El Baile de Graduación.

- ¿Ya te dije lo fabulosa que te vez?- repetía Paul por enésima vez.

- Deja de fastidiarme, estoy como siempre.

- En estos días te tengo una sorpresa mi rubia favorita -llevaba un traje negro precioso, me encantaba verlo así.

- Espero que no sea otra figurita de porcelana- dije y él no pudo contener la risa, hasta creo haber oido a Andrew reir.

Siempre se le olvidaba comprarme regalos, el día de acción de gracias  su salvación fueron figuritas de porcelanas; toda una colección de ellas.

- Descuida esta vez ni te imaginas que es -este me está escondiendo algo, esa carita ya la conocía.

Ya la cena familiar había culminado y nuestros padres se habían marchado a casa. Estábamos de camino al Baile de Graduación. Nuestra escuela era privada, así que pueden imaginarse la potencialidad de dicha fiesta, y como a los hijos de los ricos nos gusta beber Champagne, esta vez, gracias Patrick Gray, mi "futuro suegro" tendríamos de sobra.

Dos horas después la música me agobiaba, Paul bailaba con dos rubias y estaba tan pasado de copas como yo. No podía estar ahí viéndolo, de alguna forma me revolvía el estómago. Subí por las escaleras y fui al gimnasio.
Me senté en uno de los caballos de gimnasia y terminé quitándome los tacones. Un aire frío descendió por mi cuerpo y el mareo se apoderó de mí, casi caigo al suelo, pero unos brazos me detuvieron. ¿Lo otro? Me pasé como diez minutos vomitando, malditas ostras, sabía que me caerían mal, pero quien le dice a Anastasia que no coma mariscos en una celebración. No podia ver la cara del chico, y aún con mi embriaguez, su voz me parecía conocida.

- Gracias ya puedo levantarme sola- dije en un intento fallido por ponerme de pie.

- Si, como no, señorita Gibson.

"¿Señorita Gibson?" La única persona que me llama así es ... ¡ay mierda!

- ¿Profesor Max? - esta vez si tuve fuerzas y logré ponerme de pie, me recosté al vidrio y logré verle la cara. Su rostro tan lindo, tan perfecto.

- ¿Algún inconveniente?- dijo y se incorporó para fumarse un cigarrillo.

Negué con la cabeza mientras buscaba las servilletas en mi cartera para limpiarme el rostro.

-¿Qué haces aquí? -pregunté observando sus ojos medio amarillentos.

-Trataba de buscar paz, pero no encontre más que una rubia vomitando- le hice una mueca y le saqué el dedo corazón, muchas veces dejaba de ser encantador por su horrorosa manera de tratarme.

No podía estar sola y borracha en el mismo lugar que este hombre, mis ganas me delatarían. Bruzcamente recogí mis tacones y salí casi a tropezones del gimnasio. Cosa que hubiera tenido resultado si hubiese visto la pila de colchones que había a un costado de mi camino que propiciaron que callera al suelo y desmayara.

(***)

Paul Gray

Ya son más de las doce y media, y no encuentro a Jacky por ningún lado, hasta se me ha ido un poco la borrachera. La busqué por doquier: en los baños, en algunos salones, en la piscina y hasta en el gimnasio. Soy un imbécil, debería de cuidar de ella, ¿así es como quiero que sea mi novia?.

Salí de la fiesta, nuestro auto está estacionado fuera, si llego sin ella nuestros padres nos mataran, y Andrew no me ayudará con una excusa.

Solo necesitas una chica...

Y era cierto, habíamos acordado que mi amiga se quedaría hoy en mi casa, y mañana yo la llevaría a la suya. Solo necesitaba a alguien que se hiciera pasar por ella.

Un vestido verde y yá está.

Isabella, llevaba uno horrendo, pero era verde aceituna; y su color rubio de pelo podría pasar por el platino de Jacky.

Eso mismo hice, desmayé a Bella -no me pregunten como- y la metí en el auto. Andrew nos llevó hasta mi casa, se despidió y llevé a la chica a mi habitación.

Allí dormimos los dos, ni si quiera le quité los zapatos para evitar confuciones.

(***)

Max

Las fiestas de graduación son el mismo fastidio no importa si la escuela es pública y privada. Hartado del escándalo juvenil tomé las escaleras y me dirigí al gimnasio, abrí una de las puertas de cristal y saqué un cigallo.  Yo no era tan viejo después de todo, solo tenía 24 años, pero digamos que me tocó ser adulto muy joven.

El ruido de la puerta abriéndose me hizo percatarme de la persona que entraba, era aquella rubia de mi clase, la que se acaba de graduar, la única que podía explicarme las leyes de la metafísica en aquel salón. Se acercó despacio, está bien borracha, ni siquiera se dio cuenta de mi presencia. Se sentó en uno de los caballos de gimnasia y se quitó los zapatos.

Mierda se va a caer

Tuve que correr para que ella no llegara al suelo, la sujeté por detrás para que no pudiera verme y evitar sus tediosas preguntas. Por Dios que asco, comenzó a vomitar y no paraba.

-Gracias ya puedo levantarme sola -dijo minutos después y en un intento inútil por ponerse de pie.

-Sí como no Señorita Gibson -dije y se quedó paralizada por unos segundos.

-¡¿Profesor Max?! -chilló y se puso de pie.

-¿Algún inconveniente? - le cuestioné mientras me recostaba de la pared que quedaba al lado de ella y sacaba otro cigarro.

Ella negó con la cabeza y comenzó a buscar algo en su bolso, un paquete de servilletas. En serio trae todo eso en su bolso, Dios.

-¿Qué haces aquí?- dijo, mirándome directamente a los ojos.

Su vista me cegaba, era muy fuerte a pesar de no ser más que una chiquilla.

-Trataba de buscar paz; pero no encontré más que una rubia vomitanto.

Vi como hizo muecas, recogió sus zapatos y se dispuso a salir del gimnasio, cosa que terminó en un desmayo. ¿Mi noche no podía empeorar? Está semiinconsciente, debió ser por la bebida. La cargué en mis hombros como un saco de patatas y bajé las escaleras con ella.

Busqué a su amigo, Paul, siempre andaban juntos pero jamás lo encontré. Habían muchos estudiantes en el baile y sería horroroso si alguno me viera con Gibson en brazos, así que salí por la puerta del fondo donde no hay cámaras. Llegué a mi auto y la puse en los asientos taseros, mientras cerraba la puerta escuché ruidos a unos metros.  Me subí al coche y vi por el retrovisor como el Director Arnold y un hombre trajeado conversaban, luego de  haberle entregado un paquete.

Encendí el auto y salí del lugar, llevando a la chica conmigo rubo a mi apartamento. Minutos más tarde llegamos, llamé a mi hermana que es enfermera para que la cambiara y la medicara en caso de ser necesario, y como testigo por si la niñata se le ocurre acusarme. La acosté en mi cama junto conmigo, no era mi intención dormir en el suelo o en el sofá.

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