos los rincones de la habitación, como si alguien o el mismo Jimin, hubiesen tirado todo demasiado lejos en busca de algo que, por la rabia que sentía dentro de la escena, no había sido encontrado.
Se adentró receloso, acostumbrado ya a desconfiar de situaciones así.
Sus pies descalzos pisaron la ropa de Jimin y las sobrecubiertas de su tatami. Los coloridos kimonos que la Madame le había regalado a su preciado Tokaro como recompensa por su comportamiento disciplinado desde el principio, eran un revuelto de telas en un rincón y Jungkook incluso reconoció hojas y hojas con los datos de la resistencia que Jimin guardaba de los ojos enemigos.
Su corazón se disparó con la idea de que algo le hubiese pasado a su sempai.
Así que se dio la vuelta dispuesto a buscarlo por cada rincón de la casa, importándole poco si con aquello la Madame terminaba de decidirse en cortarle una mano o no. Jungkook necesitaba saber que, contra todo lo que la imagen en su cuarto mostraba, Tokaro sempai seguía estando ahí, seguía siendo aquel chico al que llamaba Jimin en murmullos y que apretaba su brazo con el cariño de un hermano que ninguno tenía.
Sin embargo, no alcanzó a dar un paso fuera de la habitación cuando encontró la hoja amarillenta asomándose bajo el tatami. El papel parecía arrugado y Jungkook reconoció las letras en tinta negra como su idioma natal, por lo que se agachó y tomó el papel que, a sus dedos, tenía una textura tosca y evidenciaba que había sido doblado incontables veces.
Reconoce el saludo de la resistencia cuando sus ojos dan con la primera línea y mientras comienza a leer, Jungkook siente que todo a su alrededor da vueltas y se congela al mismo tiempo, como si todo girase dentro de aquella pequeña habitación, pero el tiempo se hubiese detenido por fuera de ella.
.- No, no...
Es entonces que la puerta vuelve a abrirse con algo de fuerza y el rostro serio de Jimin aparece sobre él, que ha caído sentado sobre todo el desastre que el mayor ha hecho con sus cosas. Jungkook es incapaz de mirarle a los ojos y Jimin no dice nada por un largo instante en el que trata de comprender lo qué está sucediendo.
Es cuando sus ojos reconocen la nota en la mano del menor que reacciona y se estira para arrebatarle la hoja de papel amarillento: .- ¡Sal de aquí, Tsubasa!
.- No, no – repitió en un estado de trance que sólo mengua cuando al fin alzó los ojos y observó la diminuta figura de Jimin encogerse, sus ojos grandes brillando con algo desconocido para él y la nota todavía en su mano – No...
.- Te he dicho que salgas de aquí – le repite en japonés y con un toque de amenaza en la voz que Jungkook se salta, levantándose de un salto y arrebatándole la hoja, con la que termina huyendo a una esquina – ¡Devuelve eso, Tsubasa!
Su mano tiembla cuando vuelve a distinguir las letras en el papel amarillento que ha conseguido robarle y por el que Jimin no se mueve de su sitio, como si estuviese anclado al suelo. Las letras coreanas y descuidadas le golpean en el pecho como si fuesen armas. Porque le ha mentido... Jimin le ha mentido.
Su misión no era ir con ellos, era escapar.
Y sin embargo, lo más doloroso de lo que sus ojos están leyendo no es comprender la mentira que Jimin le ha dicho y que no sólo ha significado que ellos deben irse con los hombres que se supone, ambos desprecian... sino que significó también la muerte de aquel niño la noche anterior. De su Minho, el dueño del mechón que ha escondido en su pequeña caja de pertenencias.
.- Jungkook...
La voz de Jimin fue un eco lejano mientras Jungkook seguía observando la nota, la mentira en ella y sintiendo como el dolor lo atenazaba por completo. Porque lo más doloroso era... Lo más doloroso era repasar sílaba por sílaba toda la nota amarillenta hasta llegar al final de ella, ahí donde la tinta se ha corrido ligeramente, pero el mensaje era más claro que nunca, más fuerte que nunca.
Y mientras Jungkook lo volvía a leer, sintió que el corazón que no tenía había vuelto a romperse.
A Jungkook y Jimin de Corea.
Nos han llegado noticias de una reunión en pocas noches, el nuevo gobernador nombrado estará ahí y su plan es llevarse consigo algunas de las mujeres u hombres que estén ahí. Tengan cuidado y no llamen la atención incluso si son llamados ante ellos; si son elegidos, rescatarlos será imposible y sólo se podría esperar por sí regresan.
Cuando la reunión con el gobernador y sus hombres la den por terminada, incluso si son elegidos, escapen como puedan hacia los pasillos exteriores. Les esperaremos en el borde del jardín exterior del lado sur, es nuestro único lugar de acceso que es un punto ciego. No es necesario que lleven nada consigo, sólo que salgan de ahí.
Es la única oportunidad que tenemos y tendremos, tal vez para siempre. Su servicio a la resistencia ahora es necesario en libertad. Cuidaremos de ustedes, los esperamos hasta que el primer rayo del sol ilumina nuestra montaña,
Jiminnie, Jungkookie... hemos vuelto por ustedes,
Tae sempai.
¡HOLAAAAA!
Ahre, que no se note que estoy emocionada.
¿Cómo están? ¿Han sido felices, tristes, grises o azules éstos días? ¿Han cuidado de su salud? ¿Cómo están sus familias y amigos?
Yo soy una persona muy feliz debido a que al fin subí este capítulo que es uno de mis favoritos y que me parece crucial en toda la historia... aunque, todavía tenemos un largo camino por recorrer, no se me ilusiones.
Además, ¿qué es lo que está pasando con Jimin? ¿Realmente ha sido Tae quien envió la nota? ¿Y qué hará Jungkook ahora? ¿La Madame los enviará con el gobernador y sus hombres? Ah, todavía hay mucho camino y con él, sufrimiento. :3
Pero en fin, quiero que me cuenten todoooooooo. No se imaginan como muero por leer sus reacciones a este capítulo que les dije, era especial. Lo fue, ¿cierto?
Espero estén bien, así que también cuéntenme cómo van sus vidas; la mía ha ido mejorando aunque todavía tengo debates internos sobre mi futuro y mi relación de pareja, nada muy enredado. Ah, y qué decir, BTS me tiene flotando en una nube de felicidad. Y quiero tomar una malteada, hace rato no tomo una. Quiero comprarme una por mí cumpleaños, que fue el 1 de abril.
Ahora tengo 22 años, de pronto me siento adulta. ¡Que horror! :3
En fin, gracias por leerme y aguantarme.
Amor, amor infinito para ustedes.
PD. Pasen a la siguiente parte para ver el hermoso regalo que les dije al principio.
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