Capítulo 21: Un paso adelante
Mi hombro seguía doliendo pero la herida ya casi se había cerrado por completo. Ridículo, no había cambio en el Helheim pero seguía sanando igual de rápido. Los caninos de Vali habían llegado a traspasar la tela y desgarrar mi piel por la fuerza con la cual me había mordido y el hecho que fueran sus verdaderos dientes, pero no era como si me importara. Él había tardado un buen rato en recomponerse del todo, y dudaba que esa fuera una carga de la que se pudiera olvidar, pero al menos había juntado la suficiente fuerza para pretender que estaba bien.
¿Qué demonios podía decirle si lo que creía era correcto? ¿Que no era su culpa haber desgarrado el cuerpo de Narfi hasta lo irreconocible y haber arrancado sus tripas para que Odin las utilizara como sogas al atar a Loki? ¿Que no había sido él, sino el lobo feroz en que Odin lo había maldicho para llevar a cabo semejante masacre? Maldita sea, mi hermano se había comido a caperucita y todas esas tontas historias sobre le lobo malo. Sí, había encontrado el modo de burlar a Odin e intercambiar lugares con su propio hijo, pero eso no cambiaba lo que había hecho. Tampoco reviviría a Narfi o liberaría a Loki. El Dios se había dejado atrapar para que sus hijos no tuvieran que seguir pagando.
—¿Qué sucedió? —preguntó Robin y sacudí mi cabeza en negación.
—Nuestro nombre puede tener un poder que ningún otro líder, jamás, lograría siquiera igualar. Los grandes héroes, las personas que hicieron las más grandes hazañas, todos fueron Loksonn. Pero créeme cuando te digo que nadie jamás querría llevar ese apellido —respondí.
—Yo lo haría —dijo Robin y le sonreí tristemente.
—Pero tú estás loco. Vamos, la casa de Hela es más acogedora que su patio.
Vali no perdió tiempo en irrumpir, Baldr tampoco dejó de vigilarlo por su actual estado de ánimo. Quería decirle que era en vano discutir con Hela, aun cuando se suponía que él la conocía mejor que yo, pero sabía que no me escucharía. Kian lo siguió de cerca como su guardia, lo cual me dejó a solas con tres brujos. De nuevo. Suspiré antes de entrar, era mejor terminar con este maldito asunto de una vez para no volver a poner un pie en el Helheim nunca más. Maldita sea, ya me había hecho esa promesa antes y aquí estaba de nuevo.
—No beber, no comer, no sumarse a la fiesta —repetí mientras cruzaba el umbral—. ¡Y Robin, nada de hablar con Shakespeare o Julio Cesar o alguien de ese estilo!
—¿Y Freddie Mercury? —preguntó él.
Al diablo, el brujo era imposible. ¿Cómo demonios discutir con él? Aunque sabía que Queen era su banda favorita y Robin era capaz de hacer cualquier cosa por tocar la mano de Freddie Mercury, incluso incentivar mis trampas al tomar otras identidades si con eso conseguía meternos tras bambalinas. Lo habíamos hecho, o él lo haría. ¿El maldito tiempo no era suficiente dolor de cabeza como para agregar que al parecer no existía en el Helheim? La maldita mansión seguía en plena fiesta como cuando la había dejado con la fuerte música haciendo vibrar el suelo y los bailarines por todas partes. El maldito infierno era un excelente lugar para pasar el rato después de la muerte, lástima que no existiera nada para mí entonces.
No tenía la menor idea de lo que los brujos se esperaban del infierno, si siquiera creían en uno o lo llamaban de ese modo, pero definitivamente no era lo que esperaban. Había un gran contraste entre el patio terriblemente mal cuidado de Hela, y su mansión que lograba que las fiestas de fraternidades lucieran como pequeñas niñas con traje de ballet. Sinceramente, no tenía la menor idea de dónde Hela sacaba la música, o la comida, o todo lo que había, o los... No, los invitados eran fáciles de conseguir para ella. ¿Cuántos muertos habría? De saber esto, las personas dejarían de ver tan mal a la muerte. Al menos aquellas que tenían una oportunidad luego.
—¿Cómo haremos para encontrarlo? —preguntó Holland.
—Él nos encontrará a nosotros —respondió James y suspiró con pesar al adelantarse—. Él siempre sabrá más y estará un paso delante.
Quería creer que James tenía razón, porque encontrar al magister en este maldito sitio podría llevarnos mucho tiempo y Baldr no estaba disponible ahora mismo para ayudar. Se suponía que la casa de Hela era lo suficientemente grande como para hospedar a todos los muertos, prefería no imaginar lo que eso significaba. Holland me dio una de sus silenciosas miradas para preguntarme si estaba bien antes de adelantarse para estar junto al brujo cuando asentí. Los malditos dramas entre brujos eran demasiado para mí, pero supuse que su bondadoso corazón y el hecho que James siguiera luciendo como si no hubiera superado su propio infierno eran más fuertes que la ley del hielo. Eso, y tal vez habían llegado a algún entendimiento mutuo luego de aclarar los problemas entre ellos.
—Si le hace daño a Holland lo mataré —dije y Robin rió.
—¿Puedes morir estando ya en el infierno?
—No tengo idea, pero lo pondré a prueba con James si se lo busca.
—No creo que sea conveniente.
—No me importa —dije y él volvió a reír.
—¿Cómo te sientes?
—No tendré otra crisis nerviosa si es lo que te preocupa.
—No me preocupa que tengas una crisis, me preocupas tú —dijo él y suspiré—. Y vi lo que este sitio le hizo a Vali, quien se supone que tiene milenios de edad, y Kian quien al parecer es inmune a cualquier cosa.
—No es mi primera vez aquí.
—Lo sé.
—Te tengo a ti para recordarme que estoy viva y saldré de aquí. ¿No? —dije y sonreí ligeramente—. Hoy no es el día que muero.
—No.
—Confío en ti sobre cualquier cosa.
—No deberías hacerlo —respondió Robin notablemente tenso.
Me detuve para observarlo, tenía la misma expresión que había tenido esa vez cuando me había suplicado perdón por las cosas que tendría que hacer, o dejar suceder mejor dicho. Estaba atado a las leyes del tiempo, como yo a la maldita física. Si alguno intentaba romper las reglas... Bueno, al menos ya sabíamos lo que nos esperaba después de la muerte. ¿No? El tiempo era cruel con sus servidores, dándoles poderes más allá de su imaginación pero impidiéndoles utilizarlos para reescribir cualquier tragedia sucedida. El magister había muerto y Robin no podía cambiarlo, del mismo modo que no había podido evitar la muerte del prins anterior sin importar cuánto le hubiera gritado por permitirlo. Había sido tan tonta e ingenua entonces.
—Los cambiaformas vivimos del engaño y las mentiras —dije—. Créeme, sé cuándo puedo confiar en alguien.
—¿Por qué me besaste? —preguntó él sin ocultar su sorpresa.
—¿Necesito una razón para hacerlo? ¿O es que todavía no has notado lo que todos los demás ya han aceptado prácticamente?
—Creí que habías dicho que estábamos peleados.
—Lo estamos, pero eso no cambia lo que siento por ti. Me advertiste que esto podría suceder, que una versión de ti podría mandarme al diablo mientras otra querer besarme, y yo lo acepté. Prometí que lo intentaría, sin importar todos los inconvenientes y la locura y la maldita falta de lógica y orden cronológico.
—Te sentías helada.
—Soy una cambiaformas, mi temperatura real es baja. Es el frío de Rike. Por eso encendemos fogatas en las noches y buscamos el calor del otro.
—¿Alguna vez podré saber todos los secretos de tu tipo?
—No lo creo, necesitarías una eternidad.
—Soy atemporal.
—Y yo el enemigo público número uno para muchas personas. No tengo mucha esperanza de vida.
—Entonces déjame cambiar eso —dijo Robin y negué con la cabeza.
—No te permitiré que gastes un solo segundo de tu tiempo vital en mí, ya bastante has usado.
—No tienes idea —dijo Robin sonriendo con diversión y suspiré.
—Vamos, no es conveniente quedarnos atrás o separarnos de los demás.
Me di vuelta para continuar, pero me quedé completamente quieta cuando su mano encontró la mía y sus dedos se entrelazaron con los míos. ¿Por qué hacerlo? Si hubiera sido cualquier otro no lo hubiera cuestionado, con un cambiaformas hubiera sido lo más normal del mundo, pero con un brujo... Le devolví ligeramente su agarre y seguí caminando, siendo consciente de su paso detrás de mí. ¿Dónde demonios estaba Holland cuando la necesitaba para explicar qué diablos significaba esto? Sabía que no era algo para tomarse a la ligera. Maldita sea, cualquier cosa que involucrara brujos y manos no era para tomarse a la ligera.
James me miró con recelo cuando lo alcanzamos pero no dijo nada. Llegada a este punto, ya nada podría sorprenderme. Estábamos en el maldito infierno después de todo. Y, tanto como quería creer que no habría problemas en salir, sabía que Hela podía llegar a ser una completa perra que difícilmente cedía a peticiones de otros. Maldita sea, prefería no imaginar cómo estaría yendo su reunión a solas con Vali. Confiaba en que Kian y Baldr evitarían que mis hermanos se mataran entre sí, pero Vali no parecía del tipo pacífico y Hela tampoco lo era.
La fuerte música fue reemplazada por una balada clásica en cuanto pasamos a otra sala. Agradecí la maldita capa por ocultarme, deambular por la casa de Hela sin Baldr para imponer su autoridad no era una buena idea considerando a todos los huéspedes que yo había enviado aquí. Estaba segura que había una buena cantidad de personas que les gustaría tener una segunda charla conmigo, considerando que ahora ya no tenían nada que perder y yo sí. Quería creer que Hela no permitiría que nada malo me sucediera, pero considerando cómo era ella tenía más suerte confiando en Baldr. ¿Una cambiaformas expuesta y tres brujos sin magia? El infierno era un asco.
Me aferré al acompasado tic tac del reloj que colgaba de mi cuello, aun cuando no quería mirarlo por temor al tiempo que marcaría. Increíblemente, James había estado en lo correcto. Robin cogió mi mano con más fuerza mientras que mi agarre se aflojó tan pronto vimos al magister. Era extraño el modo en que actuábamos, tan opuesto y complementario a la vez, como si él necesitara aferrarse a otro y yo que alguien me sostuviera. Delante James se paralizó por completo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que lo habíamos visto? El magister lucía feliz, se suponía que eso tenía que reconfortarme de algún modo. ¿Cierto? Él me había pedido que sonriera al recordarlo, y Loki sabía que lo había intentado con todas mis fuerzas cada mañana.
Estaba sentado hablando con quienes lucían como otros brujos a juzgar por sus guantes, pero se puso de pie y los despidió tan pronto como nos notó. Si había creído que verlo en la ilusión me había afectado, esto no se comparaba en nada. Él no había cambiado para nada, de no haber sabido lo contrario hubiera jurado que este era otro día más que había interrumpido su vida y él lucía como si me hubiera estado esperando de todos modos. Seguía luciendo como una versión más madura de Robin, una que nunca existiría realmente ya que él era atemporal, aunque con el porte y la elegancia de James. Su oscuro cabello estaba cuidadosamente peinado, sus ojos seguían guardando su infinita sabiduría, y cuando sonrió lo hizo con la misma paciencia y cariño que siempre había tenido por todos.
James se lanzó a sus brazos y lo abrazó tan pronto como estuvo a su alcance, al igual que Robin. Por ese miserable instante me sentí como la niña pequeña que lo había conocido la primera vez, deseando tanto un lugar que no le correspondía. ¿Qué era yo en ese cuadro? Eran sus hijos. Cerré los ojos, tenía lógica... James cogió mi brazo y tiró de mí antes que pudiera decir algo al respecto. Fui incapaz de decir palabra alguna tan pronto como estuve contra el magister, aun más al no sentir la calidez de su cuerpo ni escuchar los latidos de su corazón. Nunca lo había hecho, y ya nunca más lo haría. Había perdido mi oportunidad, para siempre. Lo abracé, aun cuando nunca antes lo había hecho. ¿Era esto posible?
No supe cuánto tiempo estuvimos así, ni quién fue el primero en soltarlo antes que los demás lo siguiéramos. Quería tanto golpear al magister por lo que había hecho, y a la vez acurrucarme contra él por todas esas veces que nunca lo había hecho. Si él no hubiera muerto nada de todo esto estaría sucediendo, porque el magister siempre había sido capaz de solucionar cualquier problema sin importar cuál fuera y siempre había tenido la respuesta que necesitábamos. Me senté al igual que los demás cuando él lo hizo, intentando con todas mis fuerzas ignorar todos esos pequeños detalles que delataban que él ya no estaba vivo. Faltaba el broche en su chaqueta, y llevaba sobre sus guantes tres anillos que antes no habían estado allí. Sonreí tristemente al ver su corbata roja, era más fácil mirar mis manos que enfrentarlo.
—Estás jugando con fuego ahí, brujo —murmuré por lo bajo y él sonrió.
—¿Por qué lo hiciste?
No debería sorprenderme que James hubiera preguntando lo que todos deseábamos saber y nadie se atrevía a cuestionar. La furia y el dolor brillaban en sus ojos, no podía siquiera imaginar cómo se sentiría. ¿Utilizado? ¿Traicionado? El magister se había aprovechado de él después de todo para conseguir el veneno que lo había matado. Sentada a su lado, no podía evitar sentirme igual de engañada. El brujo había sido egoísta hasta el final, sabiendo que estaría para presenciar su muerte y queriendo sostener mi mano al final sin importar el dolor que eso me provocaría. Él sabía la cantidad de veces que había pasado por eso y cuánto odiaba el suicidio, y de todos modos lo había hecho.
—Jamás lo entenderías —respondió el magister calmadamente y James cerró fuertemente sus manos.
—No, dime. ¿Por qué demonios te quistaste tu propia vida? ¿Es que acaso no ves el maldito daño que nos has hecho a todos? —exclamó él.
—Entonces es cierto... Realmente te suicidaste —dijo Robin y bajó la cabeza, cubriendo el rostro con sus manos—. È la mia colpa.
—No lo es —dije tranquilamente.
—Lo será.
—Yo le di los malditos ingredientes —dijo James.
—Yo lo provoqué —susurró Robin.
—Y para todo el maldito mundo yo lo maté. ¿Y qué? Ustedes no son quienes tienen un maldito pedido de captura por un crimen que no cometieron —dije y suspiré echándome hacia atrás—. Ninguno es más culpable que él. No he pasado por todo lo sucedido hasta ahora para que discutan por quién tiene la maldita culpa cuando nadie lo obligó a terminar en el maldito infierno.
Robin se puso de pie y partió sin decir nada. Respiré profundamente, luchando contra la necesidad de seguirlo. James se levantó pero se volvió a sentar en cuanto el magister negó con la cabeza. Él lo sabía, aun cuando yo hubiera preferido ocultárselo. Lo había sabido todo este tiempo, tan solo se había negado a aceptarlo. Le hice una seña a Holland quien se había quedado atrás para que le hiciera compañía. ¿Qué tan difícil podía ser para un guardián del tiempo conectar los pequeños detalles imperceptibles para comprender lo que sucedería en el futuro?
—¿Estás contento? —preguntó James sin ocultar su molestia—. No puedo protegerlo de todo, no de ti. ¿Ahora cómo demonios lo convenceré que no es su culpa?
—El asunto va más allá de lo que crees, James —dijo el magister conservando su tranquilidad y se fijó en mí—. ¿No es así, Nina?
—No me metas en esa discusión —respondí enseguida—. No importa si ahora no sabe el por qué, jamás se lo perdonará. No creas que no se sentirá responsable por siempre, porque yo lo consolé durante noches.
—Lo sé, y te agradezco por eso, pero era necesario.
—No me hagas esto, no me obligues a darte la razón. No cuando sé que lo hiciste por él.
—Nina... —murmuró James y sacudí mi cabeza.
—Es por su bien —susurré—. No lo entiende ahora, pero lo es.
—¿Debo suponer que lo sabes todo? —preguntó el magister.
¿Cómo demonios podía mantener la calma de este modo? Quería saltar sobre él y ahorcarlo con mis propias manos, aun cuando sabía que era en vano si ya estaba muerto. Me negaba a darle la razón. Maldita sea, no lo haría. ¿A cuántas personas había perdido de este modo? Y el brujo lo sabía a la perfección. Había sido ingenua al creer que no sucedería lo mismo. No podía perdonarlo, no por esto, no cuando lo peor que podría haber hecho había sido suicidarse. ¿Cuántos nombres ya había anotado en esa lista? Pero conocía el motivo detrás, y si fuera mi elección... No, me negaba a admitirlo.
—¿Qué diablos están callando? —exclamó James y apenas me contuve de sonreír tristemente, quizás fuera cierto lo que creía el magister y había sacado las maldiciones de él.
—El tiempo está enfermo —susurré recordando las palabras de Robin.
—El tiempo no existe en los terrenos de la muerte —dijo el magister sonriendo e inclinándose ligeramente hacia adelante—. ¿Sabes lo que eso significa? Robin no puede saber, pero si eres bueno jugando a ser inocente...
—No hay tiempo, no hay reglas —dije al comprenderlo.
—Y si esto no sale de aquí, nadie nunca sabrá que las rompimos —continuó James—. Robin no lo sabe, no hay riesgo que pague. ¿Ahora pueden explicarme qué demonios está sucediendo aquí?
—Es jodidamente complicado, como cualquier maldita cosa que lo involucra. Él estaba casado, o lo estará, pero ella murió en la guerra, o morirá. ¿Cómo se supone que hable en pasado de algo que sucedió en el futuro maldita sea?
—Sucederá —corrigió James y necesité toda mi fuerza de voluntad para no coger mi cuchillo—. ¿Y tienes idea de lo que estás diciendo?
—No se suponía que el magister muriera.
—Donde hay muerte, siempre lo habrá, es una de las reglas fundamentales del tiempo, y la pérdida debe ser en igual medida —dijo el magister como si fuera otra de sus lecciones—. Escuché lo suficiente sobre ese futuro para querer cambiarlo, no me importaba el precio a pagar.
—¡Lo cual no sirvió de nada porque el tiempo es un hijo de puta! ¡Tu muerte solo adelantó la maldita guerra! —grité sin poder contenerme—. ¿En qué diablos estabas pensando al creer que eso podría cambiarlo? ¡Eres un idiota!
Sentí las lágrimas quemar de nuevo en mis ojos. Recordaba cómo se había sentido sostenerlo mientras su vida poco a poco se extinguía, suplicarle que me dijera qué le estaba sucediendo o cómo salvarlo, y solo obtener su tonta sonrisa a cambio. Los brujos eran egoístas por naturaleza, no veían más allá de su propia persona. Del mismo modo que Robin solo había pensando en salvar a su esposa en vez de evitar esa guerra, el magister solo había pensando en la felicidad de su hijo en vez de las consecuencias de sus actos. ¿Era la única que usaba su maldita cabeza para algo? Su muerte no había hecho nada más que adelantar el futuro. ¿Tan inevitable era el enfrentamiento?
—Esa guerra sucedía porque tú eras asesinada —dijo el magister seriamente y me congelé—. No ahora, pero lo eras, años adelante. No dejabas descendencia, Nina. Rike nos acusaba a nosotros de haberte retenido y evitado eso.
—No he venido hasta aquí para que me confirmes lo que ya sospechaba, no cuando tu maldita muerte de todos modos causó lo mismo. ¡Ya sé que seré asesinada en Rike! ¿Crees que he evitado poner un pie en mi propio reino porque quiero?
—Sabes cómo reaccionaría tu gente si tu línea se extinguiera, y sabes cómo reaccionarían los demás. Tu sangre tiene poder como pocas, y tanto como muchos seres pueden odiarla, los cambiaformas son una pieza central en la política entre especies. Rike mantiene una serie de acuerdos y tratados con demasiadas especies, si algo le afecta...
—Afecta a todos —concluyó James con la misma calma—. Es lo primero que me enseñaste, estar atento a la política de cambiaformas porque cualquier cosa que suceda entre ellos repercute en todas las especies. Son el centro de todo equilibrio.
—¿Y ese era un maldito motivo para suicidarte y adelantar esto? —pregunté.
—Eres una Loksonn. Eres una pieza irreemplazable. Si algo te sucede a ti, los cambiaformas no son los únicos que se levantarán. ¿Qué era yo en comparación? Un magister puede ser reemplazado fácilmente —dijo él y su mirada se desvió un instante hacia James quien lo ignoró conscientemente—. Los cambiaformas son mejores para la política bélica que los brujos. Sé que puedes tratar con el asunto mejor que yo. Cambié el futuro, del momento en que me aseguré que tú estuvieras viva para lidiar con una guerra. Cambié la causa.
—¿Y crees que fue para mejor? —exclamé.
—Nina, en ese futuro, la guerra llevaba años y no parecía tener fin próximo. Millones de muertes...
—Lo sé, lo sé. ¡Maldita sea, ya escuché eso!
—Y yo en años no lograría hacer nada para cambiarlo o disminuir el horror —continuó el magister mirándome con sus claros ojos—. Sé que no quieres creerme, pero yo era inútil en ese caso. Tú puedes evitarlo. Los cambiaformas necesitan un líder. Al igual que los brujos.
—Mamá está haciendo un buen trabajo, dejando de lado el asunto con Nina —dijo James enseguida.
—Entre los dos son capaces de solucionar esto, ambos son capaces —respondió el magister—. Les enseñé todo lo que sé. Fueron criados del mismo modo, crecieron como hermanos, y ninguno duda en manchar sus manos por lo que considera correcto. Serán mejores de lo que yo fui. Pero si quieren detener lo que sucederá, ambos tendrán que hacerse cargo.
—No tomaré ese puesto, no puedes pedirme tal cosa.
—No ha habido un Loksonn en el trono por siglos.
—Entonces temo que todo seguirá su curso. El tiempo es caprichoso, no disfruta de ser cambiado. Es una fuerza poderosa que no cede fácilmente, ni siquiera ante sus servidores. Se necesita más de una voluntad para ser cambiado, mi simple acción no es suficiente —dijo el magister—. Si los dos no hacen su parte también, mi sacrificio habrá sido en vano.
—¡Pues nadie te pidió que te quitaras tu vida!
—De todos modos no podemos cambiar el presente —dijo James con desánimo y suspiró al mirar al magister—. Pides demasiado. Apenas podemos con la situación actual. Hasta hace unos meses nos reunías para preguntarnos por nuestros estudios. Nina no quiere tener nada que ver con la política de Rike, no soporta estar cerca de los nobles. ¿Y tú pretendes que tome el poder? ¿Puedes siquiera imaginar cómo se sentirá rodeada de los nobles y siendo adorada como una princesa? Porque no hay nada que le guste menos, que la lealtad ciega de su pueblo y cómo todos están dispuestos a morir por ella. Y yo no soy nada más que un brujo que se dedica a hacer pociones. No me pidas que tome tu lugar, porque no soportaré que todos los ministros me miren a mí esperando que sea ti, no toleraré pasarme el resto de mi vida preguntándome qué harías en mi lugar y si estoy cometiendo un error. ¿Y qué sucederá con Robin? ¿Quieres enviarlo de nuevo lejos ahora que recuperó a su familia? Porque yo no podré ocuparme de él, y lo matarán de poner un pie en Rike por cómo está la situación actual.
Tal vez James no fuera tan imbécil, después de todo. Más allá de si él estaba listo o no para tomar semejante cargo político, lo que el magister le estaba pidiendo era demasiado. Traicionar a Valerie al sacarla del poder considerando cuánto James la amaba, como cualquier hijo a su madre. Renunciar a Robin al tomar un cargo público que no tenía descanso. Aceptar el peso de semejante responsabilidad, sabiendo que todos estarían esperando ver en él a su padre. Era demasiado. Maldita sea, yo no tenía opción, estaba obligada por sangre, pero de tenerla... De pronto la democracia de los brujos parecía más tentadora que la monarquía de Rike, aunque conociendo a mi gente aun con votaciones estaría condenada.
—Tiene que haber un modo —dije sin poder encontrarlo—. No hemos hecho todo este viaje hasta aquí, para que nos digas algo que ya sabemos. No necesito saber sobre el horror que causará esta guerra, o que de no ser por ti mi muerte habría sido la causa y no la tuya. Necesito que me digas cómo evitarla.
—No tengo las respuestas a todo, Nina —dijo él.
—¡No te atrevas a decirme que no sabes!
—Papá, este no es uno de esos malditos casos de dejaré que los niños lo aprendan por su cuenta.
—Necesitas hablar con Valerie. Ambas iniciaron esto, y ambas pueden solucionarlo.
—¡Está loca! —grité—. ¡Y no en el buen sentido como Robin! ¡Ella me odia!
—Tú tampoco te comportas de un modo más civilizado con ella —respondió el magister tranquilamente—. Sabes que es con ella con quien tienes que hablar si quieres solucionar esto.
—¡Está convencida que yo te maté!
—Y James sabe que no es así.
—Créeme, no me escuchará a mí tampoco —dijo James—. No si es sobre Nina.
—Entonces intenten engañarla —dijo el magister simplemente y lo miré sin terminar de creerlo.
—Estamos hablando de tu esposa. ¿No?
—Un malentendido comenzó esta situación, creo que un malentendido puede terminarla.
—Papá, esto no es tan simple como de pronto inventar cualquier cosa para intentar salvarse del castigo porque nadie nos creerá si repentinamente decimos algo —dijo James.
—Los grandes engaños llevan tiempo.
—¡No tenemos tiempo! —exclamó él—. Y no podemos involucrar a Robin en la política. No en algo tan directo. ¿Y si es contra sus reglas?
—Su reloj está muy avanzado, no nos arriesgaremos a adelantarlo más —dije seriamente.
—Prefiero una guerra, a perder a mi hermano.
—Al menos estamos de acuerdo en eso.
—Ambos tienen demasiada facilidad para el engaño, y son peligrosamente astutos cuando lo desean —dijo el magister apoyándose sobre sus rodillas y mirándonos—. El resto del mundo tiene suerte que no usen esas habilidades para mal. Si trabajan juntos, no creo que haya nada que no puedan lograr. Tienen los conocimientos suficientes para lograr lo imposible, o quemar este mundo hasta las cenizas, pero todo depende de cuánto confíen el uno en el otro. Nuestras especies son opuestas por naturaleza, porque al equilibrio elemental no le conviene tenernos trabajando juntos, pero he dedicado mis últimos años a demostrar que eso no es más que una farsa a través de la coexistencia. Creo que ustedes pueden demostrarlo en actos.
Desearía que fuera tan simple como él lo hacía sonar. El prins anterior a mí había creído que de haber trabajado con brujos, la suerte de los Loksonn podría haber cambiado. Él estaba pidiendo demasiado, porque aquí estábamos jugando con millones de vidas. El precio de confiar en James era demasiado alto como para arriesgarme a ser traicionada. Si alguno traicionaba al otro... Casi me estremecí al considerar las opciones, nada más que otro maldito dilema del prisionero.
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