Capítulo 10


—Lo lamento, señor Hatame—habló la pelirosa a la vez que el viento frío de la helada noche soplaba al compás de las palabras, ocultando el miedo que tenía la oji-jade—. No puedo aceptar su oferta; Ren y yo ya hablamos de ello.

—Sakura-chan—dijo el hombre como si tuviese derecho a pronunciar nombre tal hermoso—. Tú sola no podrás con ello.

—De momento puedo, señor Hatame.

—No lo entiendes, chica. Eres peligrosa.

—No soy peligrosa—habló, decidida a mirar aquellos ojos avellana sin pupilas, decidida a luchar si las cosas se ponían feas, decidida a quedarse ahí; junto a Ren, junto a Kakashi—. Solo soy poderosa, y es lo que usted y su clan teme, ¿verdad, señor?

—Igual que eres poderosa eres una inmadura, alguien que no merece tal poder del heredero de nuestro clan.

—¡Tiene nombre!—gritó, más harta de aquel hombre tan frío como siempre lo fue. Gritó tan fuerte, tan alto, que incluso se escuchó un eco por toda Konoha, algo que todos los aldeanos ignoraron—. ¡No es un maldito heredero, él es una persona! ¡Tiene nombre!

—¿"Es"? Hablas como si estuviese vivo.

—¡Y lo está!—volvió a gritar con más fuerza que nunca. Hablar con aquel hombre siempre le ponía de los nervios, ella podía ser muy tranquila, pero había algo que siempre le molestaba; que alguien le faltara el respeto a uno de los hermanos Hatame—. Sí en nuestros corazones, él aún perdura...vivo.

—Muy bonito, Sakura-chan, pero piénsatelo. Si no es por las buenas, será por las malas.

—Pues que así sea—desafió clavando los ojos esmeralda que reflejaban furia en él, amenazando que si un solo dedo de su repugnante ser tocaba a Ren, él moriría de una forma muy imaginativa—, estaré esperando su absurda guerra.

El imbécil Hatame desapareció en una nube de humo. Al girarse, Sakura pudo observar como Kakashi y Ren estaba detrás de ella. Primero sintió algo de pena al no poder sentirlos, pero era normal, la adrenalina que recorría su cuerpo al hablar con aquel hombre era demasiada e impedía que se centrara en más de una cosa. Observó el rostro asustado de Ren, luego, observó el rostro indefinido de Kakashi. Él era muy difícil de leer; no se sabía si estaba enfadado, triste, confuso, o quizás, orgulloso.

—¿K-Kakashi?—murmuró la pelirosa boquiabierta ante aquella situación.

—¡Nee-san!—gritó Ren corriendo hacia ella para abrazarla. Ren cubrió su rostro con la fina capa de ropa que llevaba entonces la chica, la cual, en minutos ya estaba humedecida culpando las lágrimas de Ren—. ¡Nee-san! ¡¿Estás bien?!

Pero la Haruno no habló, solo quedó observando cómo su amado se sentía incómodo o idiota al haber presenciado algo que no pudo entender, al aún no haber descubierto cuál era el verdadero pasado de la Haruno, al detalle, sin censuras. Quería saberlo, por esos sus puños estaban apretados, reprimiendo toda la rabia que quería soltar, toda la confusión. Al fin y al cabo, lo único que podía hacer en aquel entonces, a parte de cumplir la promesa de protegerla, era sentirse idiota y observar cómo irían a por ella. Nada más que eso.

—Sakura, ¿qué pasa?—decidió pensar al fin.

—Es...una larga histo-

—¡Nee-san!—gritó de nuevo Ren en medio de un lagrimeo, apretando con sus pequeñas manos la ropa de su protectora—. ¡Pienso protegerte, Nee-san!

Pero la Haruno sabía que no era posible. Sabía que Ren no sería capaz de proteger a nadie, no cuando ni él mismo podía controlarse en pequeñas situaciones como en la del bosque. Necesitaba mucho entrenamiento, no volverse un chico frío sin sentimientos pero sí volverse un chico tranquilo, capaz de tener la suficiente confianza en sí mismo como para no perder la calma, siendo consciente de que puede ante cualquier peligro.

—¡Lo juro, Nee-san, lo haré!

Los dos adultos se miraron mutuamente apenados, Sakura le dijo a Kakashi con la mirada que lo quería, y que algún día, le contaría todo lo que pasó. Kakashi le suplicó con sus ojos ónix que necesitaba saberlo, que quería protegerla. Ambas miradas eran tan distintas pero se derretían.
—Lo sé, Ren—murmuró la pelirosa. No era su intención mentir, pero debía de hacerlo. Debía de decirle a Ren que debería hacerse más fuerte pero no sabía cómo.

***

—¿Cómo te hiciste esa cicatriz?—preguntó aquella rubia despampanante que se encontraba junto a la pelirosa, sosteniendo un tallo de flor en sus manos. Nadie sabía por qué la tenía ahí, era un misterio que no se podía resolver.

Sakura miró a su amiga sonriendo.

—No metas las narices, Ino-cerda.

Y aunque esas palabras tuvieron una especie de tacto en la rubia, rio ante el hecho de que su Sakura volvía a ser de nuevo aquella pelirosa decidida que se marchó a aquella misión. Aun así, sus ojos no se podían desviar de aquella cicatriz que recorría sus labios e incluso los atravesaba. No supo saber si sería agradable besar los labios de la Haruno.

—Sea lo que sea, ¿estás bien?

—Sí.

Aunque la respuesta clara era que no. Tenía mucho en lo que pensar.

—¿Sabes, frentona?—preguntó Ino sin tener intenciones de que su amiga le respondiera—. Busqué información sobre el clan Hatame.

Y la pelirosa se sorprendió, de nuevo, ¿por qué todos tenían curiosidad por lo desconocido? ¿Por qué simplemente no lo dejaban estar? ¿Por qué no dejaban vivir a Ren en paz? Bueno, yo tengo la respuesta: Porque Ren no era un chico cualquiera, y eso Sakura lo sabía. Ren, en el momento en el que nació, nació con un destino.

—No te asustes, vuestro secreto... está a salvo conmigo.

Sakura suspiró de alivio, sintió que su corazón dejaba de latir aunque al escuchar esas palabras, volvió a su ritmo de tranquilidad. Sabía que Ino era confiable, y que podía habérselo contado antes, pero no sería lo mismo. El hecho de que había metido narices le molestaba, pero no tenía ningún derecho a enfadarse, ella hubiera hecho lo mismo.

—Supongo que no podré hacer nada, ¿verdad?—rio la Haruno, mirando a su lado: el Hatake estaba ahí, entrenando con unos ninjas que ella no podía reconocer. Se veía sexy, cool, y también parecía que para él era pan comido, claro, ¿qué esperarse de él, más cuando le habían propuesto ser el próximo Hokage?

—¿Miras a Kakashi?

—Sí. Desde aquella reunión hace una semana no volvimos a hablar.

—¡¿QUÉ?!—se sorprendió la Yamanaka—. ¿Hablas en serio, frentona? ¿Nada de nada?

—Nada de nada.

—¿Por qué?

—Creo que... está cabreado—murmuró. Ella sabía que en efecto lo estaba, no cuando desconocía muchos datos de su novia, como por ejemplo, aquel poder del fuego que tanto dominaba.

—Lo está, míralo.

Y lo miró. Sus ojos ónix, a pesar de estar combatiendo y de estar observando a sus enemigos, estaba atento a ella. Por un momento cruzaron miradas, miradas las cuales combatieron por un momento.

—¿Sakura, estás bien?

—Siento que lo pierdo.

—No es así. Él debe sentirse inútil por no protegerte al no entender nada, quizás deberías contarle todo.

—Eso sería peli-

—¿Peligroso? Frentona, somos ninjas. Ninjas que ponen a sus amigos ante todo, además, recuerda que él fue tu sensei, aquel que te enseñó todo lo que sabes hasta ahora. Créeme, él puede saberlo. Además, por lo que leí...no podrás hacerlo sola.

—¿Qué leíste exactamente?—quiso saber.

Al haber formulado aquella pregunta, Ino se sorprendió, a la vez que quedó mutada. No quería decir en voz alta las crueldades de aquel libro que ella cogió de la biblioteca y luego se escondió. No quería pronunciar el destino de ambas personas que quería.

—Lo leí, frentona. Todo.

***

Quedó mirándolo en cuanto el peliplateado apareció por la puerta de su propio apartamiento, en cuanto vio a la intrusa, quedó de nuevo en una batalla de ojos. Ónix VS Esmeralda, y como era de esperarse, fue Sakura quien ganó al haber hecho que Kakashi se sintiera intimidado por tal preciosidad.

—Kakashi—volvió a murmurar la chica, flojito, con un tono deseable. En cuanto pronunció su nombre Kakashi supo que ella tenía intenciones de hacer algo que antes no hizo—. Quiero que me protejas, lo necesito.

Y esas palabras fueron suficientes para que una sonrisa se esbozara debajo de su máscara, la cual la pelirosa no pudo ver.

—¿Qué haces en mi apartamento?

—Entré. Por la ventana—habló, acercándose lentamente hacia él—. Cuando comencé aquella misión, las intenciones del clan Hatame nunca fue ser escolta de alguien, ni de proteger, solo necesitaban a alguien—explicó mientras caminó hacia Kakashi, el cual mantenía la duda en su mirada—. Kibito me llamó, a mí, a alguien de Konoha. En realidad él estaba bien con cualquier ninja que fuera, pero fui yo, y eso le agradó.

—¿Kibito fue tu...?—siseó Kakashi algo celoso.

—No, nunca fue nada más que mi amigo, o quizás como un hermano—suspiró—. Aunque lo entiendo, siempre se confundían, incluso Ren.

Kakashi se sentó en el sofá de cuero negro que había en su apartamento, no dejó de apartar la mirada de su pelirosa y tomó sus palabras como algo sagrado, creyéndose todo lo que ella decía o pronunciaba.

—Me hicieron ver que necesitaban de mi ayuda, pero en realidad, solo eran pruebas.

—¿Pruebas para qué?

—Kibito debía de...—esas palabras dolían al pronunciarlas, parecía que le estaban acuchilleando por dentro de alguna forma cruel. Kakashi hizo que Sakura se acercara, y sus manos se juntaron como simples puzles en aquel espacio, siendo encajados—...de abandonarnos—sonrió con melancolía mirando a su novio—, A Ren, a mí... Pero claro, en él llevaba un poder que debía de ser usado en un futuro algo próximo.

—¿Y qué pasó con el poder?

—Hicimos un ritual—contestó la Haruno sin apenas dudar en contarle toda la verdad a su novio—. Él me pasó todo su poder, aunque en realidad dentro de mí mantengo un sello para calmarlo. Sé el sello, por lo tanto, sé quitármelo. Pero solo lo usaré cuando llegue el tiempo, sensei.

—¿Qué tiempo?

—El tiempo de completar el ritual Hatame—Kakashi, al ver la mirada de la pelirosa, supo que no sería nada bueno. Debía de investigar, pues era notable que ella no le diría algo así—. Para eliminar algo que ha de ser eliminado; secretos del clan.

—¿Por qué a ti, Sakura? ¿Por qué no a otra persona?

—Kakashi, yo pedí esto en aquel entonces, es mi elección—murmuró al compás de los latidos de su corazón mientras acariciaba, de forma lenta y satisfactoria los dedos fríos de Hatake—. Es por eso que cumpliré con aquella profecía.

—¿Cuánto tiempo tenemos?—preguntó el peliplateado, preocupado por su respuesta.

—Hasta que Ren aprenda a controlar su poder, o más bien, su maldición.

—¿Y si no aprende?

—Kakashi...—siseó—. No puedo hacer eso, debo enseñarle.

—Pero Sak-

—Kakashi, te amo—declaró la pelirosa colocando sus dedos en las mejillas de este, acariciando de forma lenta y deslizando sus dedos cálidos por sus mejillas sonrojadas—. Más de lo que...imaginas.

—Yo también te amo, Sakura. Muchísimo, por eso... no estoy de acuerdo.

—Es lo que hay que cumplir.

—No quiero perderte. Puedes salvar el mundo, pero, ¿qué hay de mi mundo? ¿Qué pasará con él cuando tú no estés? Ya estaba melancólico cuando no estabas, ¿qué haré cuando sepa que estás muerta?

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