16.- Luciérnaga.

La mano de la mujer se cerró con fuerza en sus brazos, sus uñas largas enterrándose ligeramente en su piel, formando un agarre prensado del que no podía escapar en el estado en que estaba. Apenas y podía sostener su cuerpo contra el separador de madera mientras ella seguía hablando, dando indicaciones mordaces a las chicas, mucho menores que él, que iban y venían por toda la habitación.

Preparándola.

El futón estaba recubierto por gruesas sábanas de algodón y la almohada, rellena de trigo negro. Alrededor de la habitación, las niñas encendieron varias velas de incienso con un olor que le provocó un mareo, siendo demasiado sensible a ese tipo de olores. Y la madame lo sabía, por eso había ordenado que los colocaran en cada punta de la habitación, al igual que había ordenado que trajeran una dosis nueva de opio.

.- Vas a pagarme tu atrevimiento, Tsubasa – chan – le dijo al oído, sus labios acariciando su oreja derecha mientras él sólo lograba cerrar los ojos, sin poder hablar o moverse – Lo que ustedes dos han hecho, me costará mucho dinero...

A su alrededor todo permanecía opaco, apenas y distinguiendo como los cuerpos más delgados de las niñas se movían; ni siquiera podía sostenerse, estaba seguro que, al intentar dar siquiera un solo paso, caería estrepitosamente al suelo, ganándose un puntapié y una risa de la mujer. Así que se mantenía contra la puerta corrediza de madera, dejando que ella aruñara su piel y pasara sus labios por su oreja y su cuello.

Porque, antes que nada, Jungkook tenía orgullo.

.- Dado que el débil de Tokaro no puede servirme más está noche o se desangrará, lo harás tú... mi querido y hermoso Tsubasa – le acarició la mejillas con su mano libre, obligándolo a enderezarse con mucho esfuerzo – Conozco a alguien que te quiere tanto, que pagaría lo que fuese por ti, Tsuba – chan.

Su cuerpo se sacudió con violencia al entender de quién hablaba la mujer, sin embargo, no podía replicar nada. Durante las primeros días, los habían golpeado hasta el cansancio, le habían apretado tanto la garganta que no tenía voz y a Jimin se le había abierto la herida que Taehyung, había tratado de sanarle con una extraña técnica. Y luego de eso, vino el opio: líquido en pastillas que mezclaban con pequeñas dosis de cicuta, que introducían en sus cuerpos por dónde pudieses.

Y ahora estaba ahí, siendo lanzado por la Madame contra el futón. Una de las niñas fue obligada a abrir el kimono azul pálido que hace minutos le habían puesto encima. Ella lloraba en silencio, sus lágrimas cayendo sobre su pecho desnudo mientras lo movía para dejarlo totalmente desnudo ahí tendido, sin poder moverse. Al terminar y por orden de la mujer, le abrió de piernas.

Podía sentir los ojos de la Madame buscando algún signo de que otro hombre, aparte de los soldados que lo atraparon, le había tomado. Jungkook quería reírse, decirle que de haber sido así, esos bastardos habrían borrado cualquier huella. Pero no podía hablar y ella siguió mirándolo.

.- Dale la pastilla – ordenó la Madame a la otra niña, quien asintió y corrió a su lado.

Sus manos huesudas y temblorosas abrieron su boca, soltando un "sumimasen" sin sonido. Jungkook cerró los ojos, respirando con esfuerzo mientras sentía como los dedos delgados empujaron hasta el fondo de su garganta la deforme pastilla con sabor a hierbas que era el opio. Opio sin mezcla alguna. Y él quiso poder vomitarlo, no tragarlo, pero los dedos de la chica siguieron empujando.

Menos de dos minutos después, la Madame sonrió satisfecha viendo como su miembro se endurecía y una firme erección se mostraba ante ella. Jungkook no quería llorar, no quería doblegarse una vez más ante la mujer y el destino, pero mientras sentía aquel cosquilleo en su estómago, su cuerpo excitándose producto de la droga y la puerta abriéndose para mostrarle aquel hombre; las lágrimas brotaron una a una.

.- Aquí está para usted, Rikugun-Chūjō – la Madame se apartó, dejándolo expuesto ante el hombre, que paseó sus ojos sobre su cuerpo expuesto y herido. Jungkook quiso girar su cabeza, no verlo. La última vez que se habían encontrado, ese hombre había estado a punto de matar a la abuela de Jimin.

.- Es mercancía maltratada, Madame – habló el hombre, ahora mirando a la mujer - ¿Cómo puede ofrecerme basura?

La mujer abrió los ojos desmesuradamente, antes de bajar la cabeza en señal de respeto por el hombre: .- No es basura, señor. Usted siempre ha degustado con placer de Tsubasa, fue castigado por una insolencia de hace días, pero ya ha aprendido y está sanando. Le he perfumado y está ahí... erecto y abierto para usted.

.- ¿Sólo para mí? – el hombre sacudió la cabeza, dejando que su poco cabello negro le tapara la frente, su sonrisa era provocativa, pero a Jungkook sólo le causaba asco - Porque tengo unas cuantas ideas para esta noche.

.- Así es, mi señor – aseguró la mujer, invitándolo a entrar definitivamente en la habitación mientras mandaba a las niñas fuera, ambas aterradas por el imponente porte del Teniente General del ejército japonés – Es suyo toda la noche, puede hacer lo que le plazca. Como siempre.

Y entonces la mujer abandonó la habitación, la puerta cerrándose tras ella y la sombra del imponente soldado proyectándose en las telas blancas de las paredes. Jungkook ahogó un sollozo en su resentida garganta mientras veía al hombre comenzar a desvestirse, prenda a prenda cayendo al suelo y acercándolo a él.

Jungkook lo odiaba, lo odiaba más que a ningún otro hombre.

El Rikugun-Chūjō había sido el primer soldado en pagar por él, lo había tomado en el suelo tras un enfrentamiento con la resistencia. 

Lo había llevado hasta allí arrastrado, el kimono blanco que la Madame le había dado, ensuciándose y abriéndose en el camino; Jungkook no había tenido más de once años y sólo había conseguido llorar antes de que lo lanzase al suelo, frente a las tropas de la resistencia que aún quedaban. Y abriéndole las piernas, se enterró hasta la empuñadura.

Había sido una muestra para la resistencia, de como podía tomar lo que quisiesen de su tierra, como siempre iban a ser mejores que ellos. Y mientras Jungkook lloraba, lleno de lodo y adolorido con el hombre dentro suyo, éste había gritado que nadie le ganaría nunca al pueblo japonés. 

.- Oh, Tsubasa... incluso lleno de moretones sigues siendo hermoso – fue todo lo que dijo el hombre antes de subirse sobre él y enterrarse sin medir más palabra.

Jungkook conservó los labios cerrados, sintiendo como el miembro del hombre se abría paso dentro de su cuerpo. Después de tantas ocasiones, sabía que eso no era más que el preámbulo y que el teniente sólo se aseguraría un orgasmo sencillo antes de jugar con su cuerpo. Jungkook cerró los ojos con fuerza, sintiendo su pene ser frotado por el cuerpo contrario, pero sin ningún placer recorrerlo.

Nunca sentía placer, a pesar de que la Madame siempre se asegura que tuviese una erección e incluso aunque eyaculara. No había placer.

No supo cuando fue que el hombre se corrió dentro de él. Sólo fue consciente de cómo giraba su cuerpo, enterrando su rostro en la almohada rellena de trigo y abriéndole de nuevo. Su mano libre rasguñó la piel de sus glúteos mientras la otra seguía presionando su rostro contra la almohada, ahogándolo. Esta vez no se enterró él.

Le penetró con el bolillo negro que siempre llevaba en su cinturilla.

Jungkook quiso gritar producto del dolor, su piel desgarrándose mientras el hombre movía el trozo de madera gruesa dentro de él, pero ni siquiera podía respirar. La penetración era violenta y su cuerpo se sacudía en un ir y venir cada vez que entraba aquel objeto, el hombre había conseguido mantener su trasero al aire con sus rodillas, dándole más fuerza y profundidad al acto.

Estaba al borde de la inconciencia cuando el hombre retiró el bolillo y dejó su cabeza libre de presión alguna, dándole espacio para que Jungkook girase sólo un poco su rostro y tomara aire. Aire que al entrar en sus pulmones pareció quemarle por dentro. Sentía sus ojos hinchados y rojizos, todo su cuerpo entumido. ¿Cuánto tiempo había pasado ya?

.- ¿Ya estás cansado, Tsubasa? Porque vamos a divertirnos un poco más.

Jungkook podía imaginarlo, sonriendo sobre su cuerpo mientras él permanecía ahí tendido, con el trasero abierto para él, su miembro erecto hasta el punto de causarle dolor y sin poder defenderse, ni siquiera gritar. De nada servía, nadie le escucharía y vendría en su ayuda. No tenía valor para nadie, sólo era su cuerpo lo que querían. Y aunque se sintiese roto y destruido por dentro, nadie lloraría a su lado.

Sólo Taehyung sempai...

Alejó tal pensamiento tan rápido como llegó, el rostro adorable de su sempai era algo que no se permitía pensar en momento como ese. Era algo tan puro que Jungkook no soportaba la idea de traerlo a su mente cuando su cuerpo estaba siendo usado, no podía teñir de dolor nada que tuviese que ver con Taehyung, porque él era su luz. Su esperanza.

Sabía que era imposible que él lo rescatara, que ese había sido el destino que le tocaba y que por más doloroso que fuese, Jungkook debía vivir con ello. Porque era orgulloso y tenía honor, porque su padre no habría muerto en vano ni su madre habría muerto de hambre gracias al dinero que le dieron por él. Jungkook habría salvado, aunque fuese fugazmente, lo que su tierra significaba para él.

Y su sempai habrá sido, dentro de su corazón, la ilusión más bonita, la única.

Su mente volvió a quedar en blanco cuando el hombre le penetró de nuevo, esta vez abriendo sus piernas de golpe y lo más que pudo, sosteniendo su trasero desde la empuñadura de su pene erecto, pero no lo acarició, sino que cerró su puño alrededor de la base, apretando y causándole dolor. Jungkook sintió que iba a explotar del dolor, el hombre todavía entrando y saliendo de su cuerpo, produciendo un sonido chicloso y desagradable.

Incluso podía sentir la piel de sus glúteos comenzar a quemarse producto del semen que ya se escurría, ensuciando el tatami bajo sus cuerpos. Los gruñidos del teniente llegaron a sus oídos y quiso tener la fuerza que taparlos con sus manos, de no escuchar cómo se burlaba de él sintiendo placer mientras le causaba dolor.

Fue entonces que sintió su interior expandirse, la penetración continuaba, pero ahora lo hacía también con un palo de madera con el que solía golpearlo durante el sexo. Tener ambas cosas dentro de su cuerpo le desgarró, y mientras la mano del hombre se extendía hasta el, enterrando sus dedos en su boca abierta para agarrar algo de aire; Jungkook se desmayó.

Al abrir los ojos de nuevo, la luz de una vela se colaba por las rendijas entre la madera, el frío aire del invierno pesaba en la habitación, haciendo titiritar su cuerpo desnudo. No supo cuánto duró ni qué más hizo con su cuerpo, tan sólo era consciente del dolor que sentía mientras se enderezaba, apoyándose en sus codos y notando toda la sangre y semen que se había pegado a su cuerpo y manchaban las sábanas de algodón blanco.

Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas y sin importarle que su piel parecía desgarrarse o el escozar en toda su zona baja. Estaba seguro de que aquel hombre había cumplido nuevamente todas sus fantasías con su cuerpo, lastimándolo sin ningún tipo de remordimiento y es que pagaba por eso. Pagaba mucho dinero por ello.

Pronto, la luz que le había despertado desapareció, seguramente girando en un pasillo junto a quien le llevaba. Y Jungkook volvió a quedarse en la oscuridad, doblado sobre sí y con lágrimas silenciosas.

.- S-sempai... - susurró a la oscuridad, entrecerrando sus ojos tan sólo para notar el pequeño brillo que sobresalía de sus ropas en un rincón – Tae sempai.

Se arrastró con esfuerzo hacia el rincón, agradeciendo que su habitación no fuese tan amplia como la de Jimin. Sus manos escarbaron con dificultad entre sus kimonos del día a día hasta encontrar el pequeño objeto que Taehyung, muchas semanas antes, le había regalado mientras le contaba como su abuelo se lo había dejado a su abuela antes de partir a la guerra, sólo dos jóvenes que mantuvieron su fe en aquel objeto.

Un delicado anillo que llevó hasta su pecho, sintiendo que ya no necesitaba ninguna luz.

Había encontrado a su luciérnaga esa noche y ya no estaba perdido. 



Perdonenme. 

Sé que éste capítulo no es fácil, por lo menos para mí no ha sido fácil de escribir. Es la primera vez que escribo directamente sobre una violación, pues ni siquiera en Prueba de sonido (oh, mi desaparecida Prueba de sonido... ¡wattpad regresámela!); lo hice tan explicitámente. Así que tienen todo el derecho de decirme cosas malas por este capítulo.  

Por otro lado, ¡ahora estamos desde la perspectiva del pasado! 

Ya no sabremos que hacen Tae y Yoongi porque nos centraremos en Jimin y Jungkook; como se habrán dado cuenta. La primera parte era contada desde su perspectiva en el presente y ahora, tendremos el pasado. ¿Lo notaron en los poemas? Uno está basado en Tae y el otro, en Kook. ;)

En todo caso, ¿qué les pareció?

Dios, cuénteme todoooooo. En serio. 

Y gracias, infinitas gracias por su apoyo. 


PD. Espero Wattpad no me odie, actualice y les notifique. 

PD2. Prueba de sonido ha desaparecido de mi perfil, algunos lo tienen en su biblioteca pero tendré que esperar respuesta de Wattpad. Casi me vuelvo loca. 

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