Capítulo 28: Que el tiempo decida
Levanté mi vaso y miré el líquido traslúcido. James no había hecho comentario alguno al vernos totalmente empapados, no tentaría su suerte si todavía no había matado a su hermano. Él solo se había limitado a servir lo que sea que hubiera preparado en tres vasos distintos y repartirlos. Tanto como seguía sin confiar en cualquier poción preparada por un brujo, quería creer que no existía nada capaz de dañar a una cambiaformas de beberlo pero no a dos brujos. Y si ese era el caso... Bueno, de todos modos ya había sufrido por plata en mi torrente sanguíneo y seguía viva. Sabía que tendría el suficiente tiempo para matarlo.
-Si te quisiera muerta, pajarito, créeme que ya lo estarías -dijo James levantando su vaso y sonrió-. A tu salud.
-Livet -murmuré.
-Cin cin! -dijo Robin y vació su vaso de un trago.
Cayó hacia atrás, completamente dormido de nuevo. James lo miró con curiosidad pero no dijo nada mientras bebía al igual que yo. Que fuera lo que fuese del brujo, sinceramente me daba igual. Seguía sin tener idea de qué haría con él. Otro ya lo hubiera matado, otro cambiaformas no dudaría en matarlo de conocer su crimen. Suspiré, de momento no era lo más importante y tampoco lucía como si fuera a ir a alguna parte. Miré a James sentado delante de mí en el suelo. ¿Él realmente podía ser tan imbécil? Sí, por supuesto que lo sería. Busqué en el interior de la capa hasta dar con lo que quería y le lancé su teléfono sin cuidado. Él lo atajó enseguida y lo miró incrédulo al reconocerlo.
-¿Qué demonios haces tú con esto? -preguntó James.
-Encontré tú teléfono, esperaba un agradecimiento por esto.
-¡Ni siquiera me creías que lo había perdido!
-¡Solo un idiota le creería a alguien como tú que perdió su teléfono justo cuando empieza a evitar a la bruja que acaba de tirarse!
-Esa bruja es tu mejor amiga.
-Y estoy segura que Vali está haciendo un excelente trabajo cuidándola por mí -dije y sacudí mi propio móvil-. Lo arreglaste, ya le mandé un mensaje. Encontró a Vali y Kian, están a salvo y bien cuidados. No existe mejor hospedaje que el brindado por cambiaformas.
-Es una bruja, y no sé si lo has notado o no pero tú tipo no nos anda tratando muy bien últimamente -respondió James.
-¿Y quiénes empezaron? -pregunté y suspiré-. Es Holland. Todos saben que es mi mejor amiga y una exiliada para tu raza. Créeme, la tratarán bien, y si algún idiota no lo hace Vali o Kian se encargarán de eso.
-Apenas los conoces.
-Son cambiaformas. No necesito más para confiar en ellos.
-Las cosas se están poniendo violentas allí afuera.
-Oh, vamos, está en compañía del primer Loksonn y su drapsmann. Ni siquiera yo me atrevería a provocarlos.
-Espero que tengas razón -dijo James y su mirada se desvió a Robin-. Ellos no deberían estar metidos en esto.
-No es como si fuera un problema que solo nos involucra a nosotros.
-Sin importar lo que suceda, ella permanecerá a tu lado, así que será mejor que la cuides bien y no sea víctima de un fuego cruzado.
Lo observé en silencio por un instante, intentando encontrar algo del clásico James que no se preocupaba por nada más que sí mismo y poco le importaban sus anteriores amoríos o recordaba sus nombres. Esa relación había estado maldita desde el comienzo, aun si las cosas no se hubieran complicado tanto. Ella había llorado semanas por él sin importar si había sido del todo su culpa o no. No podía culpar a Valerie por querer proteger a su hijo, y no podía culpar a James por haber olvidado. Esos dos eran demasiado opuestos para funcionar o durar, nunca tendrían una oportunidad en la situación actual y no acabarían en nada más que puro dolor. No había podido proteger a Holland de eso la primera vez. ¿Pero ahora?
-¿Si haces una poción para que alguien olvide a la persona por la cual tiene sentimientos, realmente se olvidan los sentimientos o pueden volver a aparecer? -pregunté.
-No haré nada para ti o mi hermano -dijo James seriamente.
-Tan solo estoy preguntando. Te dedicas a eso. ¿No? A hacer pociones.
-No me gusta hacer pociones que puedan afectar los sentimientos de ese tipo. Son complicadas, toman tiempo, y suelen acabar con algún sujeto cabreado buscándome como si fuera mi culpa.
-¿Entonces por qué las haces?
-La paga es excelente.
-Debí haberlo imaginado...
-¿Lo dice la chica que hace trampas en apuestas y deja en bancarrota a cualquiera que pueda engañar para jugar con ella? -preguntó James tranquilamente-. Creo que ya dejamos en claro hace bastante tiempo que no somos buenas personas, Nina.
-¿El dinero vale eso?
-No me importa lo que los demás hagan con las pociones que me piden, no es mi asunto.
-¿Pensaste eso mismo cuando el magister te pidió una? -pregunté y él se tensó-. Puedes ser hábil con las palabras, James, pero yo sigo siendo la reina de las mentiras aquí. Si no te importara, no te sentirías culpable también por su muerte. ¿Entonces?
-Nunca uso los ingredientes puros -respondió él luego de varios segundos en silencio-. Al menos no para ese tipo de pociones. Suelo diluirlos. Tienen el mismo efecto, pero no es tan radical o fuerte. Te olvidas de los sentimientos, pero no por completo. La indiferencia es cruel, no me pagan para causar dolor. Sí, no recordarás ni sentirás nada por esa persona, pero tampoco la verás como a cualquier extraño.
-¿Es reversible?
-Depende el tipo de poción y quién la haya hecho.
-Imagina que la hiciste tú.
-Nadie hace pociones como yo.
-Solo imagínalo, sígueme el juego.
-Sí, por supuesto que sé deshacer mis propias cosas. Es complicado y molesto, e implica conseguir una buena cantidad de ingredientes que ahora mismo no están a mi alcance pero...
-¿Puedes conseguirlos?
-Sí, pero me tomaría un día. ¿Para qué demonios me preguntas esto?
Consideré todas mis opciones. Ahora más que nunca, necesitaba ser capaz de pensar en frío. Cuando las cosas simplemente me superaban como ya lo habían hecho, resultaba difícil distraerse por sentimientos efímeros. No era un lujo que pudiera permitirme. Si tenía que ser una buena Loksonn, ahora mismo no había espacio para nada personal. Ni amigos, ni sentimientos. Solo éramos yo y las cartas en mi mano, y lo único que importaba eran las jugadas que hiciera con las cartas que aparecieran sobre la mesa. Los brujos jugaban ajedrez, no poker, ese había sido el consejo de Alexis y el único que podía aceptar ahora mismo. Estos dos brujos... Eran demasiado incompatibles, y Holland apenas estaba logrando comenzar a superar lo sucedido. James era un jugador, encontraría otra. Y Holland definitivamente se merecía a alguien mejor.
-Porque quiero que los busques hoy mismo y prepares un antídoto -respondí mirándolo a los ojos.
-¿Acaso estás loca? ¡No estamos precisamente en una situación como para desperdiciar un día de ese modo! -exclamó él sin ocultar su molestia.
-¿Y tú sabes qué hacer ahora mismo? Porque yo no.
-Podríamos buscar una solución.
-Haz lo que te digo, y me reuniré con Valerie para tratar el asunto personalmente -dije y James calló enseguida-. Si ella no me manda a matar apenas me ve...
-¿Para qué demonios quieres eso? -preguntó él.
-¿Quieres que hable con Valerie o prefieres que me quede aquí mirando cómo todo se va al diablo? Porque no sé tú, pero yo estoy bastante cómoda. Ahora vete, cuanto antes salgas antes regresas. Haz lo que te pido, e intentaré negociar con tu madre de un modo pacífico y diplomático.
-¿Y qué ganas tú de todo esto? -preguntó James con desconfianza-. Demasiado bueno de tu parte para ser real o con buena intención.
-Un favor de tu parte.
-¿Para quién?
-Solo un imbécil que se metió en problemas por intentar jugar con cosas que claramente no maneja tan bien como yo, cuando podría haberse ahorrado todo eso de recurrir a mí. Pero los hombres siempre son demasiado orgullosos creyendo que deben salvar a la chica. ¿Cierto? -pregunté recostándome sobre mis codos-. Haz lo que te digo, James, y hablaré con Valerie. Golpearé a su puerta, me sentaré a tomar el té con ella, y le ofreceré mi mejor sonrisa falsa mientras pretendo no saber que ella desea verme muerta.
-Ella no desea...
-No te molestes en intentar convencerme de lo contrario -dije y él suspiró con resignación.
-Bien, tal vez a ella tampoco le guste mucho verte.
-Solo vete de aquí y consigue todo lo que necesites.
-¿Mi hermano estará vivo cuando regrese? -preguntó James fingiendo calma mientras se ponía de pie pero podía ver su verdadera preocupación en sus ojos.
-Suele ser aburrido matar a alguien mientras duerme.
-Nina...
-Su versión futura está viva. ¿No?
Él me miró un momento más de lo debido, casi como si dudara, pero el brujo jamás desconfiaría del tiempo por lo que terminó por darse media vuelta y partir. Lo cual me dejaba a solas con el maldito guardián durmiendo en el suelo. Podría matarlo, eso definitivamente cambiaría el futuro. Cogí mi cuchillo y consideré el peso en mi mano antes de volver a dejarlo en el suelo junto a mis espadas. ¿Matarlo mientras dormía? Eso sería demasiado piadoso de mi parte. ¿Cómo podía ser tan tonto de dormirse sabiendo mis intenciones? Pero lucía tan en paz, que no me era difícil recordar su locura. Maldito fuera él, y maldita fuera yo por haber creído tan ingenuamente que podría con esto.
Me puse de pie sin soportarlo mucho más. La habitación era lo suficientemente grande como para poder caminar de una punta a otra y evitarlo, por más que solo contenía una cama para dormir y el brujo era lo suficientemente tonto como para decidir dormir en el suelo. Tenía que matarlo, porque aun si no quisiera hacerlo otro lo haría en mi lugar tal como exigía la ley. Los nobles estaban buscando cualquier excusa para desestimarme y quitarme cualquier poder que tuviera en este asunto, y aquí estaba él dándoles el motivo perfecto. Quería romper algo, porque no tenía idea de cómo esto había sucedido. Y era frustrante en tantos modos distintos. Regla n° 19: La autocompasión nunca era buena para mí.
Cogí mi móvil pero lo guardé enseguida. No podía arriesgarme a llamar a Holland, porque ella no haría nada más que intentar ayudarme al hablar del asunto u ofrecerse a venir aquí y ahora mismo la necesitaba lejos y a salvo. Y, sí, la negación era una perra tentadora. Vali y Kian la estaban cuidando, eso era todo lo que importaba. A estas alturas ella debía estar disfrutando de una suite de lujo en el Thief tal como le había dicho que hiciera. Ahora mismo daría cualquier cosa por estar disfrutando del spa con ella, pero andaba estancada en un pueblo de Italia. ¿Cómo demonios era posible que siempre terminara aquí? Jamás imaginé que los humanos con ese estúpido dicho de todos los caminos llevaban a Roma hablaran de un modo tan literal.
-¿Sigues molesta?
Me di vuelta enseguida al escucharlo. Seguía recostado en el suelo, mirándome tan resignado como llevaba haciéndolo desde que lo había vuelto a encontrar. Podría haber saltado sobre él para matarlo con mis propias manos en ese momento, y dudaba que se hubiera movido. No era justo que me mirara con tanto dolor, porque él no era la víctima aquí. Cerré fuertemente mis manos, todo esto resultaba tan frustrante que apenas podía contenerme. Mi vida personal estaba bastante jodida como para simplemente dejarla de lado y lidiar con la política.
-No estoy molesta, estoy furiosa -dije-. Y dolida. Me mentiste, todo este tiempo, y yo no he hecho más que pasar meses pensando en un modo de solucionar esta situación sin que nadie salga herido, especialmente tú.
-Nunca fue mi intención hacerte daño -dijo él sentándose.
-Pero lo hiciste. Porque ahora no puedo dejar de preguntarme cuántas veces me miraste a los ojos con la sangre de Nimeria en tus manos. ¿Siquiera puedes imaginar la agonía en la que ella murió? Porque yo sí, la sentí a la perfección -dije y él me miró con culpa-. Y te recuerdo que fue tan doloroso, que me dejó inconsciente. Cada vez que alguien mata a un cambiaformas, me están matando a mí también. Lo que le hiciste a ella, me lo hiciste también.
-¿Crees que eso no es lo que más me tortura de todo esto? -preguntó Robin y negué con la cabeza.
-Su muerte debería torturarte. Porque Nimeria era una mujer inocente y desarmada.
-Ella me lo pidió, quería morir. Su muerte ya estaba escrita...
-¡No tienes excusas para esto! -grité cuando la furia finalmente me ganó-. ¿Porque sabes cómo Rike condena lo que hiciste? ¡El castigo por semejante crimen es la muerte! ¡Debería entregarte pero aquí estoy! ¿Y qué demonios se supone que haga si esto alguna vez se sabe? ¿Sentarme y ver cómo eres ejecutado? Porque los nobles están buscando por tan solo un desliz de mi parte, para hacerse cargo por completo de la situación e ignorar lo que diga, y ahora mismo no puedo permitirme simpatizar con un brujo que mató un cambiaformas mucho antes de esta situación. ¡Debería matarte si tengo que ser honesta!
-¿Entonces qué estás haciendo? -preguntó Robin.
No lo sabía. Mis ojos ardían a causa de la frustración y no tenía la menor idea de qué hacer al respecto. Las espadas en el suelo llamaron mi atención un instante. Oh, al diablo con intentar arreglar esto como harían los brujos. Ya me había cansado de jugar por sus reglas. Durante años no había hecho más que intentarlo. ¿El magister había querido la coexistencia? Patee una espada hacia Robin y levanté la otra con mi pie. El brujo se paralizó tan pronto como empuñé la espada en su dirección. Él apenas alcanzó a bloquear mi ataque antes de retroceder y ponerse de pie tan rápido como fue capaz, la incredulidad evidente en su expresión. ¿En serio había creído que sería incapaz de hacerle daño?
-Cuando un humano empieza a utilizar sus manos, le dan algo con lo que dibujar, porque para ellos la escritura es fundamental o algo así. Cuando un brujo empieza a utilizar sus manos, les enseñan a usar guantes y a mover cosas para iniciarlos en la magia. Cuando un cambiaformas empieza a utilizar sus manos, lo primero que se le da es un cuchillo para que pueda cuidar su vida -dije y él retrocedió otro paso, apenas pudiendo bloquear el siguiente ataque-. Los demás seres no suelen entender nuestra obsesión con cuidar de nuestros niños a cualquier costo, intenta decirle a alguien que apenas comienza a vivir que nació en una especie cuya mala reputación hace que muchos quieran matarlo solo por lo que es. Intenta crecer sabiendo que la mayoría te odia sin motivo y te asesinarían de poder. Es mejor enseñarles a no temer entonces, a coger una espada y luchar por lo que les corresponde.
Él retrocedió otro paso y por pura suerte logró levantar su espada para bloquear otra estocada de mi parte. Ni siquiera me estaba esforzando, de desearlo su cabeza ya habría rodado por el suelo. No me había equivocado al haber juzgado antes que sabía esgrima, sus pies se movían por experiencia y empuñaba bien su arma para ser un brujo. Lo obligué a retroceder otro paso. Era evidente su esfuerzo por seguirme el ritmo mientras yo ni siquiera lo notaba. Se quejó de dolor cuando no se movió lo suficientemente rápido para evitar el filo de mi espada. Robin se llevó una mano a su mejilla y palideció al ver la sangre en la punta de sus dedos.
-La ley de Rike permite que cualquiera culpable de cometer un crimen pueda pedir un duelo en lugar de su sentencia. Si gana, queda libre del cargo. Un asesinato suele implicar un duelo a muerte -dije fríamente y él gimió cuando mi espada lo alcanzó en su brazo-. ¿Sabes por qué no hay traidores entre mi gente? Porque ese es un crimen que se condena con la muerte, y es tan grande que de pedir un duelo a quien se debe retar es a un Loksonn porque después de todo es a quien le has faltado el respeto. Lo cuál básicamente es muerte asegurada, aunque puede ser más lenta y dolorosa dependiendo de cómo sea el contrincante. Créeme, todos prefieren la primera opción al duelo.
Su espada salió disparada a un lado al romper su defensa y finalmente cayó al suelo cuando alcancé su rodilla. Me sostuvo la mirada cuando puse la punta de la espada contra su cuello, apretando sus dientes por el escozor de sus cortes. ¿Se suponía que debía sentirme culpable de derramar su sangre? Era extraño que resultara tan roja como la mía. Robin estaba respirando agitadamente, su desordenado cabello se pegaba a su frente a causa del sudor. Presioné más mi espada, logrando que una brillante gota de sangre saliera y se deslizara por su cuello hasta perderse debajo de su camisa. Tan solo sería cuestión de un movimiento, un rápido corte y bien podría tenerlo sufriendo en el suelo.
-No tienes idea de cuan afortunado eres. ¿Verdad? -pregunté y él ni siquiera parpadeó mientras me enfrentaba con valor-. ¿Crees que alguien alguna vez tendría una oportunidad contra mí? He medido cada corte al milímetro exacto. Ni siquiera duelen realmente, solo son molestos.
Vi su mano alcanzar uno de sus relojes y me di vuelta enseguida, mi espada de nuevo a la altura de su cuello cuando lo encontré de pie frente a mí. Robin ni siquiera se alteró. Apoyé la espada sobre su hombro, analizando todas mis posibles opciones. Ya no lucía triste o agitado, solo decidido a aceptar cual fuera mi decisión. Estoico. ¿Cuántas veces me había mirado del mismo modo en que lo estaba haciendo ahora, callando lo que había hecho? ¿Cómo había sido capaz de tal cosa?
-Tal vez ese truco podría salvarte con otro, pero no conmigo. En toda la historia un Loksonn jamás ha pedido un duelo, y eres predecible para mí -dije y apoyé el frío metal contra su piel-. Peleas bien para un brujo, mejor de lo que habría esperado, pero incluso los míos no duran más que segundos conmigo si así lo quiero.
-Entonces hazlo -dijo Robin tranquilamente-. Da el golpe final.
-Desearía que fuera tan sencillo, pero no es el caso contigo. Las cosas atemporales son molestas de matar.
-Sabes cómo hacerlo. Solo coge el reloj que buscas, y destrúyelo. Así de simple es matarme.
-¿Y cuántos relojes cargas contigo? -pregunté y sonreí sin sentirlo-. Me llevaría un buen rato registrarte hasta dar con él.
Robin se acercó un paso y presioné más la espada contra su cuello pero no le afectó. Me paralicé cuando se detuvo justo frente a mí, metiendo su mano en un bolsillo interno de la capa que seguía usando en su lugar y sacando el hermoso reloj de oro blanco. Lo dejó sobre mi mano libre y lo sostuvo allí, asegurándose que lo rodeara con mis dedos. Su tic toc no era normal, su peso se sentía superior de lo que en realidad debía ser. Él sostuvo mi mirada sin vacilar, incluso cuando yo sentí mi propio agarre sobre la espada aflojarse. Todo este tiempo... El brujo estaba loco, tenía que haber sido un error producto de su torpeza, pero no había duda alguna en su mirada.
-Está donde siempre estuvo -respondió Robin.
-¿Permitiste todo este tiempo que lo cargara conmigo aun sabiendo mi ánimo?
-Siempre has tenido mi corazón en tu mano. Haz lo que quieras con él, después de todo te pertenece.
Lo miré sin terminar de comprender. El brujo estaba loco, no había otra explicación posible. ¿Cómo demonios había permitido que el reloj estuviera a mi alcance sabiendo cuan cabreada estaba con él ahora mismo? ¿En qué diablos había estado pensando al dejarlo en mi posesión desde que habíamos puesto un pie en el Helheim? Porque él había sabido que descubriría la verdad entonces, solo eso explicaba su comportamiento anterior. Robin se tensó cuando sostuve fuertemente el reloj pero no se movió ni dejó de sostenerme la mirada. Conocía demasiado bien ese dolor en sus ojos, el mismo que sufría cada vez que rompía las reglas y el tiempo cobraba lo suyo.
Realmente podía matarlo, era tan simple como romper el reloj en mi mano. Estaba sosteniendo su vida, su corazón. Literalmente, por más ridículo que sonara. Aunque de un modo menos gráfico y sangriento de lo que uno esperaría. Había matado a Nimeria. Aun si ella se lo había pedido eso no justificaba el modo en que había callado todo este tiempo frente a mí. Debería haberme dicho. Debería simplemente tirar el reloj al suelo y que se rompiera, el mismo reloj que me había mantenido con vida cuando mi propio corazón se había detenido por la plata. ¿Por qué demonios era tan difícil soltarlo? ¿Quién creía que era para mantenerse tan impasible frente a mí a pesar de lo que era capaz de hacerle?
Debería matarlo. Sabía qué hacer, podía imaginarlo a la perfección, pero mi mano solo no respondía. Mis ojos ardían por la frustración. No era justo, porque él no era nadie para hacerme esto. Nunca antes mi cuerpo me había traicionado de este modo, negándose a hacer lo que quería. Jamás algo me había detenido de cobrar una vida de este modo. ¿Cómo podía estar tan calmado? Había sangre en su mejilla y había puesto su vida en las manos de la persona más temperamental que debía existir en todo Yggdrasil. ¡Podría estar de regreso en el Helheim a esta altura! No era justo, definitivamente no era justo lo que me hacía, no tenía ningún derecho a tener este poder sobre mí.
-Te odio -murmuré apenas pudiendo mantener la estabilidad en mi voz y le devolví su reloj-. Te odio. Porque estar enamorada de ti es tan frustrante y terminará por volverme loca. ¡No eres más que un maldito que sabía que no lo haría!
-Espera. ¿Qué has dicho? -preguntó él sorprendido.
-¡Que te odio!
-No, no, no. Después de eso -dijo Robin rápidamente.
-¿Realmente estás tan mal de la cabeza como para no haber notado que he estado enamorada de ti prácticamente desde el momento en que te conocí? ¡Y es lo más estúpido que he hecho en toda mi vida! Debería mandarte al diablo e irme con Kian o algo por el estilo. Al menos de ese modo los nobles dejarían de molestarme con el maldito asunto de cuánto me importa mi línea de sangre y su continuidad.
Robin desapareció luego de eso. Miré incrédula el espacio vacío frente a mí apenas conteniendo mis ganas de gritar. ¿Cómo se atrevía a dejarme plantada de este modo luego de lo que le había dicho? ¡Maldito brujo loco! Debería hacer exactamente lo que había dicho, al menos de ese modo podía estar segura que mi vida personal tendría cierto orden y coherencia. Tal vez el bar ya estuviera abierto a esta hora, o podría encontrar a otro cambiaformas que me informara de la situación actual en Rike. Necesitaba pensar cuidadosamente lo que haría de aquí en adelante, porque cada palabra y paso podían definir un futuro deseado o cambiarlo por completo.
Me quedé completamente quieta cuando me rodeó con un brazo para detenerme. No debería importarme tanto, ya sabía cómo esto terminaría. Pero, si algo me había demostrado el Helheim, era que al parecer era una persona masoquista. No me moví, y él tampoco me soltó. Luego de todo por lo que habíamos pasado, ya no tenía energía ni como para estar molesta. No luego de haber estado tan cerca de matarlo, y no haberlo hecho. Debí haber sabido que no lo haría, que no sería capaz, pero ingenuamente seguía creyendo que podía tomar mis propias decisiones en vez de permitir que el tiempo las dictara. Robin no moría en ningún futuro cercano, o al menos eso parecía. ¿Yo? Eso era bastante cuestionable.
-¿Y acaso él te conoce del modo en que yo lo hago? ¿Se esfuerza por quedarse despierto por las noches para calmar tus pesadillas si lo necesitas? ¿Sabe que a pesar de cuánto maldices eres incapaz de hacerlo frente a niños? ¿Se ha pasado cada día de su vida, cada instante, recordando cómo se sentía sostener tu mano, piel contra piel? Lo delicados y pálidos que eran tus dedos, lo suave y fría que era tu piel, cuan frágil era tu pequeño agarre -dijo Robin en mi oído y deslizó su mano sobre la mía, entrelazando nuestros dedos-. ¿Sabe que tu verdadero cabello es del color de las castañas y corto porque te gusta así? ¿Dónde has sido herida con plata? -preguntó él y sus labios rozaron mi cuello, justo donde sabía que esa cicatriz debía estar-. ¿Conoce a la perfección los latidos de tu corazón?
-Robin... -susurré.
-Solo respóndeme esto. Hazlo y si es un sí te dejaré en paz, aun cuando ambos sabemos que no cumpliré esa promesa. ¿Logra hacerte sonreír del modo en que yo lo hago, logrando que te olvides de tu nombre y tu corona y todo lo que eso implica?
-No -respondí.
-Entonces no creas, ni por un instante, que dejaré que hagas alguna estupidez de ese estilo como estar con un cambiaformas solo porque eso es lo que se espera de ti. No cuando no lo amas y no puede hacerte tan feliz como yo.
-Eres bastante arrogante si crees ser el único capaz de hacerme feliz, brujo.
-Elsker deg -dijo Robin y estuve segura que mi corazón se saltó un latido.
No supe que había soltado mi propia espada hasta que escuché el ruido del metal repiqueteando contra el suelo. Intenté pensar en una sola vez que hubiera escuchado esas palabras antes pero me fue imposible. Tenía que haber escuchado mal, tal vez solo era mi tonta imaginación jugándome una mala pasada, pero su agarre sobre mi mano era tan firme que no dejaba lugar a dudas. Me di vuelta, intentando comprender cómo era posible que esas palabras pudieran tener semejante efecto en mí. Él ni siquiera tenía modo de conocerlas. ¿Qué se suponía que respondiera?
-Es lo único que estoy seguro de saber decir bien en cambiaformés -dijo él.
-¡Es nórdico! ¡Si vas a decirme que me amas al menos llama el idioma por lo que es!
Robin sonrió con diversión pero lo besé antes que pudiera decir algo más.
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