//Cap. 1//
Tal vez no sirva para nada. Tal vez nadie me comprenda. Tal vez no toda la gente me aprecie. Tal vez nunca encuentre al amor de mi vida. Pero es solo un tal vez, ¿verdad? La soledad es parte de mi vida. Siempre supe que no encajaba en ningún lado. Sin embargo, ¿es esa razón para perder la esperanza?
Miré por el cristal de la ventana. Las gotas de lluvia producían un estremecedor sonido. Los relámpagos se hacían presentes en la lejanía. Quizás la idea de mudarme a un bosque cercano a la ciudad no ha sido mi mejor elección.
Me levanté perezosamente de la cama, bajé las escaleras del segundo piso y me dirigí hacia la cocina. Todo dentro de lo "normal", excepto por el hecho de que la puerta de mi casa estaba abierta de par en par. ¿En serio? Aquí había dos simples opciones: la primera; el cerrojo se ha roto y hay que llamar a alguien que lo arregle. La segunda; un loco ha entrado en mi casa y no sé si sigue dentro.
Crucé los dedos para que ésta última no fuera la correcta. Cerré sigilosamente la puerta y cogí un cuchillo. No sabía utilizarlo, pero de alguna manera tenía que defenderme.
Eché marcha atrás, para apoyarme en una pared, sin embargo, me topé con algo que lamentablemente no era lo que buscaba.
Por acto reflejo, me di rápidamente la vuelta. En ese momento, una fuerte mano me agarró del cuello. Poseída por el miedo y la angustia, dejé caer el único arma que tenía.
-Go to sleep...- susurró una grave voz.
Sin pensarlo dos veces, le arañé en la cara a aquel desgraciado. Vi cómo su silueta se agachó debido al dolor. Aproveché para salir de la casa y huir. Corrí hacia el profundo y siniestro bosque. El barro cubría mis pies descalzos. No sabía a dónde iba, pero lo que sí sabía era que quería escapar y vivir para contarlo.
Perdí la nocencia del tiempo. Tal vez haya estado huyendo unos 20 minutos. Agotada, me dejé caer al encharcado suelo. Las piernas me fallaban. Los ojos me traicionaban. Las fuerzas desaparecían. ¿Era este mi final?
Entonces le vi. Un hombre alto, con una sudadera blanca desgastada por el uso, pantalones negros como el carbón, una sonrisa malévola en el rostro y la marca de mi defensa en la mejilla derecha. Se acercaba con paso firme hacia mí. Sin vacilación alguna me inmovilizó y me amenazó con su cuchilo.
-Tienes agallas. Espero que hayas disfrutado de tus últimos minutos de vida.- Dijo jugando con su afilado arma.
-¿Por qué?- pregunté mientras una débil lágrima recorría mi cara.
-Oh... No llores pequeña... Me aseguraré de que sea lo menos doloroso posible.- Respondío secando mi piel con su mano izquierda.
-¿Qué has visto en mí que no hayas visto en alguien más?- Volví a decir.
No dijo ninguna palabra. Se quedó pensativo, con sus penetrantes ojos clavados en los míos.
-No entiendo a lo que te refieres...- mencionó finalmente.
-Puedes ser un gran asesino, pero al parecer no eres igual de bueno en cuanto a inteligencia...- susurré.
-Hmp... Solo respóndeme.
Iba a contestarle, cuando de repente, empezó a toser y cayó a mi lado. Entonces me di cuenta de que tenía una herida en el abdomen. Le habían puesto puntos, pero como es imbécil, ha hecho movimientos de más y se le ha abierto la sutura. Me preparé para volver a huir, pero una mano me agarró a la altura del tobillo.
-No creas que te vas a escapar...- dijo a regañadientes, con una mueca de dolor.
Mi mente se bloqueó por un instante. Puede que sea un asesino, pero también merece vivir. Su vida no vale menos que la mía. Rasgué mi camiseta y me acerqué a él.
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