Prólogo: Cosas que me gustaría saber, y no sé
El día era completamente lluvioso la vez que se cuestionó lo que había sucedido, de nuevo.
O quizás cuestionarse no era la palabra correcta, más bien pensar. ¿Pero cuánto se podía pensar en algo sin que se volviera una costumbre repetitiva? Era difícil saberlo con exactitud, aún más por el hecho que Robin no llevara su vida de un modo lineal. Él sabía, con exactitud infinitesimal, el momento preciso del tiempo en que se encontraba; pero era incapaz de superar un momento pasado. Sin importar lo que hiciera, sus pensamientos siempre parecían llevar a esa misma chica, esa irrespetuosa princesa que no podía decir cinco palabras sin maldecir y que siempre lucía de un modo diferente.
¿Cuánto podía durar el luto? Irónicamente, no tenía una respuesta para esa pregunta temporal. Demasiado subjetiva para él. Solo sabía que, desde que se había quedado en la comunidad tras el funeral del magister, los días lluviosos se habían repetido uno tras otro. Lo que más había extrañado de la comunidad durante su tiempo en el mundo humano había sido el perfecto clima, pero quizás esos habían sido los recuerdos de un niño ingenuo que había vivido demasiado atrás. De todos modos, ningún brujo tampoco se estaba molestado en hacer magia para mejorar el clima, tan gris como era el ánimo de todos.
Ella no podía haberlo matado, no la cambiaformas que se había negado durante días siquiera a besarlo por temor a las consecuencias políticas que eso podría traer. ¿Por qué habría de hacerlo? Eso tenía tan poco sentido como creer que el magister se había suicido, en toda la historia no había un solo registro de que un brujo hubiera cometido suicidio. ¿Entonces cómo explicar lo que había sucedido? Nadie tenía problemas en señalar a una descendiente de Loki como la responsable, después de todo los cambiaformas siempre habían sido vistos como seres malvados por naturaleza. ¿Pero no se trataba de los mismos seres que lo habían hospedado una noche y habían compartido su cena con él a pesar de ser un completo desconocido?
Robin había dedicado toda su vida al estudio, no porque quisiera ser un buen guardián del tiempo, sino porque deseaba comprender más que nada a esa extraña niña que una noche había aparecido en su casa; que él mismo había llevado allí mejor dicho. Los cambiaformas no eran seres malvados, tan solo no se preocupaban en lo que los demás decían sobre ellos como para intentar desmentirlo. Eran traviesos, y problemáticos, pero no eran malvados para nada. ¿Cómo podía ser malvada una chica que, contra cualquier lógica, se había presentado en el funeral del magister aún sabiendo que era buscada por ser acusada de provocar esa muerte? Él había escuchado su desgarrador grito al decir que había sido su padre también, y la había visto contener las lágrimas mientras se despedía. Y nadie, jamás, lo convencería de que Nina Loksonn no había llorado por la muerte de un brujo.
Los días no habían sido de los mejores desde entonces. Aún cuando sabía que, teóricamente, no tenía nada que hacer allí al haber renunciado a su nombre no podía simplemente abandonar a su familia con lo que estaba pasando. James se había pasado los días desde que lo había vuelto a ver reclamándole, de aquel modo desinteresado e indiferente que tenía su hermano para ocultar que le importaba, el hecho que no le dedicara tiempo o atención. Si hubiera intentando partir, James no lo hubiera detenido, pero si Robin apenas podía con la situación no quería imaginar cómo estaría su hermano mayor quien había pasado cada día de su vida junto a su padre. Eso sin mencionar a su madre...
Se detuvo al escuchar los ruidos de golpes seguido de las crueles acusaciones. Apuró el paso, reloj en mano en caso que fuera necesario aprovecharse del tiempo pero ya alguien había intervenido para el momento en que encontró la escena. El niño cambiaformas miraba desde el suelo con rencor a los dos jóvenes brujos que lo habían hecho terminar allí en primer lugar, posiblemente por magia al no querer tocar a lo que llamaban escoria. No era el primer altercado que había sucedido en las últimas semanas. Cada vez eran más frecuentes, y los adultos pretendían hacer ojos ciegos ante semejante maltrato hacia los cambiaformas.
Estos últimos eran cada vez menos en la escuela, los estudiantes extranjeros la abandonaban cada día ante el radical cambio de trato. ¿Cómo un sitio tan armonioso como había sido antes había cambiado tanto? Culpó al clima, pero Robin sabía que el clima era solo otro de todos los efectos colaterales tras la muerte del magister. No sabía cuántas situaciones de abuso como esas había detenido, o cuántos brujos le habían discutido con fiereza que los cambiaformas se lo merecían. ¿Cómo una generación tan joven podía ya tener tanto odio? Posiblemente la única razón por la cual los niños no se atrevían a discutirle una vez que daba por terminado el asunto era porque se trataba de un guardián del tiempo y no existía posición más respetada entre ellos.
En esa ocasión el instructor de esgrima se le había adelantado, o antiguo instructor considerando que la esgrima había sido prohibida. Otra de las múltiples medidas tomadas contra los cambiaformas tras la muerte del magister. Sin importar cuánto los brujos dijeran que se trataba de una medida de protección al no confiar más en los cambiaformas, Robin parecía el único capaz de ver el horror que eso significaba para los otros. ¿Prohibirles los duelos a los cambiaformas? Eso seria como prohibirles a los brujos utilizar magia.
—No quiero volver a ver comportamiento similar o me aseguraré que sean castigados —dijo el instructor seriamente.
—No tienes autoridad alguna aquí —respondió uno de los brujos—. Además, se lo tienen merecido si la zorra que llaman princesa mató a nuestro magister.
—¡No lo hizo! —gritó el cambiaformas en el suelo.
—¡Es una asesina como todos ustedes! ¡Se merecen lo peor!
—Y ustedes ciertamente necesitan una lección de modales —intervino Robin y ambos brujos callaron ante su presencia—. A sus habitaciones, ahora.
—Sabe que estamos en lo cierto —dijo uno de los niños.
—Ahora —repitió Robin seriamente y levantó una mano teniendo ya un reloj de bolsillo—. ¿O quieren que yo me haga cargo de ello?
Ninguno de los niños discutió al momento de darse vuelta y partir, aunque siguieron murmurando maldiciones e insultos. No existía magia más poderosa que la del tiempo, no se meterían con algo así. Siguió a los niños con su mirada hasta verlos desaparecer antes de darse vuelta para fijarse en los cambiaformas. El instructor fue rápido en coger al niño por los brazos y ayudarlo a ponerse de pie. Se agachó para estar a su misma altura, algo Robin había visto hacer a varios cambiaformas cuando tenían que lidiar con alguien más pequeño.
—Escúchame muy bien, recoge tus cosas y regresa a Rike —dijo el instructor.
—No huiré como un cobarde —respondió el niño.
—No estás huyendo como un cobarde —dijo él y chasqueó los dedos para recuperar la atención del niño cuando este desvió la mirada—. Hey, escucha. Escucha. Un cobarde tiene miedo de pelear por lo que cree, un buen duelista sabe cuando retirarse y cuando no.
—Pues no me retiraré.
—¿Qué es el odio? Vamos, préstame atención, es una de nuestras primeras enseñanzas. ¿Qué es el odio?
—Una enfermedad —respondió el niño a regañadientes.
—¿Y qué hacemos con una enfermedad? —preguntó el joven.
—La evitamos para no contagiarnos.
—Eso es. Así que irás a tu habitación, recogerás tus cosas y regresarás a Rike. Estoy seguro que tus padres deben quererte en casa. No estamos huyendo, estamos siendo buenos duelistas —dijo el joven sosteniéndole la mirada al niño y bajó su voz—. Krig kommer.
El niño miró con temor a Robin por más que él pretendió no prestar atención. El nórdico también había sido prohibido en la escuela ya que los brujos no podían comprenderlo. Como si los cambiaformas fueran seres viles que practicaban esgrima para asesinar y hablaran en su lengua natal para complotar contra los brujos. ¿Qué más dejarían que les fuera quitado antes de responder? No duelos, no vigilia, no nórdico... Si eso no era suficiente el trato recibido definitivamente los estaba ahuyentando de regreso a su tierra.
—Loksonn lojalitet —susurró el joven.
—Loksonn lojalitet —repitió el niño.
No era la primera vez que Robin escuchaba esas palabras, tan agudo como su oído era para el nórdico luego de haber sido tan atento con Nina cuando ella hablaba en su idioma natal. Tampoco había pasado por alto el hecho que cada cambiaformas últimamente parecía tener una tendencia por el rojo, desde el color de cabello hasta discretas prendas como calcetines. Cualquier otro brujo lo hubiera pasado por alto pero él sabía lo que ese color significaba, era el color del poder y de la nobleza. El fuego era el símbolo de los Loksonn.
El niño asintió y partió obedientemente. ¿Qué tan mal estaba el mundo cuando los cambiaformas eran más ordenados y educados que los brujos? El instructor no había necesitado más que unas pocas palabras para convencerlo sin necesidad de recurrir a una amenaza. Robin estaba seguro de saber su nombre a pesar de no recordarlo, Nina debía de haberlo mencionado en algún momento si después de todo ellos dos eran buenos amigos. Muy buenos amigos, con todo lo que eso implicaba entre cambiaformas para disgusto del brujo.
—Deberías seguir tu propio consejo e irte también —dijo Robin—. Antes que las cosas empeoren.
—Mientras quede un cambiaformas aquí no me iré, alguien tiene que cuidarlos si tu gente está tan empeñada en recordarnos que ya no somos bienvenidos —respondió el joven sin mirarlo—. Un consejo, solo para que aprendan un poco de educación. Si lo que quieres es deshacerte de alguien tan solo dilo directamente en vez de quitarle todo lo que le importa y tratarlo como la mierda esperando que se vaya por su cuenta. Si tienen un problema con mi gente, hágannoslo saber, pero no se la carguen con los niños.
Ellos definitivamente tenían algo por los más pequeños. Nina le había contado una historia sobre cómo Loki había salvado a un niño, sus historias eran sus modos de explicar sus costumbres. Ella también había tenido debilidad por los niños pequeños. ¿Cómo convencer al joven que él no disfrutaba para nada de esa situación? No estaba de acuerdo con el modo en que los brujos estaban actuando, pero los cambiaformas tampoco parecían dispuestos a aceptar que un brujo estuviera de su lado y contra su propia especie. ¿Quién lo creería? Una prueba irrefutable de su notable locura.
—Tiene que haber un modo de solucionar esta situación —dijo Robin.
—Nos han ofendido y humillado, en todo modo posible e imaginable, por un crimen que no cometimos —dijo el joven aún dándole la espalda—. Pídannos perdón y lo consideraremos.
—Sabes que eso jamás pasará.
—No, porque son demasiado orgullosos como para admitir que están equivocados y creen que eso sería rebajarse a nuestra altura. Rike no perdonará jamás semejante trato.
—Nina lo haría.
—No. No creas, ni por un instante, que conoces a mi princesa. Nina sería la primera en echar abajo este lugar y exigir que nos rogaran perdón por lo que nos están haciendo. Pero ella no está aquí, porque tu gente la ha acusado de un asesinato que no cometió. ¿Por qué demonios querríamos muerto al magister? Pero, he aquí una advertencia, brujo. Espero, por el bien de tu gente, que nunca le pongan una mano encima a nuestra princesa porque entonces no dudaremos en declararles la guerra y Rike no ha perdido ninguna batalla en toda su historia.
—Deseo la guerra tanto como tú.
—Me es difícil creerlo. Sabes, yo era de quienes solían creer que la convivencia era posible. No comprendí por qué Nina se rió de mí cuando se lo admití o por qué tenía tan poca fe en eso, ahora lo veo tan claramente. Ella vio lo fácil que ustedes podrían cambiar de opinión y lo que pasaría si ese fuera el caso.
—Aún podemos intentar solucionarlo.
—Nos han quitado nuestras espadas, nuestro idioma, nuestra tradición. Han insultado a nuestra princesa y han maltratado a nuestros niños. No creo que esto se pueda solucionar.
—Ella podría.
—Ella no está aquí por culpa de tu gente.
—¿Entonces dónde está?
—No lo sé.
—Mientes.
—¿Crees que te diría si lo supiera?
—No, y por eso mismo sé que mientes, porque jamás delatarías a tu princesa. Pero también sé que ella es tu mejor amiga, y que alguien debe haberte dado la orden de permanecer aquí para cuidar de los cambiaformas que quedan hasta que ya no haya ninguno —dijo Robin—. No tengo planeado entregarla. No quiero hacerle daño. Tan solo deseo encontrarla y hablar con ella.
—Ese es el asunto, brujo. Si ella quisiera ser encontrada, estoy seguro que te lo haría saber; pero puedes esperar una eternidad antes que yo te diga algo al respecto.
—Te lo pido —dijo Robin y el joven rió.
—¿Un brujo pidiéndole algo a un cambiaformas? Ella estaba en lo correcto al decir que los de tu tipo están locos. Un consejo, solo para que lo aprendas por el resto de tu vida. No estás en ningún derecho de pedirme algo cuando no me tienes respeto, y no esperes que te ayude por eso.
—Le tengo respeto a tu gente.
—¿Sí? Porque no le tienes respeto a mi princesa, y eso es no tenerle respeto a todos.
—Quiero hablar con ella. No la culpo de lo sucedido.
—Tampoco te veo intentando decirle a tu gente que no lo haces —dijo el joven fríamente—. No atreverse a desenvainar tu espada, es lo mismo que no pelear en el duelo en absoluto.
Fue incapaz de responder ante esas palabras, y el joven partió antes que Robin pudiera pensar con claridad. ¿Culpaba a Nina por lo sucedido? Ella no podía haber matado al magister, pero un brujo jamás se suicidaría. No sabía en qué creer. Tal vez, si la encontrara, ella podría ayudarlo a comprender. ¿Pero deseaba encontrarla? Ella estaría furiosa, lo odiaría por cómo los brujos estaban tratando a los cambiaformas si estaba al tanto, lo trataría incluso peor que el instructor de esgrima. Quizás ese era el verdadero motivo por el cual no había abandonado la comunidad, porque sabía que ella debía de haber huido al mundo humano y Robin sabía que si ponía de nuevo un pie allí no podría contra la tentación de buscarla.
Le dolía ver a la escuela en tal estado, ver el sueño de su padre ser destruido por el abandono. Los corredores estaban simplemente tan vacíos y sin vida. Faltaban las risas y los colores de los cambiaformas, la alegría que solo ellos aportaban. Y lo odiaba, porque el magister había puesto tanto empeño en esa integración para que quedara de lado tan fácilmente. Él estaría espantado de ver en lo que se había convertido la escuela. Robin no había notado cuánto le aportaban los cambiaformas a la vida, hasta que estos habían dejado de sonreír.
¿Cuánto más podía durar la paz antes que el rencor que estaba creciendo entre las dos especies explotara en una guerra? Solo bastaba una chispa para encender la pólvora que cada día se acumulaba más. Quizás ellos tuvieran razón, quizás el odio realmente fuera una enfermedad contagiosa. Extraño, considerando que nunca lo había visto de ese modo. ¿Un sentimiento como una enfermedad? Pero los cambiaformas siempre habían sido extraños y habían visto el mundo de un modo diferente.
Intentó pensar en lo que haría el magister porque debía haber algún modo de solucionar la situación pero él nunca había comprendido mucho de política o cómo jugar ese delicado juego. Varias veces había cruzado por su cabeza la idea de saltar unas semanas atrás para volver a ver al magister y hablar con él, preguntarle qué hacer; pero no confiaba en sí mismo como para no intentar cambiar el pasado. ¿Y aún si lograba juntar la fuerza para volver a ver al magister y mantenerse impasible sin revelar el futuro, qué le aseguraba que no pudiera cometer algún desliz que provocara de algún modo lo que había sucedido? No, todavía no estaba listo como para enfrentarse a una escena similar.
Además, aún si encontrara al magister en el pasado, nada le aseguraba que obtendría las respuestas sobre lo que había sucedido. Le enloquecía tener semejante poder y ser incapaz de utilizarlo para cambiar el pasado. La muerte no podía ser cambiada, al menos no sin un gran precio; y el magister había sido claro en su carta final al rogarle que aceptara lo que había sucedido y no intentara nada semejante. No podía traicionar su último deseo. ¿Entonces qué le quedaba? Nada más que la impotencia y la frustración, porque no podía cambiar el momento en que había sucedido, pero si no hubiera estado inconsciente entonces tal vez hubiera podido evitarlo. Su vida sería mucho mejor si lo hubiera evitado.
Se detuvo frente a las desgastadas puertas del templo. No sabía cuantas acusaciones habían sido escritas por brujos y borradas por cambiaformas allí. ¿Qué decía eso de su propia especie si habían caído en el vandalismo contra un lugar sagrado para otros? Loki debía de estar tan furioso, si siquiera le importaba el asunto. Por un instante temió que las puertas no estarían abiertas esa vez, pero cedieron tan pronto como las empujó. Era extraño ya que había escuchado a varios brujos quejarse sobre cómo estaban firmemente cerradas y ningún tipo de magia podía abrirlas. Casi tan extraño como que el sol siempre bañara el interior de la blanca habitación, aún cuando fuera llovía a cántaros.
Había algo en la burlona pose de la estatua de Loki en el centro, o en la peligrosa astucia de su mirada. Pero, más allá de eso, había una paz indescriptible en ese luminoso lugar. Milenios de historia de cambiaformas estaban esculpidos en los muros, la luz atravesaba el cristal del techo como si Baldr le sonriera a Loki. Le hubiera gustado ser capaz de leer lo que decían los escritos, reconocer al menos un símbolo pero si el nórdico ya era incomprensible al oírlo el alfabeto era aún peor. Tantas cosas por saber, tanto tiempo, y aún así nadie que le enseñara. ¿Entonces cómo saciaría su curiosidad?
—Que esto no sea tan ridículo como se siente —murmuró por lo bajo antes de encarar a la imponente estatua del Dios—. Loki, no tengo idea de si me estás escuchando. De hecho, no tengo idea de si te importa lo que un brujo tiene para decir. Si eres como todos dicen, entonces de seguro me estás escuchando solo para reírte de mí por lo que estoy haciendo. Ni siquiera yo sé qué estoy haciendo ahora mismo. Pero tiene que haber algo que puedas hacer, porque si este conflicto escala... Una guerra no se encuentra precisamente en el futuro que deseo. Y sé que no eres inútil, porque la salvaste esa vez; tal como te pedí que hicieras. Entonces ayúdame con esto, porque no puedo hacerlo solo. Y cuida de Nina, donde quiera que esté, porque es tu descendencia y si alguien puede saber cómo arreglar esto es ella.
Si esperaba alguna señal de que Loki lo había escuchado, no hubo ninguna. ¿Por qué lo habría? Él no era nada para el ser que los cambiaformas llamaban Dios, si siquiera comprendía lo que eso implicaba. Los brujos no tenían religión, no del modo en que los cambiaformas lo tenían, y sinceramente Robin no entendía el punto en hablar al vacío esperando que un sujeto encadenado en una cueva lejana lo escuchara y pudiera hacer algo al respecto. Pero Loki había respondido una vez y quizás, si se trataba de nuevo de un asunto que implicaba a su descendencia, lo haría de nuevo.
Pero no hubo respuesta alguna, a excepción de la intrusión de un voyeur. Robin ni siquiera fingió estar sorprendido cuando James aplaudió de un modo burlón detrás de él. Si el mejor modo que su hermano tenía de lidiar con el duelo era molestarlo entonces bienvenido fuera, era mejor a cualquier otra cosa. Aún si James era incapaz de demostrarlo, sabía que era quien más estaba sufriendo de los dos. Su pequeño pasatiempos de preparar pociones se había convertido en una obsesión a tal punto que Robin temía por lo que estuviera haciendo realmente.
—Muy bien. Muy bonito, de hecho. Esperemos que nuestra madre jamás sepa de semejante sacrilegio o creo que podrías provocarle un ataque. Bueno, no es como si de todos modos pudiera desheredarte pero creo que la situación familiar ya está bastante tensa como para empeorarla. Aún más luego de la última pelea —comentó James.
—¿Y cuál ha sido esa? Me es difícil llevar la cuenta si no están en el buen orden.
—A mí me es difícil conversar contigo si nunca sé lo que has vivido y lo que no —dijo James fingiendo desinterés al pasearse por el templo—. Al menos algunas cosas no han cambiado, sigues huyendo a los lugares que crees que no pueden alcanzarte luego de discutir con los mayores. De niño era un maldito árbol, ahora esto. ¿Cuántos huesos rotos tuve que curarte porque te caías al escalar? Pero tú siempre tenías que trepar más alto, porque estabas seguro que nadie te buscaría en algo tan normal e inútil como un árbol. Supongo que es cierto lo que dicen respecto a que una fuerza superior protege lo que los cambiaformas consideran suelo sagrado.
—Nunca había escuchado algo similar —admitió Robin.
—Verás, este es el asunto: los cambiaformas tienen la extraña creencia que en tiempos difíciles siempre encontrarán su santuario de paz y tranquilidad si se encuentran fuera de su hogar en donde nadie, excepto su propia especie y los extraños de buenas intenciones, pudieran entrar. O al menos eso creo haber entendido, papá tenía una obsesión por instruirme en cultura de cambiaformas y aprendes a la fuerza si creces durante años conviviendo con su caprichosa princesa. El asunto es que hay varias quejas de brujos que han intentando entrar aquí y no han podido, culpando a nuestros cohabitantes por supuesto, y nuestra honorable madre ha intentado entrar por su cuenta para echar abajo este sitio pero no ha podido. Ahora, he aquí lo curioso, revisé los registros de papá al momento de construir la escuela y no hay una sola hoja que diga que magia fue aplicada en este sitio para protegerlo —dijo James tranquilamente y le sonrió ante su conocimiento—. ¿No es curioso? Sin contar el evidente hecho que aquí está soleado cuando el clima es una mierda fuera. Quizás orejas puntiagudas tenga algo que ver con eso.
—Sí, no creo que les guste a los cambiaformas si llamas a su Dios de ese modo.
—No es con ánimos de ofender, y por lo que tengo entendido el sujeto tiene sentido del humor. ¿Además no es decir la verdad? Ellos tienen orejas puntiagudas. No como los elfos, eso ya sería exagerar, pero las tienen por más que no las muestren tanto como tienen pequeños colmillos también. Son salvajes, después de todo. Papá me mostró varios documentos a los que solo el magister podía tener acceso, algunos registros de cambiaformas muertos. He visto imágenes de estos, se supone que toman su verdadera forma cuando mueren.
—Pues no deberías haberlo hecho —dijo Robin seriamente, captando su atención—. ¿Tienes idea de lo que significa para ellos su verdadera apariencia? Ni siquiera cuando mueren permiten que otros la vean. No tienes derecho a violar su intimidad de ese modo.
—Y luego yo intento defenderte con nuestra psicótica madre cuando dice que nuestra princesa fugitiva te ha envenenado la mente con sus ideas de cambiaformas —dijo James y suspiró al sacudir su cabeza—. Estoy de tu lado aquí, intento ayudarte, pero no lo haces nada sencillo si sueltas declaraciones de ese estilo frente a nuestra ya neurótica madre o no te esfuerzas mucho en ocultar que tuviste un affaire con esa chica.
—Yo no...
—No te molestes en negarlo. He estado con las suficientes chicas como para saber cuándo mi pequeño hermanito se ha liado con una. No te juzgo por ello. Digo, soy tu hermano. ¿Además, quién no querría conseguir algo con una cambiaformas? Pueden cambiar su aspecto a su antojo. Tan solo, no busques nada serio allí, ya sabes cómo son. ¿Y cómo podrías tener algo serio con alguien que no sabes siquiera cómo luce realmente?
—¿Puedes detenerte allí?
Quizás hubiera pasado demasiado tiempo con cambiaformas, o quizás James fuera un imbécil. Ambas eran igual de probables. ¿De todos modos, cómo comenzar a explicarle a su hermano algo que ni siquiera él comprendía? No sabía con exactitud qué había sucedido entre Nina y él ni estaba cerca de descubrirlo. Ella simplemente se había ido, y él... Bueno, él todavía no se había decidido a seguirla. Pero no era su culpa, alguien tenía que quedarse para asegurarse que su madre no cometiera ninguna venganza contra los cambiaformas a pesar de todas las discusiones que eso le había costado.
—¿Crees que ella lo mató? —preguntó Robin.
—¿Sinceramente? No lo sé —dijo James y se encogió de hombros para la incredulidad de su hermano—. Ya te he dicho lo que parecía la escena, pero a pesar de todo lo que dijera el pajarito quería a ese hombre. Hubo una vez en que él estuvo enfermo. Bastante grave por cierto, no sé qué clase de extraño virus de otra especie había contraído. Ella apareció al tercer día. No abandonó su lado ni una sola noche, no sé cuántas veces la encontré dormida en el suelo velando por él. Me recordó a tus días de perro. ¿Debería haberla apresado al encontrarla en la escena del crimen? Ciertamente. Lucía bastante culpable. ¿Lo hice? He tenido tiempo para pensar, y lo cierto es que no puedo juzgarla sin escuchar su versión de los hechos. Un buen político no toma decisiones apresuradas sino que escucha la historia desde todos los ángulos.
—Sí, bueno, díselo a Valerie.
—Nuestra madre siempre ha tenido inestabilidad cuando se trata de esa chica pero de momento es quien está a cargo, después de todo es el garante del magister a menos que se pidan elecciones y la gente parece no querer tal cosa.
—Solo porque el magister haya muerto, no significa que debamos conformarnos con quien tomó la voz y acusa a alguien. Los problemas no se solucionan al señalar un culpable —dijo Robin—. Deberían pedir elecciones.
—Nadie lo desea. Y tú no puedes involucrarte en política, la logia del tiempo no tiene relación alguna con la comunidad.
—Tú deberías pedirlas —dijo Robin y James desvió la mirada—. Él te estaba preparando para que tomaras su lugar. Los brujos te escucharían, te elegirían si alzas tu voz y ciertamente gobernarías mejor que como lo está haciendo ella. Si la guerra todavía no se ha declarado es porque tú has sido la voz de la razón en todo este caos, no has cedido a sus demandas de romper el acuerdo con Rike.
—Es lo que él me dejó escrito. Su último deseo fue que no rompiera ese acuerdo, y no lo haré —respondió James sin mirarlo—. Lo cual es ridículo porque de todos modos esta situación está cada vez peor.
—James, ella no piensa con claridad cuando se trata de Nina. La culpa, como siempre ha hecho, de haberme perdido como hijo y ahora porque culparla es más sencillo que considerar la otra opción.
—Entonces tal vez deberías escucharte —dijo James y Robin calló—. Supongo que todos actuamos un poco precipitadamente porque su muerte nos tomó por sorpresa. Él solía decir que nunca debes tomar decisiones definitivas cuando el sentimiento no es definitivo, sea lo que sea que eso signifique. Pero creo que él quería que permaneciéramos los tres unidos.
—Creo que es un poco difícil si ella no está aquí y a ti difícilmente parece importarte algo. ¿Qué has hechos estas semanas más que fingir que no te afectó lo sucedido?
—Al menos no huyo como tú.
—Tampoco te involucras.
—Ni tú.
—Pues no lograremos nada si nos quedamos sin hacer nada.
—¿Y qué sugieres que hagamos? Esto es política de primer nivel. Esto es los cambiaformas y los brujos a una chispa de una guerra total y eso no suena para nada bien. Ellos nos declararán la guerra si nosotros no lo hacemos primero porque Rike se niega a reconocer la culpabilidad de su princesa en la muerte de nuestro magister. ¿Entonces qué crees que podemos hacer? Ilumíname si tanto sabes —dijo James y se fijó en la estatua de Loki—. ¿Crees que él tiene una respuesta? No es nada más que otro ser que los cambiaformas primitivamente llaman Dios.
—Tú eres quien sabe de política, tú deberías hacerte cargo de la situación tal como él hubiera querido en vez de quedarte a un lado sin hacer nada —respondió Robin.
—Pues no sé cómo lidiar con algo similar. ¿Crees que unas pocas clases de política bastan para saber cómo solucionar un conflicto interracial como este? Intenta razonar con los nobles de Rike a ver si te escuchan, porque ellos no escuchan a nadie.
Era un caso perdido, razonar con los nobles de Rike era tan imposible como razonar con su propia madre. ¿Entonces cómo evitar lo que parecía inevitable? El mejor futuro posible era aquel en el que no había guerra. ¿Cómo negociar para reestablecer un buen trato cuando ninguno sabía la respuesta? No era como si simplemente pudiera ir a Rike a hacerse escuchar, los nobles no le guardaban específicamente cariño luego del incidente con el anillo en donde había atacado a una de ellos. Mandar a James tampoco parecía una opción, los nobles eran bastante despectivos hacia cualquiera que no supiera tratarlos correctamente y solo los cambiaformas sabrían cómo era eso.
Sin contar que, aún si conseguían arreglar las cosas con Rike, seguía pendiente el asunto de arreglar la situación dentro de la comunidad. Los cambiaformas estaban siendo amables al no responder todas las ofensas que se les estaban haciendo, quizás porque estuvieran esperando a que no quedara ninguno de ellos en territorio de brujos para atacar. ¿Pero cuánto tiempo más soportarían? Si la comunidad seguía acusándolos, tarde o temprano responderían. ¿Cómo solucionar el problema de un modo pacífico?
—No, los nobles jamás escucharían a un brujo sin importar quienes seamos —dijo Robin mirando a Loki—. Pero escucharían a su princesa sin importar lo que les diga. ¿No te parece extraño que hasta el momento ellos no nos hayan declarado la guerra? Han iniciado guerras por menos.
—¿Crees que ella tenga algo que ver?
—Nina es capaz de hacer cualquier cosa para evitarle mal a su pueblo. Retrasará cualquier declaración de guerra de parte de Rike hasta el final, o al menos hasta que esté segura de poder ganar de un modo rápido y con el menor daño posible. Un buen duelista sabe escoger sus batallas y el momento preciso para atacar... —dijo Robin y murmuró por lo bajo una maldición en italiano al comprender—. No se están retirando o siendo tolerantes, se están preparando. Van a responder, tan solo están esperando el momento correcto.
—Bien, eso podría ser un gran problema. No deseo una guerra aún cuando ganaríamos. ¿Tienes idea del desastre diplomático que implica?
Ciertamente no, pero tampoco estaba seguro de si los brujos ganarían en caso de una guerra contra los cambiaformas. Él había visto con demasiada facilidad a Nina hacerse pasar por una bruja sin ser reconocida, no quería imaginar si esa estrategia era utilizada en caso de una guerra. ¿Cómo ganar si no podrían confiar en ellos mismos? Y, realmente, él no quería una guerra, no con los cambiaformas de todos los seres posibles. Rike no negociaría, los nobles tampoco oirían a quienes eran don nadies. ¿Era esto todo lo que Loki podía hacer tras pedirle ayuda, si siquiera lo había escuchado? ¿Enviarle a su hermano para remarcarle lo evidente al comportarse como el inútil malcriado que era y...?
—Eres el hijo del magister —dijo Robin repentina.
—Increíble que lo notaras, no es como si compartiéramos padres —respondió James.
—Eres el hijo del magister, el primogénito, el heredero —dijo Robin y rió—. En términos de cambiaformas, eres algo así como un príncipe. Puedes intentar negociar y te escucharán.
—Creí que habíamos llegado a la misma conclusión de que hablar con Rike es imposible.
—Pero no con Nina. Tenemos que encontrarla y hablar con ella.
—Sí... No creo que vaya a estar del mejor humor. No sé si lo has notado pero ella y yo mantenemos una cordial relación de odio mutuo, aún mas luego de esa molesta broma que me jugó el semestre pasado —dijo James frunciendo el ceño—. Debería pedirme perdón de rodillas por eso.
—Dice que te lo tenías merecido.
—Esa chica inventará cualquier excusa con tal de justificar sus actos.
—¿Puedes dejar tu egoísta asunto de lado por una vez? Evitemos esta guerra, y luego si quieres puedes vengarte de ella.
—¿Así que yo soy la excusa que estabas esperando? ¿Realmente hemos caído al punto de utilizarme como excusa para buscar a Nina? Hazte un favor, los cambiaformas no son muy apegados o buscan cosas serias. De hecho, pasan de página muy rápidamente. No esperes nada de ella.
—En todo caso es mi asunto.
—Solo intento darte un consejo. Yo soy el mayor aquí.
—Estas al tanto que en total debo haber vivido más tiempo que ti. ¿Verdad?
—Atemporal, no cuenta —dijo James y le guiñó un ojo—. En cuanto a órdenes, yo soy el mayor. Pero si se trata de conservar el encanto de la juventud, entonces si, soy más joven que tú. Aunque, si quieres olvidarla, quizás pueda ayudar con eso. Una vez mamá me pidió que preparara una poción para olvidarte de la persona por la cual andas liado, creo que funcionó bastante bien según me dijo.
—¿Por qué ella te habría pedido tal cosa? —preguntó Robin confundido.
—No lo sé. ¿Quién sabe? ¿Alguna de sus amigas? Yo no me meteré en asuntos de mujeres que ya pasaron los tres siglos. Eso sí es escalofriante. El punto es que funciona perfectamente.
—James, déjame lidiar con mis asuntos a mi modo. Llevo toda una vida haciéndolo y me ha ido bastante bien.
—Solo te ofrezco mis servicios, no estoy diciendo que deberías tomarlos —respondió James tranquilamente—. ¿Entonces qué? ¿Cómo planeas encontrar a una chica que puede estar en cualquier parte, luciendo de cualquier modo?
—Difícil, pero puedo hacerlo. Nunca antes lo he intentado desde cero pero dame un lugar de dónde comenzar y creo que puedo rastrearla. Quizás deberíamos comenzar por Holland, será más fácil de encontrar y ella puede darnos una pista sobre dónde puede estar Nina.
—¿Hablas de la linda pelirroja? Si es así estoy completamente dentro. Creo que la bruja me confundió con algún ex la última vez pero eso no me detendrá —anunció James decididamente.
Robin se detuvo ante esas palabras y miró a James un momento más de lo necesario. Su hermano no era precisamente un brujo que pudiera ser confundido con cualquier otro, no si había sido el único hijo reconocido del magister. Él no sabía con exactitud qué asunto callaban Nina y Holland, pero había estado bastante seguro que este involucraba a su hermano. Se fijó en James. No estaba mintiendo, Robin había crecido siendo engañado por su hermano como para ser capaz de reconocer cuando estaba mintiendo. Ella era una exiliada. Las piezas encajaron perfectamente.
—Tenemos que irnos. Ahora —dijo Robin.
—¿Así sin más? ¿No podemos coger algunas cosas o esperar a la cena?
—No. No haremos nada de eso —dijo Robin cogiendo a su hermano por el brazo—. Y tú te vienes conmigo. Es mejor que Valerie no nos vea.
—Estará molesta si partimos sin despedirnos.
—Créeme, es mejor que no nos la crucemos. Además, tú eres el que siempre se queja de cómo no pasamos tiempo entre hermanos. ¿No crees que un viaje juntos lo solucione?
—Si insistes... —dijo James sonriendo como un idiota.
El problema del increíble talento que su hermano presumía tener al preparar pociones, era que estaba a la altura de lo que decía. Eso tan solo sumaba un asunto más del cual ocuparse y, realmente, estaba comenzando a temer descubrir los límites de su paciencia.
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