Era nórdico. Era maldito nórdico sin importar cómo él lo llamara pero sus palabras no dejaban de repetirse en mi cabeza mientras lo besaba. Tan tonto de mi parte, aferrarme de modo tan posesivo a esa simple frase. ¿Cómo podía tener tanto valor por empezar? Él me rodeó con un brazo y me atrajo más cerca, sosteniéndome contra su cuerpo como si no deseara dejarme ir. Yo tampoco tenía intenciones de alejarme. Un brujo, nada más que un maldito brujo loco que al parecer no entendía la palabra rendirse, pero al menos lograba que me olvidara de lo que implicaba ser una Loksonn. Sus labios se sentían tan bien contra los míos, tan adictivos, y sus manos sosteniéndome cerca estaban donde siempre deberían haber estado.
En estos momentos solo quería echar mi cabeza hacia atrás y reír. Era ridículo, luego de todo lo que había pasado en las últimas horas, que pudiera besarlo de este modo después que toda la furia en mi sangre se hubiera consumido. Ahora mismo nada más me importaba, incluso la maldita amenaza de una guerra podía irse al diablo. Robin me amaba. El maníaco guardián del tiempo podía no estar en mi futuro, pero ahora mismo lo tenía. Podía sentir la piel de su rostro debajo de mis manos, saborear sus intensos besos, incluso disfrutar de su cálida cercanía. Maldita sea, quería mucho más que besos, pero ahora que mi cuerpo y mi voluntad estaban de acuerdo en algo mi consciencia decidía entrometerse.
Me alejé un instante para limpiar la sangre de su mejilla con mi pulgar. Él realmente lo intentaba, ni siquiera parecía afectado por lo que había sucedido. Tal vez unos simples cortes no fueran nada para cambiaformas quienes nos curábamos enseguida, pero dudaba que un brujo normal se mostrara tan indiferente ante eso. Mordí suavemente su mejilla, y luego besé la piel enrojecida como si de ese modo pudiera aliviar el ligero escozor. No me importó saborear el metálico sabor de su sangre en su piel. Maldita sea, ni siquiera si hubiera tenido polvo de plata encima dudaba que me hubiera detenido de tocarlo.
Robin se inclinó para volver a besarme y apenas pude contener un jadeo cuando me levantó. Rodee su cintura con mis piernas, intentando con el poco autocontrol que tenía en este campo mantener a mi cuerpo a raya. Él no tenía idea de lo que me estaba provocando, y mi cuerpo no era más que un maldito traidor al responder de este modo. El tiempo de abstinencia tampoco ayudaba si debía ser sincera pero no era como si fuera a admitirlo. Solo sabía que de pronto era demasiado consciente de su extrema cercanía y el modo que nuestros cuerpos encajaban perfectamente juntos. Los recuerdos de lo que él todavía no había vivido no conseguían precisamente enfriarme.
Se deshizo de la capa y besó tortuosamente lento la línea de mi mandíbula, descendiendo hasta llegar a mi cuello y encontrar el punto preciso donde mi pulso latía. Esto no estaba bien, definitivamente no estaba nada bien. Robin mordió la piel de mi cuello y esta vez no pude contener de responder. Sí, estaba bien, increíblemente bien. Tuve que repetirme mil veces que era un brujo y que eso no representaba lo mismo para él que para mí, de no ser así ya habría mandado todo al diablo y le habría arrancado la ropa. De hecho, ni siquiera tenía idea de cómo no lo había hecho todavía. Mi autocontrol merecía un maldito monumento, ni siquiera yo creí que podría mantenerlo tanto.
-No juegues con fuego, brujo -susurré.
-¿Quién dijo que no quiero quemarme?
Oh, al infierno con el autocontrol, Robin tampoco estaba colaborando con eso. Lo besé intensamente, deseándolo más que nada. James había dicho que le tomaría todo el día. ¿Cierto? Robin se sentó en el borde de la cama y pensé que podría perderlo allí mismo. Mi piel ardía por el toque de la suya, no era lo suficientemente cerca. Sus manos en mi cintura me estaban volviendo loca, el rozar de sus guantes contra mi piel allí donde la camiseta se había levantado ligeramente me tenía al borde de lo insano. Ya ni siquiera me importaban los malditos guantes. Era su modo de ser, lo aceptaría y respetaría, cualquier cosa con tal de tenerlo.
Robin cogió el borde de mi camiseta y lo detuve cuando intentó quitármela. ¿Qué demonios estaba mal conmigo? La parte más lujuriosa de mí me gritó mil maldiciones cuando me alejé para poder mirarlo a los ojos, sin soltar sus manos ni permitiéndole seguir con su intención. Estaba tan agitado como yo, respirando con la misma dificultad, y estaba segura que su turbia mirada era un reflejo de la mía. No pudo haber parecido más inocente en ese momento para mí, como ese niño que ingenuamente se había llamado a sí mismo príncipe y había prometido que me cuidaría.
-¿Estás seguro de esto? -pregunté.
-Mañana seré un traidor para mi gente o para mi propio corazón -respondió sosteniéndome la mirada-. Sí, estoy bastante seguro.
-Eres extraño -susurré.
-Tal vez sea porque esté loco -dijo Robin sonriendo.
-Sí, tal vez sea eso -respondí pasando una mano por su rostro-. ¿Quieres saber algo curioso? No recuerdo mucho de mi primer beso, solo sé que cerré los ojos y sin saber cómo terminé imaginando que eras tú. Ese brujo ingenuo que no dejaba de mirar a escondidas mis manos.
-¿Acaso siempre me deseaste, mi lady? -preguntó él sonriendo y sonreí en respuesta.
Lo besé, negándome a responder algo que seguramente era cierto. Por un instante fue dulce, casi tierno lo cual era algo que nunca antes había experimentado. Era tan lento y controlado algunas veces que no entendía cómo lo lograba, y la agónica espera tan solo me provocaba más. Estaba segura como el infierno que él lo hacía apropósito sabiendo eso. Pero también sabía lo intenso que podía llegar a ser cuando lo deseaba, logrando que me cuestionase si los brujos no tenían una fama oculta. Robin me quitó mi camiseta y lo próximo que sentí fueron sus labios sobre mi clavícula. Él no tenía idea de lo que me estaba haciendo.
No perdí el tiempo y me ocupé de quitarle sus propias prendas, deshaciéndome de su chaleco y luego de su camisa para poder apreciar su pecho desnudo. Él tenía suerte que no hubiera decidido arrancar los botones. Por un momento fui incapaz de cualquier otra cosa más que mirar el reloj marcado en su pecho, la aguja seguía congelada en algún punto pasadas las cinco. Tanta vida por delante, y a la vez tan poca, una simple acción podría consumirlo por completo. Era extraño cómo incluso aquellos que tenían el tiempo marcado, no podían saber con precisión cuánto tenían. Pasé mis dedos encima como si de ese modo pudiera hacer retroceder las agujas aun sabiendo que era en vano. Si había algo que constantemente le pedía a Loki, era que evitara que ese reloj avanzara un solo segundo, incluso cuando sabía que un solo segundo lo mantendría con vida en el futuro.
-¿Todavía tienes esta cosa? -preguntó él tirando ligeramente del reloj que colgaba de mi cuello.
-Es Yggdrasil -respondí y Robin me miró sin comprender-. Mi gente, creemos que toda la existencia está contenida en el árbol de Yggdrasil. Sus ramas sostienen todos los mundos posibles, con el Helheim en sus raíces y las criaturas antiguas recorriéndolo. Vida, muerte, creación, todo. No es más que una gran coexistencia. Nosotros tan solo vivimos en una rama, un sitio diminuto en todo lo que implica. Cuando este mundo se vuelve aburrido luego de vivir mucho tiempo, algunos deciden salir a explorar el resto de Yggdrasil aunque nadie ha vuelto. Quizás existan lugares mejores de los que no deseas partir, o tal vez sea demasiado peligroso con seres salvajes como Fenrir merodeando. Es nuestra creencia fundamental.
-¿Y qué es lo que dice? -preguntó Robin.
-Haper. Sería esperanza, pero mucho más fuerte que eso, porque sabes que mientras Yggdrasil se mantenga en pie el mundo podría caerse a pedazos pero no es el fin.
-Entonces, sin importar lo que pase, siempre hay esperanza según tu gente. Ese es un lindo pensamiento -dijo él sonriendo-. Me encanta lo sencillamente feliz que tu tipo puede ser.
-Son los demás quienes se complican tanto al pensar demasiado -dije inclinándome para besarlo de nuevo-. No tú, tú eres único en ese sentido. Y mientras haya un Loksonn con vida, siempre hay esperanza, porque Yggdrasil permanecerá de pie.
-¿Por eso tu sangre es tan importante?
-Loki aceptó su castigo, a cambio que sus hijos dejaran de ser perseguidos -respondí contra sus labios, apenas pudiendo con el éxtasis que era besarlo-. No se queja, no intenta huir, nada. Pero juró, que si algún día su línea se extinguía, se liberaría para acabar con los Dioses que lo habían condenado y habían hecho pagar a sus hijos. Y si él se libera, se asegurará de hacer caer Yggdrasil para vengarse. Eso es el Ragnarok, Loki no teniendo piedad luego que le quitaran todo.
-Puedo asegurar que desatar tu furia no es bueno -dijo Robin y reí.
-Nuestra furia no es lo único por lo que somos bien conocidos.
-¿No?
-No. Pero lo otro ya implica más... una demostración.
-Puedo tolerarlo.
Él me atrajo más cerca para besarme. Sin importar cuánto lo besara no era suficiente. Su ardiente piel se sentía tan bien contra la mía, dudaba que siquiera fuera capaz de imaginar lo que me provocaba y todo lo que deseaba hacerle pero me estaba conteniendo. ¿Alguna vez podría cansarme de él? Era extraño, porque podía lucir siempre igual, pero cada vez que lo veía era alguien diferente. Me gustaba este Robin, tanto como el niño que había conocido o el joven que lo había perdido todo en el futuro. Él cogió mis manos y las llevó a sus labios, besándolas mientras me miraba a los ojos. Se sonrojó como la primera vez que nos conocimos, sonriendo con picardía al igual que esa noche.
-Nunca le había besado las manos a una chica -confesó.
-Algún día quizás entenderé la obsesión que tu gente tiene con las manos -dije siguiendo la forma de sus labios con mi pulgar-. ¿Puedes repetirlo?
-¿Qué cosa?
-Tú sabes qué. Aquello que nunca antes alguien me había dicho -respondí en un susurro-. Por favor. Es la primera vez que lo escucho tan sincero.
Robin me dio vuelta en un parpadeo, sosteniéndose con cuidado sobre mí mientras me miraba con su infantil sonrisa. ¿Era egoísta de mi parte desearlo solo para mí? Amaba su alegre sonrisa y el modo en que la felicidad siempre brillaba en su mirada, sin importar qué tan mala fuera la situación él siempre parecía feliz y era contagioso. ¿Estaba mal de mi parte querer conservarlo aun cuando sabía que no sería así en el futuro? Solo quería disfrutar de su compañía mientras fuera posible, las cosas bonitas no solían durar mucho en mi presencia.
-¿Nunca antes alguien te ha dicho que te ama? -preguntó Robin.
-Aman la corona, no la chica.
-Entonces los demás están mal de la cabeza y no yo -respondió Robin y cogió mi rostro con una mano-. Te amo, Nina. Y si hay algo de lo que estoy completamente seguro que no es producto de mi locura, es que te amo. Y creo que es al revés, te amo tanto que me enloquece. Sin importar el tiempo que sea, sé que eso nunca cambiará. Y no tengo la menor idea de cómo hacer que esto funcione, cómo siquiera logras tolerar mi modo de vida, pero...
-Solo sigue intentándolo hasta encontrar el modo correcto -dije atrayéndolo de nuevo-. Y bésame del mismo modo.
-Me aseguraré que no lo olvides.
No era difícil si me besaba del modo en que lo hacía. El peso de su cuerpo sobre el mío se sentía demasiado bien, vivía para cada centímetro en que nuestras pieles se rozaban. El beso era más urgente a cada instante, más crudo y desesperado. Simplemente no podía tenerlo lo suficientemente cerca, sin importar cuánto él presionara su cuerpo contra el mío o yo enterrara mis uñas en su espalda como si de ese modo pudiera retenerlo. Eché mi cabeza hacia atrás, permitiéndole besar mi cuello y el resto de mi piel expuesta. Robin no tardó en deshacerse de mi pantalón para poder besar mis piernas, asegurándose de sentir cada centímetro de mi cuerpo a pesar de sus guantes. Apenas pude contener cualquier sonido o movimiento involuntario al sentir sus labios sobre mi vientre, tan peligrosamente cerca.
-Robin -llamé pero él me ignoró mientras continuaba cada vez besando piel más sensible-. Robin. Ro... Oh, por Loki.
Él rió antes de continuar, tan solo logrando la misma reacción de mi parte. Entrecerré los ojos sin poder contener en absoluto el sonido que salió de mis labios. Podía sentir el interior de mi cuerpo tensarse tan deliciosamente, rogando por más. Para el momento en que su cuerpo estuvo de nuevo sobre el mío y sus labios en los míos, tan solo podía pensar en que no había sido suficiente. Le quité el resto de su ropa sin medir mis acciones hasta que ya no había ninguna barrera entre nosotros ni sabía dónde terminaba su cuerpo y empezaba el mío. Ni siquiera sabía cómo podía permanecer tan controlado cuando yo me sentía como una principiante lidiando con un hombre por primera vez, aun cuando conocía su cuerpo tan bien y él desconocía por completo el mío.
Robin me besó con la misma intensidad y sinceridad con la cual había dicho que me amaba mientras ambos nos movíamos al mismo ritmo. Era extraño cómo podía saborear las silenciosas palabras de sus labios, o tal vez el éxtasis había terminado por cobrar mi cordura también. Quizás un poco de ambas. Podía sentir cada uno de sus magros músculos tensarse bajo mi toque, su piel deslizarse tan suavemente sobre la mía. Tan apasionado, tan tontamente feliz. Podía saborear la alegría de sus labios y sentir su amor cuando sus manos tocaban mi rostro con tanta dulzura. Cualquiera que hubiera dicho que los brujos eran fríos o demasiado soberbios para relacionarse con otros podía ser el esclavo personal de Hela en el Helheim.
-No soy de las que se acurrucan -susurré dándole a espalda cuando se echó a mi lado.
-También me dijiste que no eras de dar abrazos -respondió Robin rodeándome con un brazo y atrayéndome más cerca, sus labios rozaron tan ligeramente mi espalda que casi me estremecí-. No tienes que ocultar tus pesadillas de mí, Nina. No tienes que mentirme.
-Los Loksonn siempre mienten -dije sonriendo-. Es nuestra esencia.
-Solo una mala fama que no se molestan en desmentir. No es tan así.
-No es como si supieras.
-Mientes con tanta naturalidad, que cuando dices la verdad no actúas normal. Te enfadas o maldices más de lo normal.
-Nuestros engaños han protegido a Rike -dije y suspiré-. Accedí a reunirme con Valerie.
-Lo sé.
-¿Y también sabes cómo resultará?
-Sí, pero no puedo decirte. Conoces las reglas.
-Odio las malditas reglas -dije cogiendo su mano-. Odio lo que te hacen.
-Es el precio de ser un servidor del tiempo.
-¿Cómo puedes saberlo, cuando ni siquiera yo sé qué haré? No lo sé, y James tampoco, y creo que nadie lo sabe en realidad.
-No me cuestiono lo que pasará, porque sé que algunas cosas son inevitables, así que solo lo acepto e intento no pensar en ello.
-Lo haces sonar tan fácil, cuando yo difícilmente podría. ¿Qué harías de estar en mi lugar? -pregunté y Robin rió.
-Por alguna razón es James quien estaba siendo educado para tomar el puesto de magister y no yo. No lo soportaría.
-¿Por qué no?
-Porque tú y mi hermano pueden mostrarse insensibles y hacer lo que tienen que hacer por el bien de los demás, pero yo no. Sabes cómo soy. Admiro el modo en que ustedes consiguen hacer lo que deben, se atreven a tomar decisiones en lugar de todos los demás, lidian con lo que implica que otros dependan de ti. Yo jamás podría, por alguna razón escogí actuar en secreto. No soportaría tener que dar un golpe de ser necesario, posiblemente intentaría estar en paz con todos y sé que la política no debe ser así de fácil.
-Mataste a Nimeria -susurré y él se tensó-. Todos podemos hacer cosas inimaginables, bajo los incentivos correctos. ¿Crees que quiero esto? Dejando de lado lo mal que me llevo con Valerie, no quiero esta enemistad, pero no puedo permitir que mi gente sea tratada mal. ¿Ella en serio te pidió que la mataras?
-El sucesor la estaba torturando.
-¿Qué hacías allí por empezar? -pregunté y Robin suspiró.
-Te dije que no confiaras en el otro guardián. Me tendí una trampa a mí mismo, me hizo estar en el lugar y momento equivocado. Creí que podría salvarla pero...
-Donde hay muerte, siempre habrá -terminé por él.
-Lo siento.
-Los nobles sospechaban que un brujo había asesinado a Nimeria, no sé cómo se habrá resuelto ese asunto. No diré nada al respecto. Creo que es evidente que James prefiere autoinculparse a permitir que se sepa y Holland tampoco te delataría. Kian no hablará si así se lo ordeno, su juramento implica que cumpla la voluntad de un Loksonn sin importar cuál sea o si implica traición. No sé qué haré con Vali, pero puedo ocuparme que no hable. Mientras no se sepa, se supone que no tendrás problemas. Pero jamás vuelvas a ocultarme algo similar.
-No deberías mentir a tu gente por mí.
-Su sigr vina había muerto el día anterior, ella hubiera encontrado la muerte de un modo u otro. Y creo que es bastante evidente que te sigue torturando lo que hiciste. Hela solo quería un poco de drama, te guarda rencor desde que no le dejaste cobrar mi vida la vez pasada. Pero no puedo permitir que esa zorra me gane, si su vida es miserable no es mi culpa y no dejaré que me haga miserable también. No seré como el prins anterior. ¿Es eso lo que viste en tu infierno?
-Sí -admitió.
-¿Por eso saliste tan rápido?
-Estabas muerta -susurró Robin y se aferró más fuertemente a mí-. Sabes que era ella o tú. No la había matado, y tú estabas muerta por eso. No era un buen presente.
Suspiré, si esa había sido la voluntad de Nimeria entonces la respetaría. Era evidente que él había sufrido en su infierno, si James ya bastante mal había estado al matar en defensa propia en una situación de vida o muerte no quería imaginar cómo habría reaccionado Robin al hacerlo sin tener opción a la vez que nada lo obligaba. A veces temía que fuera demasiado puro y bueno, un alma demasiado gentil e inocente, pero entonces recordaba que en el futuro sería capaz de matar sin pestañear. Él no deseaba ser así, y tan ingenuamente no se daba cuenta que ya estaba dando los primeros pasos en esa dirección. Cogí su mano con fuerza como si así pudiera calmarlo.
-Robin... ¿Qué tanto sabes sobre tu propio futuro?
-Lo suficiente como para estar aterrado -respondió él en un susurro.
-No deberías. Lo cambiaré.
-Eso es lo que más temo -dijo Robin aferrándose más a mí-. Un cambio semejante, no vendrá sin un gran precio a cambio. Sabes cómo es el tiempo.
-Sé que no te cobrará a ti si yo hago la acción. Eso hizo el magister.
-No estás precisamente calmándome al compararte a él -dijo Robin y reí tristemente.
-Jamás podría ser como él, por empezar porque ya he experimentado la muerte como para temerle y desear huir en la dirección contraria lo más rápido posible. No puedo darme el lujo de morir sin descendencia, Robin. ¿Quién se hará cargo de Rike? ¿Vali? No lo entendía antes pero creo que ahora lo hago, él no está bien, puede saber mucho pero emocionalmente es incapaz de reinar por lo sucedido con Narfi.
-¿Qué es lo que tienes en mente, Nina?
-Demasiadas cosas como para siquiera saberlo -admití.
-¿Por qué habrías de aceptar hablar con Valerie? -preguntó él y sonreí apenas.
-Es extraño escucharte referirte a ella de ese modo, cuando es tu mamá de quien estamos hablando.
-Renuncié a mi nombre hace demasiado tiempo.
-Eso no cambia las cosas.
-Y creo que ella fue bastante clara al decirme que fue lo mejor que podría haber hecho luego de todas las discusiones que tuvimos últimamente por tu causa.
-Tal vez tenga otro de esos casos post-traumáticos a causa del Helheim, un desastre temporal y lidiar contigo; pero no creo que sea una mala madre. Solo intenta protegerlos. Es una zorra conmigo, pero esa es otra historia.
-No lo es, pero creo que ya vivimos lo suficiente como para cuidarnos por nuestra cuenta.
-Aprende esto de mí, nunca estás listo para estar solo. Sabes que no me debes nada. ¿Cierto? No soy tan egoísta para juzgarte por el lado que escojas en caso que esto salga mal. Sería lo normal que escogieras a tu gente.
-Guardián del tiempo, no tengo permitido involucrarme en política.
-Las personas siempre dicen eso, pero lo cierto es que no existe tal cosa como la neutralidad. En situaciones así, cualquier decisión que tomes te posiciona en un bando u otro. No es algo que puedas evitar.
-¿Es eso lo que tú crees?
-No. Yo no creo en ninguna situación donde no haya opuestos. La vida es un juego de azar, a veces recibes una buena mano de cartas y otras no. Pero el punto es saber jugarlas, y en lo posible mejor que tu contrincante.
-Debe ser sencillo, para una Loksonn.
-Es sencillo si eres como Vali, y no permites que nada te importa porque perdiste lo único importante. ¿Pero cuando no es así? Créeme que es difícil mover tus cartas entonces. La política es un juego de poder y falsas apariencias, puedes estar muriendo por dentro pero por fuera debes parecer lo más fuerte e indiscutible posible -murmuré sin prestarle atención-. Por eso no eres tú sino James. Tu mirada... Es tan sincera algunas veces, tienes el mismo tipo de valor que Holland al no temer mostrar lo que sientes. Pero en la política, eso puede ser una debilidad. James y yo... Bueno, creo que es evidente que no es nuestro caso. Los demás no tienen modo de saber realmente lo que pensamos o sentimos, y eso no les da posibilidad de usarlo en nuestra contra.
-¿Sientes algo por mí? -preguntó Robin.
Me di vuelta, aun entre sus brazos, para poder mirarlo. Lo preguntaba con tanta sinceridad que por un instante me cuestioné si me había oído la primera vez que lo había gritado, o seguía temiendo haber oído mal. Tal vez una parte de él siguiera aferrada a esa tonta advertencia que todos los seres oían sobre no confiar en cambiaformas y cómo nosotros siempre intentaríamos engañarlos y estafarlos de ese modo. Me acerqué y rocé dulcemente mis labios contra los suyos, sosteniendo una mano contra su rostro como si así pudiera retenerlo para siempre. Quería borrar el corte de su mejilla, pero sabía que no era tan fácil, y si debía ser sincera tampoco me arrepentía.
-¿Eso responde tu pregunta? -susurré.
-¿Es tan difícil decirlo?
-¿Palabras? Cualquiera puede mentir al respecto, lo sé mejor que nadie. ¿Pero acciones? Eso es más difícil de falsear -respondí tranquilamente-. Los cambiaformas, creemos más en las acciones que las palabras, pero cuando decimos esas palabras... Créeme que nada tiene más peso entonces. Así es como mantienes el valor de las cosas, al no gastarlas al utilizarlas.
-No creo que algo como las palabras puedan gastarse, no cuando son verdaderas. ¿Excusas? Tal vez. ¿Pero sentimientos? Esas cosas no pierden valor por expresarlas.
-Notas lo distintos que somos, solo con este simple asunto. ¿Verdad?
-Nunca vayas por una persona igual a ti, es aburrido coincidir en todo. Te lo digo por experiencia.
-Tranquilo, a diferencia de ti estoy cuerda -dije sonriendo y él rió.
Al menos por ese instante, todo fue perfecto, porque si Robin era capaz de reír entonces significaba que el mundo todavía no estaba tan mal. Me acurruqué contra él sin pensarlo, disfrutando del calor de su compañía y de estar entre sus brazos. Las cosas podrían irse al diablo muy rápido, mejor aprovechar mientras fuera posible.
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