Capítulo 14: Enredos políticos
—¿Cuándo es la próxima luna azul? —pregunté.
—No lo sé. Kian debe estar al tanto —respondió Vali y me miró de soslayo—. Entonces... Eres más cercana con esos brujos de lo que había creído.
Él estaba apoyado de lado contra el muro, una toalla mojada sobre su cabeza como si eso lo ayudara a sentirse mejor. No era exactamente una imagen esperanzadora. Si Vali con todos sus siglos encima no se había acostumbrado a sentir la muerte de otros y seguía afectándole tanto como a mí que no llegaba a las dos décadas, entonces no había posibilidad alguna que yo lo lograra. Tristemente, había creído que quizás con el tiempo me acostumbraría al dolor si la muerte no me reclamaba antes; ahora sabía que nunca sería así. Siempre sufriría.
Kian se había adelantado para conseguirnos una cita con el kitsune de nueve colas por pedido de Vali. Tanto como odiaba el hecho de tener que esperar, dudaba que los kitsunes tomaran bien si echaba abajo su puerta para hablar con uno de sus miembros más preciados además que no sabía cómo demonios echar abajo una puerta corrediza. ¡No era como si la pudiera patear como una normal! En momentos así Holland hubiera sido útil, seguro que ella sabía un modo de hacer una entrada dramática con una maldita puerta corrediza gracias al insoportable animé. Vali tampoco lucía en buen estado como para pedir diplomáticamente algo, ni parecía tener la energía para eso.
—Larga historia —dije simplemente, mirándolo de reojo por su deplorable estado—. Si quieres puedo pedirle a James que prepare algo para hacerte sentir mejor.
—Por el modo en que me mira temo que sería veneno. ¿Él y la adorable Holland...?
—Es complicado. Él no mostró el respeto debido luego de un duelo, tampoco lo reconoce.
—Imbécil —soltó Vali y sonreí al escucharlo—. ¿Quién demonios trataría así a Holland? Es demasiado dulce, podría enamorar a cualquier persona que deseara y el otro sería un maldito afortunado de tenerla.
—Lo sé. Él se lo pierde.
—Ella sigue enamorada de él.
—Eso temo —admití y suspiré—. James es un imbécil, pero tiene sus buenos momentos. Es arrogante, egocéntrico, e insoportable; pero muy en el fondo es bueno. Tan solo no sirve como hombre. Como hermano es el mejor, como político está aprendiendo, pero como pareja deja mucho que desear.
—No podemos ser perfectos en todos los aspectos de la vida. No intentes serlo, lille. Es mejor ser defectuoso en algo así, a serlo en algo peor.
—¿En qué soy defectuosa yo?
—En tu hipocresía, en tu falta de fe. No eres de las que cree en finales felices.
—He vivido lo suficiente para saber que no existen.
—Y yo he vivido más.
—¿Y en qué eres defectuoso tú?
—No soy un buen hermano —dijo él para mi sorpresa y captando por completo mi atención, había una triste sonrisa en su rostro como si estuviera resignado a esa verdad existencial—. Y no importa cuánto intente cambiar eso, jamás lo seré. No soy una buena persona, Nina. No soy como tú. Sinceramente, me tiene sin cuidado cualquier cosa que suceda que no me involucre.
—Rike está al borde de una guerra absoluta.
—Rike podría dejar de existir y no me importaría menos. Pero tengo que seguir intentando ser un mejor hermano, aun cuando sé que eso nunca cambiará mi pasado. Esta familia ya ha sufrido demasiado como para que me siga importando lo que implica nuestra sangre. No es por ti que estoy haciendo esto, pero si quieres cruzar con vida al Helheim necesitarás mi ayuda.
—No necesito tu ayuda —dije molesta—. No quiero la ayuda de alguien que no se preocupa por su pueblo. No eres más que un cobarde que se esconde del mundo.
—¿A cuántas personas que amas has perdido? Porque yo he perdido muchas más, y el mundo deja de importarte por eso mismo en algún momento —dijo Vali conservando su calma—. Tienes suerte de ser como eres, si no me recordaras tanto a Narfi ya me hubiera desecho de ti. Pero eso no es lo que min lille habría hecho. Te acompañaré hasta el Helheim, Nina, porque no soportarás hacerlo sola. E intentaré ser un buen hermano, aun cuando ambos sabemos que es imposible. Quizás por eso perdone al brujo y le tenga respeto. Te puedo prestar a Kian mientras tanto.
—Él no es un objeto.
—No para ti.
—Ni siquiera necesitas un guardia personal. Eres un Loksonn.
—¿No lo has aprendido todavía, lille? No utilizas un guardia para defenderte, lo utilizas para escapar si es superado por el enemigo. Un Loksonn no necesita protección, un Loksonn necesita que otro muera en su lugar.
Respiré profundamente y pretendí ignorar sus palabras, aun cuando sabía que no eran más que verdades. La lista de personas que habían muerto para que yo viviera era demasiado larga. La única diferencia era que Vali no dudaba en decir el horror que yo callaba. Y tan frío y cruel como pudiera parecer, no podía negar que la situación era la misma para mí. Las historias decían que Odin había maldecido a Vali para obligarlo a matar a su propio hermano, ahora ya no estaba segura de si era cierto o no pero Narfi estaba muerto y Vali vivo. Suspiré, yo no era más optimista en esta vida de lo que él lo era. Yo hubiera mandado mi nombre al diablo hacía tiempo de haber tenido a otro que se hiciera cargo.
—No somos más que malas personas, jugando a no serlo —dije sin mirarlo.
—Somos sobrevivientes. No existe tal cosa como el bien o el mal para nosotros. Hacemos lo que tenemos que hacer para asegurar nuestra supervivencia, y no hay nada de lo cual avergonzarnos por ello ni los demás tienen derecho a juzgarnos porque ellos no saben lo que es haber nacido con nuestra carga. No te mentiré, no a ti. ¿Quieres ir al Helheim? Bien, te acompañaré. ¿Quieres detener esta guerra de un modo pacífico? Te apoyaré. No creo en tu causa, pero eso no me impedirá el intentarlo.
—Creo que estás equivocado —dije y apenas contuve mi sonrisa—. Creo que debe importarte un poco Rike, si aquí estás asegurándote de sobrevivir y te mantienes al tanto de todo. Cualquier otro ya le hubiera puesto fin a tu vida si lo que creo es correcto, pero mientras haya un Loksonn con vida siempre habrá esperanza para Rike y tú eres el as bajo la manga. ¿Cuándo es la próxima luna azul?
—Tendremos que actuar rápido si quieres evitar lo inevitable. Necesitaremos una respuesta para entonces.
—Podemos hacerlo. ¿Un Loksonn? Nada es imposible. ¿Pero dos Loksonn? Maldita sea, ni siquiera las leyes de la lógica se aplican para esto. De hecho, ni siquiera es posible, se supone que nunca hay más de uno.
—Por esta misma razón —dijo Vali sonriéndome—. ¿Te imaginas todos los problemas que podríamos causar juntos?
Reí sin tener que imaginarlo. Quizás esto fuera lo que más amaba de estar entre cambiaformas. Los problemas nunca duraban mucho entre nosotros, y no temíamos ser cruelmente sinceros si era necesario. No podía esperar menos de un Loksonn, él sabía que yo estaba igual de jodida en esta situación. Ninguno de los dos deseaba esta vida, pero a pesar de todo tampoco estábamos dispuestos a abandonar. ¿Qué diría eso de nosotros? Si los Dioses estaban decididos a hacer nuestra existencia miserable, bien podríamos llevarles la contra y mostrar que no era tan sencillo.
Kian regresó al cabo de unos minutos para decirnos que el kitsune nos recibiría. Maldita sea, éramos realeza, no deberíamos tener que esperar a que un maldito zorro estuviera de humor para hablar con nosotros. Bien, el kitsune tenía nueve colas lo que prácticamente lo marcaba como la cosa viva más sabia que podía encontrar en todo Yggdrasil; pero era ridículo que yo tuviera que someterme a su voluntad. Vali estaba acostumbrado, o no tenía emociones, o quizás tenía demasiada práctica en fingir que todo le daba igual. Él tiró la toalla a un lado y tomó la delantera, luciendo como un verdadero prins y caminando con la cabeza en alto como si ambos no estuviéramos seriamente preocupados por la situación actual. Incluso se había conseguido una corona de flores al igual que yo.
—¿Qué tan mal está la situación? —preguntó Kian a mi lado.
—Bastante —respondí sin que se notara en mi expresión—. Nadie puede saber esto.
—Nadie aquí comprende nórdico además de nosotros. Tenemos que actuar rápido, no hay margen de error. ¿Cuánto tiempo tenemos?
—Hasta la próxima luna azul.
—Eso es en dos semanas.
—Eso temía.
—Estamos jodidos.
—Sí. Demasiado.
—¿Qué necesitas que hagamos? —preguntó Kian y lo miré, sonrió—. Vali puede ser un imbécil, pero con un grito o dos normalmente cede y termina por ayudar. Tienes al primer Loksonn, el hijo del difunto magister, un guardián del tiempo, una bruja que te ama como una hermana, y un drapsmann que te está entregando sus absolutos servicios. ¿Qué más puedes necesitar?
—Suerte. Mucha suerte. Y un maldito pase al infierno.
—He pasado toda mi vida con Vali, fui entrenado por mis propios padres para tener este lugar cuando ellos no estuvieran, y créeme cuando te digo que no hay nada que él no sea capaz de conseguir. Rara vez sus acciones son de acuerdo a sus insensibles palabras, este mundo puede no importarle pero siempre cede cuando la sangre llama.
Kian me guiñó un ojo con confianza. Una parte de mí siempre odiaría la ciega lealtad que los cambiaformas tenían hacia un Loksonn, la facilidad con la cual renunciaban a sus propias vidas por mi sangre. Él era un drapsmann, del mismo modo en que sus padres lo habían sido, y los padres de estos según lo que había dicho Vali. Toda una familia de generación tras generación que se habían ocupado de llevar a cabo la tarea de asegurar a costa de sus vidas la sobrevivencia de un Loksonn. No era como si yo no cargara con mi propia lista de personas que se habían sacrificado para asegurarse que yo viviera. Kian tampoco parecía arrepentirse de su vida. ¿Qué mejor para un cambiaformas que su título?
Meses cazando una historia, tolerando que los kitsunes jugaran conmigo... ¡Incluso había tenido que tomar la apariencia de James! Y todo para que Vali consiguiera una reunión con solo pedirlo, luego que le gritara mil insultos por posponerlo hasta que varios cambiaformas habían tenido que involucrarse en un duelo a muerte. En cierto modo, fue bastante decepcionante que todo se solucionara de un modo tan simple. Casi me esperaba que los kitsunes reaccionaran de algún modo, o siguieran recordando el incidente en el cual había matado al shinigami que tenían para protegerlos, pero ni siquiera parpadearon cuando nos vieron entrar a su salón principal.
Tanto como los demás seres podían odiarnos, aquellos que también tenían la capacidad de cambiar nos apreciaban y se esforzaban por mantener una buena relación o al menos el respeto debido. Nosotros podíamos ser los hijos directos de Loki, pero los demás también descendían de este de algún modo. Bastardos, mestizos, la maldita compatibilidad universal de un cambiaformas había creado varias especies con los milenios según nuestras historias. Aunque, realmente, prefería no imaginar a un cambiaformas y un zorro. Ya bastante tenía con la historia de Loki y el caballo. Regla n° 98: Jamás, bajo ningún concepto, recordar el incidente del caballo.
El sitio apestaba a flor de loto y opio, si esos aromas siquiera podían coexistir. Había kitsunes reunidos en pequeños grupos a los costados fumando, jugando con sus fichas extrañas, cepillando sus colas. Algunos correteaban en su forma animal, otros no, y unos pocos habían decidido algo en el medio. La habitación era ridículamente grande, posiblemente ocupara todo el piso del dojo, y era como si todos los kitsunes que no habíamos visto hasta el momento en la madriguera estuvieran reunidos aquí. Seguía sin ser tan raro como la vez que había tenido que lidiar con sirenas.
Jamás terminaría de entender por completo a los seres que le daban importancia a la diferencia de géneros, aunque debí haber previsto que los kitsunes vivían en matriarcado. ¿Cuál era el punto de darles importancia a los distintos sexos? La discriminación iba más allá de mi comprensión en algunos casos. Maldita sea, podría ser un chico si lo deseara; no era como si los cambiaformas nos fijáramos en ese tipo de cosas. Había una mujer sentada en el centro del salón, sus piernas cruzadas de un modo majestuoso, su kimono de seda mejor que el de cualquier otro. Estaba rodeada por su séquito, y su expresión era absolutamente neutral. Odiaba tratar política con los kitsunes por esto mismo, era lo mismo que hablar con una roca.
—Heika —murmuró Vali haciendo una perfecta reverencia y lo imitamos—. Nos disculpamos por la urgencia del pedido, pero necesitamos de su absoluta sabiduría para esclarecer el camino de nuestra fe. Por eso nos presentamos, humildemente, con la esperanza de enriquecernos un poco con sus palabras. Jamás hubiera pedido una reunión de emergencia, de no ser porque nos resulta indispensable y confío ciegamente en su culto juicio para hacernos comprender el sendero correcto a seguir. Es por eso mismo que le pido como simple ser vivo, como un hombre de mente turbada por pasiones, que nos ilumine.
El maldito sabía mentir y se le daba bien esto de conseguir favores de los otros seres, no podía negar eso. Los tres nos arrodillamos debidamente frente a la matriarca, la mirada clavada en el suelo. Los kitsunes eran tan molestamente formales y anticuados en todo este asunto del respeto, aunque no pasé por alto el modo en que la matriarca le sonrió a Vali y este le guiñó un ojo. Oh, no, no podía ir en serio... ¿Realmente? ¿Él y ella? Miré discretamente a Kian por una explicación quien se encogió de hombros como respuesta. Genial, mi hermano se tiraba a la líder política de los kitsunes. Al menos eso explicaba cómo estos habían accedido a darle asilo y ocultarlo por tanto tiempo cuando evitaban meterse en cualquier cosa que involucrara a otros. Tampoco era como si yo pudiera decir algo al respecto. De haber sido en territorio feérico, la situación hubiera sido al revés. Entre Vali y yo debíamos cubrir el menú completo de especies, nada como un Loksonn para eso.
—Estoy al tanto de la situación actual. Su guardia se mostró muy directo e inflexible para conseguir esta reunión —respondió la kitsune con su voz tan imperturbable como la superficie de un estanque, sus ojos rasgados se fijaron en nosotros con interés—. ¿Qué es lo que los inquieta, denka?
—La posibilidad de una guerra, heika —respondí calmadamente—. O la inevitabilidad de esta.
—Es por eso que precisamos de sus extensos conocimientos, esperando que estos nos ayuden a encontrar una solución pacífica y eficaz —agregó Vali.
Para alguien que había crecido con el nórdico como idioma natal, el gengo era un idioma de niños a pesar de todos sus honoríficos distintos según la posición del otro. Denka, para la realeza no soberana. Heika, para el soberano de una especie. La kitsune nos analizó en silencio con su juiciosa mirada, no era como si fuera a encontrar alguna falla en nuestro perfecto comportamiento para conseguir su favor. Mentiríamos, crearíamos el perfecto engaño, llevaríamos a cabo la farsa necesaria para obtener lo que deseábamos, sin importar los métodos.
—¿Y qué es lo que necesitan? Tal vez, si ponen en palabras sus preocupaciones, entonces puedan encontrar la solución que buscan —respondió la kitsune—. El primer paso es expresar el problema, al lograr definirlo es sencillo resolverlo. Soy consciente de la tensa situación política que su especie se encuentra atravesando en estos momentos con respecto a los practicantes de magia.
—Entonces, como imaginará, las consecuencias de un enfrentamiento directo con ellos serían totales y desatarían un caos entre todas las especies —dijo Vali—. No deseamos tal cosa. No buscamos la guerra. Es por eso mismo que venimos a usted, necesitando que nos señale el camino para evitarlo.
—A pesar que aprecio tal requerimiento de su parte, aun más viniendo de un hijo directo de Loki, temo que no me encuentro a la altura de dar esa respuesta. Mis conocimientos no son infinitos, y desconozco cómo resolver sus conflictos —respondió ella.
—Nos referimos a un camino más literal —dijo Vali apenas conteniendo su pícara sonrisa.
—Estamos en busca del camino al Helheim, aunque puede que usted lo reconozca como Yomi —dije manteniendo mi perfecta pose y ella palideció al escucharme.
—La tenebrosa tierra de los muertos no es lugar para los vivos.
—Lo sabemos, y también somos conscientes de lo que le estamos pidiendo, pero temo que se trata de una necesidad indispensable para evitar una catástrofe —dijo Vali—. Una vez me contó la historia de Izanagi e Izanami, y cómo su amor y posterior traición causó la vida y la muerte en tierra. Sus pasiones crearon el infierno. Permítame experimentar por mi cuenta esas emociones, sabe que los cambiaformas somos seres pasionales.
—Me está pidiendo que los mande directo a su muerte. El Yomi nunca devuelve lo que toma.
—Estuve allí, y aquí estoy —dije captando su atención—. Conozco el modo de regresar, pero necesito saber cómo ir. Nos las arreglaremos para volver.
—¿Por qué? —preguntó ella—. ¿Por qué habrían de desear poner un pie en ese oscuro lugar?
—Un buen amante jamás revela todos sus secretos —respondió Vali sin ocultar su insinuación—. Le hacemos el amor a la vida, pero en este caso necesitamos seducir a la muerte. No pregunte nuestros motivos, y sepa que nuestras acciones no implican más que bien pero no le afectarán de ningún modo. No pedimos que responda por nosotros en caso de guerra, tan solo solicitamos sus conocimientos para ayudarnos a evitarla, y para eso necesitamos ir al Helheim.
—Hay una cueva —comenzó ella.
Por supuesto, si la disuasión política no funcionaba Vali siempre podía lanzar indirectas sobre sexo más tarde. Increíble. ¡Y yo que había creído que los kitsunes eran más remilgados! De seguro ella debía de estar pensando el modo de deshacerse de todos para quedarse a solas con mi hermano. ¿Qué tan extraño era pensar eso? Había otro Loksonn. Tenía un hermano. Un hermano quien se estaba tirando a la heika de los kitsunes. Una kitsune. No era exactamente el tipo de criatura que pondría en mi lista de personas que aceptarían tener sexo casual y sin compromiso. Holland jamás me creería cuando le contara, o quizás sí si estábamos hablando de un cambiaformas, y entonces ella reiría o lo compararía conmigo. Ella nunca olvidaría el asunto con el príncipe hada.
Una hora de aburridas historias orientales luego, finalmente pudimos dejar el salón más que satisfechos. Aunque Vali se quedó atrás diciendo que tenía asuntos que tratar en privado con la kitsune. Poco me importaba lo que hiciera, de todos modos ya había obtenido la información que deseaba. ¿Y por qué demonios siempre tenía que ser una cueva? ¿Qué tenían los orientales con estas? O quizás yo las repelía por todo el asunto de Loki atrapado en una cueva como castigo eterno y el resto del discurso. Tampoco había tenido una buena experiencia con estas últimamente. Pero si la entrada al Helheim estaba en una cueva, entonces tendría que ir. ¿Qué podía ser peor que el shinigami y los espíritus orientales? Estaba todo el asunto de la absoluta oscuridad y el sufrimiento y todo eso, pero quería creer que alguien andaba exagerando.
Intentamos no burlarnos descaradamente de Vali, o al menos no ser tan evidentes al momento de dejarlo, aunque no era como si a él le importara y los kitsunes no entendían nórdico. Salí con Kian apenas conteniendo nuestra risa. Probablemente solo nosotros éramos capaces de solucionar asuntos políticos de este modo, aunque era bueno saber que los kitsunes estaban de nuestro lado. No llegamos muy lejos sin que la tentación nos ganara y nos dobláramos de la risa. ¿Quién se lo hubiera esperado de la heika?
—Creí que eran todos un puñado de frígidos —dije.
—No por lo que he escuchado —respondió Kian—. Al parecer sus amplios conocimientos van más allá de lo espiritual por lo que me dijo Vali. Deberías haber visto cómo se puso cuando me mandó a hablar con ella primero para solicitar la reunión, no me creía que eras su hermana.
—¿Qué? Asco —dije y me estremecí—. Entiendo que los demás seres discriminen por la pansexualidad pero el maldito incesto no entra ahí para mí. ¡Es un Loksonn!
—Los demás seres tienen problemas con nuestra definición de familia —dijo Kian tranquilamente apoyándose contra un muro—. Creen que importa tal cosa como el árbol genealógico o el orden. Tú y Vali son hermanos, poco importa si él es el primer Loksonn y tú la última y todas las generaciones que debe haber de por medio.
—¿Tuviste que decirle eso a la zorra madre? —pregunté sonriendo—. Literalmente zorra, no a modo de insulto.
—Se entiende. Aunque sí, tuve que explicarle todo eso, pero no puedo culparla porque creyera lo contrario. Yo también me sentiría amenazada por alguien como tú estando en su lugar —respondió él y me guiñó un ojo—. Cualquiera lo haría.
—De los dos tú eres quien se ha tirado a Vali.
—¿Me dirás que nunca te tiraste a tu mejor amigo?
—Touchée.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Solo algo que los humanos dicen cuando has dado en el blanco —dije y me encogí de hombros—. Es imposible convivir años entre ellos sin que se te peguen algunas de sus costumbres.
—¿Alguna interesante?
—Demasiadas. Su mundo resulta ridículamente grande. Demasiados países, demasiadas culturas, demasiado diferentes todos. Son divertidos e interesantes, pero también muy extraños por el modo en que pelean entre ellos —respondí y sacudí ligeramente mi cabeza—. Conviví años con ellos, y no todos son malos, pero cuentan con discriminaciones de todo tipo. Color, creencia, género, pensamiento, sexualidad, aspecto... Nunca termino de entender a las razas que discriminan.
—Nosotros tenemos la posibilidad de cambiar, Nina —dijo Kian y lo miré—. ¿Cómo podríamos discriminar por eso? Pero los demás no pueden. Vivimos el momento, no tenemos que preocuparnos por cosas como una edad de mortalidad o la vejez. Mira a Vali, tiene sus buenos siglos y podría lucir como un bebé de desearlo. Los demás seres no disfrutan de la vida, porque están ocupados preocupándose por su fecha de caducidad o el envejecimiento. Discriminan porque quieren creer que son mejores, que con el poco tiempo que tienen de vida lograron ser los mejores, y esa es la vía rápida. ¿Qué son belleza y juventud para nosotros? Sabemos lo poco que valen, porque nuestras apariencias no son más que mentiras. ¿Pero el resto? Ellos no saben eso, porque no tienen nuestras posibilidades.
—Bastante bien... para un historiador —admití y él sonrió.
—Ya te dije que no soy un historiador.
—Un drapsmann historiador —corregí y Kian cogió mi mano para tirar de mí más cerca.
—Me equivoqué contigo. No eres una cría presumida, ni cobarde, y mereces por completo tu título. Eres una buena princesa.
—Es bueno dejar ese punto en claro —respondí entrelazando sus dedos con los míos—. Tienes suerte que no te guarde rencor.
—¿No es suficiente con cargar el recuerdo de esa deprimente humillación por el resto de mi vida?
—Es un buen comienzo.
Kian sonrió. Era tan sencillo para nosotros pasar sobre la apariencia, para interesarnos por la persona al saber que las imágenes engañaban, que a veces me resultaba sencillo olvidar que no era para todos así. Tenía una linda sonrisa, del tipo confiada y encantadora, y su mano se sentía cálida sujetando la mía. Era fiel y servicial, pero no dudaba en poner en su lugar a Vali cuando se pasaba. Se suponía que sería una distracción de una noche, una distracción muy necesitada considerando la apariencia que los kitsunes tomaban para jugar conmigo. ¿Cómo eso se había convertido en siete días? ¿Cómo a ambos se nos había pasado por alto establecer la regla de no sentimientos?
—No. Esto seguirá sin pasar —dije alejándome de él.
—¿Puedo preguntarte por qué?
—Porque no quiero —respondí y suspiré—. Porque me gusta hacer lo que quiero y los dolores de cabeza y posiblemente sea un poco masoquista. Creo que tú sabes por qué. Avísame cuando Vali terminó con su asunto, quiero partir cuanto antes.
Me di vuelta y me alejé. Sí, definitivamente masoquista. Ni siquiera yo podía creer lo que estaba haciendo. A la versión pasada de mí le daría un ataque de saber que seguía rechazando a un drapsmann, cuando bien podría ser mi sigr vina. Y no era como si no hubiera sentimientos allí, pero mi cabeza estaba tan jodida como la política actual. Podía contar con una mano la cantidad de personas con las que había estado últimamente, y ni siquiera necesitaba la mitad de los dedos. Esto era ridículo de tantos modos...
Me detuve enseguida al entrar en mi habitación solo para encontrar a Robin recostado tranquilamente en mi cama leyendo su libreta. Maldita fuera que no correría la misma suerte que Vali. Él se puso de pie enseguida, solo que no lucía como el brujo alegre y porcentualmente loco del desayuno. Tampoco portaba una capa de viudo. Tenía la seriedad habitual que venía con el hecho que debía tener unos días de ventaja y estaba aquí por algo específico. Suspiré, ya había sido suficiente por un día como para que viniera a decirme que no se me ocurriera poner un pie en Rike o algo por el estilo.
—¿Cuánto tiempo me llevas de ventaja? —pregunté.
—El suficiente —respondió él.
No tuve la oportunidad de decir nada más, Robin tomó mi rostro con una mano y me besó sin perder el tiempo. Me congelé completamente por la repentina sorpresa. Yo, Nina Loksonn, atrapada con la guardia baja por un beso. Lidiar con Robin y su no-tan-lineal vida era un dolor de cabeza por este tipo de cosas, no era como si quisiera quejarme esta vez. Enterré ambas manos en su cabello y lo atraje más cerca. Había creído que me acostumbraría alguna vez a la adicción de sus labios, jamás pasaría. Recordar cómo se sentía la calidez de su cuerpo o la suavidad de su piel contra la mía tampoco ayudaba a que intentara controlarme, pero tan pronto como me besó de aquel modo tan intenso también se alejó.
—¿Qué demonios fue eso? —pregunté respirando con dificultad.
—Il tempo, ricordando alla morte que non ha vinto.
Me soltó y partió. Intenté convencerme que tenía algo de orgullo propio, antes que lo mandara al diablo al instante para ir a buscarlo.
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