Epílogo

La muerte no era un final para nadie, solo era un principio.
Teníamos que sonreír por los caídos igual que ellos sonreían cuando estaban vivos.
Claro, ¡al principio todos creemos que el mundo se tira encima nuestro! Pero os aseguro que no.

La felicidad es un tesoro que siempre valdrá la pena buscar, aunque eso significara pasar por miles de obstáculos dolorosos y derramar lágrimas que nosotros apreciamos.
Siempre, siempre, valdrá la pena.

Es por eso que Sakura era feliz. Pero aún no abría los ojos.

—Nee-san—volvió a hablar el castaño. Veía a la pelirrosa aún con sus ojos cerrados. Ayer, un chico llamado Morio se acercó con ella en brazos. Decía que estaba débil y que necesitaba atención médica. Por suerte, Gaara había solucionado las cosas, por lo que Tsunade-sama se alegró. Pero esa alegría se transformó en preocupación cuando supo que ella sería su nueva paciente—. Nee-san—volvió a repetir. Ya no lloraba, si no, sonreía. Tomó la suave mano de la Haruno. Ya estaba limpia y no contenía ningún rastro de sangre—. Sé que estuviste con Huko-nee. Sé que te enfrentaste a Sakori-baka. Pero ahora mismo solo quiero que abras los ojos—apretó su agarre. Tomó la iniciativa para tumbarse a su lado y abrazarla. Apoyó su cabeza en el torso tonificado y algo hinchado de la chica—. Yo quería ser el papá de tus hijos, ya te lo dije, shannaro—se quejó. Apegó su oído en su barriga—. Pero... me conformaré con ser su protector, igual que tú me protegiste a mí—dio una pausa. El silencio se hizo presente. Tsunade-sama le dio órdenes al pequeño; le dijo que no dejara de hablar, porque así había más posibilidades de que ella abriera los ojos. Escuchando la voz de quienes amaba—. La habilidad de tu pequeña... es...—sonrió—. Ilusiones, ¡qué cruel! No me gustará que me atacara, ¡seguramente haría que apareciese la ilusión de la persona que más quiero. No me gustaría luchar contra ti, así que estoy seguro de que me ganaría. ¿Cuál es su nombre? ¿Tiene nombre?

—Hu...ko...

El corazón del pequeño latió aún más fuerte al escuchar la voz de la pelirrosa. La miró.
Sus ojos estaban entreabiertos, de un color jade que él tanto amaba.
Sonrió en cuanto vio que estaba bien. Su pulso, su corazón... ella estaba bien. Completamente bien. ¡Y dentro de ella crecía vida!

—¿Huko será su nombre?—le sonrió a la Sakura.

Ella débilmente asintió.

—Nee-san—se levantó con entusiasmo—. Voy a avisarles. Voy a avisar a todos de que estás bien, ¡debo hacerlo!

Sakura volvió a asentir. Se alegró de verlo bien; feliz.
Se alegró de al fin tener la posibilidad de tocarlo sabiendo que ninguno de los dos morirá.
Un futuro juntos, ¡sin duda lo tendría!

Cuando Ren desapareció por la puerta, Kakashi entró sonriente.

Rascó su nuca.

—No tuve tanto cuidado, ¿verdad?—comenzó a reír—. Lo siento-

—Un hijo tuyo, Kakashi...—dijo. Extendió su mano para que el peliblanco se acercara, y eso hizo—. ¿Sabes  que me salvó aún cuando ni había nacido? Creó ilusiones para ayudarme a seguir hacia adelante. Creo que ya sé a quién se parece—se refirió a él, cosa que le alegró.

Kakashi se sentó en la silla que había a su lado. Siguió acariciando los cabellos pelirrosas de la Haruno. Volvió a sentir lo sedosos que estaban.

—Al fin nos dejaron en paz, ¿no?—preguntó con alegría. Sakura sonrió—. Lo siento. Si hubiese estado ahí-

—Hubieses muerto—le interrumpió. No quería pensar en el tema, y menos cuando acababa de despertar del pequeño coma—. ¿Cómo llegué aquí?

—Ese tal Morio—dijo con celos en sus palabras, cosa que a Sakura le divirtió—. Él te encontró antes de que se derrumbara. Te trajo hasta aquí.

—Morio-kun—susurró la Haruno—. Diablos, qué chico más imprudente.

—Creo que siempre atrajiste a los chicos imprudentes—le contestó su novio—. Ahora tienes que ponerte bien, ¿está bien? Tienes un hogar al que regresar. Ren modificó el cuarto para el bebé—sonrió—. Y se apoderó del cuarto más cercano a ella. ¿Debería preocuparme?

—No, claro que no—comenzó a reír—. Para ponerme bien... ¿puedo escucharlo otra vez?

—¿Otra vez? Nada se eso. Ya lo dije.

—Otra vez.

—Ya lo dije—se quejó.

—Quiero escucharlo otra vez.

—No pienso hacerlo.

—Entonces volveré a cerrar los ojos y...-

—Te quiero, Sakura—la Haruno volvió a ganar. Kakashi le había dedicado aquellas dulces palabras, pero en cuanto se recuperara, se juró hacérselo pagar.

—¿Mucho...?

Su voz aún era débil, pero seguía con aquel tono juguetón que siempre le ganaba.

Kakashi se retiró la máscara. Colocó sus manos en las mejillas de la Haruno y acercó sus labios.
Aquellos labios tan tiernos que deseó besar en cuanto antes.

Los tenía ahí.

Se juntaron para besarse. Comenzó siendo tímido e inocente, pero terminó en un juego de lenguas que compartían saliva mutuamente.
Dejaron caer un pequeño gemido aún con sus ojos cerrados.

El contacto mutuo era algo que necesitaba aquella pareja.

Finalmente se separaron.

Kakashi sonrió.

Tomó las manos de la chica y comenzó a besarla.
Besó aquellos nudillos que golpearon a Sakori.
Besó aquellos dedos que se mancharon de sangre de Huko.
Besó aquellos brazos que fueron rodeados por la ilusión de él.
Siguió besando cada parte de su cuerpo, aunque tuvo que colocarse encima de ella sin aplastarla.

¡Si Tsunade los viera, lo golpearía!

Besó la cicatriz que Kibito le hizo.
Besó las mejillas por las que tantas lágrimas recorrieron.
Besó su cuello, aquel que fue golpeado por tantas piedras.
Besó su cabello, aquel que fue ensuciado con los restos de aquella batalla.

—Kaka...shi—susurró la Haruno.

—Lo sé, lo sé—musitó, cerca de ella. Sus manos estaban a centímetros de la cabeza de ella, justo en aquella camilla. Necesitaba hacer fuerza para no caerse y así no aplastarla, pero no le importó—. Tienes miedo de que alguien ent-

—¡SAKURA-CHAN!—un energético rubio interrumpió aquella escena. Al ver a Kakashi encima de ella se ruborizó, pero decidió darle oportunidad al tiempo.

Kakashi refunfuñó. Sakura solo se ruborizó.

—Etto... ¿Interrumpo alg-

—Sí—dijo el Hatake con algo de odio.

—No, Naruto. Pasa.

El Uzumaki lo dudó, pero pasó. Detrás de él estaba Hinata, sonriendo e ignorando aquella situación.
Finalmente Kakashi se quitó de encima.

—Sakura-chan, ¡estás bien!—corrió hacia su mejor amiga. La abrazó fuertemente bajo la mirada celosa de Kakashi—. Oh, Sakura-chan. ¿Eh?—preguntó, asombrado por lo que estaba notando—. ¡Tus senos son mucho más gran-

—¡Imbécil!

Su sensei lo golpeó de tal manera que cayó al suelo en un segundo.
Hinata sonrió para pasar aquella situación algo vergonzosa. Sabía que Naruto era así de idiota, pero se enamoró de esa parte de él, también. Debía soportarlo.
Mientras, Sakura se ruborizó aún más.

—Oh, Kakashi-sensei—dijo Hinata—. Al fin le veo sin máscara.

—¡Cierto, cierto!—el Uzumaki revivió, acariciando su frente, la misma que fue golpeada.

—¡¡FRENTONA!!—y cómo no, la Yamanaka no podía faltar.

Ignorando a quién estaba presente, se abalanzó sobre su amiga.
Ella fue sin cuidado, así que abrazó a la Haruno sin apenas delicadeza.
Dio un pequeño gemido de dolor.

—Estúpida frentona, menos mal que estás bien—los ojos celestes de la rubia se estaban cristalizando. Al fin su mejor amiga estaba con ella. Al fin podían quedar hasta las tantas de la noche para hablar de cosas. Y sobre todo, ¡podrían ser compañeras de embarazo!—Por Kami-sama. Te eché tanto de menos...

—Lo sé, Ino-cerda. Gracias por cuidar de Ren. Gracias a todos, chicos—dijo la Haruno, refiriéndose a todos los presentes en aquella habitación—. Siempre quise este momento.

—Vamos, vamos. Necesitas ahorrar fuerzas para lo que nos espera, frentona—animó su mejor amiga, aún sin separarse de ella.

Ren se quedó apoyado en el marco de la puerta, observando cómo Sakura seguía charlando con todos.
Incluso llegó a apreciar un uno por ciento a Kakashi.
Desde pequeño siempre estuvo acompañado y protegido. Ya sea por Kibito, Huko, o Sakura.
Pero ya debía de hacerse a la idea de que aquella chica era lo único que le quedaba, y no se lamentaba de ello. Así que debía ser fuerte. Usar el poder Hatame para proteger a quienes amaba y crear un futuro para ellos. Empezando por ella y siguiendo por la nueva Huko. 

—Eh, Ren—la Haruno interrumpió sus pensamientos.

Poco a poco se levantó de la cama bajo la sorpresa de todos. Caminó hacia Ren, pero no lo consiguió. Tropezó.
Cuando estuvo a punto de caer al suelo, fue quien Ren quien la sujetó a pesar de la diferencia de estatura.

Kakashi se preocupó, pero decidió no ir junto a ella. Todos sabían leer el ambiente.

—Nee-san—le susurró Ren.

Sakura se arrodilló ante él con algo de dificultad, miró los ojos de Ren. Aquellos que le trasmitían comodidad. 

—Tienes los mismos ojos que Huko, ¿te acuerdas?—le preguntó, a lo que él asintió—. Muchas gracias por protegerm-

—Siempre fuiste tú quien me protegiste, Nee-san—la corrigió.

Sakura negó con la cabeza.

—Te equivocas. El que tú estés vivo me protege. Si sigo hacia adelante es porque tú caminas a mi lado. Así que gracias—apoyó su cabeza en el hombro del pequeño. Él solo comenzó a acariciar sus cabellos, igual que Kakashi lo hizo. Juró que su corazón comenzó a latir con mucha fuerza, algo que Sakura pudo escuchar—. Tus latidos son mis latidos, Ren.

—¡Nee-san!—gritó llorando de felicidad. Sakura estaba con él. Nadie los podría separar—. Pro-Prometo-

—Ya cumpliste con todas tus promesas—susurró—. Excepto con una. Sigo esperando mis chocolatinas, ¿lo sabías?

El castaño asintió.

—¿Ren fue un niño bueno?

—Ren fue un niño muy bueno—asintió la chica.

Naruto e Hinata sonrieron. Ino estuvo orgullosa de aquel chico. Mientras que Kakashi comenzó a morderse las uñas. ¡Dentro de Sakura había otra chica a la que proteger! Temía por Ren.
¿Y si se enamoraba de su hija? ¡No lo aceptaba! No, no y no.
Quiso separarlas, pero esta vez fue el Uchiha quien lo sujetó por el cuello por venganza a lo que ocurrió días atrás. ¿Desde cuándo estaba ahí, por cierto?

—Maldito seas, Sasuke—se quejó su sensei.

Sasuke sonrió.

—¿Logré transmitir mis sentimientos?—preguntó el pequeño.

—Lo lograste. Y los recibí entre mis brazos. Muchas gracias.

—Entonces, ¿le darás un beso a Ren?

Sakura asintió. Se acercó a la mejilla del castaño, pero este hizo un movimiento muy rápido cuando la Haruno cerró sus ojos.

Sus labios hicieron un contacto de dos segundos. Fueron suficientes para que Ren admitiera los sentimientos por ella.

A pocos centímetros, Kakashi se zafó de Sasuke.

—¡Maldito seas, mocoso!—le gritó comenzando a correr hacia él.

Sakura solo sonrió, tomándolo como un juego de niños.

—Ya verá-

—¡Sensei de Nee-san, cógeme si puedes!—le enseñó la lengua. Después, tocó sus propios labios para enfadarlo aún más—y comenzó a correr. Lo cierto era que su corazón no estaba nada calmado después de haber hecho tal cosa.

Detrás de él fue Kakashi.

—Vaya, vaya. Sigues siendo popular entre los chicos—bromeó Ino—. Te ayudaré a levantarte.

Gracias a su ayuda se levantó, mirando hacia la puerta.

—Debo ir. No quiero que se maten.

Naruto comenzó a reír.

—No esperaba menos de esta familia tan ruidosa...—susurró el Uzumaki. Que por cierto, no era el indicado de hablar.

Sakura no podía correr, pero comenzó a caminar lo más rápido posible para ir con ellos. 

Era cierto, Huko, Kibito.
Aún tenía cosas que hacer con ambos. Quería enseñarle a cocinar a Ren, comer sus chocolatinas... Quería besar a Kakashi y criar a su pequeña Huko.
Es por eso que debía seguir viviendo.

Las cosas del pasado deberían quedarse ahí.

Debía de seguir sin mirar atrás, a pesar de que significase centrarse únicamente en el presente y el futuro.

—Te lo dije, Kibito—dijo Haku en aquella nube, sujetando la mano de quien más quería—. Todo estará bien.

—N-No lo dudé.

—¿Entonces por qué diablos me trajiste aquí?—se quejó la pelirroja.

Kibito miró sus ojos. Ya no tenía vendas que recordaban lo mal que lo pasó. Solo sus ojos.
Aquellos que volvieron a brillar para mirarle a él. Aquellos con los que podía ver sus sentimientos.

—Porque tú querías venir, chica terca—le contestó.

La pelirroja pintó sus mejillas del mismo color que su cabello.

Era cierto.
Quería ir.
Quería proteger a Sakura porque sabía que le volvería volver a levantarse después de verla morir.
La buscó para que ambas tuviesen algo por lo que luchar, pero las cosas no resultaron como lo esperaban.

—Discúlpame, Sakura—susurró Huko, mirando cómo la chica aún seguía caminando en busca de Kakashi y Ren—. Pero lamento decirte que aun así, soy feliz.

—¿Por qué lo lamentas?—preguntó Kibito sin apartar la mirada.

—Creo que desde siempre mi destino fue escrito para estar a tu lado, Kibito.

Se acercó a él. Apoyó su cabeza en su hombro para seguir siendo espectadores de la vida.

Kibito sonrió.

—No me equivoqué, eh.

—Tú nunca te equivocas.

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