VI






Capítulo seis





Yeonjun Rossetti ocupaba un titulo de Baron en la sociedad, es algo que Yoongi conoció a unos cuántos meses de haber convivido con el pelinegro en sus inicios. También, era algo que Yeonjun no gustaba de hablar o recordar, lo calificaba como algo en su vida que no tenía mucho valor, pero la gente seguía conociéndolo como hijo del matrimonio Rossetti y su padre siendo el visconde al oeste de Durham.

—Un titulo no define mi forma de vivir en esta tierra, considero que es más valiente valerme por mi nombre que por un simple titulo que me fué designado sin yo quererlo.—Siempre decia, sin muestra de emociones en su rostro de tez pálida.

—Su nombre también fué designado para usted sin usted quererlo.—Le había respondido el pianista.

—Si, pero un titulo conlleva una responsabilidad, algo más pesado sobre mis hombros.

Y aunque Yoongi se haya sentido conmovido por las palabras del pelinegro que sonaban tan seguras y propias de su personalidad no pudo empatizar tanto como le hubiera gustado. La razón era sencilla; nunca tuvo valor en su nombre, nunca sintió el valor alguno de ser Yoongi Rymer, no existe algún significado valioso en ello.

Ser rechazado por su familia desde muy pequeño fué un gran desencadenante de dicho pensamiento, porque el pianista podra poseer una personalidad gelida, silenciosa y reservada, pero no quita que sienta. La sociedad cataloga, mayoritariamente, a las personas frías y reservadas como humanos sin corazón ni emociones. Como simples almas habitando la tierra, pero la realidad es que, asi como Yoongi, esas personas prefieren guardar sus emociones y sentimientos en la habitación de su cabeza.

Todas las personas sienten, la diferencia está en aquellas que si son capaces y desean mostrarlo al mundo y las que no. Y está bien, porque nadie es igual a nadie y está bien guardarse lo que se siente para uno mismo. Lo que no está bien es acumularlas sin un punto de soltura, hasta que cruzan nuestro propio limite.

Por eso, Yoongi ha demostrado desprecio hacia su persona, pero también a comprender que no puede cambiar por más que lo quisiera y la sociedad lo oblige. La vida lo hizo así y va a morir asi.
Porque no hay nada de malo en él, pero la sociedad es tan egoísta al punto de querer condenar a los demás por el mero hecho de que todos se creen dictadores con el dedo.

Y Yoongi tampoco tuvo un titulo en su vida, quizás si, si la gente lo señalaba como un ser inhumano y despreciable ese sería su titulo. Él no era un barón, un conde o un marqués, para la sociedad en 1850 Yoongi Rymer era alguien inhumano que no merecía estar vivo pisando la tierra que todos los demás. Por mucho tiempo lo han señalado como el ser más despreciable jamás creado y llegó a creerselo en un punto, salvo que aprendió a aplicarle anestesia, que duerma un poco esa sensación de augurio.

Ese cuestionamiento de qué se sentiría llevar un titulo que determine tu postura en la alta sociedad volvió a su cabeza cuándo Yeonjun le comentó que la Reina y el Rey Kingston habían organizado una reunión en su castillo. Algo que era fácil de suponer que su primogénito debía de buscar una dama para cortejar.

—¿Por qué has de comentarme esto, Barón Rossetti?—preguntó, sirviéndose un poco de té en una taza.

—Porque no puedo ir sin una compañía conmigo, me temo.

El líquido caliente paso por la garganta del pianista calentandola y brindándole un calor deseado por todo el cuerpo en una época tan gelida en Durham. Sus cejas se juntan en una señal de confusión ante las palabras de su amigo, sin terminar de unir el hilo del tema simplemente concentrado en su única y humilde taza de té.

—Busque una doncella de la alta sociedad que estaría más que encantada de asistir a tal evento con usted, no me veo en otra forma de ayudarle.—emite.

—Muy a su pesar—comienza, Yoongi le mira con mayor confusión que antes—, existe una manera de brindarme su ayuda.

—¿En verdad?—Yeonjun asiente—. Desconozco la manera me temo, si es tan amable puede explayarse.

—Verá, no es de mi afición buscar a las doncellas como si fueran un objeto sin sentido en el mundo que solo sirven para dar una imagen y no tener un valor.—musitó, cada palabra dicha con seguridad—. Pese a eso, prefiero asistir con alguien que considero mi amigo de hace mucho tiempo y que hara que la noche sea un poco más llevadera.

Silencio es lo que habita por unos escasos segundos, instantes en los que Yoongi termina su taza de té, sintiéndose lleno de líquido de repente.

—Quiero que usted, Rymer, asista conmigo a la ceremonia anunciada por el matrimonio Kingston.

El pianista siente su corazón bombear con mucha más fuerza de lo normal,no podía existir razón ni método alguno para que eso sucediera. Yoongi pertenecía a la clase media baja, allí donde poco tenía para subsistir, pero donde tampoco moria de hambre o de frío.  Las clases no se mezclaban, él no pertenecía a lo más alto. Desde que era un infante fué crucificado como invaluable, insignificante y menor en todo sentido por su familia, en la adultez le esperaba lo mismo.

—Mi respuesta es no, Barón Rossetti.

—¿Me permite saber el por qué?

—Porque yo no pertenezco allí, mi lugar está casi en lo más bajo.—La garganta secándose de a ratos—. Las clases no pueden mezclarse, soy un inferior que no tiene derecho siquiera de pisar una piedra de ese castillo perteneciente a nuestros reyes.

—¿Y qué sucedería si le dijera que existe una posibilidad de que vaya sin que la gente sepa que es un inferior?

A Yeonjun le molestaba tanto que el pianista se caracterice de una forma tan despectiva respecto a él mismo, desvalorizandose con cada palabra. Como si no fuera nada, como si no fuera alguien importante para él o para el mundo.

—No comprendo a lo que se refiere nuevamente.

—Permitame explicarle.—Yoongi asintió—. ¿Como sonaría para usted si yo lo llamo Agust Dent Barón de Portsmouth? Un primo mio que invité por mi cuenta para ser mi compañía en una noche presentes en el castillo de los reyes de Durham.

Rymer lo observó con los labios extendidos en una linea recta, su lengua de repente seca y su cuerpo caliente. Sonaba bien de alguna manera, pero jamás lo admitiría en vos alta pues ese era un puesto que nunca le correspondería ni en la octava nube de sueños.

—Irreal y fantasioso.—respondió, finalmente.

Yeonjun observó fijamente los ojos gatunos del rubio,se dedicó a leerlo con calma y como si fuese un libro abierto, aunque Yoongi era el libro más cerrado en la faz de la tierra con docenas de cadenas alrededor impidiendo ser abierto.

—Pues esa será la faceta que tendrá usted para acompañarme a la reunión.

—Barón Yeonjun, está rompiendo un montón de normal sociales y de la realeza que podrían ser condenadas por una pena alta por falsificación de la identidad.—demandó.

—¿Las reglas no hay sido creadas para ser rotas en algún punto, Barón Agust Dent?—La sonrisa de labios cerrados, socarrona que se formó en los labios del pelinegro hizo que Yoongi se retorciera internamente.

No hay manera, no existe lógica ni coherencia en esa proposición. Las clase alta no puede jamás mezclarse con la baja o media baja, no es bien visto y solo puede ocurrir en contexto de utilizar a la clase baja para su propio beneficio de producción y trabajo.

El pianista jamás podría realizar tal acto condenatorio para su vida, pero por otro lado, muy en el fondo de su uso de razón anhela ese saber de tener un título que te hace alguien frente a los demás. Dónde él no sería un ser insignificante, alguien a quién cualquier ser humano podría odiar por ser lo que es.

—No puedo hacerlo.

—Si puede, lo quiere.—insiste—. Puedo verlo en sus ojos.

Hay algo en las palabras que utiliza Yeonjun que hacen a su corazón acelerarse como una liebre corriendo por los prados, la manzana de Adán sube y baja cada vez con más dificultad. Ha tomado una taza de té hace solo unos minutos y su cavidad bucal se siente como el desierto. Las palmas de las manos se sientes resbaladizas, los dedos de repente frío ante la falta de circulación de sangre.

—Mi lugar es en la baja sociedad.

—¿Como planea saber cuál es su lugar en el mundo si no ha experimentado los diversos niveles de él?—corrige,sus palabras detalladas de manera segura en cada sílaba.—¿Cuál es la frase que siempre me ha dicho usted cuándo necesitaba de un hombro al cuál aferrarme en los momentos más desequilibrantes de mi vida?

Y Yoongi lo pensó, bastante tiempo internamente antes de responder. Viendo esa misma frase que ahora aplicaba en su contra, siempre diciéndoselo a los demás pero nunca a si mismo.

—Naciste para ser real no perfecto.

—¿Entonces?

—Ser real, mi realidad es ser de la inferior, ser pisoteado por los mayores de alto nivel y vivir con ello para toda mi vida.—masculla a garganta cerrada—.  No es real si dibujo algo que no soy y nunca seré.

—No es real, pero puede serlo por un instante, por una noche.

Yoongi detesta el punto en el que las conversaciones con Rossetti. Hacen que un cuestionamiento interminable se instale en su cabeza sobre si mismo. Su corazón está tan destrozado asi como su alma, tanto que no cree ser merecedor de un instante de fantasía. No cree ser merecedor siquiera del aire que respira todos los días.

Y podría decir que si, creerse por un instante perteneciente a un lugar donde podría llegar a ser aceptado. El acceso casi se desliza por su lengua con gusto, pero pronto su cerebro envía un recuerdo de aquella noche en el The Wing's Bar donde fué detenido por una cabellera negra, unos ojos color cafés tan llamativos como el fuego en una chimenea.

El matrimonio Kingston tiene un primogénito, un hijo que ya ha visto su rostro en dos ocasiones inesperadas. El Duque podría reconocer su nivel de inferioridad con solo un breve vistazo, podría condenardo a la horca a causa de fingir ser alguien que no es y mezclarse con la realeza. Su corazón se oprimió ante la decepción.

También, recordó ver al Duque de Durham entre las personas esa noche en la taberna, verlo tan absorto por las melodías que estaba tocando, comprender como las notas del piano lo envolvían en un hechizo de absorción donde se encontraba hipnotizado por el instrumento y el artista que lo tocaba.

A la distancia, pudo comprender esa expresión de anhelo y admiración diminuta, pero a la larga creciente, de lo que sus oidos estaban escuchando. Viendo de reojo como la curvatura de sus labios se elevaba en una sonrisa disimulada cuándo fué a felicitarlo personalmente por la obra de arte que había presentado. Puede ser que esté pensando una locura genuina, digna de un lunatico de clase inferior, que el Duque Kingston comprende su admiración por el piano e incluso le gusta.

—Sepa disculparme y no tomarlo como una falta de respeto, señor Rossetti.—insistió—. Pero no puedo poner en riesgo la poca dignidad que le queda a mi vida por ir a una fiesta a la cuál no soy bienvenido siendo quién soy.

—Y por eso mismo le digo que lo tome como una oportunidad de dejar de ser Yoongi Rymer por primera vez en su vida.—Yeonjun opta por decir—. Por una noche, olvide su historia y dibuje una nueva donde el dolor y las heridas no existen. ¿La fantasía no fué hecha para escapar del aterrador y malvado mundo en el que vivimos?

Y, por lo menos esa noche, Yoongi durmió -o al menos lo intentó- con aquella interrogante clavada con un clavo en el medio de su craneo. Sus ojos gatunos divagaron en espacios oscuros y vacíos del techo de su hogar,las infinitas posibilidades de aceptar y que salga mal fueron las que más abundaron en su mente. Pero, por un breve instante, se permitió ser egoista e imaginar que un mundo irreal se posa ante sus ojos con todo lo que nunca tuvo ni va a tener.

Jungkook siempre se posaba frente a la puerta de Yoongi a media mañana, cuando el Sol se veia claro y radiante en el cielo despejado. En caso contrario, cuándo las nubes se veían en conjunto pulcramente blancas y con dejos grises.

Yoongi, a veces, sentía cierto sentimiento de paternidad por ese chico. No compartieron la vida entera, pero si la parte de tiempo que Yoongi ha vivido en Durham. Piensa, también, que está erroneo en ese sentimiento porque se considera el correcto para ello. ¿Qué persona errada como él en todo sentido puede llegar a sentir algo tan bonito como la paternidad?

Por eso, cuando lo ve sentado en la mesa disfrutando de una taza de té y pan es que una sensación calida se instaura en su pecho. Le observa con cariño y parsimonia, siendo afortunado de tener tal persona en su vida.

Porque, a pesar de ser alguien bastante complicado de llevar a veces, Jungkook le ha hecho compañía emocional y física por bastante tiempo. En noches donde el pianista no dormía preso de los pensamientos que él mismo creaba como castigo por ser lo que es, víctima de la agonía y la desolación que rompían en mil pedazos las ya piezas destruidas de su corazón.

—Yo pienso que debería de ir.—Los orbes de Yoongi se posaron en la figura del menor con sorpresa.

—¿También estas del lado de Yeonjun?—ironizó.

—Si.—respondió sin más. Al rubio no le estaba gustando el tono con el que el pelinegro adaptaba—. No comparto este pensamiento con usted de quedarse estancado en un lugar que solo le trae más recuerdos dañinos.

—¿De qué hablas, Jungkook?

—No me gusta verlo triste.—dice, mordiéndose el labio y evitando mirarlo—. No me gusta el sentir la tristeza en su cuerpo cuándo toca el piano.

—¿No te gusta escucharme tocar?—Yoongi se sorprende por como trata de evitar el tema, forzando a su consciencia y corazón de que las palabras de Jungkook no son verdad.

—No me malinterprete, señor, por favor se lo pido.—dijo el menor—. Sin embargo, perdone el atrevimiento, pero sospecho que sabe que el señor Rossetti y yo tenemos algo de razón en nuestros discursos.

Los orbes oscuros de Jungkook se posaban en la figura de su mayor, añorando que sus palabras resulten efecto en él. Y Yoongi sabia que tenian razón, en alguna parte, pero estaba tan negado, en realidad, todos los años donde su cabeza fue torturada a manos de sus crueles pensamiento a causa de su pasado lo terminaron por convencer de no ser merecedor de la felicidad mundana.

—Si descubren a un farsante de la baja sociedad, poniendo un pie en el hogar de nuestros reyes, compartiendo palabras, comida y bebida con personas con las que no debería mezclarse, sería condenado a la horca.—musitó, su vista al frente y sintiendo como un nudo amargo se incrementaba en su garganta.

—¿Entonces preferiría morir como un cobarde?

Esta vez, el rubio giro su cabeza para posarla en el pelinegro. Sintió sus ojos picar, las lágrimas se asomaban por sus lagrimales y una punzada se sintió en su corazón. Cobarde.

Eso era lo que siempre seria, un cobarde.

A su mente volvieron recuerdos de hace unos años, donde si cabeza trataba de hacerle ver que no estaba equivocado en nada. Que era una persona que merecía vivir, capaz de respirar el aire del mundo como cualquier otra persona sin estar condenado de por vida a vivir en el infierno. Que era un humano como todos los demás.

Sintió el ardor de esos recuerdos en su espalda, llevando sus dedos a su nuca. Acariciando la zona por inercia, podía recordar el dolor en carne propia después de años, las escenas estaban frescas en su mente como si hubieran ocurrido el dia de ayer y no hace un par de años.

El joven de orbes oscuros seguía con su vista sobre el rubio, tenia un gran respeto por su mayor, pero conforme el cariño que le tomaba se volvía más grande más le dolía verlo condenarse tanto por algo que Jungkook no venía que tenga problema alguno.

Si hasta Jungkook que era más joven que Yoongi podia comprender que no había nada erroneo en el pianista, ¿por qué él no podía verlo como algo que fuera normal? ¿por qué la sociedad lo condenaba inmediatamente sin conocer su historia? ¿por qué existía tal crueldad en los humanos?

El pelinegro se levantó de la mesa, ya era hora de volver a casa y quizás también de dejar un momento a solas al pianista. Tomó su abrigo puesto que el gélido invierno invadía a la población de Durham de manera feroz. La gripe se generaba a los pocos días si tomaban mucho frio y no se habían abrigado de manera correcta.

—Solo pienselo.—pidió, girandose una última vez para después encaminarse a abrir la puerta de entrada—. Al menos hagalo por mi, deme el gusto de verlo sonreir una noche lejos de sus pensamientos.

Y eso solo logro provocar un cosquilleo en el estómago de Yoongi Rymer, las palmas de sus manos sintiéndose resbaladizas en ese instante. La mirada permanecía fija en la ventana que saba al exterior, sus orbes se perdían en la imagen del cielo soleado, pero casi pudiendo sentir el aire fresco de afuera.

—No tengo la vestimenta adecuada para ir a ese tipo de eventos.—probó, como última excusa.

—El señor Yeonjun dijo que podría llevarlo al centro, él se comprometió a pagarle el traje si aceptaba su invitación.

La yema de los dedos del menor tomaron el picaporte de la puerta. Y es que, quizás, si tenía razón. El pianista simplemente podría pasar inadvertido por una noche, donde únicamente viviera una mentira. Creer que es alguien por una noche, alimentar su estómago con comida que no probará nunca más en su vida.

Deleitarse con la música que tocarían en el castillo, ver como las parejas se ubicarian en el gran salón y compartirían una pieza de baile, quizas algún romántico beso. Toda esa gente que asistiría no recordaría nunca su rostro, podría pasar una noche en ese castillo pasando desapercibido como lo hizo toda su vida.

Podría recorrer los pasillos, conocer lo que era la alta sociedad sin que nadie notase su existencia. Una noche y después esfumarse como la neblina de la mañana. Agust Dent no sonaba tan mal si se lo repetía unas cuantas veces.

Llegó a pensar que sonaba magnífico y desear haberse llamado asi.

Poso su vista en la espalda de Jungkook quien entre abría la puerta de su hogar. El fresco viento de afuera se acarició los pies y se colo por los bordes de su pantalón.

—Si voy...¿tu vendrías conmigo y Yeonjun?


A Kriss que me devolvió las ganas de escribir
y está novela siempre estará dedicada a ella.

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