Capítulo 32: Tan cerca, tan lejos

La academia siempre había sido demasiado caótica para mí, entre los hiperactivos y problemáticos cambiaformas y los ordenados y obedientes brujos. Había sido divertido entonces observar cómo ambos opuestos chocaban por sus corredores, con estudiantes corriendo y realizando travesuras con sus uniformes mal puestos y sus cabellos de intensos colores, y luego los brujos que se mantenían a un lado, perfectamente vestidos y de buen porte, mirándolos molestos y criticándolos entre ellos. Pero, a pesar de lo que pudiera parecer, lo cierto era que nunca se habían llevado del todo mal. A los cambiaformas les gustaba molestar a los brujos, y sus travesuras eran un buen cambio en la calmada vida de estos.

Ahora todo estaba vacío y silencioso. Era bastante deprimente si debía ser sincera. Sabía que ya no quedaba ningún cambiaformas, podía sentir esa falta de chispa en el aire. Jamás imaginé que pudiera sentirse tan mal, tal vez una parte de mí sí había comenzado a aceptar la pequeña coexistencia que había entre ambos tipos de estudiantes. Casi estaba feliz porque el magister no estuviera vivo para ver en lo que se había convertido su proyecto. ¿A esto nos había llevado un maldito malentendido? Prefería no pensar en cómo mi gente había sido tratada aquí últimamente, porque de lo contrario no estaba segura de lo que haría. Confiaba en que Loki los hubiera protegido, pero eso no cambiaba todo por lo que debieron haber pasado.

—¿Estás bien? —preguntó Robin y sacudí mi cabeza.

—¿Qué tanto abuso sufrieron? —pregunté.

—Nina... —murmuró James.

—Necesito saber. ¿Qué tan mal la pasaron? —insistí y ambos brujos intercambiaron una rápida mirada.

—Tu tipo sabe defenderse bastante bien —dijo Robin con cuidado.

—Entonces hubo golpes y agresión física.

—Son solo niños —dijo James—. No fue nada grave.

—No, porque le dices eso a un niño, y crecerá creyendo que la agresión física está bien. No debieron permitir nada de eso, pero supongo que a ustedes no les importamos lo suficiente como para detenerlos. Debí haber regresado antes.

—Los estabas cuidando desde afuera —dijo Robin.

—¿Qué pueden saber ustedes sobre lo que implica portar una corona cuando difícilmente saben lo que es estar a cargo? —pregunté—. La seguridad y bienestar de mi pueblo son mis principales obligaciones, y no son algo en lo que me pueda dar el lujo de fallar o ser deficiente.

—¿Y qué hubieras cambiado de estar aquí?

—No lo sé. Pero de seguro algo hubiera podido hacer.

—Por supuesto, hubieras resultado increíblemente útil encarcelada por homicidio —respondió James adelantándose—. ¿Y por qué diablos no hay nadie aquí? ¿Acaso decidieron todos tomarse el día libre al mismo tiempo?

—Son pasadas las seis, el trabajo administrativo suele terminar antes —dijo Robin—. Estamos fuera del horario de clases. ¿Por qué habría alguien entonces?

—No sabes nada. Algo se siente mal. ¿Has vuelto a mover todo diez centímetros para la derecha, pajarito?

—¿Realmente crees que soy tan inmadura, maldito idiota? —pregunté y James me echó una cuestionable mirada, me negué a verlo al momento de murmurar—. Además, lo hubiera hecho hacia la izquierda esta vez.

—¿Y luego se supone que yo soy el que perdió la cabeza? —dijo Robin mirándonos.

—Tú estás loco, nosotros somos de mentes flexibles —corrigió James con todo su orgullo.

Suspiré y sacudí mi cabeza en negación, nada de esto tenía sentido. James parecía animado más de lo usual, los nervios afectaban a cada uno a su manera. Prefería no pensar en ello. Había tantas cosas, que podían salir tan mal, en tantos modos distintos; que realmente era mejor no imaginarlo. Internamente le pedí a Loki no estar cometiendo un error al querer ocuparme de esto yo misma en vez de dejárselo a los nobles. Valerie podía odiarme, pero quería creer que yo tenía más posibilidades de negociar con ella que un grupo de desconocidos actuando en mi nombre. Eso ciertamente no había llevado a nada los últimos meses, más que empeorar la situación.

—¡Al fin alguien conocido! —exclamó James.

El secretario que siempre se encontraba fuera de la oficina se tensó detrás de su escritorio, su mano buscando algo debajo, pero se relajó tan pronto como su mirada se cruzó con la mía. Ciertamente no tenía intenciones de atacar a nadie de momento, y tampoco era una prisionera. Era solo una chica tal vez al borde de cometer un suicidio. ¿En qué demonios había estado pensando al aceptar esto? El hombre se puso de pie y se apresuró a abrirnos las puertas de la oficina. Apenas pude contener mi sonrisa y mantener mi apariencia impasible. James lucía más que complacido por el trato, aunque eso no duró mucho una vez que recordó lo que Valerie le había hecho.

Respiré profundamente, necesitando más paciencia que valor para lo que me esperaba. Cualquier felicidad que hubiera tenido Valerie al ver a su hijo luego de tantos días de ausencia quedó enseguida de lado tan pronto como se fijó en mí. Si las miradas matasen... Nah, yo era mejor y más rápida en esto, Valerie ya estaría muerta entonces. Ella estaba casi a la altura de Hela en mi lista de personas favoritas, y eso era mucho decir. Casi estaba tentada de ponerlas a ambas a solas en una habitación, solo para ver qué sucedía. Nada podía ser peor que el presente actual. ¿Cierto? Excepto que Fall Out Boy volviera a tener un hiatus, eso era un mal inimaginable.

—¿Qué está haciendo ella aquí? —dijo Valerie sin molestarse en ocultar para nada su odio.

—Tu hijo me convenció de venir a hablar, muy contra mi propia voluntad —respondí echándome en la silla frente a ella—. ¿Y bien? ¿Es este el recibimiento que obtengo por atreverme a hacer lo que tú claramente no has buscado? Casi diría que temes hablar conmigo.

—¿Cómo te atreves a traer a la asesina de tu padre aquí? —preguntó ella mirando a Robin quien palideció enseguida, James se aclaró su garganta para llamar su atención.

—De hecho, fui yo —dijo el brujo—. Robin no tiene nada que ver en el asunto. Y mamá, creo que ya es tiempo que aceptes que papá se suicidó.

—No repitas nunca más esas palabras en mi presencia. ¿Un tiempo a solas con esta escoria y ya crees sus sucias mentiras?

—Si estuviera mintiendo, ciertamente hubiera inventado algo más creíble que un brujo suicidándose —dije—. Créeme que tengo mil malditas ideas que resultan más creíbles que eso.

—Estás hablando de la muerte de mi esposo.

—Estoy hablando de la muerte de mi padre —dije sosteniéndole la mirada—. Y no creas, ni por un segundo, que no lloré su pérdida. Porque en lo que a mí respecta debería estar en el Valhalla. Pero así no son cómo funcionan las cosas. Le debes disculpas a mi pueblo por el reciente trato recibido.

—Y tú me debes sangre por lo que has hecho.

—¡Yo no lo maté!

—¿Entonces me dirás que de un modo u otro no murió por ti? —preguntó ella y apreté los dientes—. No me importa lo que digas, si él nunca te hubiera conocido ahora mismo seguiría con vida.

—¿Y crees que yo de algún modo escogí este presente o lo provoqué? Jamás hubiera sido capaz de desearle mal. ¿Pero realmente estás dispuesta a dejar que este maldito odio mutuo que tenemos arruine lo que él tanto deseaba? Pídeme perdón, por tus falsas acusaciones y el trato hacia mi pueblo, y tal vez sea piadosa con las condiciones para aceptarlo.

—No puedes estar hablando en serio —murmuró Valerie incrédula.

—Oh, créeme, nunca he hablado más en serio. ¿Tienes idea de lo molesto que es llevar a cabo una guerra? Todo ese papeleo y las reuniones de estrategia, y los ataques en cualquier hora que no te dejan hacer nada... Ya bastante mal duermo naturalmente como para interrumpir mi sueño porque a tu tipo se le antojo atacar en medio de la noche. Una maldita guerra requiere mucho trabajo, no quieres eso.

—No quiero una guerra —respondió ella simplemente—. Solo quiero que tu pueblo pague por lo que hizo.

—¡No hicimos nada!

—No son nada más que parásitos para cualquier sociedad, manipulando con sus engaños para sacar provecho.

—¿Para qué demonios querría mentirte? Siento tanto interés en tenerte como contacto, como en la maldita comida vegana. Solo deja de ser tan perra conmigo por una maldita vez y desmiente públicamente tu acusación, pide perdón al respecto.

—Pídeme perdón por matarlo.

—¿Realmente? ¡No pediré perdón por algo que no hice!

—Nina... —murmuró James.

Lo miré incrédula. ¿Hablaba en serio? ¡Me negaba a disculparme por un crimen que no había cometido! ¡Mi maldita dignidad era todo lo que tenía y no la prostituiría de este modo! No, jamás, no me importaban las consecuencias. Tomar responsabilidad de algo así mancharía mi nombre por siempre, y el de cualquier cambiaformas. ¡Valerie podía irse al Helheim a hablar mal de mí con Hela! Ella me tenía que pedir perdón, no yo a ella; y ciertamente no lo haría. Me negaba a ceder en este asunto. De todos modos ya estaba maldita por Odin. ¿Qué tan peor podía estar? Estaba al borde de mi paciencia, ya bastante me estaba costando controlarme ahora mismo.

—Insultaste mi sangre —dije apoyándome sobre el escritorio—. Maltrataste a mi gente hasta que se vio obligada a abandonar este lugar, en vez de simplemente pedirles que se fueran. Me ofendiste. Y eso es algo que jamás olvidaré o perdonaré, pero estoy dispuesta a no tomar represalias si te disculpas por eso. Los nobles me creerán, después de todo no eres más que una mujer emocionalmente incapaz de manejar tanto poder.

—Y tú una cría caprichosa que cree poder siempre salirse con la suya, pero alguien debe decir basta —respondió Valerie y sonreí sin sentirlo realmente.

—¿Quieres saber algo? Hace años hubiera dado cualquier cosa porque te comportaras como una madre conmigo antes de darme cuenta que no te necesitaba. Así que puedes tomar de regreso tu maldita autoridad, porque si crees que por el hecho de tener más años que yo eres mejor entonces te puedes ir al diablo. ¿Porque lo que yo aprendí en menos de dos décadas de vida? A ti te tomaría siglos siquiera saber la mitad. Así que no me obligues a tomar otras medidas, porque te puedo asegurar por la misma sangre de Loki que perderías al final. No me importa quién seas, no me importa tu relación conmigo, no te tendré piedad si tengo que defender a Rike.

—Me quitaste a mi esposo, a mi hijo, ahora estás manipulando al otro. ¿Y se supone que soy yo quien te ha ofendido? ¿Qué ha hecho tu tipo en todos estos años más que tomar lo que es de los demás sin importarles el daño? Les ofrecimos educación aquí, y se instalaron como una maldita plaga.

—Que ustedes no hayan querido interesarse por nosotros del mismo modo no es nuestra maldita culpa. Demasiado egoístas como para ser capaces de mirar más allá de su propia nariz.

—Jamás debería haberte acogido en mi casa.

—Jamás lo pedí, te recuerdo que huí tan pronto como fue posible. Me hubiera ido antes si el magister lo hubiera permitido.

—No eres nada más que una malagradecida.

—Y tú una maldita que necesitaba alguien a quien culpar por sus males.

—Están jugando con las vidas de millones por este malentendido entre ustedes —dijo James seriamente al pararse a un lado del escritorio y mirarnos a ambas—. ¿Es eso lo que buscan? ¿Muerte porque no pueden llevarse bien? Mamá, deja de acusarla por algo que ya no hay modo de cambiar. Y Nina, no seas tan exigente.

—¿Exigente? —repetí y esta vez no contuve mi sonrisa—. Si tuviera que ser justa, ella debería estar de rodillas rogándome perdón por ofenderme de este modo. Al insultar a mi sangre está insultando a cualquier cambiaformas y eso es algo que no toleraré. Mi gente merece respeto.

—Tu tipo nunca ha tenido respeto por nada ni por nadie, creen que todo es un juego sin importancia. ¿Entonces por qué merecerían respeto?

—Jamás les faltamos el respeto —dije seriamente.

—Lo hicieron, cada sencillo día, porque nada les importa. No son más que seres salvajes que creen poder hacer cualquier cosa y salirse con la suya, de todos modos siempre pueden mentir luego al decir que no hicieron nada o cambiar de aspecto para que no los reconozcan al acusarlos. Pero esto no es algo que puedas arreglar con un barbárico duelo sin sentido.

—No, ciertamente no lo es, sino no estaría en esta maldita situación por empezar y tu histeria no ayuda.

—Ninguna de las dos está ayudando si continúan con esta estúpida pelea —intervino James—. Un enfrentamiento no beneficiaría a nadie, al contrario. Así que solo olviden todo lo sucedido y empiecen de cero. Dejen este tonto capricho.

—Eso no es un capricho, alguien tiene que ponerle límites —respondió Valerie sin quitarme la vista de encima—. Te crees mucho por la sangre que cargas. ¿Verdad? Pero lo cierto es que no eres más que una chica inmadura y tonta que no sabe qué hacer de su vida. Demasiado joven e insegura como para ser material de líder, siempre necesitando apoyarte en alguien o hacer trampa para salirte con la tuya. Pero lo cierto es que sola, tardarías segundos en caerte a pedazos.

Cerré fuertemente mis manos, ignorando el dolor de mis propias uñas contra mi piel. No tenía derecho alguno al decirme esas cosas, porque solo yo sabía el peso que implicaba mi apellido. Tenía suerte que hubiera un mueble y un brujo entre nosotras, porque de lo contrario ya habría hecho algo al respecto. Mi autocompasión y yo podíamos tener una relación horrible, pero ella no era nadie para señalarlo. No era una carga fácil lo que tenía, nunca lo había sido para ningún antepasado mío y yo ciertamente no sería la excepción pero si ellos lo habían logrado, entonces yo también.

—Tal vez —admití y me puse de pie—. Pero tú no durarías ni un segundo con lo que implica ser una Loksonn. Porque si hay algo que de seguro no sabes, es renunciar a tu propia persona por el bien de los demás. De hecho, no tienes idea de lo que eso significa. No sabes lo que es renunciar a tu maldito orgullo y ponerte de rodillas por el bien de tu pueblo. No has bebido sangre con vampiros para sellar un maldito acuerdo, ni suplicado a las hadas por una alianza, y tampoco tenido un enfrentamiento a mano desnuda con un alfa solo para conseguir un tratado con licántropos. ¿Pero yo? He hecho eso y mucho más, cosas que nadie nunca sabrá y la historia olvidará, pero nadie jamás será capaz de decir que Nina Loksonn no sacrificó todo lo necesario por el bien de su pueblo. Espíritu, corazón y cuerpo. Así que pídeme perdón ahora mismo por tus falsas acusaciones, o juro que verás por qué me esfuerzo tanto por comportarme.

—¿Crees que me importan en algo tus vacías amenazas? —preguntó Valerie poniéndose a mi altura—. No eres nada más que un bonito nombre sin peso alguno, todos saben que no vales nada y son los nobles quienes realmente manejan Rike. Tu sangre renunció al trono, solo eres el polvo que queda de un legado.

—No te atrevas a cuestionar el peso de mis amenazas, porque no tienes idea de lo que estás haciendo. Y si ahora mismo no estás en una peor situación, es porque yo así lo quise. Los nobles te hubieran desafiado tan pronto como me acusaste sin prueba alguna.

—No lo hagas sonar como si me hubieras hecho un favor, ambas sabemos que no es así. No tendrían oportunidad contra nosotros.

—Te hice un favor de hecho. No me provoques, Valerie, porque estoy al borde de mandar todo al diablo.

—Nina... —murmuró James.

—¿Y qué puedes hacer además de una escena como siempre haces? —preguntó ella.

—Te recuerdo que yo fui la madura aquí al aceptar reunirme contigo, contra cualquier voluntad de mi parte, cuando tú claramente no te has movido ni preocupado por ello.

—Solo estoy defendiendo lo que debo.

—Igualmente. Solía admirarte. ¿Sabes? Lo admito. Yo, Nina Loksonn, solía admirar el buen equipo que hacías con el magister para hacer que todo pareciera tan en perfecto orden y paz. Entiendo por qué los brujos hubieran dejado que él siguiera con su cargo hasta la muerte, y nunca se quejaron al respecto. La vida de un líder puede llegar a ser muy pesada y solitaria. Mi sangre lo sabe mejor que nadie. ¿Pero ustedes dos? De algún modo lo hacían funcionar, y parecía que les resultaba tan fácil. Pero no era más que una fachada. Supongo que él se llevó a la tumba todos los conflictos y los sacrificios que hizo para mantener el control, todo a lo que renunció y los crímenes que cometió por preservar la paz y la armonía. Y creo que el equipo se desequilibró con su pérdida. Porque entre ambos lograban mantener las emociones personales a un lado. ¿Pero tú ahora mismo? Esto es personal de tu parte, y yo me estoy conteniendo por eso.

—No te atrevas a hablar como si supieras algo al respecto.

—¡No eres más que una mujer que no puede aceptar el maldito hecho que su esposo se suicidó cuando sus propios hijos lo han hecho!

—¡Tal vez porque tú no dejas de manipularlos con tus palabras! ¿O eres capaz de jurarme ahora mismo por tu vida que jamás lo has hecho? —preguntó ella y no respondí—. Adelante, di que me equivoco. Dime que no eres como cualquiera de tu tipo al aprovecharte de los demás sin que lo noten o siquiera sospechen. No son más que un puñado de mentirosos y asesinos.

—Y tú no eres más que una perra que preferiría que uno no hubiera nacido antes que piense distinto a ti y que le lavó el cerebro al otro para asegurarse de mantenerlo como su perro faldero.

Me silenció de un golpe. Un certero e inesperado golpe. ¿Quién hubiera pensado que los brujos fueran capaces de eso? En el silencio absoluto que le siguió aún podía escuchar el sonido de su puñetazo. Puntos allí por la sorpresa, Valerie sabía golpear bastante bien y no como esas tontas personas de las telenovelas que miraba Holland. Una bruja me había golpeado. No podía creerlo. Mi rostro ardía con dolor allí donde me había alcanzado, estaba bastante segura que los anillos sobre su guante me habían dejado una buena marca y tenía suerte porque no usara ninguno de plata en este momento.

Toqué mi labio y miré el rojo en la punta de mis dedos sin comprender cómo había sucedido. Nadie se atrevió a hablar luego de eso. Bien, tal vez había cruzado cierto límite y yo no era nadie para opinar sobre cómo ella criaba a sus hijos, pero Valerie tampoco era nadie para hablar así de mi pueblo. La sangre de mi sangre. Y ahora estaba en la punta de mis dedos. Limpié mi labio con una mano, intentando con toda mi voluntad mantenerme bajo control aun cuando la decisión estaba clara en mi mente. Toda mi vida había sido entorno a una serie de reglas que yo misma me había autoimpuesto, para evitar que el fuego en mi sangre terminara por consumirme y volverme ese ser peligroso por el que Loki resultaba tan temido algunas veces. ¿Pero esto?

—¿Sabes cuántas personas en la historia se han atrevido a levantarle la mano a un Loksonn? Puedo contarlas con una mano, y te puedo asegurar que ninguna vivió lo suficiente para contarlo. De hecho, suplicaron por su muerte cuando el juego recién empezaba para nosotros. Porque ni los mismos Dioses se atrevieron alguna vez a acercarse a Loki de ese modo —dije fríamente y tomé un abrecartas que ella tenía sobre su escritorio—. Y la única razón por la que no te hago pagar ahora mismo, es porque aprecio lo suficiente a tus hijos como para no hacerles presenciar cómo mato a su madre. He venido en son de paz, y así me pagas. Si lo que quieres es mi sangre derramada, entonces eso tendrás.

No lo pensé realmente al momento de cortar la palma de mi mano y clavar el abrecartas ensangrentado delante de ella. Valerie se tensó al comprender lo que significaba pero no dijo nada, de todos modos no era como si hubiera vuelta atrás. ¿Ella deseaba llevar la situación hasta la última instancia? Bien, al diablo con la diplomacia, nunca había servido para mucho después de todo. El fuego ya había acabado con muchos brujos en la época de la Inquisición, era momento que alguien les recordara que no eran tan invencibles como se creían.

—Nos vemos en el campo de batalla.

—Entonces vete —dijo James parándose junto a su madre—. Antes que decida hacer algo respecto al modo en que acabas de amenazarla.

—Estaba segura que al final terminarías por ponerte del lado de ella a pesar de lo que te hubiera hecho. De nada por eso, por cierto —dije y me di vuelta—. Me aseguraré de decirle a Holland lo rápido que eres para cambiar de opinión o dar puñaladas por la espalda, de seguro que ella esta vez me escuchará cuando le advierta de ti.

—Ya que estás en eso no te olvides mencionarle el modo en que siempre intentas influenciar a los demás, como a mí al querer ponerme en contra de mi propia madre —respondió él—. Y Nina, sé que tu comida favorita es el kottbullar.

Casi sonreí al oír eso antes de partir. Valerie fue incapaz de responder, tampoco esperaba que lo hiciera. No me sorprendió que James se posicionara enseguida junto a su madre, o que Robin no se moviera de donde se había mantenido a un lado de la situación. Ya había tenido suficiente de brujos por un buen rato. Y mi labio seguía doliendo. ¿Qué tan fuerte podía golpear esa maldita perra? Al menos la bruja podía estar segura que quedaría en la historia, pocos se habían atrevido a iniciar una guerra con Rike y ninguno había terminado bien. Tenía suerte que estuviera desarmada, de lo contrario tendría mi espada bajo su cabeza ahora mismo.

El secretario se alejó tan pronto como abrí y cerré las puertas, pretendiendo no haber estado escuchando detrás. Esta vez no me molesté en disimular mi sonrisa  Maldita sea, no debería estar feliz en este momento pero de pronto se sentía como si me hubiera sacado un gran peso de encima. ¿Y qué demonios importaba si todo se había ido al diablo? Ahora definitivamente podía decir que no podía estar peor, y ya no tenía nada por lo cual temer o preocuparme. Los nobles lo hubieran hecho de todos modos, tan solo me había permitido el lujo de sacarles las palabras de la boca. Debería haber declarado una guerra antes, se sentía mejor de lo que había esperado.

—Nina.

Me di vuelta al escuchar el sonido de la puerta seguido de la voz de Robin. Por supuesto que la vida no me daría un solo instante de paz. Miré al brujo sin tener la menor idea de qué hacer con él, a esta altura difícilmente lo sabía. Acababa de declararle la guerra a su especie y tratar bastante mal a su madre, aunque en mi defensa Valerie había hecho lo mismo conmigo. Era demasiado evidente de qué lado James estaba, y a juzgar por el dolor en la mirada de Robin no era yo quien había sido traicionada. Era increíble cómo resultaba tan sencillo saber lo que sentía algunas veces. Nunca hubiera servido como político por esto mismo, demasiado expuesto y sincero.

—Vuelve a esa habitación —dije y sonreí ligeramente—. Es donde debes estar. ¿No?

—Renuncié a mi nombre y no tengo permitido involucrarme en temas políticos —respondió él.

—Y ambos sabemos que tienes una tendencia increíble para romper las reglas que no te quitan tiempo de vida —dije y suspiré—. Robin, no juzgaré tu decisión. No soy tan egoísta como para exigirte que escojas un lado en esto, mucho menos el mío. Y ahora mismo puedes tener una mala relación con Valerie pero sigue siendo tu madre, y sé qué tan fuerte es tu lazo con James. No seas tonto, no te pongas en su contra si no quieres.

—¿Y qué hay de lo que yo creo correcto? —preguntó Robin—. Porque he pasado demasiado tiempo viendo cosas con las que no estaba de acuerdo, sin decir nada al respecto. No lo haré más. Les dije que ninguno volvería a verme mientras esto durara, no me involucraré en una guerra.

—Lo sabías —murmuré al comprenderlo—. Dijiste que hoy serías un traidor para tu tipo, o hacia lo que creías correcto. ¿Supiste todo este tiempo que esto terminaría así?

—El tiempo no se cambia fácilmente, ciertamente no por un grupo de jóvenes que cree poder hacerlo —respondió tranquilamente.

—¿Y aun así lo intentaste? ¿Por qué? —pregunté y él sonrió.

—¿Cuál sería la diversión si te dijera? —preguntó Robin pero noté que la alegría no llegaba a sus ojos.

—¿Qué haces aquí?

—No lo sé —admitió—. Y tampoco se qué haré luego. De momento acompañarte hasta la salida.

Sonaba coherente, de todos modos las cosas bonitas nunca duraban mucho en mi presencia. De haber sido otro tipo de chica posiblemente me hubiera dolido que él tampoco hubiera escogido mi lado sobre el suyo, pero esto era una guerra y no un estúpido drama amoroso. Siempre había sabido que en algún momento terminaría, solo que jamás había imaginado que sería tan rápido o de este modo. Me encogí de hombros fingiendo no darle mayor importancia, los asuntos personales no tenían lugar en una situación así. Tampoco era como si pudiera decir algo al respecto, no era del tipo despechada y estos no eran malos términos.

—Haz como quieras —dije y sonreí ampliamente al mirar al secretario—. Tú, por otra parte, te vienes conmigo. Eres definitivamente la mejor persona que he conocido. ¿Te he dicho alguna vez cuánto te amo?

—No arruines nuestra relación al involucrar sentimientos —respondió él como siempre y me sonrió del mismo modo.

—Esta vez te estoy pidiendo que huyas conmigo, por todas las veces que lo hice sin avisarte. Vamos, Bass. Te prometo una buena aventura.

—Te seguiría hasta el fin del mundo si me lo pidieras, Nina —dijo Bass alcanzándome y quitándose sus guantes al cambiar su aspecto por uno más joven.

Figlio di... —soltó Robin sin terminar su maldición por el asombro.

—Sí, llegas un poco tarde para eso —dije y me colgué de Bass para morder la punta de su nariz—. Sabía que harías un buen trabajo por tu cuenta si te dejaba atrás. ¿Cuánto tiempo llevas como el secretario personal de Valerie?

—Oh, tengo historias que te encantará oír.

—¿Y qué has hecho con Edward? —preguntó Robin preocupado.

—¿El brujo? Solo está atado y amordazado en el closet. Lo he mantenido vivo a base de chocolate y coca-cola.

—Esa es una horrible combinación —dije y apenas me contuve de sonreír al ver la malicia en su mirada—. Lo has torturado. ¿Cierto?

—Tal vez quemé un par de guantes de seda delante de él una vez —admitió Bass y reí sin poder evitarlo.

—Chico malo.

—¿Lo has mantenido en el clóset todo este tiempo? —dijo Robin.

—No obligo a la gente a salir del clóset, ese servicio público no fue recibido del todo bien la última vez si mal no recuerdo —respondió Bass—. Además, no es mi culpa si él es el único encargado de guardar los abrigos de los demás y nadie más que él nunca entra allí. Tuvimos un buen tiempo, incluso le pedí consejos sobre mi apariencia. Lo creas o no es bastante difícil conseguir ese tonto aspecto de elegancia que ustedes tienen. Eventualmente alguien lo encontrará cuando vean que no hay nadie para hacer ese trabajo.

Hubiera reído allí mismo durante horas al escuchar a Bass hablar tan a la ligera de todo lo que había hecho, desde infiltrarse hasta encargarse del brujo, mientras lucía ridículo en un traje que le quedaba grande ahora mismo e inconscientemente no dejaba de intentar despeinar su cabello como si pudiera quitarse de encima la sensación de haberse hecho pasar por un brujo. La absoluta incredulidad de Robin tampoco ayudaba al momento de contener mi humor. Había olvidado lo fácil que Bass lograba hacerme feliz. Pero Odin jamás había permitido que algo estuviera del todo bien en mi vida, y a esta altura ya comenzaba a creer que el tiempo tenía algo personal contra mí.

Estábamos los tres demasiado distraídos como para notar a la persona corriendo en nuestra dirección hasta que no escuchamos sus pasos y la bruja se chocó contra nosotros. Robin la cogió al instante para evitar que ella cayera, y cualquier risa que tuviera murió enseguida en mis labios al verla. Meses atrás hubiera dado cualquier cosa por saber su identidad, ahora me preguntaba si esta no era una última puñalada de parte de Hela por todo el odio que me guardaba. No pensé que fuera real, mucho menos que algún día la encontraría. No fue su bolso mensajero, tampoco el hecho que luciera igual que la fotografía que había visto de ella, sino el modo en que miró a Robin. Reconocí esa misma soñadora mirada que Holland había tenido la primera vez, y comprendí que era un duelo del que era mejor retirarse. Cogí el brazo de Bass para seguir adelante aun cuando Robin se quedó detrás para ayudarla.

—Mensajera personal de cualquier brujo de alto rango —susurró Bass en nórdico—. Si quieres mi consejo, es una de las primeras que deberíamos cargarnos en esta guerra. Lo conveniente sería sacarla del camino.

—Lo tendré en cuenta —dije simplemente.

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