14.- Bajo el cerezo.
El tiempo no es sólo seguir adelante.
A veces, puede retroceder y hacer que algunas cosas, nunca vuelvan a ser las mismas.
Yoongi se apoyó contra la puerta corrediza con suavidad, temeroso de hacer algún ruido que pudiese perturbar el descanso ya de por sí intranquilo de su mejor amigo. La imagen de Taehyung sólo hace unas horas atrás retumbaba en sus retinas. Había visto a su mejor amigo fragmentarse en miles de pedazos justo frente a sus ojos y no había podido hacer nada por él. Pero, ¿cómo podía ayudarlo cuando era su culpa?
Cómo hacerlo... sí había sido él quien lo llevó hasta allí, al otro lado del mar, con la idea de que Taehyung podría recordar y él podría reencontrarse con Jimin. Había sido egoísta, sin pensar en cómo, a lo mejor, la vida del menor estaba bien sin ningún recuerdo que lo atara a Jungkook... no había pensado en Taehyung, había pensado en sí mismo... en cómo no podía vivir sin saber de Jimin.
Y ahora, quién pagaba todo era el menor.
Después de escuchar a Jimin, Taehyung sólo había atinado a retroceder y de pronto, como si algo dentro de él se hubiese roto y brotara sin control, comenzó a gritar. Yoongi nunca había sentido tanto miedo como en ese momento, viendo cómo se retorcía aterrado de aquello que lo aprisionaba en su mente... aterrado de sus recuerdos.
.- Lo siento, Tae – susurró contra la puerta donde habían llevado a su mejor amigo tras darle varios calmantes – Lo siento de verdad...
Sólo esperaba que fuese fuerte y, aun así, Yoongi siempre estaría para recoger los pedazos.
...
Para Taehyung, en cambio... no fue como si algo dentro se rompiera.
Fue como sí una puerta en su cerebro se abriera de par en par, dejando escapar todo lo que, por meses, había mantenido oculto en su interior. Había decidido huir de todo eso sin saberlo, sin ser consciente de ello y por fin, en el momento en que las manos de todos trataban de sujetarlo y hacerlo callar, que entendió por qué se había sentido tan vacío durante tanto tiempo.
Entendió por qué había pequeñas cosas, detalles del mundo en el que vivía, que lo hacían sentir herido... que le provocaban ganas de detenerse y sólo gritar hasta el cansancio, hasta que todo por fin le abandonara.
Justo como lo había hecho horas antes; cuando Jungkook volvió a él.
Taehyung se dobló sobe si mismo mientras la luna se cernía sobre su cuerpo y el aire frío de la noche le calaba bajo la delgada capa de ropa que llevaba encima, había salido de la cama tal y como lo había acostado, demasiado intranquilo como para permanecer encerrado. Seguía abrumado por los recuerdos, por las voces atormentadas en su cabeza y las sensaciones nunca sentidas sobre su piel.
Más allá de eso, se sentía un traidor de sólo pensar en cómo había empujado a pasadizos oscuros el rostro hermoso de Jungkook.
¿Acaso el tiempo era realmente imposible de alterar? ¿Cómo podía entonces, volver a él?
Volver para tomarlo entre sus brazos como nunca había podido en los largos meses en los que lo conoció, acariciarlo como ningún hombre lo había hecho nunca, sin malicia y sólo con un cariño profundo, tan profundo como las raíces del enorme árbol de cerezo sobre su cabeza, hermosas flores color rosa pálido que sólo servían para recordarle que, en algún momento, su vida tuvo el placer inmenso de calmar el llanto de Jungkook.
.- ¿Estás aquí sufriendo solo?
La amable y rasposa voz lo sobresaltó, provocando que girara su cabeza para ver el encorvado y anciano cuerpo de Jimin. Una sensación extraña subió por su garganta, ¿Jungkook se habría visto tan adorable como anciano? Y es que incluso si se lo topaba ya viejo mientras él permanecía en sus veinte, Taehyung tenía la certeza absoluta de que correría a él y alejando el miedo, lo sostendría contra sí.
Lo sostendría para siempre.
.- Sé que esto es difícil, Taehyung – la voz del anciano lo regresó a la realidad una vez más, ésta vez, mientras tomaba asiento a su lado, su encorvado cuerpo se veía diminuto junto a él y Taehyung sólo sintió ganas de estrecharlo contra sí – Yoongi me ha dicho que... desde que regresaron, tú no recordabas nada.
.- Si...
.- Supongo que un dolor de cabeza es lo que menos puede preocuparte, también – siguió hablando Jimin y Tae descubrió con algo de asombro, que ya no quedaba mucho del joven de sonrisa y mirada triste que conoció...
Hace menos de un año para él, Jimin era aquel joven. Para Jimin, habían pasado casi noventa...
.- Salvaste mi vida esa noche, Tae – la mano de Jimin se posó en su pierna, sus dedos arrugados se contrastaron con ironía con su propia mano, tan sólo a unos centímetros de la del, ya mucho, mayor – Tal vez no lo creas y tal vez te culpes... pero esa noche, nos salvaste.
Esa noche... los recuerdos eran lo más dolorosos, lo más fuertes de todos. De alguna manera, comprendía por qué había querido olvidarlos, por qué quería desterrarlos al fin de su propio ser. Aquella noche había sentido que todo su ser se desgarraba en simples jirones de nada, un espectador inútil de como aquellos hombres reducían nada a dos seres humanos.
Simples trozos de carne para su disfrute cuando para él, eran tanto... tanto.
.- ¿Cómo puedes decir que los salvamos? – preguntó en un susurro, sus ojos fijos en el suelo unos metros allá, ahí donde los pétalos de las sakuras caían lentamente y se convertían en una manta rosa – Los abandonamos a su suerte, los dejamos a la merced de esos... de esos...
.- Ese era nuestro destino – repuso el anciano, contrario a él, miraba sobre sus cabezas, ahí donde las sakuras brillaban en la copa, casi rozando el cielo – Jungkook solía decir...
La mención del menor le provocó escalofríos y que su cuerpo se tensara por completo, la mano de Jimin se contrajo en un puño suave mientras se giraba levemente para verlo de reojo. Sus mejillas se bañaron en lágrimas que no podía controlar, en hubieras que no existían. Porque no podía jugar con el tiempo ni con el destino... Jungkook se lo había dicho una vez, cuando todavía se limitaba a recostarse contra la puerta y hablar con él.
Jimin deshizo el puño y acarició con ternura su pierna: .- Jungkook solía decir que éramos como las flores de cerezo, que nos posábamos muy alto en la copa de los árboles, a punto de tocar las estrellas pero al final... teníamos que caer, marchitarnos.
Taehyung se mordió los labios mientras el llanto silencioso aumentaba. Su cuerpo se recogió sobre sí mismo, lanzando lejos la mano amable de Jimin y enterrando su rostro contra sus rodillas, tratando de mantener juntos los pedazos de su corazón. Como sí, de alguna manera, aquello no le dejara terminar de romperse, de que aquellos trozos volaran a algún lado...
A dónde quiera que estuviese Jungkook.
.- Él solía decírmelo en las noches, cuando nos encontrábamos en el pasillo y ambos ya habíamos sido usados y desechados – siguió hablando Jimin, un tanto ajeno a la forma en cómo se desmoronada – Empezó a decírmelo, Taehyung, unas semanas después de conocerte... el día en que le dijiste tu nombre.
.- Por favor... para.
Jimin negó sin que lo viera, sus ojos fijos en como un delicado pétalo se desprendía de la rama y comenzaba su descenso hacia el suelo, pensando en el fondo, en el rostro amable de su amigo y compañero. Pensando en cómo Jungkook se había sonrojado con timidez cuando le preguntó por el nombre de aquel hombre que guardaba su llanto, que secaba sus lágrimas sin saberlo.
Se llama Taehyung... pero yo lo llamaré Hotaru porque es mi luciérnaga en la oscuridad. Es la única luz que tengo.
.- Tu nombre le dio esperanzas... le dio fe para seguir viviendo, para despertarse y no dejar que doblegaran su espíritu... al final de cada mañana, te tenía a ti para guardarlo, te dio su mayor tesoro, Taehyung... te dio su voluntad de vivir – Jimin guardo entonces silencio, sus manos estaba cansadas de la vida, de la espera – Así que le juré que esperaría por ti. Y pensaba que nunca podría verte antes de morir, mi cuerpo cansado y herido... no creo que soporte mucho tiempo más, así que le agradezco a Yoongi no sólo haber venido a mí, dejarme despedirme de él...
Taehyung quiso cubrirse los oídos con las palmas de sus manos, pero su cuerpo ya no parecía su cuerpo, ajeno a cualquier movimiento. Estaba ahí, volviéndose nada mientras escuchaba a Jimin como un juez leyendo su sentencia. Estaba viendo como su corazón era condenado sin que pudiese hacer nada por él.
.- Le agradezco que te trajera con él... porque, Taehyung... le prometí a Jungkook que esperaría por ti.
Esperar, ¿por qué? ¿Qué tenía él que pudiese darle a Jimin? Todo lo que era en ese momento, un simple cuerpo reducido a llanto y dolor, a recuerdos que lo martillaban al suelo. A culpa, tristeza... a ganas de querer volver a olvidar y seguir viviendo en paz, sin pensar en Jungkook ni en Jimin. Sin volver a sentir que los latidos de su corazón le pertenecían a otra persona.
Una persona que vivió hace tanto pero que, por alguna jugarreta del destino, se volvió en la cicatriz permanente de la suya.
Oh, definitivamente el destino era despiadado.
.- Tae... esperé por ti.
.- ¡¿Para qué?! – Taehyung alzó la voz, pero sin moverse, todavía encarcelado en sus brazos, una medida desesperada de protegerse – Esperarme para qué... sino lo traes a mí, entonces no debiste esperarme.
Jimin sonrió enternecido, las arrugas de su rostro se alargaron, pero ahí estaba aquella esencia juguetona que a los 18, a Tae siempre le había parecido curiosa y muy parecida a la suya. Ahora, sin embargo, no soportaba ni siquiera mirarlo. Y el anciano se guardo para sí las disculpas y miles de perdones que por años acumuló. Las ganas de arrodillarse y suplicarle misericordia; las ganas de confesarle la verdad... el por qué había tenido que esperarlo él y no Jungkook.
.- Aquí está él, Tae – La mano contrario le tendió el anillo de aquel mismo día, una simple argolla de plata ya oscurecida – Esto... es él.
Taehyung sintió su cuerpo reaccionar en automático, estirándose sobre la banca mientras tendía la mano a la espera de la argolla. Era un simple aro, con unos pequeños grabados en japonés que no lograba reconocer, seguramente kanjis demasiado antiguos como para ser enseñados en una universidad coreana.
.- ¿Dónde está él? – preguntó, su voz brotando ronca mientras alzaba la mirada, fijándose en el perfil del anciano que un día fue su amigo - ¿Dónde está?
.- Bajo el cerezo...
.- ¿Dónde es eso? – preguntó sin dar tiempo a nada más, la respuesta sabiéndole a ceniza en la boca – Llévame con él... llévame dónde está.
Lo que no dijo, lo que se calló incluso para sí mismo, es que necesitaba llorarlo donde descansaba, necesitaba llegar hasta él porque estaba seguro, que Jungkook todavía lo esperaba.
Taehyung tomó aire, diciendo en voz alta aquello que gritaba en su interior: Espera por mí... llévame a él.
El anciano negó, casi de forma imperceptible: .- Sólo tú sabes eso...
.- ¿Qué? ¡Déjate de tonterías, Jimin! – alzó la voz sin respeto alguno, sólo quería que lo llevara con Jungkook, que le diera la oportunidad... la oportunidad de llegar a él y que ninguno de los dos, siguiese esperando – Llévame, por favor...
Entonces Jimin le miró, le miró por primera vez en todo aquel rato compartido. Sus ojos le atravesaron y Taehyung no pudo distraerse con las arrugas alrededor de aquella mirada que permanecía joven en el fondo, como un pájaro detenido en el momento exacto en que alza el vuelo para siempre.
.- Me refiero, Tae... a que fuiste tú quién lo enterraste.
....
Sólo quiero decirles algo: No olviden la frase con la que abre este capítulo. ;)
Espero les haya gustado, tanto este como el pequeño recuerdo que publiqué antes; supongo que ya saben porque fue importante traérselos.
Gracias, gracias por leerme.
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