Capítulo 18

Hacía tiempo que él quería hacerlo; salir en busca de aquella chica que tanto amaba. Dejar que los trozos de su corazón fuese su propio guía, hacer que estos crearan un camino que seguir para, finalmente, encontrarse con ella. ¡Lo quería ya! Quería estar con ella aún siguiendo los rumores, sin tener una pista.

De su espalda colgaba una mochila preparada para aquel viaje en una dirección inexacta.

—¿Kakashi-sensei?—preguntó Sasuke, quien lo estaba esperando.

Él estaba sentado en el mismo banco en el que un día dejó de lado a quien sería el amor de su vida. No sabía del amor, y eso jugó en su contra. No tuvo un cliché, pues ella encontró a otro.
Pero... No se arrepintió de todo lo que hizo. Pidió perdón, pero no significó que lo cambiaría.

—Sasuke.

—¿Vas a buscarla, cierto?

—Sí.

Sasuke sonrió, aunque de forma melancólica. Sus propios ojos contactaron con los ónix de quien fue su maestro en un corto periodo de tiempo.

A veces él lo quería como a un padre, pero tampoco había que exagerar. Estuvo solo, y no fue Kakashi quien le quitó de aquella vida tan solitaria.

—¿Así, sin más?

—Pienso volver con ella.

—Hum.

—¿Por qué estás tan tranquilo?—y realmente él quería saberlo. Sasuke estaba tranquilo, demasiado. No sabía si juzgarlo o estar orgulloso de su actitud relajante.

—Ella no es débi-

—Sé que no es débil—apretó sus puños, igual que su mandíbula—. Sé muy bien que no es débil. Pero que sea fuerte no significa que no pueda protegerla, ¿cierto? Se lo prometí. Prometí que lo intentaría, y lo único que hice es estar quieto en el sofá, yéndome con la primera que pasaba.

—¿Todo por una promesa?

Kakashi cerró sus ojos.

—Todo porque no pienso perderla.

Al Uchiha le gustó aquella respuesta. Le recordó las alternativas que todos teníamos en un momento.

Cuando algo pasaba, podíamos escoger; quedarnos quietos y usar la excusa del destino, o avanzar sin mirar hacia atrás con el único propósito de ser felices.

—Bueno—dio un paso más hacia adelante—. Será más fácil con un Uchiha, ¿cierto?

***

Aquella pequeña cabaña estaba abandonada, así que se instaló de seguida. Colocó su mochila en el primer puesto que pilló y se sentó, encendiendo una pequeña hoguera que la resguardaba del fuerte viento helado. Acercó sus pequeñas manos mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla.

El silencio se hacía presente. Solo se escuchaban las brasas de aquella llama bailar poco a poco mientras iluminaba su rostro pálido. Su Byakugou, sus hermosos ojos, su pequeña nariz, sus labios con deseos...

Pero, de pronto, escuchó un ruido provenir justamente de detrás de ella. Se sobresaltó bastante.

Como al girarse no vio nada, volvió a mirar hacia adelante.

Se preguntó cuándo terminaría, o si lo haría. Y... también deseó poder vivir feliz. Con una familia normal y corriente. Con Kakashi, con Ren.

—Intenta protegerme, Sensei—al escuchar aquella cita se giró, y más proviniendo de aquella voz.

No sabía si temblar o levantarse para comenzar una lucha. De momento, se levantó. Miró aquellos ojos marrones iguales a los de Ren, pero había algo que los de su pequeño amor no tenían: horrores. Horrores vividos pero bien buscados. Horrores que aquella familia provocó.

—¿Qué? ¿Sorprendida de que lo supiera?—sonrió el Hatame, acercándose poco a poco a Sakura.

Ella, a medida que él avanzaba, daba un paso hacia atrás.

—¿Qué quiere-

—¿Por qué hablas como si tuvieses el control de esta situación, justamente cuando eres tú quien se está volviendo hacia atrás?

Chocó con la pared que tenía atrás. En un segundo, él ya estaba frente a ella.

Sonreía como siempre lo hacía; de forma maliciosa.

Y no era un secreto que algo escondía.

—Me gustaría terminar con esto—se atrevió a decir la Haruno, sintiendo cómo la respiración de Sakori se sentía cerca.

—Y a mí.

—¿Y si...

Antes de que la Haruno terminara, subió su rodilla hacia su parte íntima. Ella se estremeció, pidiendo ayuda.

Posiblemente penséis que es una tontería; que ella no tiene ningún problema en defenderse.

Pero, creedme, cuando un mal recuerdo sigue en su mente, el miedo te puede consumir.

Puede paralizarte.

Puede no dejarte avanzar, no dejarte creer que las cosas serán distintas.

Sakura tenía mucho miedo. Aquella escena estaba comenzando como la última. ¡Y prometió que no volvería a pasar! Pero... con solo ver sus manos que se dirigían a las suyas, con ver sus ojos llenos de ira, sus dientes apretándolos con fuerza... ¿Qué podía hacer?

Cerró sus ojos.

Decidió actuar. Ser fuerte. Ser la chica que todo el mundo admiraba.

Pero, en cambio, sus piernas temblaban tanto que cayó al suelo. Sus ojos querían llorar, su corazón comenzó a latir con mucha más fuerza. Sus manos...

Miró sus manos.

No se estaban quietas, su cuerpo no reaccionaba.

Sakori se agachó para estar a la altura de aquella chica. Entre sus dedos tocó el cabello rosa de aquella muchacha.

—Veo que lo vuelves a tener corto—susurró cerca de su oído—... Como aquella vez, ¿cierto?

El Hatame pasó la yema de sus dedos por las mejillas pegajosas de Sakura, dándose cuenta de que había estado llorando. Como quiso callar su respiración agitada, no tardó en colocar sus labios sobre los suyos.

Ella se quejó, quiso librarse. Pero no pudo; ¡ella misma se estaba fallando!

Cuando Sakori encajó sus labios con los suyos, comenzó a introducir su lengua de forma asquerosa. Ni siquiera el llanto de aquella Haruno hizo que cesara.
Su lengua parecía tener vida propia en su boca.

Después, harto de sus lloriqueos, se separó.

—¿Acaso está mal? Estoy besando a mi futura esposa—volvió a sonreír.

Sus manos se dirigieron a la cremallera del traje que ella llevaba. La bajó, observando la venda que las kunoichis llevaban para sujetar sus bustos.

—No te han crecido nad-

Un fuerte golpe interrumpió las acciones de Sakori. Decidió dejarla ahí, muerta de miedo.

—Nos volveremos a ver, cielo.

Cuando desapareció, unos pasos se escucharon.

Se estaban acercando a ella.

Volvió a estar alerta.

¿Quién sería? ¿Kakashi? ¿Ren? ¿Naruto? ¿Morio? ¿Alguno de los ANBU que querían capturarla?

La puerta de la habitación en la que estaba se abrió.

Su corazón, de nuevo, volvió a latir.

Pero aquella vez de una forma diferente y agradable.

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