Capítulo 11: Las fieles estrellas
El kottbullar siempre tendría mi corazón, pero el gravlax había sido exquisito. Podría casarme con el kottbullar, y tener de amante al gravlax. O quizás simplemente estaba delirando por tener el estómago lleno de deliciosa comida. Estaba cansada, y en el buen sentido. Mis pies se sentían tan bien luego de haber bailado alrededor de la fogata durante la vigilia, mis pulmones libres luego de cantar, y mi estómago estaba más que satisfecho por la comida. Eso sin mencionar las cinco botellas de Sake que habíamos vaciado entre los tres. Mi mente seguía un poco entumecida por eso, del buen modo. Había extrañado la clásica diversión nocturna al viejo estilo de los cambiaformas.
Lo único que le había faltado, había sido acampar bajo las estrellas y la aurora boreal. Pero no se podía tener todo a la vez en la vida. Me conformaba con una cama decente, más de lo que había esperado de parte de los kitsunes pero, de nuevo, su sistema de seguridad patrocinado por la empresa dioses de la muerte me había dejado unas buenas heridas. Aún sentía el escozor y sabía que tendría que soportarlas unos pocos días más, pero definitivamente ya no se sentían tan mal como antes. No era la primera vez que resultaba herida con plata, y tampoco sería la última por lo que era mi vida.
No pude dormir. Tampoco era como si lo deseara. No había momento del día que odiara tanto como cuando llegaba el instante de dormir. No quería tener que cerrar los ojos, solo para sentir el castigo de Loki como si lo estuviera experimentando. ¿Podía considerarse sueño si no eran más que pesadillas de ácido cayendo sobre mi rostro? Me encantaría preguntarle a Vali cómo hacía para dormir sabiendo lo que le esperaba al cerrar los ojos, o si al igual que yo luchaba en vano cada noche por no ceder al sueño. Debía ser peor para él considerando que había llegado a conocer a Loki, y era su primogénito en vez de un descendiente directo de quién sabía cuántas generaciones...
Suspiré y me puse de pie, no había modo alguno en que permaneciera en una cama esperando esa tortura. Deslicé la puerta a un lado y crucé en silencio el angosto corredor. Todos los kitsunes debían encontrarse fuera al ser criaturas nocturnas en su mayoría por lo que el lugar lucía desierto. Sabía que Holland debía estar molesta conmigo por haberle mentido, y preocupada por mis heridas. La preocupación terminaría por ganar su frágil furia. Pero considerando la hora, ella debía de estar durmiendo. No era tan mala persona como para despertarla. Quizás debería haber aceptado la oferta de Kian por compañía nocturna, pero nunca había sido buena al tomar decisiones personales.
Me detuve tan pronto como vi a Robin. ¿En serio? ¿De todas las personas que podía cruzarme tenía que ser el brujo demente? La marca en mi brazo ardía por lo que no podía ser un kitsune intentando jugar conmigo, de nuevo. Pero él ni siquiera se inmutó ante mi presencia. Lucía tan normal y tranquilo como siempre, sonriendo de aquel modo infantil que solo él tenía. No lucía como si casi hubiera muerto esta noche, posiblemente porque este Robin todavía no lo había experimentado. ¿Qué tan mal estaba si comenzaba a ser capaz de distinguirlos? Suspiré, dudaba mucho que la versión actual de él fuera capaz de sonreírme ahora mismo. ¿Y qué demonios me importaba si así era?
—¿Sigues molesta conmigo? —preguntó él y apenas me contuve de reír.
—No tienes idea.
—Non voglio che tu sai arrabbiata con me —dijo Robin y sacudí apenas mi cabeza.
—No tengo la menor idea de lo que acabas de decir. Mi italiano es tan básico y malo como tu nórdico.
—Lo sé. Aunque he mejorado un poco con mi nórdico.
—Ya quisieras.
—Logn ikke jeg —dijo Robin y sonreí sin poder evitarlo.
—Acabas de decir que eres una mentira —dije y él hizo una mueca—. Ikke logn jeg. Eso significa que es cierto. Aunque considerando que eres un brujo, seguro tendrás ese error típico de niño de pronunciar primero el jeg. Ni siquiera sé de dónde demonios has sacado eso.
—Te dije que aprendería cambiaformés.
Sí, lo haría. Sorprendentemente bien para un brujo. Pero no hoy, no ahora cuando apenas había podido pronunciar esas palabras por la dificultad que el idioma representaba para cualquiera que no fuera nativo. Aun así, había sido un buen intento, y él estaba tan seguro que lo lograría que no podía evitar sonreír. Era terco como para seguir intentándolo, su curiosidad más fuerte que cualquier adversidad.
—Es demasiado complicado.
—Tengo todo el tiempo del mundo para aprender.
—Deberías haberte buscado un idioma más simple si lo que querías era encontrar algo que hacer para no aburrirte. ¿Por qué un brujo querría aprender nórdico?
—A ti te gusta hablarlo.
—Hablo cualquier lengua que pueda utilizarse en la política, por supuesto que me gusta hablar mi lengua natal cuando puedo.
—Entonces puedo intentar aprenderla.
Nadie como Robin para hacerme sentir culpable sin siquiera intentarlo. Suspiré, él realmente conseguía que quisiera golpearme la cabeza contra un muro o me sintiera mal por mis acciones. El prins anterior a mí me había dicho que en algún momento tendría que escoger entre mí o Rike, tal como él había hecho, tal como todos habían hecho antes que él. Jamás mencionó el tipo de elección que sería. ¿Años sin guerras y justo tenía que pasarme a mí una situación así? Ahora, más que nunca, debía responder a Rike. Le debía lealtad a mi pueblo antes que a cualquier otra cosa.
—¿Puedes hacerme un favor? Porque es evidente que este día no sucedió para ti, al menos no por completo —dije y cualquier sonrisa se borró de su rostro cuando me miró con preocupación.
—¿Qué sucede? —preguntó.
—Tan solo... ¿Recuerdas al niño brujo que le prometió a una niña cambiaformas que la cuidaría? El magister creyó en la coexistencia porque nos vio a ti y a mí, ahora; y nos vio de niños, apenas conociéndonos. Y no sé qué vio que le hizo creer tanto que esto era posible. Pero me gustaría verlo también, y no creas que traicionaré su memoria de ningún modo, porque sabes lo que ese hombre fue para mí. Así que, escuches lo que escuches hoy, recuerda que estoy jugando por la paz.
—¿Por qué me dices esto?
—Porque oirás cosas de mí que no te gustarán —respondí y me encogí de hombros—. No las negaré, pero tampoco será lo que parece. Sabes cómo soy.
—Entonces me tienes poca fe —dijo Robin llamando mi atención—. ¿Crees que no sé lo que implica lidiar con los de tu tipo? Desde el momento en que te conocí supe que si deseaba permanecer a tu lado, debía ser tan abierto de mente como fuera posible. No creas que seré duro al juzgarte, no cuando mi propia vida no pasaría ni mi propio juicio.
—Robin, si hay algo en lo que definitivamente no confío, es en tu juicio. Estás loco.
—Pero aceptaste la locura que conlleva lidiar conmigo. ¿Entonces dónde salió Lokabrenna esta noche?
—Trece grados norte —respondí automáticamente—. ¿No deberías saberlo?
—Ahora lo sé, es un dato útil —dijo él pasando a mi lado—. Seguro me lo agradecerás...
—¡Robin!
Él rió como el maníaco que era. ¿Acababa de...? Maldita sea, nunca me acostumbraría a esto. Me di vuelta dispuesta a no dejarlo partir pero tan solo encontré el oscuro pasillo completamente vacío. ¿Cómo diablos me las arreglaba para siempre provocar mi propio pasado cuando se trataba de él? Corrí en la dirección que había partido. Tal vez, si lo encontraba, podría advertirle del shinigami. Debería saberlo mejor. Era tan tonto intentar ir contra lo que ya estaba escrito y había sucedido, pero si no lo hacía entonces no tendría fe en mi propio emprendimiento. Este presente, era el pasado para otro, uno ya sellado y con un futuro fijo. Quizás estaba perdiendo finalmente mi cordura también, o tal vez nunca había existido tal cosa como la linealidad de los hechos.
No me crucé con él, al menos no exactamente. Regla n° 7: no puedes cruzarte con el mismo Robin dos veces seguidas. ¿Qué tan sin sentido sonaba eso? Me arrepentí completamente de haber intentado seguirlo cuando lo encontré. Tan solo que este Robin no sonreía, y lucía como si hubiera estado al borde de la muerte esta noche. Hela y yo ya teníamos una relación bastante tensa como para agregar algo así, y solo la había visto una vez. De pronto haberme quedado en cama parecía por mucho una mejor opción a esto. ¿Desde cuándo era una cobarde al momento de enfrentar a otros? Pero este brujo había confiado tan ingenuamente en mí, y yo no había hecho más que demostrar por qué los cambiaformas éramos conocidos por nuestras mentiras. ¿Cómo explicarle que estaba haciendo todo esto por él sin joder el tiempo más de lo que ya estaba?
—¿Lo ves? Por esto mismo evito liarme con gente que quizás pueda volver a ver luego y que no entienden la regla de sin sentimientos de por medio.
—¿Cuándo planeabas decirme sobre la situación de Rike? —preguntó él.
—No es tu asunto.
—Estamos a un paso de la guerra.
—Nuestras especies están a un paso de la guerra desde que tu hermano me atacó estando totalmente desarmada y sin ser amenaza alguna —respondí entre dientes—. Y tienes suerte que no haya divulgado esa información, porque de lo contrario ni mi palabra hubiera detenido a Rike de atacar.
—Queremos la paz.
—Créeme que no hay nadie en este mundo, al menos no vivo, que quiera la paz tanto como yo. Pero no es tan simple como dar órdenes de no atacar. Lo que yo hice fue posponer lo inevitable.
—¿Piensas que yo no quiero lo mismo? —preguntó Robin y bajó la voz—. Soy un traidor para mi gente, por el simple hecho de estar aquí hablando contigo. Porque tú pudiste haber detenido a Rike de dar el primer golpe, pero yo me gané el odio de mi madre para evitar que ella lo diera.
—¿Se supone que tengo que sentir lástima por eso? Esto no es sobre tú o yo, Robin. Esto es sobre tratar de evitar una guerra que causará miles de muertes.
—Millones —corrigió él y por un momento fui incapaz de hablar.
—¿Qué tanto sabes?
—Lo suficiente.
Lo miré. ¿Cuánto podía saber? Más que yo, menos que yo, algo completamente diferente... A veces era demasiado sencillo olvidarse que Robin había visto al guardián del tiempo en el Thief y había comprendido luego que ese sería su futuro, un asesino portando la capa de un viudo. No debía ser nada sencillo cargar con ese conocimiento, aun menos si no te gustaba. El brujo frente a mí nunca había derramado sangre ni manchado sus manos, era tan inocente y puro en ese aspecto como yo jamás sería. Dudaba incluso que fuera capaz de hacer daño.
—Entonces entenderás por qué tengo que evitarla a cualquier costo —dije.
—No tienes ni idea de mis motivos detrás para ayudarte. Pero cambiar lo que ya está escrito implica un precio demasiado grande.
—Entonces que el tiempo haga lo que quiera, y yo decidiré cuánto pagarle.
—Nina...
Ambos callamos al escuchar el ruido. Un zorro de tres colas pasó corriendo junto a nosotros. Estos no eran asuntos para discutirse donde cualquier podría oírlos. Él me indicó que lo siguiera, y tanto como prefería evitar esta conversación lo hice. Quizás Holland me estuviera contagiando el masoquismo de permanecer cerca de chicos que era mejor si no volvía a ver en mi vida, pero Robin ciertamente no era James y el recuerdo de casi haberlo perdido hoy era suficiente para superar cualquier racionalidad de mi parte. El shinigami no había sufrido lo suficiente. Lo había matado rápido para deshacerme de él y pasar al asunto más importante. Debería haberlo hecho lento. Debería haberlo torturado. Debería haberlo hecho suplicar por piedad, rebajar a tal nivel a un dios de la muerte, obligarlo a llorar por misericordia.
Alejé esos oscuros pensamientos antes que siguieran su rumbo. No me arrepentía de ellos, pero no era algo de lo cual me enorgulleciera frente a otros. Robin no sabía lo que le había hecho al sucesor que había amenazado la vida del magister, nadie excepto yo sabía que ese sujeto no había muerto al instante sino que había estado inmovilizado mientras se quemaba por dentro, y tampoco quería que supiese el tipo de tortura que era capaz de aplicar si se me provocaba. O cuánto lo había disfrutado.
Lo seguí escaleras arriba hasta una habitación desierta. Conociéndolo, no me sorprendía que se hubiera tomado la libertad de explorar todo el sitio. Demasiado inquieto y curioso como para no aventurarse en un lugar desconocido. La habitación no era muy diferente al resto del complejo, excepto porque tenía una ventana. No había visto una ventana en todo el dojo. No me di cuenta de qué tan sofocante habían sido las horas bajo tierra hasta que pude ver el cielo nocturno y sentir la frescura del viento en el ambiente. Robin simplemente se sentó en el suelo como siempre solía hacer, justo en el marco de luz que entraba por la ventana. Echó su capucha hacia atrás, su cabello completamente despeinado dejando una sombra extraña en el suelo mientras él miraba el cielo.
—Una vez intentaste hacerme comprender el valor que tu gente le daba a las estrellas, nunca lo comprendí hasta que dejé de verlas —murmuró él sin mirarme y me senté a su lado—. Son tan fieles compañeras. Sin importar el tiempo o lugar, nunca cambian. Siempre están allí, siempre mostrando el camino a vivir. He visto el cielo desde infinitos sitios distintos, en infinitos tiempos distintos, y siempre es igual. Algunos miembros de la logia hablan de la luna y el sol como nuestros compañeros, astros inmunes al tiempo. Pero el sol no siempre está presente, no duda en un eclipse, y la luna tiene sus caras distintas cada noche. ¿Pero las estrellas? Esos son nuestros verdaderos compañeros, porque son inmunes al tiempo y cualquier cambio. No necesitas un faro o algo notorio, solo pequeñas chispas que sobrevivan.
—Sabes que las estrellas son capaces de morir. ¿Verdad? —dije y él me miró para sonreírme de ese modo completamente infantil e inocente que tenía a veces.
—¿No es eso lo más increíble? Aun así, son inmunes al tiempo —dijo Robin y señaló un punto en el cielo—. Esa estrella lleva años muerta, pero todavía podemos verla. Aun muertas se niegan a abandonarnos o dejarnos solos. Todos los días en la comunidad han estado nublados desde que él... ya no está. Es como si el clima se negara a seguir adelante, sintiera su ausencia. Una vez intentó enseñarme astronomía. No lo escuché. Hay tantas cosas que no escuché, tantas lecciones que intentó darme y yo no presté atención. No había momento en que luciera tan feliz como cuando enseñaba. Y ahora ya no podré enmendar eso. No puedo. No me atrevo a buscarlo en el pasado, porque sé que no podré verlo, mucho menos hablar con él, sabiendo lo que sucedió. ¿Entonces de qué me sirve todo lo que sacrifiqué para poder controlar el tiempo?
—¿Piensas que eso importa? ¿De qué me sirve que mi hermana reine el infierno si no puedo recuperar lo que perdí? No sirve de nada que te culpes por algo que no puedes controlar.
—Sigo pensando que podría hacer algo, que debe haber un modo de burlar las reglas del tiempo y evitarlo. Pero no sé cómo. No tengo los conocimientos necesarios, ni el nivel dentro de la logia para tener acceso a esos conocimientos. Aún tengo tanto por estudiar...
—Estaba orgulloso de ti —dije.
—Por supuesto que estaba orgulloso de mí, soy un guardián del tiempo. No existe rango más prestigioso dentro de la comunidad —dijo Robin y sacudí mi cabeza en negación.
—Podrías haber sido un desastre sin futuro, y él habría estado orgulloso de ti de todos modos. No había nada de lo que él estuviera más orgulloso que de la persona desobediente y distraída que siempre fuiste. Robin, no fui yo, ni nosotros, quienes logramos que él creyera en la coexistencia. Ese fue su mayor proyecto en vida, y no tengo planeado defraudarlo en ese sentido; pero él creía tan poco en eso hace unos años como cualquier otro brujo. Fuiste tú, y solo tú, quien cambió eso. Fue el joven que estuvo dispuesto a renunciar a su familia para que una niña viviera a salvo, y el niño que se atrevió a tomar sin ningún guante la mano de esa niña para asegurarse que ella se quedara y no fuera dejada de nuevo a su suerte. Estaba orgulloso de ti, no por lo que eres, sino porque te atreviste a cuestionar el sistema, porque tu falta de atención impidió que aprendieras a creer ser superior a los demás seres. Eres su mayor orgullo, porque le enseñaste humildad, y sobre todo le enseñaste que las diferencias son horizontales y no verticales.
—Me das mucho crédito —dijo Robin sonriendo sin emoción alguna y mirando el cielo.
—Tan solo estoy repitiendo sus palabras.
—¿Sabes que eres la única persona que me ha dicho lo siento por su pérdida? La única. Lo cual es ridículo porque ni siquiera sabes lo que esas palabras significan ni comprendes por qué las decimos, pero las repites porque es lo que mi gente dice. Su supuesta asesina es la única que me ha dicho esas palabras. Nadie, en todos estos meses, me lo ha dicho. Porque nadie, excepto tú, sabe que soy su hijo. Renuncié a mi nombre y tengo que pretender frente a los demás que no estoy de duelo por la muerte de mi padre, sino que del magister. Nadie sabe lo que he perdido. Y lo odio. Porque es imposible pretender que no me duele, pero no puedo dejar el lado de mi hermano cuando más me necesita.
Por un momento me vi tentada de poner mi mano sobre la suya antes de recordar que no era debido. ¿De todos modos, de qué serviría? No había modo en que pudiera aligerar su dolor, no cuando yo también lo sentía. ¿Qué tan difíciles habían sido estos meses para Robin, manteniéndose a un lado mientras James y Valerie recibían todo el apoyo y las condolencias por su pérdida mientras él debía pretender que no tenía relación alguna con el magister? Había renunciado a su nombre, y los brujos se tomaban demasiado en serio esas cosas. Oficialmente, el magister solo había tenido un único hijo y nadie sabía lo contrario.
—No lo perdiste, no realmente —dije.
—Para ti no hay nada después de la muerte.
—No. Yo sé que no hay nada, porque mi especie está condenada a eso como parte del castigo que pesa sobre Loki. Pero los brujos creen en almas y vida después de la muerte, y creen que alguien nunca los abandona. Y tienen razón. ¿Sabes por qué mi gente dice husk cuando alguien muere?
—Significa recuerdo —dijo Robin y asentí.
—Es nuestro modo de conservarlos, mantenerlos vivos en nuestros recuerdos. ¿Tienes una hoja de papel?
Él sacó la libreta del interior de su capa y arrancó una hoja en blanco antes de entregármela. Mis manos hicieron los pliegues más por memoria que otra cosa luego de haber practicado tantas veces. Me había cortado con el estúpido papel demasiadas veces intentando aprender, y había perdido fácilmente la paciencia las primeras veces al no lograr la perfección, pero había aprendido a hacerlo con el cuidado y la dedicación debida para lograr la figura debida. Nada más que el intento desesperado de una niña descarriada por aferrarse a lo poco que le quedaba de un hombre que nunca había llegado a llamar padre por más que lo había sido.
No me había dado cuenta de cuánto extrañaba a esas miserables y molestas criaturas de papel, hasta que dejaron de aparecer para picarme. Terminé con orgullo la gruya entre mis manos y se la entregué a Robin. Por un momento creí que sería capaz de llorar salvo que un brujo jamás haría algo así, mucho menos frente a otro. Él parpadeó varias veces, observando con una triste sonrisa la pequeña gruya de papel que sostenía. Jamás sería tan perfecta o hermosa como la del magister, pero comparado con mi primer intento esta cosa merecía una escultura en la capital de Rike.
—Nunca supe cómo hacía estas cosas —admitió él.
—Puedo enseñarte, si quieres —dije y Robin negó con su cabeza.
—No. Entonces perdería su magia.
—Créeme que esa cosa no tiene magia, de lo contrario volaría.
Robin sonrió ante mis palabras y levantó una mano, logrando con ese simple gesto que la gruya moviera sus alas de papel y se levantara como si tuviera vida propia. Estúpido presumido. Pero ni siquiera tuve fuerzas para molestarme mientras observaba al pequeño animal de papel volar a nuestro alrededor. La magia no tenía lógica, ni era natural, y cualquier cambiaformas con sentido común jamás se acercaría a algo relacionado con el seid por más que su origen era distinto al de la magia que practicaban los brujos. Pero al menos, por aquel instante, resultó fascinante. Casi comprendí cómo ellos podían ser tan adictos a esta. Holland solía decirme que no hacer magia era como si yo no cambiara mi aspecto para mantener nuestra farsa humana, quizás así fuera.
—¿Está bien en el Helheim? —preguntó Robin sin desviar su atención del ave de papel.
—Confío en que Baldr lo estará cuidando bien, sabe que me importa y quiero creer que el Dios me guarda cariño.
—El tiempo está cambiando su estrategia, reescribiendo este presente para que tú no cambies el futuro. Hay cosas, que están sucediendo, que no deberían tener lugar. Y créeme que es un mal perdedor.
—Entonces es una suerte que sea una tramposa al momento de jugar.
—Creí que moriría hoy.
—No es tu momento.
—No, ciertamente no. Pero a veces me pregunto si el futuro que me espera es mejor. Cuando los muertos no lo están y las distracciones aparecen, es difícil mantenerse concentrado. El tiempo está intentando desviarnos de nuestro cometido. No tendrá piedad, y no dudará en hacer lo necesario para eso. Este presente no se siente correcto, Nina. Está forzando a suceder hechos que nunca estuvieron escritos —dijo Robin con el ceño fruncido por el significado de sus palabras—. Y, personalmente, no me gusta lo que está haciendo ni el precio que pretende cobrarme. Pero, si quieres cambiarlo, sabes que me necesitas de tu lado. Y eso incluye que me digas si Rike planea un ataque. Necesito que confíes en mí, porque del mismo modo que te prometí que te protegería hace años juro que no traicionaré a tu gente.
—Estamos hablando de política interna, que no debería ser discutida por más que miembros del gobierno.
—¿Sabes cuántas veces me han llamado traidor desde que él murió? —preguntó sin mirarme—. No de frente, por supuesto que no. Jamás se atreverían a decirme algo de ese estilo por lo que soy. Excepto mi madre, ella no ha dudado en gritarme traidor y decirme que lo mejor que pude hacer en la vida fue rechazar mi nombre para ahorrarle la vergüenza de tenerme como hijo al defender a los cambiaformas. Pero escucho los susurros. No me cuesta imaginar lo que dicen de mí. James cree que me hace un favor al no decirme lo que se dice, pero no hace más que confirmarme lo que ya sé.
Mataría a Valerie por esto. Excepto que no podía matar a la madre de Robin. Maldita sea, la bruja era un encanto dejando de lado su intenso odio hacia mí. De algún lado Robin había sacado su amabilidad, y no había sido del magister. Ella era quien me había aceptado en su casa esa noche, no el magister quien había asegurado que solo sería problemas hasta que Robin lo convenció. Pero, si había algo en toda la historia del universo que jamás debía hacerse, era quitarle a una madre su hijo. Y eso era lo que yo había hecho.
—Bueno, no es como si fueras por allí gritando que yo no maté al magister —dije simplemente.
—Tampoco ando gritando lo contrario.
—¿Sabes cuál es la diferencia entre un hombre y un prins? —pregunté y Robin me miró, siempre era fácil llamar su atención a causa de su curiosidad—. Un prins escucha a los demás, pero no permite que sus palabras le afecten. La noche que te conocí me dijiste que en términos de cambiaformas eras un príncipe por ser hijo del magister. Pensé que eras un niño tonto que ciertamente no sabía la diferencia entre democracia y monarquía, pero entonces yo también era una niña tonta que no había conocido otra cosa que la política. ¿Sabes cuándo me di cuenta que yo estaba equivocada y tú no? Cuando te enfrentaste a tus padres por mí, una completa desconocida, porque creías que era una buena causa. Tuviste que irte de tu casa, pero no estabas molesto ni me culpabas. Me dijiste que vivir en otra parte no era nada comparado con ser perseguida por un asesino. Esa fue la acción de un prins. Ikke brann omsorg vind mening.
—Creí que habíamos acordado que el cambiaformés es incomprensible.
—Al fuego no le importa la opinión del viento.
Permanecimos en silencio, aún observando a la pequeña gruya de papel hacer su vuelo mientras Robin movía sus dedos para dirigirla. Tan solo... Se sentía bien pasar el tiempo con él, como lo habíamos hecho, como él lo haría y yo ya había vivido. Aunque solo fuera hablar. Ambos habíamos perdido a alguien demasiado importante, y nadie parecía comprender nuestro dolor al no saber lo que el magister había significado para nosotros. Al menos podía estar segura que el brujo estaría sonriendo en este momento de estar viéndonos. Me repetiría mil veces que la coexistencia era posible, tomaría la tonta gruya de papel y diría que era una prueba de cómo podíamos trabajar juntos para hacer cosas maravillosas. Aunque fuera recordar a un brujo que había renunciado a su propia vida, para darnos una oportunidad de cambiar el futuro.
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