Capítulo 13: Tu luego es mi ahora

¿Cuchillo o espada? Mi primer profesor de esgrima me había preguntado eso la primera clase. Me había parecido una pregunta tonta entonces. ¿No era la espada la mejor arma por excelencia? ¿Como una Loksonn no debería ser mi obligación utilizar una? ¿Para qué demonios querría un cuchillo? Se suponía que tenía una espada especialmente hecha para mí, una que nunca había tocado y que estaba guardada en el palacio de Rike por si algún día decidía reclamar lo que a mi nombre le pertenecía. ¿Entonces por qué ofrecerme un cuchillo? ¿Quién escogería eso?

Nada más que los pensamientos de una ingenua niña que solo quería pasar a la acción de una vez. Ese era el clásico primer error de un estudiante, descartar el cuchillo al creer que la espada era mejor. Ni siquiera era una cuestión de tamaño, sino del hecho de saber que los duelos eran con espadas y haber visto a todos utilizarlas. ¿Entonces por qué ofrecer un cuchillo? Pero una espada no siempre podía defendernos, y nuestra especie no era especialmente querida por las demás al creer que éramos criaturas malignas nacidas de un asesino. Loki no era malvado, mucho menos un asesino. ¿Pero de qué valía la palabra del Dios de las mentiras? Nuestra necesidad de defendernos había pasado a ser parte de nuestra cultura, oculta como una tradición. Las personas tendían a olvidar el origen de siempre cargar una espada.

Pero no podías llevar una espada a todas partes, por eso mismo el profesor me había ofrecido un cuchillo. Me había hablado de la practicidad del tamaño y lo fácil que era ocultarlo. Siempre protegida, siempre con un arma a mano. Había escuchado atentamente su explicación, encantada por todas las nuevas posibilidades. No podían lanzar una espada. ¿Pero un cuchillo? Tantas cosas nuevas que aprender a hacer, tanto que no había imaginado. ¿Entonces por qué las personas escogían una espada en vez de un cuchillo? Porque esa arma requería cercanía, implicaba tener que sentir la muerte con tus propias manos, era el arma de un traidor y nadie ostentaba un arma así. Un traidor jamás diría que lo era, porque su poder estaba en la confianza del otro y en ocultar que era capaz de dar una puñalada por la espalda.

Suspiré, sintiendo el peso del cuchillo que cargaba en la parte baja de mi espalda. Vali creía que estaba manipulando a James, James pensaba que estaba dispuesta a colaborar con él. ¿Estaba dispuesta a traicionarlo de ese modo si la situación lo requería? El maldito imbécil no representaba nada para mí, solo el idiota que le había roto el corazón a Holland. ¿Entonces por qué dudaba? Si hubiera sido cualquier otro, ya me estaría riendo mientras lo manipulaba a mi antojo como si fuera una marioneta. Sabía atar esos hilos y luego tirar. Ya había cometido traiciones de ese tipo antes, había fingido para luego matar y salirme con la mía. No había dudado ni un segundo.

Y, como una cobarde, había preferido saltarme la vigilia esa noche. Kian o Vali se ocuparían de vigilar la llama, o ambos. Mientras alguien lo hiciera no había problema si el resto no. De todos modos, Kian estaba obligado a cumplir cada noche por su juramento de drapsmann así que mientras lo tuviera cerca no tendría que preocuparme de cumplir con mi nueva costumbre. Loki sabía que lo había intentado, desde la muerte del magister no había pasado una sola noche sin que cuidara su flama. Pero las reglas de la vigilia eran sagradas, y no quería estar cerca de Vali sin poder mentir. Él podía preguntar cosas que no quería tener que responder. Jamás mentiría en la vigilia. Maldita sea, ni yo era capaz de eso. ¿Había una maldita solución a esto?

En momentos así deseaba más que nada mandar mi nombre al diablo, renunciar y desligarme de cualquier posibilidad. ¿Pero si yo no me hacía cargo quién lo haría? ¿Vali? Casi reí al imaginarlo. Ese sujeto no había hecho nada en milenios, había conocido a otros Loksonn antes y no se había molestado en decir que andaba bien cuando cambiaformas debían rezar cada noche por el bien del primogénito de Loki. Ciertamente yo no sería la excepción ni conseguiría que cambiara de opinión. Estando en su lugar no lo haría. Personas normales no tenían que lidiar con este tipo de problemas, y no era del tipo estúpido que intentaba justificar su propia suerte. Era una Loksonn, y eso jamás cambiaría.

Llegada a este punto ya nada me sorprendía, ni siquiera cuando Robin cruzó corriendo completamente empapado el corredor mientras apenas podía contenerse de reír como el maldito maníaco que era en sus momento de locura. Cogió mi brazo en su carrera, arrastrándome consigo sin que tuviera opción de detenerlo. ¿Por qué estás cosas sin sentido seguían pasándome a mí? ¿En serio? ¿De todas las opciones posibles tenía que haberme cruzado con un guardián del tiempo? ¿Acaso la locura seguía a Robin a donde fuera? ¡Ni siquiera tuve oportunidad de protestar! Él abrió una puerta y nos metió dentro de un armario de limpieza, dejándonos enseguida a oscuras cuando la cerró.

—¿Qué dem...?

Robin cubrió mi boca con una mano enguantada y me indicó que hiciera silencio sin perder la maníaca sonrisa de su rostro. Si no lo conociera y supiera de su falta de cordura, esta situación sería por mucho más preocupante y tenebrosa. ¡Y él no era nadie para decirme qué hacer! Pero de todos modos guardé silencio tras deshacerme de su mano. Ya era inútil intentar razonar con él. Me apoyé contra el muro detrás, completamente rendida. Si algo había aprendido era que era en vano intentar luchar contra Robin cuando estaba así. Tampoco era como si quisiera alejarlo o quejarme del hecho que estuviera completamente empapado.

—Estoy jugando a las escondidas con los kitsunes —confesó él en un susurro.

—Me tienes que estar...

—Los kitsunes y yo no nos llevamos muy bien, así que pensamos que jugando podríamos mejorar la relación —dijo Robin sonriendo.

—¿Por qué no habrían de llevarse bien? ¿Porque su sistema de seguridad casi te mata?

—No. Sin rencores allí. Pero ellos no pueden engañarme y a mí no me gusta que intenten engañarme, así que estamos haciendo las paces con un juego de escondite.

—Estás loco.

—Nunca lo negué.

—¿No puedes al menos pretender un poco de cordura?

—¿Y cuál sería la diversión entonces?

—¿Por qué demonios estás empapado?

—Estuve nadando.

—¿Vestido?

—Sino no estaría así. ¿No crees?

—¿Y qué haces aquí?

—Me escondo.

—No. ¿Qué haces aquí conmigo? ¿Por qué me metiste en esto?

—Me gusta pasar el tiempo contigo.

—Robin...

—Creo que el tiempo está enfermo —dijo él, inclinándose más cerca y bajando la voz como si ya no estuviéramos solos—. Estoy casi seguro que hay algo mal. Por eso no se siente tan bien.

—¿Y cómo diablos el tiempo puede estar enfermo? ¡No es como si fuera un ser!

—Los kitsunes están de acuerdo conmigo.

—Entonces los kitsunes están tan mal de la cabeza como tú.

—No. No es cierto. Tan solo les gusta hablar de forma complicada.

—Pues a mí no me gusta eso. Es molesto. Y si a alguno se le ocurre jugar conmigo...

—¿Piensas que eres la única? —preguntó Robin cogiendo mi rostro con una mano y bajando la voz—. Tenías razón, no es la imagen del magister la que toman para jugar conmigo. ¿Seguimos peleados?

—¿Sigues creyendo que asesiné al magister?

—No me pidas que crea que se suicidó —dijo él y lo alejé suavemente con una mano, suspiré.

—Sí, Robin. Seguimos peleados.

—No creo que seas una mala persona, tampoco que lo hayas matado por propia voluntad si lo hiciste, pero no esperes que acepte el hecho que él se quitó su propia vida cuando un brujo jamás lo haría. ¿Por qué habría de hacerlo?

—Jamás entenderías.

—No si no me dices.

—No es algo que pueda compartir.

Per che non? Io so tutto e niente, di tu e di me, di la mia vita e la tua morte. Allora per che non dimmi quello che già so?

—Algún día te mataré si sigues hablando en italiano —dije y él simplemente rió.

—Me gustaría verte intentarlo, ni siquiera un supuesto dios de la muerte pudo.

—No me desafíes, Robin.

—¿Por qué no? Es divertido hacerlo. Sabes que te gusta que te moleste.

—Tan solo... No. No lo hagas. No pretendas que todo está bien entre nosotros cuando no es así.

Estaba tan cansada de fingir. Maldita sea, esto me volvería loca, pero mentir era el único modo que conocía de protegerlo de una verdad que ahora mismo no necesitaba saber. ¿Si Robin apenas podía soportar que el magister hubiera muerto sin haber podido evitarlo, cómo se tomaría el hecho que él le daría esa idea? Robin simplemente sonrió y se inclinó para besar mi frente. Me quedé completamente quieta, solo queriendo disfrutar de lo exquisito que se sentían sus labios contra mi piel. Ni siquiera me importaron las frías gotas de agua. Maldito brujo, nadie debería tener el poder de hacer que mi pulso reaccionara ante su cercanía, mucho menos un loco.

—Estamos bien, tan solo estamos viviendo a ritmos distintos —dijo Robin y levantó mi rostro para obligarme a mirarlo—. Nina, eres más fuerte que yo en cada sentido imaginable. Tienes práctica lidiando con la pérdida, yo no. No dudas en empuñar tu espada para defender a quienes te importan, a mí me aterra el hecho de saber en lo que me convertiré. Te las estás arreglando para mantener una paz imposible. Todo lo que admiro en ti, es todo lo que todavía me falta por aprender. Pero no me pidas que analice otro escenario que el que me han dicho, porque sé que la respuesta que voy a encontrar no es una que desee oír, así que déjame engañarme un poco más aun cuando yo sé que estoy viviendo una ilusión. ¿Puedes hacer algo por mí?

—¿Qué cosa? —pregunté y él sonrió de aquel modo travieso que acostumbraba.

—No le digas dónde estoy.

Él desapareció antes que pudiera comprender a lo que se refería. Un kitsune abrió la puerta en aquel momento y observó sorprendido el interior sin encontrar lo que buscaba, por más que su curiosa mirada se posó en mí por un segundo más de lo debido. ¡Hijo de...! ¿Acababa de dejarme plantada por seguir con su maldito juego del escondite? Increíble. ¡Él no podía dejarme así por esto! Maldito fuera el brujo y maldita fuera yo. Ese juego tenía para toda la noche si los kitsunes podían olfatear a Robin para encontrarlo y el brujo detenía el tiempo para cambiar de escondite cuando estaba cerca de ser atrapado.

Considerando que Robin tenía una tendencia a mantenerse apartado de las actividades normales y ser un ermitaño estudioso cuando su curiosidad no lo empujaba a cometer una locura o la linealidad temporal lo aburría, en realidad fue toda una sorpresa encontrarlo en la mesa del desayuno. Aun más el hecho de verlo hablar animadamente con Vali. Esto era definitivo, el mundo había perdido cualquier sentido. Y, tanto como quería a Vali y confiaba en él para hacer cualquier cosa que fuera necesaria por Rike, todo tenía un límite. Él era bueno, pero también era un Loksonn. Yo dudaba con los brujos, él no lo haría.

—¡Lille!

No, el término seguía siendo demasiado extraño para mí. Su alegre expresión no se inmuto cuando decidí sentarme frente a él y junto a Robin por más que no lo pasó por alto, mejor tener al brujo cerca y al prins vigilado. Desde el otro lado Kian me sonrió en su habitual sitio junto a Vali y me lanzó una manzana antes de continuar con su propio desayuno. Con cualquier otro esto hubiera sido incómodo. ¿Con Kian? Él estaba tan tranquilo e indiferente que casi me hacía dudar si me había escuchado cuando le había gritado que me había tirado al tiempo, literalmente; pero sabía que nada se le pasaba por alto a un drapsmann.

—¿Por qué siempre la llamas así? —preguntó Robin con curiosidad.

—Es nórdico —respondió Vali—. Es un diminutivo para min lillesoster.

—Es como te refieres con cariño a tu hermana menor, solo cuando realmente hay relación sanguínea —dije.

—Ahora, esa es una palabra sencilla en cambiaformés —dijo Robin y Vali rió fuertemente.

—¿Cambiaformés? ¿En serio? ¿Qué se supone que significa eso?

—Déjalo, al parecer es incapaz de comprender que nuestro idioma natal es nórdico y no existe tal cosa como el cambiaformés.

—¿Cómo que no? Es lo que ustedes hablan —afirmó Robin con todo su orgullo y apenas me contuve de sonreír ante su seguridad.

—Tu tipo siempre fue muy gracioso —dijo Vali sonriendo y Kian lo golpeó discretamente con su codo.

—No te burles de él —murmuró por lo bajo en nórdico.

¿En serio? ¿No podía comportarse como... como cualquier otro haría? No, por supuesto que no, tenía tanta mala suerte como para literalmente haber conocido al elsker perfecto y literalmente haberlo tirado por la borda. ¿Estaba buscando que me arrepintiera el resto de mi vida? Loki debía de estar retorciéndose de risa por esto. Lo último que me faltaba era que Kian reprendiera a Vali por burlarse de la locura de Robin. ¡Yo no me había despertado temprano para esto! Pero Vali no borró la burlona sonrisa de su rostro, por más que nadie más que un cambiaformas hubiera notado que su alegre afirmación fue una burla en realidad.

—¿Qué? Es ingenioso, tienes que admitirlo. ¿Se supone que tú hablas brujonés? —preguntó Vali entusiasmado por seguirle el juego pero Robin negó con decepción.

—No es lo tuyo inventar palabras —dijo él para la incredulidad del prins y entonces fue el turno de Kian de reír.

—¿Acabas de decirle eso a un Loksonn? Tienes suerte que no sea del tipo que se toman mal las cosas.

Cambiaformés suena mejor que brujonés, no puedes negarlo —dije.

—Sí, es cierto —admitió Kian sonriendo—. ¿Sabes a qué me recuerda? Al sujeto que conocimos al segundo día, que estaba seguro de haber inventado su propio idioma y lo peor es que esa cosa tenía sentido.

—¡Que tiene un hermano gemelo en la isla vecina! —dije y su rostro se iluminó.

—¡Sí! ¡El sujeto que saluda con los pies y camina sobre sus manos!

—¡Ese mismo! Que también inventó su propio idioma y se instalaron en islas diferentes para difundirlos.

—No sabía que también lo habías conocido. Y el sujeto estaba convencido de saber hablar nórdico porque decía que un cambiaformas se lo había enseñado.

—Pero no hacía nada más que repetir que era un idiota, en nórdico.

—Por favor dime que no le dijiste qué significaba en realidad lo que decía.

—Por supuesto que no. ¿Por qué querría arruinar la diversión? Él hacía los mejores fideos que he probado en mi vida.

—No mejores que los ravioli fritos chinos de Yiang Lin Xi.

—Loki, me tienes que estar... ¡No puede ser! ¿Conoces a Yiang Lin Xi también?

—¿Tú la conoces? —exclamó Kian igual de sorprendido y creí que sería capaz de besarlo allí mismo por el entusiasmo—. Ella es la mejor armera en todo Yggdrasil.

—Su tendido del acero es impecable. ¿Has visto el cuidado y la dedicación que tiene por cada arma? Verla trabajar es un placer. Todo lo que hace es perfecto.

—Y sin protección alguna, por eso sus manos siempre huelen a hierbas medicinales. ¿Y los detalles de la hoja?

—¡Son increíbles! Cada diseño es único de acuerdo al portador, los crea especialmente. Le pedí que me hiciera una espada pero me dijo que no se sentía a la altura ni podía pensar en un diseño para mi persona, prometió que la haría en cuanto tuviera una idea.

—Eso es genial, no puedo pensar en una sola persona a quien Yiang Lin Xi le haya dicho eso. Deberías ver la empuñadura de la espada que me hizo.

—¿Tienes una espada hecha por Yiang Lin Xi?

—La formal.

—¿Quieren que los dejemos solos así pueden seguir hablando de sus juguetes?

La voz de Holland me sacó por completo de nuestra pequeña burbuja de emoción. ¿Cuándo ella había aparecido? La miré sorprendida pero la bruja no hizo nada más que sonreírme con encanto. Por aquel instante me había olvidado por completo de todo. Ni siquiera había notado a James. Por este tipo de cosas tendía a evitar a Kian. Algo tenía que estar mal dentro de mi cabeza, pero ahora mismo no tenía tiempo para distracciones. Ni siquiera para disfrutar la clara molestia de James por cómo Holland hablaba y le sonreía a Vali. Supuse que al brujo no debía gustarle para nada que ella lo ignorara, o lo hubiera superado, o que la fama de Vali fuera mayor. ¡Él había burlado a Odin!

—Necesito ver a un kitsune de nueve colas —dije.

—Ya te respondí ayer eso, lille. Está ocupado, avisará cuando tenga tiempo para nosotros —dijo Vali tranquilamente mientras se servía su propio desayuno—. La paciencia es la base de la relación con los kitsunes. Sigues sus reglas, y ellos permiten que te quedes mientras no causes problemas. ¿De todos modos para qué lo quieres?

—Tengo interés en tener una conversación con Hela —respondí simplemente y él hizo una mueca.

—¿Te llevas con esa arpía? Es más frígida que una practicante de seid. Es malvada, y rencorosa, y envidiosa, y nos odia profundamente. Uno creería que nos daría un servicio especial por ser familia, pero como no compartimos madre prácticamente se asegura de matar bien muerto a cualquiera que nos importe sin importar si le pedimos lo contrario. ¡Nuestra buena hermana la diosa del Helheim!

—Puedo manejarla, ya lo he hecho —dije encogiéndome de hombros y él me miró—. Quiero hablar con ella.

—Juega con una ouija.

—¡Eso es como llamar a un número cualquiera esperando que ella responda!

—¿Has pensado en buscar un vidente o alguien que se dedique a hacer de teléfono móvil con el Helheim? —preguntó Kian y sacudí mi cabeza.

—Tiene que ser en persona.

—No creo que Hela vaya a abandonar el Helheim para hablar contigo. Y, personalmente, la otra opción no es prometedora —dijo Vali.

—Sé que hay un modo de visitar el Helheim en vida, otros lo hicieron antes.

—Caballeros de Odin, enviados bajo su orden. Ni Hela está tan loca como para provocar la ira de Odin —respondió Vali—. ¿Pero crees que ella te dejaría entrar por voluntad?

—Sí.

—¿Tienes idea del precio a pagar por ser capaz de visitar el infierno en vida? —preguntó él—. Nueve días de dolor y sufrimiento, eso es lo que dicen las historias.

—Bueno, en todo caso es mi asunto decidir si quiero pasar por eso o no.

—¿Qué puede valerlo?

—No es tu asunto.

—¿Puedes ayudarnos? —preguntó Holland usando su más inocente expresión—. Solo necesitamos encontrar un kitsune de nueve colas, seguro conoces muchos.

—Decenas —dijo Vali sonriéndole.

—Deberías darles una mano para que se reúnan con uno cuanto antes, no te cuesta nada —dijo Kian simplemente y sus ojos brillaron por el desafío—. Además, poner un pie en vida en el Helheim es una aventura digna de vivirse.

—Seguro, porque es un sitio turístico muy visitado. ¡Por muertos!

—Estás exagerando...

En realidad, no lo estaba, pero ninguno de los dos pudo escuchar el resto de lo que Kian decía. Mi mirada se cruzó con la de Vali como si ambos hubiéramos sentido algo que nos obligaba. Vi la brillante gota de sangre deslizarse fuera de sus labios e inconscientemente toqué los míos al mismo tiempo que él, solo para ver mis dedos manchados de rojo también. Ni siquiera tuve oportunidad de confundirme o comprender qué estaba sucediendo, el dolor fue inmediato. La agonía de un corte en la garganta me dejó sin respiración junto con la sensación de estar ahogándome con mi propia sangre. Bien, allí iba la cuenta de días consecutivos sin muerte de un cambiaformas...

Era algo extraño ver a Vali reaccionar del mismo modo, como si fuera mi propio reflejo, aunque no sorprendente considerando que él debía sentir lo mismo. Una muerte era soportable, pero la suerte nunca estaba de mi parte en estas ocasiones. Sentí el agudo dolor en un ojo y me aferré con fuerza a la mesa creyendo que sería capaz de gritar. Robin fue rápido en sujetarme cuando vio que la agonía me quitaba todas mis fuerzas. No lo pensé, mordí su hombro estando segura que de lo contrario gritaría por el dolor. Él se tensó pero no dijo nada al respecto, simplemente me sostuvo mientras yo apenas podía contener mis lágrimas. Al otro lado, Vali hizo lo mismo con Kian.

Tanto como adoraba los duelos, maldecía al maldito idiota que se había metido en uno a muerte con varios contrincantes. Holland estuvo a mi lado enseguida, vagamente logré escuchar sus palabras. Esto no estaba bien, tantos cambiaformas en un duelo a muerte no podía significar nada bueno. La punzada en el corazón casi logró que perdiera el control. Debió haber notado que no lo soportaría mucho más, o quizás me había visto sufrir esto las veces suficientes como para saber cuándo era demasiado. Demasiadas muertes para una sola vez. Ella murmuró una rápida disculpa antes de poner una mano sobre mis ojos y dejarme fuera de juego.

La inconsciencia nunca antes se sintió tan bien. Holland tenía demasiado práctica haciendo esto por mí como para poder noquearme con la magia justa para no dejarme secuelas luego. Al menos eso le puso fin al dolor. Para el momento en que ella palmeó mi rostro para despertarme, ya no sentía nada. Parpadee, aún desorientada por el efecto de la magia e intentando comprender lo que había sucedido. Robin me sostenía con cuidado mientras Holland se ocupaba de comprobar rápidamente mi estado y sonreía al ver que estaba todo en orden. Ni siquiera tenía fuerzas para protestar.

—¿Cuánto tiempo fue? —pregunté débilmente.

—Solo unos minutos —respondió ella—. Ahora calla, sigues luciendo muy pálida.

Sonreí al escucharla, siempre se ponía mandona cuando se preocupaba por mí. Apoyé mi cabeza sobre el hombro de Robin mientras Holland se ocupaba de chequear mi pulso y mi temperatura. Cerré los ojos un instante, se sentía tan bien, tan familiar y cálido... Pero ella fue rápida en chasquear sus dedos delante de mí para obligarme a permanecer despierta. El acompasado tic tac de todos los relojes que Robin cargaba consigo era tranquilizante, ya ni siquiera me importaba el silencio en su pecho producto de no tener corazón. Al menos no en donde debería estar.

Para mi sorpresa, James apareció a mi lado con una infusión en mano y me obligó a beber hasta la última gota sin darme oportunidad de resistirme o saber qué diablos era. Aunque, maldita sea, esa cosa realmente funcionaba. Casi al instante me sentí mucho mejor como si nada hubiera sucedido en realidad. Quizás el brujo si fuera más útil que un dolor en el culo, al menos sus milagrosas pociones lo eran. Era tan extraño verlos actuar tan rápido a los tres por mí, la naturalidad con la cual aceptaban estos episodios e intentaban ayudar a su modo. Holland llevaba años acostumbrada a esto. ¿Pero Robin y James? Solo Robin sabría el dolor que le habría causado al morderlo esta vez, o la marca que le habría dejado. Y James no me amaba exactamente.

Discretamente me fijé en Vali. Él lucía totalmente exhausto, descansando su cabeza sobre la mesa mientras bebía un vaso de sake con ayuda de Kian. El prins anterior me había dicho que, de haber formado una alianza con los brujos, quizás no hubiera muerto y Rike estaría mejor. Tan poco como creía en la coexistencia, era evidente entre Vali y yo quien de los dos se encontraba mejor. No podía negar que los brujos eran útiles cuando realmente se preocupaban y querían ayudar, lo cual no me facilitaba para nada el hecho de saber que tenía que hacer cualquier cosa para asegurar el bien de mi pueblo.

—No me importan las malditas reglas, me llevas a ver un kitsune de nueve colas ahora —dije y Vali me miró desde donde estaba.

—Intenta no maldecir en su presencia —respondió él—. Kian, vamos, ayúdame a levantarme. Tenemos una cita urgente.

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