VI

Estaba sentado en el piso con aspecto derrotado, mirando fijo al techo. Toda la noche estuvo planeando alguna manera de averiguar lo que era eso. Su mente no paraba de divagar, buscaba respuestas sin parar, todas las ideas que tenían eran buenas y, a la vez, bastante extrañas.

¿Estaban siendo vigilados? ¿Eran un experimento social? ¿Era por seguridad? ¿Para qué tenían micrófonos y por qué explotó el que tenía en la mano?

Las luces comenzaron a encenderse a las seis de la mañana, anunciando que ya era hora de que los demás se levanten. El primero en aparecer fue un anciano, quien lo miró con el ceño fruncido. ¿El sabio del medio no durmió en toda la noche?, se preguntó. Con paso dubitativo, se acercó a Ramiro. Se aclaró la voz para llamar su atención.

—Perdón, querido sabio, me gustaría contarle algo —le dijo con expresión avergonzada. El interpelado se levantó de un salto para quedar a la altura del hombre que le hablaba. Asintió con la cabeza para que proceda—. Bueno... anoche escuché un sonido algo raro. Era como una interferencia, parecía una estación de radio, pero no se lograba entender nada. Busqué el origen del sonido y encontré esto.

El viejo rebuscó en su bolsillo y le entregó el objeto a Ramiro, quien se quedó paralizado al verlo. ¡Otro micrófono! ¡Era increíble!

—¿Explotó cuando lo tenías en la mano? —le preguntó, sin despegar sus ojos de aquel pequeño aparato. El señor asintió con la cabeza—. ¿Cuál es tu nombre?

—José.

—Bien, José. Nadie se tiene que enterar de esto, ¿quedó claro? Yo voy a ponerme a investigar qué es esto, qué es lo que pasa, pero no confío en los otros sabios. Esto tiene que quedar entre nosotros, ¿entendido?

—Sí, sí, por supuesto. ¿Puedo ayudarlo?

—Me vendrías bien. Tenemos que ser cautelosos, estamos en algo bastante turbio, me parece. Tengo la teoría de que estamos siendo vigilados, a causa de algún experimento social —comentó Ramiro en un susurro.

—Esa es una excelente teoría... Pero deberíamos tener más imaginación, los micrófonos estaban muy expuestos para quien sabe buscar, ¿no? No debemos rendirnos, tenemos que seguir buscando y seguir pensando más hipótesis. No podemos escatimar en pensamientos, todo lo que se nos ocurra debemos decirlo. No hay límites para quien nos metió acá, así que para nosotros tampoco debería haber límites —opinó su acompañante con tono decidido. Él también quería salir de ese lugar, costara lo que costara.

—Me gusta tu pensamiento. Creo que nos están infravalorando, deben pensar que no somos tan inteligentes como nosotros creemos, debemos demostrar que están equivocados. No es hora de rendirse. Vamos a encontrar la salida.

Desde la otra punta del búnker, los otros sabios miraban a José y Ramiro con atención. Estaban demasiado cerca, cuchicheando con seriedad. Algo estaba pasando, sabían que Ramiro no les iba a contar, así que debían averiguarlo por sí mismos. No iban a dejar que el sabio del medio descubriera lo que pasaba a su alrededor.

Todavía no.

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