Capítulo 20: Lealtad sobre todo
Podía sentir el acompasado tic toc del reloj contra mi cuello. Abrí los ojos pero no me moví de donde estaba tirada en el suelo. Aquella horrible sensación seguía aferrándose a mi mente mientras me repetía que no había sido real. Nada más que una ilusión. El Helheim seguía siendo el páramo sin vida que recordaba, un sitio oscuro y vacío. No sentía nada bajo mis dedos a pesar de estar tocando el suelo. Tampoco podía sentirme respirar o mi corazón latir. Era como si mi cuerpo no reconociera que estaba viva. Pero estaba consciente, eso era suficiente para decirme que estaba con vida. De lo contrario estaría en medio del slid, hundida en el río de espadas.
No me moví. Era incapaz. Los recuerdos de la vez anterior no dejaban de torturarme, lo que acababa de experimentar tampoco ayudaba a calmarme. Me concentré con todas mis fuerzas en el tic toc del reloj, ese objeto debía ser inmune a cualquier cosa, incluso el maldito Helheim. La marca en mi brazo también ardía, pequeños detalles a los que estaba tan acostumbrada y ahora necesitaba tan desesperadamente para no tener un ataque de pánico. Estaba sola en la tierra de los muertos. No quería estar aquí, no debería estarlo de nuevo. Me había dicho que no permitiría que volviera a suceder.
No estaba respirando. Maldita sea, quería respirar más que nada pero no podía sentirlo. Esto no estaba bien. Tenía que calmarme, porque lo último que necesitaba ahora mismo era un maldito ataque de pánico. Estaba segura que alguien me estaba llamando pero no me moví. ¿Era mucho pedir que Hela cuidara un poco más su maldito patio? Unas flores coloridas por allí, alguna estatua bonita por allá, algún estúpido flamenco rosa de plástico en alguna parte... ¡Tal vez de ese modo las personas no se quejarían tanto por el sitio!
—¡Nina!
Me senté enseguida al oír su voz. El brujo estaba aquí también, viendo lo horrible que resultaba el Helheim, no sintiendo nada tampoco. ¿Habría estado atrapado en su propio infierno también? ¿Habría sido tan malo como el mío? Él estaba bien y consciente, eso era todo lo que me importaba. Necesitaba encontrar a los demás y asegurarme que también estuvieran despiertos. Era peligroso quedarse demasiado tiempo aquí. ¿Habría tardado en romper su ilusión? Miré mis manos solo para comprobar que no tenía mi anillo. Por un instante creí que tendría un ataque al ver mi pálida piel. Tiré mi manga hacia atrás, la marca también estaba visible, señalando detrás de mí. No había cambio en el Helheim.
Toqué con desesperación mi rostro. Los cortos mechones de cabello cubrían mis ojos, mis orejas estaban ligeramente en punta, sabía que las malditas marcas estaban visibles... Maldita sea, el río de espadas era horrible pero un mal necesario. ¿Cómo podía haberme olvidado de esto? Doble mis piernas, esto estaba tan mal. ¿Cómo demonios no lo había pensando? Enterré las manos en mi cabello y bajé mi cabeza intentando ocultarme lo mejor que pude. ¿Por qué diablos el sitio tenía que estar tan desierto? ¿Dónde estaba el slid cuando lo necesitaba?
No recordaba nunca antes haberme sentido tan vulnerable y expuesta. Intenté controlarme pero mi cuerpo estaba temblando por su propia cuenta. No era justo, el Helheim no era nadie para despojarme del cambio de este modo. Esto no estaba nada bien. Tan solo quería ocultarme y encontrar algo con lo cual cubrirme pero incluso el mismo suelo estaba tan seco como si esto fuera un desierto. Casi grité al sentir sus pasos detrás. No debía verme, nadie debía hacerlo. Quería encontrar las palabras para decirle aquello pero me era imposible.
Me quedé completamente quieta al sentir el ligero peso sobre mis hombros, aún más cuando la capucha cayó delante de mí cubriendo parte de mi visión. Por un momento ni siquiera fui capaz de pensar por la sorpresa. Toqué el borde de su capa sin terminar de creerlo, él nunca se deshacía de esta. ¿Qué demonios podía entender un brujo sobre lo que era para un cambiaformas ser despojado de su cambio? Pero aquí estaba, rompiendo una de las principales reglas de la logia. Al menos esta no era del tipo que podría serle letal. ¿Se podía morir ya estando en el infierno?
—Estoy seguro que hay un par de guantes, puedes usarlos si quieres cubrir tus manos también —dijo Robin.
Tantee los distintos bolsillos hasta dar con un par de guantes, esta cosa estaba llena de relojes y tonterías sin sentido y aun así no sentía el peso ni se notaba. Solo él sabría todo lo que cargaría consigo. Me puse los guantes sin dudarlo y me levanté lentamente. Seguía sintiéndome tan malditamente expuesta. Esto era ridículo. ¿Desde cuándo yo era quien se ocultaba bajo una capa y él no? Robin no lucía como si estuviera en el infierno o el sitio le incomodara en absoluto, tampoco se movió cuando lo abracé y mordí suavemente su hombro. Necesitaba guardar la calma, porque solo yo conocía este sitio.
—Estás vivas, y estás bien. Hacemos lo que vinimos a hacer y luego nos vamos de este sitio —dijo Robin calmadamente—. Y sea lo que sea que viste, sabes que no es real.
—¿Cómo puedes estar tan tranquilo cuando este sitio se siente tan mal? —pregunté en un susurro.
—Porque llevo toda una vida acostumbrado a este silencio —respondió él.
—No estabas loco —susurré y me aferré con más fuerza a él—. Sabes que no eres inútil. ¿Cierto? Sé que estás muy fuera de la media para un brujo, pero eso es lo mejor que tienes.
—¿Estaba cuerdo? —preguntó Robin y rió—. Eso sí debió haber sido una pesadilla. ¿Tardaste mucho en salir?
—Lo suficiente para que fuera demasiado dolorosa, horas —respondí—. ¿Tú?
—Minutos —dijo y se encogió de hombros—. Guardián del tiempo, no fue difícil descifrar lo que sucedía.
—¿Era mala? —pregunté y Robin se tensó.
—No quieres saber.
—Cierra los ojos.
—¿Qué?
—Solo hazlo.
Esperé unos segundos antes de comprobar si lo había hecho. Lucía tan infantil e inocente, inquieto como siempre una vez que lo solté. Sabía que se moría por poder mirar, su curiosidad siendo demasiado fuerte, pero se estaba esforzando por no prestarme atención y tampoco había intentado espiarme. Podría no haberme dado su capa u ofrecido guantes, podría haber intentado mirar a escondidas como el niño que la primera vez había robado vistazos de mis manos. Pero esto no era lo mismo. No debía comprender nada, y aun así se esforzaba por respetarlo. Este era el brujo que no se conformaba ni creía ser inútil, aquel que había escogido un reto sobre algo cómodo.
Me acerqué y lo besé sin poder evitarlo. Deseaba tanto poder tocarlo, pero los malditos guantes me privaban del tacto. De todos modos él tenía razón, como siempre lo hacía. Los labios eran tan sensibles como las manos. Robin se quedó quieto por un instante, casi como si dudara, antes de poner una mano en la parte baja de mi espalda y empujarme más cerca. Me devolvió el beso con desesperación, como si lo precisara más que yo. Necesitaba tanto sentirlo, comprender que estábamos vivos y que esto no era nada más que una rápida visita. No estábamos atrapados aquí, podíamos salir. Y el maldito sitio podía estar totalmente muerto, pero podía sentir la calidez de sus labios y casi los latidos de mi corazón. No me importaba el silencio de su pecho, porque podía escuchar el tranquilizador tic tac de todos los relojes que cargaba consigo.
Maldita sea, estaba tan desesperada por algo que me recordara que estaba viva y este era mi Robin. Conocía mi nombre y decía mil cosas sin sentido, sabía que podía controlar el tiempo a su antojo e insistía en aprender nórdico a pesar de llamarlo cambiaformés. Y sabía que debía resultarle fría en comparación y no me importaba si memorizaba la forma de mis labios. Él no abrió los ojos, ni siquiera cuando dejé de besarlo. Tampoco me soltó o permitió que me alejara. Había simplemente tanto dolor y culpa en su expresión.
—Scusami. Per favore, scusami per tutto quello che ho fatto e farò —dijo Robin con desesperación y sus manos se aferraron a mí con más fuerza—. Mi dispiace. Mi dispiace tanto.
—Va bene —respondí y él rió tristemente.
—Por supuesto que eso tenías que entenderlo.
—Sé el suficiente italiano como para entender cuándo suplicas perdón. Conozco las reglas del tiempo, sé que a veces debes dejar que sucedan cosas horribles porque no puedes interrumpir y sería incapaz de pedirte que rompieras esas reglas sabiendo el costo. Así que sea lo que sea, no te disculpes —dije y suspiré—. Tenemos que encontrar a los demás. No es bueno permanecer mucho en el Helheim.
—Este sitio es horrible.
—Si, Hela no es muy fan de la jardinería. ¿Entonces?
—Puede que tengamos un problema con eso —dijo Robin soltándome y enseguida acomodé mi capucha para cubrir bien mi rostro.
—¿Por?
—No cambio para ti, no magia para mí. Pude encontrarte a ti por la marca, y eso que se sintió como una eternidad, pero no tengo la menor idea de cómo encontrar al resto.
—¿Si no tienes magia cómo diablos me encontraste por el maldito GPS atemporal? —exclamé y él rió.
—Il tempo è piu forte che la morte —respondió Robin sonriendo—. Creí que ya habíamos dejado eso en claro con las estrellas, el tiempo puede burlar a la muerte.
—Si no dejan de hablarme con malditas metáforas mortales-temporales juro que mataré a todos.
—¿Por qué? ¿A qué te refieres?
—A veces realmente dudo de tu capacidad de atención.
—¿Y ahora qué?
—¡Baldr! —grité—. ¡Vamos, orejas puntiagudas! ¡Sé que sabes que estoy aquí! ¡Ven rápido, donde quiera que estés! ¡Ayúdame en esto y le diré a Loki que tienes orejas sexys!
—¿Qué se supone que estás haciendo? —preguntó Robin y lo callé.
—Créeme, Baldr quería a Loki como un cachorro de Fenrir a un pedazo de carne —respondí por lo bajo.
—Sabes que no tengo la menor idea de lo que dices. ¿Cierto? ¿Qué se supone que significa? —preguntó él y escuché la armoniosa risa detrás, me giré para ver al Dios tranquilamente de pie.
—Que amaba a Loki, tanto como para decidir velar una eternidad por su descendencia en este sitio —respondió Baldr con su amable calma—. Me gustaría decirte que es un placer verte de nuevo, hija de Loki, pero temo que este no es un lugar que me gustaría verte visitar.
—Tampoco es el sitio que hubiera escogido —dije y me encogí de hombros—. Es bueno verte. Baldr, un guardián del tiempo porcentualmente loco. Robin, el Dios de la luz amado por todo ser vivo e inanimado y supuestamente asesinado por mi sangre. ¿Podemos pasar a lo importante? Porque tengo dos brujos y dos cambiaformas que encontrar.
Baldr seguía luciendo como la única luz en todo el maldito sitio, beneficios de ser adorado por todos y todo aunque yo seguía teniendo problemas para aceptar el asunto de Dios tan amado que los cuchillos no querían dañarlo. Muerte por muérdago, eso ni siquiera tenía sentido. Robin miró a Baldr sin saber qué decir, dudaba que los brujos nos tomaran en serio cuando hablábamos de nuestros Dioses o como estos eran reales. Y estaba el asunto ese que todos creían que Loki había asesinado a Baldr, cuando Baldr bien desearía haber sido Sigyn y en vez de ser un amante despechado había tomado la buena decisión de aceptar que Loki amaba a otro y en su lugar velar por su sangre.
—Puedo encargarme personalmente de ese asunto, conozco estos páramos desiertos mejor que la misma Hela —respondió Baldr—. Aunque preferiría si me esperas en la casa principal, será más seguro y fácil.
—Baldr, ya estoy en el maldito Helheim. Creo que no hay peligro. Eso y que no tengo la menor idea de hacia dónde ir.
—Me refiero a que yo me sentiría más seguro si lo haces. El Helheim puede llegar a ser muy engañoso para quienes no lo conocen, y sus habitantes desear que los vivos se queden con ellos por la eternidad. Al menos en la casa principal, sé que puedes manejarte por tu cuenta —dijo el Dios—. Te prometo que iré por todos tus amigos, y me aseguraré de traértelos en buen estado, pero ahora mismo por favor permíteme guiarte hasta allí y ponerte a salvo. Eres mi prioridad, Nina, y creo que si alguien puede negociar con Hela para conseguir el boleto de salida eres tú.
—No entraré a ese sitio hasta no ver a todos —dije cruzándome de brazos.
—No lo hagas, pero espérame allí.
—Lo haremos —dijo Robin—. Gracias por su ayuda.
—Agradéceme cuando salgan de aquí, guardián del tiempo. Ahora síganme.
Tanto como quería protestar, sabía que tenía razón. Baldr tomó la delantera y al igual que la otra vez no miró hacia atrás mientras lo seguía. Podía sentir a Robin a mi espalda, sus dedos ligeramente sosteniendo los míos para no separarnos. El Helheim era engañoso por naturaleza, intentaría retenernos o encontrar un modo de quitarnos nuestro derecho a partir. La vez pasada no me había cruzado directamente con ningún otro habitante que Baldr, prefería no averiguar lo que sucedería de ser el caso. El Dios de la luz podía amarme por ser una descendiente de Loki, pero dudaba que el resto se comportara del mismo modo. Solo yo me metía en este tipo de asuntos.
La tierra desnuda cedió a la hierba siempre húmeda del patio trasero de Hela. Pude distinguir su mansión de sombras, un tono más de oscuridad entre todos los que reinaban el sitio. Baldr realmente conocía este sitio, una eternidad vagando por aquí lo hacía un guía experto. Le hubiera agradecido por la ayuda, de nuevo, de no ser por la bruja que vi esperando en el porche. Pensé que nunca antes me había sentido tan aliviada en vida, o no-vida, o lo que demonios fuera estar en vida en el infierno. Holland lucía tan normal y a gusto que casi temí que fuera una ilusión, de no ser porque se sintió sólida cuando corrí para abrazarla.
—Gracias a Loki, estás bien —dije con alivio y la solté—. ¿Cómo demonios llegaste aquí por tu cuenta?
—Fue fácil. No entiendo qué le ven de complicado al Helheim —respondió ella.
—Hay algo seriamente mal con esta bruja si se siente cómoda aquí...
Miré apenas sobre su hombro, Kian estaba sentado en el suelo con sus ojos cerrados y su espada sobre su regazo. Enseguida desvié la mirada a pesar que él estaba completamente cubierto de barro. Holland le estaba dando respetuosamente la espalda del mismo modo que yo hice. Baldr se despidió, diciendo que iría por los demás. No me preocupaba por Vali, y Robin no parecía preocupado por James lo cual debía ser una buena señal. El brujo se mantuvo a un lado, observando con atención uno de sus relojes. Era tan extraño verlo sin su capa, dejando de lado la relojería que cargaba consigo casi parecía un brujo más.
—Lo encontré en el camino —comentó Holland—. Al parecer no hay cambio ni magia en el Helheim.
—No. ¿Cómo te sientes?
—Perfectamente —respondió ella y me sonrió—. Nin, estoy en paz conmigo misma. He hecho las paces con mi mayor arrepentimiento hace años. Este sitio no me está afectando.
Quise reír, por supuesto que la bruja sería demasiado pura incluso para el Helheim. Se mantuvo a mi lado, también haciendo el esfuerzo de no fijarse en mí. No me era difícil imaginar cuál sería su mayor arrepentimiento, aunque jamás había escuchado a Holland lamentarse por la causa de su exilio. Detrás Kian no dejaba de pasar su mano sobre la hoja de su espada mientras repetía una y otra vez su juramento de drapsmann, quizás por allí fuera el asunto. Podía ser un honor únicamente reservado para unos pocos, pero dudaba que fuera sencillo cargar ese título. Eternamente en servicio, obligado desde el primer instante a cumplir cualquier orden sin importar cuál fuera, sabiendo apenas pronunciaba el juramento por primera vez que sería toda una vida de sacrificios.
—Nunca te había conocido en mi infierno —admití—. Al parecer, sin ti, sería una drogadicta viviendo en Amsterdam que se acostó con alguien que pretendía asesinarla. Y luego la maté. Si eso no define lo importante que eres para mí, no sé qué lo haga.
—Creí que las drogas humanas no eran lo tuyo —dijo Holland y sonreí tristemente.
—No lo son, pero para alguien que no sueña y cuando duerme es capaz de sentir el dolor de Loki, créeme que el ácido es tentador. Pero tú siempre te ocupaste de mantenerme lejos de ese camino y sacar lo mejor de mí. Me gusta esta versión mía.
—Me gusta esta versión mía también —dijo ella sonriéndome—. Me enseñaste a defenderme y valorarme. El respeto propio es primero. ¿No? Yo tampoco te había conocido en mi infierno. ¿Cómo me recordaste?
—Animé. El maldito animé —respondí y suspiré con frustración—. ¡Hasta en el maldito Helheim me torturas con el insufrible animé! ¡Ella era perfecta para Shin!
—¡Era perfecta para Ikke! —protestó Holland luego de reír.
—No puedo creer que esa estúpida cosa haya roto la ilusión.
—La situación era la misma que ahora, tan solo no te conocía. Era asistente de un ministro —dijo Holland y se estremeció—. Los pocos cambiaformas que quedaban en la comunidad... No dejaban de repetir Loksonn lojalitet a escondidas. Por eso te recordé. No fue difícil salir luego de eso.
—Entonces lo que viste no era muy diferente a la realidad —dijo Robin levantando la cabeza—. Yo también los he escuchado decir eso. Todos en la academia lo repetían. ¿Qué es?
—Lealtad, eso es. Una reafirmación de tu fidelidad —respondió Kian sin inmutarse—. Loksonn lojalitet. Lealtad a la sangre de Loki, eso significa. Es lo que repites en tiempos de guerra, para decir que tu lealtad es primero hacia un Loksonn y siempre permanecerá así. No importa lo que ordene Rike, no importa lo que piense su gobierno ni lo que digan los nobles. El pueblo siempre mirará al heredero legítimo y aceptará su voluntad, aun si ella se resiste de declarar la guerra. Un juramento eterno de lealtad a cumplir de buena voluntad.
—Se lo toman demasiado en serio —murmuré sintiendo el peso de sus palabras—. No deberían hacerlo.
—Confiamos en ti, sabemos que tomarás la mejor decisión para nosotros. He visto ese fuego en tu mirada, sé lo que eres capaz de hacer por tu gente. Sabemos el motivo de tu veto, somos conscientes de las cientos de muertes que un enfrentamiento entre ambas especies representaría y aún hay cambiaformas en territorio enemigo. No tomaremos ese riesgo, no con nuestros niños en peligro. Pero, prinssese, como drapsmann, le pido que recapacite sus opciones y se prepare para lo peor. Krig kommer.
Cerré los ojos intentando que sus palabras no me afectaran. Tanto como el pueblo podía tener su ciega fe en mí, eso también implicaba un gran peso. Ellos habían aceptado mis motivos por ahora, pero los pocos cambiaformas que quedaban en territorio brujo ya debían de haberlo abandonado. Cada día que pasaba era una ofensa más. Los nobles me estaban forzando a tomar una decisión, y si no encontraba una salida pronto no quedaría otra más que ceder. No por mí, ni por ellos, sino por Rike. No podía permitir que mi pueblo fuera oprimido de ese modo. Kian lo sabía, y como amigo podía apoyarme, pero como drapsmann ya estaba considerando el inevitable enfrentamiento.
—Erklaere vil krig —respondí por lo bajo.
—Loksonn lojalitet.
—Folk lojalitet.
Así había sido siempre, y así lo sería. Increíblemente, James nos encontró por su cuenta, aunque lucía totalmente despavorido como si hubiera mirado debajo del vestido de Hela. Maldita sea, incluso yo quería arrancarme los ojos de solo imaginarlo. Su ropa estaba rasgada por completo y manchada con sangre donde se había cortado, sus heridas estaban de nuevo al descubierto, y su piel lucía tan blanca que la hubiera confundido fácilmente con la verdadera piel de un cambiaformas.
—¡Un río de espadas! ¡Tienen un maldito río de espadas! —gritó al acercarse—. ¿Qué diablos está mal con los malditos cambiaformas?
—¿Estuviste ahí? —preguntó Robin.
—No, pero la maldita orilla estaba llena de espadas también.
—Deberías tener más respeto, cada espada es por un cambiaformas muerto que yace eternamente en el slid —dije y James se paralizó.
—¿Me estás diciendo que el maldito río está lleno de cuerpos?
—Créeme que no es una experiencia agradable despertar ahí dentro —dije y creí que James podría desmayarse.
—Basta los dos —dijo Robin acercándose a James—. Estás bien, eso es lo único que importa.
—¡Me caí sobre malditas espadas! —gritó James.
—¡Sigues entero! —dijo Robin e hizo una mueca—. En su mayor parte.
—Solo cállate —murmuró James y lo abrazó sin más—. Sabes que eres lo mejor que he hecho en esta vida. ¿Verdad? Eres pesado y problemático y una responsabilidad demasiado molesta, pero sin importar lo que hagas eres mi hermano sobre todo. Renuncia a tu nombre, a tu especie, mándame al diablo pero eso no cambiará. No me importa tener que defenderte mil veces frente a los demás o hacerme cargo de lo que haces ni tener que correr detrás de ti para encontrarte cuando escapas o curar las heridas que te causas por ser tan imprudente, nunca me importó. Te seguiría mil veces a donde fueras, incluso si es el maldito infierno de nuevo.
—Tranquillo —dijo Robin calmadamente—. Tutto è bene.
—Eres una buena persona, te enseñé bien —dijo James y sonrió—. Puedo tener mil defectos, pero te enseñé a no cometer mis errores. ¡Eso va para ti también, pajarito!
—No es tan difícil no seguir tus mismos pasos, brujo —respondí.
—¡Solo cállate y dame la razón por un maldito momento!
Suspiré, que creyera lo que quisiera. Pero... James siempre me había chequeado cuando andaba por el mundo humano, había sido el primero en ofrecerme pociones para dormir cuando había sabido lo que el sueño representaba para mí. Pretendí ignorarlos y darles su espacio, aunque apenas pude contener mi sonrisa. No me era difícil imaginar lo unidos que habrían sido de niños, no luego de haber pasado estos días con ellos. Robin querría hacer algo, James le advertiría, Robin lo haría de todos modos, y luego James se haría cargo de los daños al tomar la culpa y curar las heridas de su hermano menor. Podía ser un imbécil que le había roto el corazón a Holland, pero era sencillo ver de qué parte de él, ella se había enamorado.
Kian reaccionó al igual que yo tan pronto como vimos a Vali. Si James había lucido mal, Vali lo superaba por bastante, de nuevo. Estaba completamente cubierto de sangre y barro, su ropa empapada pegándose a su cuerpo mientras sus heridas seguían abiertas. Sus ojos estaban abiertos con dolor e ira, Baldr tenía que empujarlo para obligarlo a caminar mientras él se resistía. Varias veces intentó escapar del agarre del Dios pero este lo atrapaba fácilmente por el hombro y lo obligaba a seguir. Maldita sea, si Baldr lucía serio no podía significar nada bueno. Detuve a Kian antes que interviniera, cuando el sujeto más pacifista que había existido jamás tenía una expresión letal era mejor no intervenir.
—¡Debería ser yo! —gritó Vali en nórdico y su voz se rompió—. ¡Debería ser yo! ¡Déjame sacarlo de allí! ¡Déjame cambiar lugares con él!
—Narfi está perdido más allá de la salvación, no permitiré que tú te pierdas también —respondió Baldr fríamente.
—¡A ti no te importa! ¡Él no debía morir! ¡Jamás quise que esto sucediera!
Vali intentó escaparse de nuevo pero Baldr pateó sus rodillas sin cuidado. La velocidad del Dios al desenvainar su espada de oro me sorprendió incluso a mí. Regla n° 2: Nunca, bajo ningún concepto, meterse en una pelea con un Dios. Ni siquiera yo era tan temeraria como para atreverme a chocar espadas con Baldr. Él puso la punta de su espada en el medio del cuello de Vali y lo obligó a levantar su cabeza. Le sostuvo su mirada sin ceder, sin importarle si eran sus verdaderos ojos. ¿Tendría los mismos que Loki? ¿O serían los ojos de Sigyn? Vali estaba llorando, tampoco parecía importarle estar exponiéndose de ese modo ante Baldr. Ellos se conocían de antes que todo se fuera al diablo.
—Juré que velaría eternamente por tu sangre, aun si es contra tu voluntad —dijo Baldr sin inmutarse ni un centímetro—. Si lo que quieres es terminar en el slid, entonces haré mi deber personal el evitarlo.
—¡Todo esto es tu culpa!
—Y la sangre de Narfi está tanto en mis manos como en las tuyas. Pero escúchame muy bien, príncipe, porque ahora es mi hermano quien ronda Yggdrasil maldito en forma de lobo para que tú puedas vivir. Perdí tanto como tú, y estoy condenado a la muerte del mismo modo que tú lo estás a la vida, pero tu padre lleva milenios sufriendo por un crimen que no cometió y no toleraré que le faltes el respeto de este modo al tenerle tan poco valor a tu vida. Visito a Narfi a cada ocasión, paso eternidades custodiando la orilla del slid para cuidar de tu sangre, y no creas que no sufro al saber cuánto paga la persona que amo. Pero no podemos cambiar lo sucedido antes del mismo tiempo. Eres un príncipe, y como tal tienes un deber que cumplir. Le debes primero a tu sangre antes que a ti mismo. Así que levántate, cuida de tu familia y asegura el bienestar de tu pueblo, y si honras correctamente tu apellido entonces quizás logres aligerar la carga de tu padre. Tu lealtad es primero a los vivos.
Baldr envainó su espada y se alejó. Vali no se movió de donde estaba, sus manos cerradas fuertemente mientras apenas contenía su dolor. Por un instante incluso yo fui incapaz de moverme al comprender lo que había sucedido. Él realmente lo había hecho, había estado maldito y luego de algún modo logrado intercambiar lugares con el hijo de Odin. Narfi no podía ser salvado, pero bastaba con ver a Robin y James para comprender lo que era el amor entre hermanos. Me acerqué hasta Vali y me arrodillé frente a él, intentando no pensar en la vez que yo había nadado en el slid. Él no dijo nada, simplemente mordió mi hombro y lloró todo lo que había estado conteniéndose.
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