Capítulo 4: No es un buen momento
¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que lo había visto? Esa era la palabra clave, tiempo. Me era imposible saberlo con exactitud si él no vivía de un modo lineal. Deseaba tanto besarlo. Maldito idiota por ser así y por provocarme sentimientos. ¡Un brujo loco no tenía derecho a hacerme esto! Mucho menos uno que no debía saber nada sobre los días que habíamos pasado juntos, o que él pasaría conmigo. Había olvidado lo fácil que lograba provocarme migrañas. Pero al menos este Robin lucía más feliz que su versión futura, aunque no tanto como la primera vez que lo había visto.
Ni siquiera me molesté en disimular al momento de saltar sobre él para abrir su chaleco y desprender los primeros botones de su camisa. Robin intentó detenerme pero de todos modos ya había visto lo que deseaba. El reloj sobre su piel marcaba las cinco y media. La última vez que lo había visto, a la versión más futura de él, su reloj había marcado casi las doce en punto. A solo un segundo de la muerte. Este Robin aún no había cometido una infracción tan grande como para costarle todo, pero lo haría, y tenía que haber un maldito modo de evitarlo.
—¿Intentas quitarle la ropa a todos los hombres que te cruzas? —preguntó él.
—Déjame ir —dije.
—Tenemos que hablar.
—¡Pues te has tomado tu tiempo para esto! —dije molesta.
—Estaba ocupado.
—¿Tiene que ser justo ahora? ¡Eres un maldito guardián del tiempo! ¡Búscame en otro momento!
No, no ahora mismo. El kitsune sabía que lo había engañado, y quizás yo pudiera lidiar con los de su tipo pero no haría que Holland o Robin tuvieran que pasar por algo similar. James era parte del paquete, lástima. Los kitsunes tenían esta ridícula obsesión con tener siempre la última palabra, no dejarían pasar un engaño. ¡Y sin importar cómo, yo tendría la última palabra! Pero el problema era que sabía cuan imposible resultaba deshacerse de Robin excepto que él se fuera por su cuenta. ¿Cómo huir de un guardián del tiempo?
—¿Sí? Pues suerte intentando deshacerte de mí —dijo él.
Lo miré un instante y luego el cuchillo en mi mano. ¿Por qué demonios era incapaz? No era más que un maldito brujo, tan egocéntrico y arrogante como cualquier otro. ¿Cómo podía ser tan débil? No sería algo permanente, solo lo suficiente para que yo estuviera lejos cuando recuperara su magia. ¿Entonces por qué me negaba cuando con James no había dudado? Cerré fuertemente mis manos ante la frustración. Lo odiaba. Esto no podía estar pasándome a mí. Me di vuelta solo para encontrarlo allí también. El maldito brujo podía controlar el tiempo a su antojo, estaba condenada si había decidido no dejarme en paz.
—No quieres estar cerca de mí ahora mismo, créeme —dije.
—No creo que tengas opción.
—Posiblemente me esté persiguiendo un kitsune cabreado, además de tu odioso hermano.
—Oh, sí, yo le dije a James que podía acompañarme.
—¿Que hiciste qué?
El kitsune no podía estar muy lejos, estaba segura de poder captar su esencia en el aire. Tenía que distraerlo y llevarlo lejos de los brujos, no podía permitir que se lo cruzaran. Eso sin mencionar todos los otros inconvenientes, como que mi propia gente me buscaba para llevarme a Rike y la comunidad de brujos también me quería por ser acusada de asesinar al magister. ¿Realmente tenía que comenzar a explicarle a Robin por qué no era bueno este preciso momento?
—Sí, él siempre se quejaba de cómo no pasamos tiempo de hermanos así que lo invité.
—¿Estás buscando que James y yo nos matemos mutuamente? Porque eso es lo que sucederá.
—Puede quizás haber un malentendido allí.
—¿Malentendido? ¡Mi puño en su rostro será un malentendido!
—Es complicado —dijo Robin y cogió uno de sus relojes—. Solo espera aquí un momento.
Desapareció antes que pudiera replicar. ¡Esto no era justo! Patee el suelo con furia, había olvidado lo frustrante que podía llegar a ser discutir con Robin. Era peor que un niño, desapareciendo siempre cuando intentaba mandarlo al diablo. Al menos no había cambiado en ese aspecto, eso era bueno. Parecía feliz, incluso más de lo que podía esperar luego de la muerte del magister porque este Robin lo sabía aunque no estaba segura de cuánto. ¿Qué tan retorcida era mi vida en ese aspecto?
Me di vuelta aun sabiendo que era en vano, ni siquiera me molesté en pretender que estaba sorprendida al encontrar a Robin de nuevo. ¿Para qué demonios intentarlo? De todos modos sería imposible. Como si no fuera suficiente con su control indiscriminado del tiempo, además tenía tatuado un localizador temporal en mi piel que hacía que le fuera fácil encontrarme. Y el asunto de la diferencia de altura realmente estaba comenzando a cabrearme.
—Robin, no ahora —dije y suspiré al sacudir mi cabeza—. Búscame mañana, y quizás esté de humor para esto. ¿Pero ahora mismo? La única razón por la que no te he atacado es porque eres tú.
—¿Significa eso que ascendí de categoría en tu lista de odio? —preguntó él sonriendo.
—Esperaste todo este tiempo. ¿No puedes esperar un maldito día más?
—Soy un brujo impaciente en algunos casos.
—¡Eres un guardián del tiempo! ¡Se supone que tu paciencia es tu fuerte!
—¿Lo dice la princesa que puede renunciar a todo pero es egoísta cuando quiere?
—Estoy intentando no golpearte pero no estás ayudando en nada.
—¡Nina!
Contuve una maldición al escuchar la voz de Holland, estaba totalmente jodida. Ella se echó sobre mí tan pronto como me alcanzó, aún cuando mi altura y tamaño eran miserables en comparación. Por un instante me relajé ante su cercanía, mentiría al decir que no la había extrañado un infierno. Holland podía ser imposiblemente bondadosa, e insoportable en ese sentido, pero esa bruja siempre había logrado sacar lo mejor de mí. No podía decir lo mismo de James quien se acercó a regañadientes, la indignación evidente en su rostro. Le sonreí con maldad sin que nadie, excepto él, lo notara. Podría pasar una eternidad y nada de lo que le hiciera sería suficiente para castigarlo.
—Deshazlo. Ahora mismo —demandó James completamente furioso.
—No sé de qué hablas —respondí una vez que me deshice de Holland y me encogí de hombros.
—¡Lo sabes perfectamente!
—¿Qué sucede? —preguntó Robin confundido.
—¡No sé qué clase de maldita cosa de cambiaformas ha hecho pero me ha dejado sin magia! —gritó James.
Reí sin poder evitarlo al ver el rostro completamente enrojecido de James, tanto por la vergüenza como por la cólera. A mi lado, Holland se cubrió su preciosa boca con una delicada mano enguantada para intentar disimular la pequeña risa que no pudo contener también. La codee discretamente y le guiñé un ojo, jamás me hartaría de vengarme de James para defender su honor. ¿Impotencia sexual? Quítale a un brujo su magia, a uno tan poderoso y con un ego tan imposiblemente grande como James, y eso hacía que la impotencia sexual fuera un juego de niños.
—¿Es eso siquiera posible? —preguntó Robin.
—¡No lo sé! ¡Tú eres quien supuestamente conoce todos los secretos del universo! ¡Soluciona esto ahora mismo!
—¿Estás seguro que no tienes magia?
—¡Estoy tan seco como un humano!
—¿Lo has dejado sin magia? —preguntó Robin mirándome.
—Ese truco es nuevo —dijo Holland a mi lado.
—Nah, tan solo no lo utilizo a menudo. Ya sabes cómo soy, mejor tener ases bajo la manga —dije y retrocedí dos pasos—. Ahora, no tengo la menor idea de qué hacen aquí pero realmente no es un buen momento. Aprecio la visita sorpresa, quizás tengan más suerte la próxima. Holland, fue lindo volverte a ver. Robin, es complicado. James, el efecto pasará en un rato... Lamentablemente.
—Nina, esto es una emergencia —dijo Holland.
—¡Estoy en medio de una emergencia!
Debería correr ahora, aun sabiendo que era imposible escapar de un guardián del tiempo. La ardiente marca en mi brazo no me dejaría libre jamás. Pero Holland estaba utilizando esos ojos de cachorrito triste que lograban que incluso yo lo dudara a pesar de no soportar a los cachorros. Demasiado molestos y demandantes. ¿Pero cómo decirle que no a esos ojos? Fue más fácil fijarme en James, él definitivamente me daba ganas de salir corriendo aunque su indignante furia para ocultar impotencia y frustración no hacían más que provocarme sonrisas de victoria.
Me congelé al sentir una mano sobre mi brazo. Me di vuelta solo para encontrarme frente a Robin de nuevo, odiaba a este brujo y su capacidad para torcer el tiempo a su antojo. Cerré los ojos, apenas conteniendo una maldición. Él no me dejaría ir. No había modo. Y yo no lo dejaría sin su magia, no a él. Y ya podía sentir la migraña que normalmente venía con su presencia. ¿Cómo demonios tratar con Robin si conocía a varias versiones de él? Había creído que solo podría desear a esta, el joven de la traviesa sonrisa y su infantil locura, pero me había sentido del mismo modo con la versión futura de él, el brujo que conocía la pérdida y cómo se sentía matar.
Era ridículo, porque había dudado al principio con ese Robin pero ahora lo hacía con este. Con el otro no había tenido que mentir o contenerme, no podía decir lo mismo ahora. La vida era una cosa extraña y retorcida, algunas experiencias nos marcaban eternamente y nos cambiaban sin posibilidad de retorno. La muerte del magister nos había marcado a todos. Él no estaba sonriendo, tan extremo como era con sus ánimos, pasando de risa maníaca a fríamente serio. ¿Acaso no entendía que estaba haciendo esto por su bien? ¡Creí que el maldito brujo ya habría aprendido la lección conmigo!
—Tenemos un problema —dijo Robin.
—Sí, al parecer ya no comprendes el habla porque te dije que ahora mismo no puedo —respondí y me quité su mano de encima—. Estoy ocupada.
—Necesito que me escuches.
—Y yo necesito una botella de sake pero no siempre obtenemos lo que deseamos. Vete. Ahora.
—Es sobre tu gente.
—Sea lo que sea, estoy al tanto. ¡Por si no lo has notado estoy tratando de ahorrarles una muy mala experiencia!
—Tillit —dijo él y le sostuve seriamente la mirada.
—Meg la den —respondí—. Lascia fare a me.
Si la situación no hubiera sido tan urgente, hubiera disfrutado de su expresión al escucharme hablar italiano. Bien, mi dominio de la lengua no iba más allá de lo básico y con suerte mi vocabulario llegaba a cien palabras pero el otro Robin no había tenido problema en enseñarme un poco y aprendía rápido cuando quería. Dos podían jugar este juego. Y tal vez no fuera una traducción exacta, pero él tenía que comprender. Robin podía estar porcentualmente loco, y no tener corazón literalmente hablando, pero eso no impedía que sintiera.
—¡Nina Loksonn!
De no saber cómo se sentía mi propio corazón al detenerse, habría creído que eso sucedió al escuchar y reconocer esa vez. Robin y James reaccionaron del mismo modo al ver la figura del magister al otro lado del camino. Nunca me parecieron más hermanos que en ese momento, ambos luciendo igual de atónitos y desgarradoramente esperanzados al creer que se trataba de su padre. Los dos brujos jamás habían lucido tan vulnerables y frágiles para mí. Y lo odiaba, porque esto era exactamente lo que había intentando evitar y habría logrado si los dos idiotas no me hubieran entretenido. No merecían el dolor del engaño, ni siquiera James.
No vacilé al momento de ponerme al frente y levantar mi cuchillo para enfrentarlo. Lo entendía, el kitsune posiblemente estaba cabreado por mi engaño y tenían una cuestionable manía por torturar de este modo a sus víctimas, pero estaba muy equivocado si creía que podía involucrar a otros. ¡Toda pelea tenía como regla implícita que no habría terceros inocentes involucrados! No quería tener que llegar a este extremo. Aun sabiendo que no era más que un truco barato de feria una parte de mí quería creer que no era un engaño.
—No tienes ningún derecho a tomar esa apariencia —dije fríamente—. Muestra tu verdadero ser o yo misma te obligaré.
—Las amenazas no son el idioma de la política —dijo el kitsune.
—No es posible. Se supone que estás muerto —dijo Robin detrás de mí.
—¿Papá? —susurró James.
—¡Detente ahora mismo! —grité—. Tu asunto es conmigo, no con ellos. Si quieres vengarte entonces hazlo, tengo una lista interminable de personas que puedes utilizar en mi contra. ¡Pero deja a los brujos fuera de esto!
—Nina, tienes que calmarte —respondió el magister.
—¡Los escuchaste decir mi nombre!
—Eres Nina Loksonn, y no necesito escuchar a mis hijos decir tu nombre para saberlo.
El karma era una zorra. Esto no podía estar pasándome a mí, no con Robin y James de por medio. El maldito kitsune había tenido que escucharnos hablar y atar los cabos por su cuenta, era lo suficientemente astuto como para lograrlo. Tuve que repetirme que este no era el magister aún cuando quería bajar el cuchillo. El magister estaba muerto. Yo misma había sostenido su cuerpo mientras su vida se deslizaba entre mis manos. Yo lo había visto morir sin poder hacer nada para salvarlo.
—Pajarito, baja eso ahora mismo —dijo James.
—No es más que un truco barato, cuanto más lo dejes estar más lo creerás —respondí sin quitar de mi vista a mi objetivo.
—Nina, podemos hablar esto tranquilamente sin armas de por medio —dijo el magister—. Esto no es lo que te enseñé.
—No, pero tú tampoco eres él. Te cederé algo, tienes razón al decir quien soy, pero tan solo hay un trono del engaño y no me quitarás mi maldita corona. Yo soy la princesa de las mentiras aquí —respondí y le sonreí—. Se acabó la farsa.
Lancé el cuchillo sin soportarlo más, no permitiría que insultara su memoria de ese modo. Holland se ocupó de Robin cuando quiso detenerme, no pudo hacer lo mismo con James quien saltó sobre mí al no tener magia pero de todos modos ya era demasiado tarde. Golpee el suelo, sintiendo el horrible peso de James sobre mí, y escuché al kitsune soltar un grito cuando mi cuchillo lo alcanzó en el hombro. Sonreí al ver su mueca de dolor, no existía un solo ser inmune a su efecto. Él estaba luchando por no perder el control de su engaño y romper su falsa imagen, no tenía tiempo que perder.
—Ichi —dije pero no hubo efecto alguno, el kitsune me miró con odio al saber lo que estaba haciendo—. Ni. San. Shi. Go. Roku. Shichi —él cayó sobre sus manos y me enseñó sus dientes con furia—. ¿Shichi?
Me gruñó y me enseñó sus dientes mientras su engaño se rompía. ¿En serio? ¿De todos los malditos niveles de kitsunes disponibles me había cruzado a uno de siete colas? Regla n° 98: Al estar por las tierras orientales infestadas de kitsunes, era mejor saber contar hasta nueve en japonés. Ellos fortalecían su farsa con las creencias de sus víctimas, pero esta se rompía cuanto más fuerte el miserable desgraciado que utilizaba como juguete supiera la verdad. Un kitsune de siete colas, nada más que eso.
Sobre mí, James perdió cualquier fuerza al ver que el hombre que había creído su padre en realidad no lo era. Sus dientes de zorro estaban visibles, su cabello había crecido notablemente hasta la mitad de su espalda en un ardiente pelirrojo y atado en siete diferentes mechones. Seguía sin ser su verdadera forma, no estaba de ánimos para ir tras un zorro. Empujé a James fuera, tenía un asunto del cual ocuparme. Increíblemente, los kitsunes podían llegar a ser tan odiosos como el brujo. ¿Cómo demonios se atrevía a tomar la forma del magister e insultar su memoria de ese modo?
Me puse de pie y corrí para alcanzarlo. El kitsune fue rápido en lanzarse sobre mí y morderme en el brazo. Ambos caímos al suelo, sus dientes rasgaron mi ropa y llegaron hasta mi carne. Sentí el agudo dolor y la calida sangre, la maldita agonía tan solo empeoró cuando doblé mis rodillas y lo patee fuera con toda la fuerza de mis pies. Realmente esperaba que no me hubiera arrancado un pedazo de músculos con sus dientes a causa del impulso. Nada mejor para cabrear un kitsune como demostrar que podía ganar su propio juego.
Cogí el cuchillo de donde estaba tirado y rodé para terminar sobre él. Sus salvajes ojos me miraron con odio mientras me enseñaba sus dientes. Le sonreí para mostrarle que no era el único con colmillos cuando sostuve el cuchillo contra su cuello. ¿Y el imbécil de Kian en serio había dicho que un Loksonn necesitaba un guardia personal? ¡Tenía a este kitsune contra el piso con un cuerpo de una niña! Debería herirlo, debería hacerlo pagar por lo que había hecho, debería hacerle sentir físicamente lo que él me había hecho sentir emocionalmente con su maldita farsa.
—¡Nina! —llamó Holland y resoplé al echar la cabeza hacia atrás.
—¿Pueden no pedir mi atención todos a la vez? Es bastante molesto —dije sin dejar de amenazar al kitsune—. Tengo una muy buena regla sobre encargarme de un asunto a la vez.
—Tienes una mente fuerte, princesa —dijo el kitsune.
—Oh, tú cállate o te mataré.
—No lo harás —dijo Holland.
—¿Por qué no?
—Nada de asesinatos, no seas una chica mala —dijo Holland con sus labios ligeramente fruncidos como si estuviera regañando a una niña pequeña.
—¿Qué? ¿Por qué no? ¡Has visto lo que ha hecho! —dije indignada.
—Nada de asesinatos y ese es mi punto final —dijo ella seriamente.
La miré sin terminar de creerlo. ¿Me estaba tratando como una mascota? Pero dejando de lado su actitud, había miedo y preocupación en su mirada junto con una pizca de esperanza. A Holland nunca le había gustado que alguien resultara herido, ni siquiera importaba si este se lo merecía o no. Ella nunca lucía tan dolida como cuando sabía que yo derramaba sangre. Maldita sea, la bruja ni siquiera podía pisar césped sin sentirse culpable. ¡Estábamos hablando de la misma chica que conseguía que comiera ensalada y la acompañara a restaurantes vegetarianos! Suspiré al rendirme.
—Bien, nada de muerte —dije.
—Ni tortura, ni maltrato, ni golpes —dijo ella.
—¿Ni un poquito?
—Nada —repitió firmemente.
—¡Bien! No haré nada divertido. ¿Satisfecha?
—Sí.
—Realmente tienes suerte que ella esté aquí —dije mirando al kitsune.
—Le estoy agradecido por eso —respondió él tranquilamente.
—Escucha, no tengo la menor idea de lo que tenías en mente pero no nos estás ayudando para nada al tomar la apariencia que tomaste. No lo toleraré, no con otros de por medio. ¿Tú y yo? Sí, es algo, haz lo que quieras. Podemos juntarnos, beber sake, jugar a ser otras personas; pero ese asunto es entre tú y yo. ¿Comprendes? Ahora, realmente espero que respondas lo que vine a saber.
—No sé dónde se encuentra el camino que buscas —dijo el kitsune.
—Pero existe.
—Sí, pero no es información disponible para mi nivel.
—¿Nivel? ¡Tienes siete colas! ¿Qué se supone que haga? ¿Que busque un kitsune de nueve colas? —pregunté y su mirada me dijo todo—. Oh, vamos. Maldita sea. ¡Tuve suerte de cruzarme contigo! ¿De dónde demonios quieres que saque un kitsune de nueve colas? ¡Será más rápido encontrar un trébol de cuatro hojas!
—¿Puedes guardar el cuchillo ya que llegamos a buenos términos? —preguntó el kitsune y suspiré—. Olvido y olvida. Estábamos teniendo una buena conversación antes de este incidente, princesa. Tus sentimientos están muy turbados.
—No es mi culpa si solo contribuiste a joder mi cabeza —dije y envainé el cuchillo—. ¿Dónde encuentro un kitsune de nueve colas?
—¿Dónde encuentras un árbol?
—¿En serio tenemos que caer en las conversaciones filosóficas? ¡No puedes responder una pregunta con otra pregunta!
—¿Por qué no?
—¡Deja de hacerlo! ¿Acaso no sabes tener una conversación normal?
—Un bosque —respondió Robin captando nuestra atención—. Ahí es donde encuentras un árbol. Es una pregunta sencilla.
—Tú no te metas —dije señalándolo—. Por empezar, ni siquiera deberías estar aquí.
—Está en lo correcto —dijo el kitsune y lo miré molesta—. Y si quieres encontrar paz en tu mente, entonces primero debes dejar de crear caos.
—Entiendo que supuestamente lo haces de buena voluntad y crees que me estás ayudando, pero será mejor que dejes de opinar sobre mi vida. Y ya que estás en eso, dime dónde encontrar el supuesto bosque. Me vendría bien tener una conversación a solas con tu gobernante.
—¿Estás segura que eso es lo que deseas, princesa? Creo haberte advertido sobre el precio de lo que pides.
—No podré juzgar si el precio es el adecuado hasta no estar frente a la oferta —respondí y él sonrió.
—Astuta, más de lo que aparentas.
—Soy una Loksonn.
—Buscas la isla de Chie.
—Ya estuve en los acantilados de Chie —respondí y él negó con la cabeza.
—Esos quedan por mucho lejos de la isla de Chie.
—¿Acaso llaman a todos sus lugares igual?
—Llamar lo mismo, de un modo diferente, confunde el espíritu.
—Y también el sentido de orientación.
—¿Tienes un mapa?
—No necesito uno.
—¿Una cambiaformas en compañía de tres brujos? ¿Una Loksonn junto al hijo del magister y un guardián del tiempo? —preguntó el kitsune sonriendo—. Sigue tu estrella, si tu Dios te sonríe entonces quizás encuentres lo que buscas.
—¿Es demasiado pedir coordenadas exactas?
—Es todo lo que necesitas.
—Espero por tu bien que no me estés engañando —dije y me hice a un lado—. Te lo advierto, kitsune. No soy conocida por mi misericordia si alguien atenta contra mí.
—Y yo respeto nuestros acuerdos de paz. Jamás engañaría a un cambiaformas de ese modo, mucho menos una Loksonn.
Lo examiné con la mirada antes de rendirme y tenderle una mano para ayudarle a levantarse. ¿Engañar respecto a su identidad? Eso era demasiado común en los kitsunes como para tomarlo como una ofensa personal. ¿Mentir descaradamente? Eso no sucedía, al menos no con cambiaformas. Se suponía que éramos primos o algo por el estilo considerando nuestras similitudes. El kitsune cogió mi mano y asintió con respeto una vez que estuvo de pie. Tanto como me había enfurecido su obstinación al momento de dejar caer su farsa, no podía juzgarlo o culparlo si ese era su modo de vida por más odioso que fuera. No cuando yo misma acababa de hacer lo mismo con Holland y James minutos atrás.
—Buen juego —admití sonriendo—. Ha sido un honor pero creo que es evidente cual de los dos ha ganado.
—Sería un placer volver a intentarlo otra vez —respondió él.
—Tal vez en otra ocasión.
—¿Sin rencores?
—No entre camaradas de engaños —dije y él se inclinó.
—Gracias por el juego, y te deseo suerte en tu viaje —dijo el kitsune—. Ha sido un honor, denka.
—Lo mismo digo —respondí.
Incliné ligeramente la cabeza, pero apenas lo hice el kitsune se enderezó y se dio vuelta para partir. Tenían costumbres demasiado extrañas. Bien, al menos el asunto del kitsune ya estaba solucionado y sabía cuál era mi siguiente parada. ¿Qué más me quedaba por hacer? Miré con cansancio a los tres brujos, no estaba de humor para lidiar con esto luego de lo que había sucedido. ¿No era suficiente con un kitsune esta noche? Mejor terminar el asunto de una vez. Holland fue la primera en estar sobre mí en cuanto me acerqué, examinando mi herida con preocupación cuando apenas sentía una molestia.
—Ya casi se ha cerrado, no fue una mordida muy profunda —dije y me encogí de hombros ante su mirada—. Estaré bien, he tenido peores. ¡Pero la próxima vez que les diga que no es un buen momento deberían escucharme!
—Si te escuchara cada vez que dices eso, entonces nunca sería un buen momento —respondió Holland, cogiendo mi brazo a pesar de mis intentos por alejarla—. Será mejor limpiarte esto.
—No era real —susurró James—. No era él.
Casi sentí lástima por el brujo. Casi. Pero compadecerme de otros no era mi fuerte y mucho menos por alguien como él. Al menos Holland no lucía como si James la hubiera hecho llorar en un buen rato. Sabía que la había lastimado al dejarla atrás, pero había sido lo mejor para ella, y quizás ese dolor la había ayudado a superar a James y comprender lo fuerte que en realidad era a pesar de su amable actitud. Ella se mantuvo firme, ignorando a James aun cuando su gentil naturaleza y su obsesión por él la hubieran llevado a consolarlo. Mejor suerte con eso, ella era mi amiga y mi supuesta herida era más importante.
—Hablan, dicen lo que tienen para decir, y se van —dije—. Y realmente espero que sea bueno como para interrumpir mi noche de ese modo.
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