II







"Dadme el mejor piano de Europa, pero con un auditorio que no quiere o no siente conmigo lo que ejecuto, y perderé todo el gusto por la ejecución."

           —  Wolfgang Amadeus Mozart





Capitulo Dos




En la ciudad de Durham su nombre era como un susurro llevado por el viento,pero reconocido por sus melodías. Tan únicas, melancólicas y llenas de sentimiento. Muchas eran las personas que se preguntaban la historia detrás de aquellas sintonías tan hermosas auditivamente,pero tan tristes y quebradizas emocionalmente.

Yoongi Rymer era conocido por eso,ser un pianista nato que lleva su historia en cada tecla tocada con la mayor calidez y delicadeza que se conozca. No es por etiquetarlo de egocéntrico,pero le faltan dedos para contar a cuántas personas ha visto derramar alguna lágrima -entre ellos hombres- al escucharle tocar.

Solo él sabe cuántas noche lloró sin consuelo bajo la luz de la luna,cargando con su historia. No esta avergonzado de ella sólo dolido. Porque,por mucho tiempo,su corazon se iba desangrando. Una herida profunda que no parecia querer sanar,pero no por el acto de negacion y resignacion,sino porque Yoongi no sabia como cicatrizarla.

Entonces, ¿como pretendemos que alguien nos sane si ni nosotros mismos somos capaces de detener el sangrado?

La herida no sana,solo arde cada dia con más fuerza. El dolor aumenta con cada uno de sus suspiros. No cree saber si en su interior aun yace el sentimiento de esperanza,pero sí,el anhelo de sanar. Curar su alma,su mente,su corazón y su vida es algo que ha tratado de hacer desde los trece años. Desde que era un puberto desolado y abandonado al mundo tan cruel, frívolo y desalmado del siglo XIX.

Cada día que sus ojos se abren al despertar y son encandilados por la luz matutina del sol o se encuentran de cara con el techo de madera hogareña,siente la opresión de su pecho de querer dejar de respirar. Morir. Porque eso es lo que sus padres le han deseado desde los trece años. Y él es tan cobarde como para hacerlo,que solo puede hacerse reflejar en las melodiosas notas del piano.

Sus resecos dedos acarician la madera que conforma una baranda, qué da al exterior de la casa. Como un balcón. Sus ojos se posan en el final del paisaje. El sol se esconde divinamente,con tonos naranjas y amarillentos que enamoran a cualquiera que se detenga a admirarlo. Hace frío y su cuerpo tirita un poco,sus ojos pesan por el leve sueño que tiene. Un atardecer de domingo que llena su pecho de ganas de fundirse en algo caliente,leer algo quizá y soñar que no está mal,que no hay nada mal en él.

—Deberiamos ir mañana a los comercios y ver que podemos comprar.—La voz de Jungkook llega a sus oidos desde dentro.

—Si,seguro.

—Ten.—vuelve a decir,tendiendole un tazón con un revuelo de arroz y salsa con frijoles.

Le acompaña en silencio, también apoyándose en el balcón y admirando el escondite del sol. Comen en un acogedor abrazo del leve viento y el silencio. Yoongi puede sentir la calma que le regala el ambiente,uno de los tantos momentos en el día en que sus pensamientos se esfuman y puede fingir, por un momento,no tener preocupaciones que le atormentan constantemente sin darle un respiro siquiera.

—Hablando enserio,tu alacena está muy vacía—Jungkook gruñe—. No quiero que enfermes por una falta de alimentación.

—No te preocupes por mí,pequeño Kookie.—Yoongi ríe y remueve los cabellos del menor—. Mañana iré a comprar comida si es lo que te hace feliz.

El pelinegro le regala una sonrisa y vuelve a centrarse en su comida. Degusta con paciencia y hambre,en un momento tendrá que volver a casa y dejar a su mayor solo. Jungkook pasaba la mayor parte del tiempo en casa de Yoongi. Principalmente,porque le gustaba la forma en la que tocaba el piano que descansaba en la sala de estar. Podía leer cómoda y pacíficamente con aquél sonido,a veces hasta se quedaba dormido sobre el sillón de dos piezas que poseía Yoongi.

Jungkook vivía a unos cuantos hogares lejos del de Yoongi. Siempre podía ir hasta su vivienda porque el mayor nunca le rechazaría,le tocaría el piano sin problema,le ayudaría a aprender a tocar,lo acompañaría hasta el centro en el objetivo de alguna compra, y hasta simplemente lo consolaria si tuviera alguna pelea con sus padres o su hermano.

Podría hasta decirse que Yoongi Rymer era un segundo hogar para Jungkook Daft y su gran curiosidad sobre el mundo y las personas.

—Deberías ir a casa.—Le sugirió—. Ya está por anochecer,tus padres se van a preocupar.

—Tienes razón.—concordó el pelinegro—. Volveré mañana. ¿está bien?

Y el rubio le dedicó una sonrisa juguetona, acariciando sus pomposas mejillas y asintiendo ante la emoción del chico. Honestamente, Yoongi era como el padre de Jungkook. Un padre que el mayor siempre deseó querer en su vida,en cambio,es el reflejo de lo que anheló para el pequeño Jungkook.

Le acompaña hasta la puerta donde el menor se abraza a su abdomen, recordándole siempre una de las dos causas por las que sigue con vida. Le acaricia el cabello con amor y parsimonia hasta que desaparece de su campo de visión al darse la vuelta y emprender camino a casa. Le observa hasta que sus ojos no llegan a divisarlo,perdido en el camino de piedras hacía el norte.

El corazón de Yoongi de volvió forjado como un músculo cardíaco sin más,ajeno al afecto y muestras de cariño. Pero,hasta ahora,ese pelinegro se estaba ganando,conforme el pasar de los dias,un lugar en el quebradizo e inestable corazón del pianista.

Rymer vuelve a sumergirse en la soledad que le acompañó desde los que posee uso de la razón,se acerca a su sala de estar y con una leve alegría aprecia su piano. Podría considerarse que el amor que tiene por el piano es inexplicable.

El primer amor de Yoongi Rymer fué el piano.

Sus dedos bailan sobre las blancas teclas,creando armoniosas melodías que le destruyen el alma cada vez más ante el vivo recuerdo de su pasado. Tan frívolo. Despiadado. Rápido. Lastimero. Casi que incurable. Está deseando cerrar los ojos y descansar.

El instrumento volviéndose sinónimo de encontrar calor en pleno invierno,el aire bañado en le vago compás de las partituras que ha memorizado su mente a lo largo del tiempo.

Ríe. Se burla de sí mismo y sus pensamientos. Sintiéndose ridiculo, volviendo a creer lo que sus padres tanto le habían inculcado por sus criticas. Siendo su músculo cardíaco un poco más inestable cada vez que se creía al pie de la letra el ser un monstruo,un inhumano y pecador.

Esa noche Yoongi soñó con su atormentada historia,despertando en mitad de la noche con el sudor frío resbalandole por los pómulos.


Como prometió,a penas terminó de masticar el último pedazo de su pan con el último sorbo de té,Jungkook ya estaba golpeando su puerta. Le recibió con un rapido;

—Dejame ir por mi saco.

Se encaminaron por las frías calles de Durham en invierno,el frío en la mañana era lo que a Yoongi más le molestaba. No le gustaba el frío. Prefería más los climas cálidos o templados. El como su piel se sentia calida y no helada bajo el sol dorado,donde podía apreciar el atardecer fácilmente en la baranda del patio trasero y, sobre todo,donde podia desvelarse tocando las blancas y negras teclas del piano, recreando una historia trágica y conmovedora con las melodias.

El frío también podía ser su sinonimo. Su manera de ser, generalmente, era fría. Sus ojos grises podían congelar el cuerpo de quién le mirase,la frialdad con la que miraba,mucho más cuándo algo no era de su agrado,un escalofrío por la espalda le generaba a las personas -las pocas con las qué hablaba-,ese gris qué alguna vez fué neutro se vuelve claro como el tono de una piedra. Sus labios agrietados,por más que los relamiera constantemente, el efecto roto y muerto en sus belfos no se borraba.

Su alma era gélida cómo Durham en invierno.

Tampoco es que hubiera elegido ser asi,es una personalidad que comenzó a ser desarrollada desde hace tiempo. Desde ese día. Generalmente,o en el mayor de los casos,uno nunca decide cambiar tanto como lo fué alguna vez,volverse todo lo contrario a lo qué fué en un pasado. A veces,la vida -también las personas- tienden a ser la aberración más pura que el universo creó y eso nos hace cambiar. Porque,en algunas ocasiones,hay que volverse bastante hijo de puta para afrontar el mundo. En ocasiones,hay que ser un hijo de puta para sobrevivir en el mundo.

Asi que, siguiendo a Jungkook por todo el centro,visitando los comercios que le eran necesarios y que le parecían interesantes, decidió que ese día dejaría su mente apagada,por lo menos por esa tarde. Por lo menos por el menor. Antes de volver a casa tenía planeado comprar algo para él,como un pequeño capricho que se quería dar.

Curioseando los precios y pidiendo una determinada cantidad de cada alimento que necesitaba,sus pies se movían entre toda la gente. Sus ojos resultando curiosos ante todo a su alrededor,no era de salir mucho de casa,por ende,todo lo que veía en las salidas que hacía al centro se desvanecía de su mente como un rayo de luz en el camino de regreso. Evidentemente,un lunes por la mañana la gente sale a una caminata matutina o a llenar su cocina de comida para el resto de la semana o el mes.

Al rubio la comida podría durarle días. Se sumergía tanto en pequeños momentos y pensamientos que se le podía olvidar comer,por eso Jungkook se preocupaba tanto en parte. Una única vez basto el descubrir que el mayor paso hasta cuatro días seguidos sin comer,solo ingiriendo agua si se acordaba,para que Jungkook comenzara a frecuentar con mayores ganas al pianista.

El vaho se escapaba de sus finos y secos labios,sus dedos lechosos y palidos por el frio comprobaban las mejores manzanas para así comprarlas. Jungkook le pidió que se reencuentren al lado de la tienda de chocolates,evitando asi desentendimiento y dar miles de vueltas en circulos buscandose mutuamente, y siguió otro camino en busca de algunas cuantas cosas que su madre le había pedido esa mañana antes de salir.

—Gracias.—Le sonrío a la morena mujer que le tendió las manzanas en un bolsa marrón.

Volviendo a caminar a su ritmo,el viento fresco chocandole directamente en la cara,sus orbes se direccionan en distintas partes. Se interesaba por mínimas cosas y escucha alguna que otra palabra que hacen los comerciantes acerca de algún nuevo producto o recomendación.

Yoongi se consideraba una persona atenta y perspicaz. Él podría analizar a una persona con solo prestar atención a sus gestos y expresiones. Por ejemplo; deduce que la jovencita que está sentada a un lado del puesto de telas luce aburrida,desanimada. Como si esperase hasta el final del día o del periodo de trabajo para encontrarse con su amante,el solo hecho de ver su desinterés y esfuerzo por fingirlo la hace leerla como un libro abierto. La ve mover sus piernas lentamente de un lado a otro,como si estuviera contando casa milésima de segundos.

Quizás,es muy alocado y solo son ideas que él termina imaginando en su cabeza porque no tiene otra cosa que hacer,sino es recordas su trágica y lastimera vida. Otro rasgo del ser humano,es por ocasiones, volver a aquello que nos hace o hizo tanto daño. Somos un tanto masoquistas, eventualmente, tampoco hay algo que sea enteramente correcto o incorrecto.

Su visualización podría confirmarse cuándo un chico de aproximadamente la misma edad,tal vez un poco más mayor, pasa por enfrente de aquella jovencita hermosa y pulcra; sonriéndole con un giño y haciendo efecto en que sus mejillas se tiñan de un rosado color.

Son cosas que el rubio piensa,por esa capacidad de hablar poco y comprender con los ojos. Prefiere hacer más uso de sus otros sentidos antes que el de la palabra. Cuándo habla,solo emite lo justo y necesario,ni más ni menos,porque tampoco se considera muy buendo y destacable en el ambito del habla. Prefiere callar y escuchar antes de hablar y que su lengua se enrede con las palabras y pensamientos que,en su mente,van conectadas a un hilo recto pero en cuánto abre la boca ese hilo se pierde.

Sus pies lo llevan por demás tiendas hasta que decide que no tiene nada más interesante que comprar y se encamina a la tienda de chocolates indicada por Jungkook con anterioridad. Todos los pobladores parecen tener una mañana bastante interesante,alegre o en compañía mientras él... él tiene salud y unas cuantas manzanas esperando ser convertidas en una tarta más tarde.

Observa sus zapatos de cuero que utilizaba dia a dia como si fuera la maravilla más interesante de todo el mundo. No está concentrado en su alrededor, ni siquiera en si está por llegar a la destinada tienda de chocolates para reencontrarse con el menor y emprender el regreso a casa.

Tampoco es capaz de notar con quién choca de frente y lo hace caer de bruces al suelo. Su cabeza dando un par de vueltas por el golpe, las rodillas le duelen por el duro suelo. Escucha el gemido de la persona con la que se accidento. Y,de pronto,se siente avergonzado y tímido. No quiere levantar la vista porque presiente todas las miradas en la situación.

Detesta con su alma ser el centro de atención y que todos lo miren. Prefiere pasar lo más desapercibido posible, escondiéndose entre las sombras y su nombre siendo un sonido llevado por el viento. Porque considera que, cuánto menos sepan las personas de él,menos dolor y lastima caerá sobre él.

—Soy un torpe, permítame ayudarle.—escuchá la voz de aquella persona y la percibe suave como si en sus cuerdas vocales se hallara una pluma.

Levanta sus orbes oscuros de una vez. Sus pupilas se dilatan un poco pero no lo nota. Se detiene a mirar sus facciones,puede notar su piel lechosa y, simplemente,demasiado delicada. Sus labios pomposos,el interior regordete y rosados. La nuez de Adán que adorna su garganta y la mandíbula que se marca aún estando de frente.

Por un fugas momento,en su mente diambulan melodías que se acomodan solas sobre el papal blanco de lineas negras creando una partitura. Una sensación le sacude el pecho de manera descomunal,sintiendo su estómago revuelto y la nuca mojada de sudor frío.

Siente que las rodillas prefieren quedarse pegadas al suelo de tierra,no le importa si su pantalón está todo manchado de la misma. Le hubiera gustado estar rodeado de un horda de personas mientras le arrojan piedras a su debilucha anatomía ,mientras se hace una bola en el suelo. Prefiere cualquier cosa peor que esta situación, simplemente es intimidante porque es en público,porque todos ya han puesto sus ojos en él y es de conocimiento público.

El efecto que genera la sociedad frente a los más debiles.

A pocos centímetros de su anatomía,la mano protegida por un calido guante se extiende para brindarle ayuda a reincorporarse. Jimin Kingston con facciones de arrepentimiento y sus mejillas teñidas de un leve color rosado por la vergüenza,le pide a través de esa mirada,que tome su mano en gesto de disculpa.

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