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DULCE O TRUCO; LA ELECCIÓN ES TUYA
PARTE 2
El exterior del auditorio de la academia está plagado de calabazas con caras feas y velas que forman un camino hacia la entrada. La decoración en los árboles consta de luces y telas de araña entre las ramas. Alguien ha tenido la brillante idea de colgar algunos murciélagos que parecen reales.
Un grito cargado de miedo se escucha a nuestras espaldas. Una chica disfrazada de bruja se ha asustado por culpa de un muerto viviente salido de un féretro y ahora la persigue por todo el sector.
—Había olvidado lo que es estar en una fiesta de este estilo —se queja Raziel cuando la chica y el muerto viviente pasan por nuestro lado.
—Jamás he estado en una fiesta de este estilo —digo yo haciendo referencia a sus palabras.
Mi segunda fiesta es esta. Aunque he tratado de sacar todo mi lado seguro para ir en contra de Raziel y sus planes, la verdad me asusta un poco lo que pueda pasar. Me asusto con facilidad, tiendo a sorprenderme rápido dada mi poca experiencia y jamás he asistido a ningún sitio acompañada de un chico.
La entrada está custodiada por una pareja de chicos disfrazados de zombis.
—¡Bienvenidos a la fiesta de Halloween organizada por los chicos de Ciencias Matemáticas! —nos saluda el primero en un tono demasiado animado para el disfraz que lleva.
—Antes de entrar tienen que atravesar este terrorífico pasillo —le sigue el chico. Se nota que estar ahí no le apetece en absoluto, y no lo juzgo, debe ser agotador.
El «pasillo terrorífico» que menciona es una especie de túnel oscuro del que no se ve nada en el interior, ni siquiera el otro lado. Tampoco se escucha algo más que los gritos de los que se adentran.
Doy un paso atrás, casi cubriéndome con el cuerpo de Raziel.
—¿Tenemos que pasar por ahí? —Pese a intentar no sonar muerta de miedo, he fallado. Mi voz ha sido más temblorosa que una gelatina.
—¿Le temes a la oscuridad? —interroga Raziel, y puedo notar esa burla sutil que trae.
Qué fracaso...
—Temo a lo que puede pasarme en ella —me defiendo sacando mi lado más razonable.
—No dejaré que te pase nada —toma mi mano para envolverla en la suya—, te doy mi palabra.
Una clavada en el estómago marca un circuito eléctrico a todo mi cuerpo. Mi brazo se vuelve robótico al rozar el suyo y mi paso al adentrarnos lentamente hacia la oscuridad es casi mecánico. La torpeza es mi segundo nombre, los tacones mi perdición, avanzo sin cuidado, casi sostenida por Raziel hasta que el velo negro de la entrada nos envuelve por completo.
En el interior hay un camino de calcomanías fluorescentes que te guían, pero se pierde la noción del espacio-tiempo a causa de la oscuridad. Si no fuera porque me aferro a Raziel y su brazo me rodea la espalda, juraría que estoy en la nada.
Creo que algo susurra a mi lado.
—¿Oíste eso? —Apego mi rostro a Raziel para esconderlo entre los pliegues de su ropa. No puedo ver nada, solo escuchar los murmullos terroríficos, los pasos y algunos gritos en la lejanía.
—Nos están tratando de asustar —dice, apegándome más a él—. Conserva la calma, todo lo que escuches aquí es provocado por humanos.
—¡E-eso no me anima demasiado!
Sueno histérica.
Raziel deja de caminar. No sé qué tanto ve él, pero parece que lo suficiente para conseguir colocar su enorme capa sobre mis hombros desnudos.
—Así te sentirás mejor.
Pasa un brazo detrás de mi espalda, me arrima contra su pecho. Puedo sentir el calor en mi espalda y un sutil olor a ropa limpia; lo que me trae recuerdos de cuando vivía en casa de la abuela, con mamá y las pocas preocupaciones que tenía.
Los murmullos siguen mientras sobre nuestras cabezas se sienten cosas raras, como un paseo en carro por la casita embrujada. En cierto punto, a cada lado se encuentran rostros terroríficos iluminados desde abajo para darles un toque fantasmal. Son chicos del área de matemáticas disfrazados, pero eso no le quita lo horrible. De pronto, se escucha un «corran» que nos pone en alerta. Raziel me toma por la cintura, casi elevándome, para sacarnos del largo pasillo hacia la entrada.
La música y la iluminación nos indican que estamos cerca de la salida.
Al cruzar la entrada, somos cegados por el flash de una cámara que me deja viendo figuras borrosas durante unos segundos.
Escucho a Raziel gruñir a mi lado. Ese recibimiento tan despampanante no le ha caído en gracia. Una vez sale del letargo producido por la ceguera momentánea, se dirige al sujeto que sostiene la cámara.
—¿Qué demonios te pasa? —lo encara. El chico trata de esconderse detrás de la cámara, acobardado de tener semejante personaje frente a su nariz.
—Es parte de la fiesta —se intenta defender al chico. Su voz temblorosa y baja apenas puede oírse por sobre la música—. Todas las fotografías serán reveladas y colgadas en un mural gratis.
—Bórrala —ordena Raziel., casi encima del pobre chico, quien ahora lo mira con horror. Raziel es intimidante cuando se lo propone, no me gustaría estar en los zapatos del fotógrafo.
—Pero...
—Ahora mismo.
Debo intervenir
—Oye... —Me pongo frente al chico. Raziel parpadea con desconcierto al verme en su contra—. Él solo está haciendo su trabajo. Es solo una fotografía, ¿qué tiene de malo? ¿Qué saldremos con cara de espanto?
Mi novio falso parece meditar las posibles consecuencias de una estúpida foto. Alterna una mirada rápida entre el chico fotógrafo y yo hasta detenerse en la cámara y luego baja los hombros.
—Bien —farfulla, todavía receloso. No le quita los ojos de encima a la cámara, es como si tratara de borrar la foto con sus inexistentes poderes psíquicos—. Pero si la fotografía causa problemas, no tendré piedad.
Eso ha sonado como una amenaza, y no precisamente dirigida al chico.
—No tienes que ponerte así de bravo por una foto —le reclamo a medida que nos adentramos al auditorios, siendo inmersos por las luces y la música.
—Si esa foto llega a manos de ellos podrían usarlo en mi contra. Tú quizás tienes una credibilidad que perder, pero yo perderé el trabajo —explica. No puedo ver su rostro por las sombras que van y vienen, pero su voz ha demostrado una preocupación que puedo tomar como auténtica. Tiene razón; después de todo, quién tiene más que perder es él.
—Lo siento..., no pensé en eso antes.
Una luz ilumina parte de su rostro por una fracción de segundo en el que me permite ver su mirada sopesar en mí.
—Da igual, tienes razón, solo es una foto. —Me da dos toquecitos en la cabeza, como si yo fuese su cachorrito—. Tengo que admitir que es una idea creativa.
Despliega una sonrisa y luego se acomoda la capucha.
—¿Cuál es el siguiente paso? —pregunta, volviendo a sus cabales. Al parecer, había olvidado cuál es el motivo por el que estamos aquí.
Y por poco olvido el mío.
—Vamos con Solange.
Raziel extiende su mano hacia mí para desplegarnos por la multitud.
La temática de Halloween sí que se puede ver en todo el auditorio. Sus luces violeta y verde, las paredes marcadas de manos ensangrentadas y del techo las telas de araña cayendo sobre nuestras cabezas, le dan un aspecto de casita de terror clásico con un toque moderno de serie sobre muertos vivientes. Lo mejor es que todos disfrazados le dan un toque inmersivo. Como es de esperar de una academia llena de elitistas nadie ha escatimado en gastos, sino que todos han preferido mostrar de qué son capaces los billetes de sus bolsillos. Y eso les encanta; les fascina regodearse en su soberbia creyendo que llevan el mejor disfraz del campus.
Aquí el alcohol no falta. Sí, es una academia de prestigio llena de chicos pijos, pero todos son mayores de edad. Si el alcohol no está permitido, de todas formas lo traerían de forma ilícita. Lo que no está permitido son otro tipo de sustancias, aunque, como pasaría con el alcohol, he visto a varios meterse pastillas a la boca o frotarse la nariz después de haber inspirado sabrá Dios qué.
—No sé qué te sorprende —me dice Raziel al ver mi cara de espanto—, en los recesos lo hacen a diario.
Seguimos caminando hasta llegar junto al escenario. Ahí me percato de un color amarillo que podría llamar la atención desde kilómetros a la lejanía. Reconozco al personaje: peluca rubia, conjunto amarillo, katana de plástico. Es Breatrix Kiddo, de Kill Bill. Y a la chica que lo viste también.
Sol está acompañada de Brind disfrazado de Bill tal cual me había dicho. Ambos están charlando apoyados bajo el escenario, con vasos en sus manos. Quiero caminar hacia ellos, pero un conjunto de nervios me lo impide. Se me ha dicho en muchas ocasiones que soy un libro abierto, ¿cómo se supone que voy a fingir que Raziel es mi novio? Creo que no estoy lo suficientemente preparada para una mentira de tal magnitud, me falta impregnarme de la podredumbre de este entorno.
Raziel parece haber captado mi temor, así que, tal cual hizo en el pasillo oscuro, se planta frente a mí.
—Escucha, tenemos que dejar un par de cosas claras: si te pones nerviosa, perdimos; ellos no se creerán este cuento. Si fallamos al momento de responder, perdimos; supondrán que esto es arreglado. Si nos negamos a cualquier acción, perdimos; sospecharán de nuestra relación. Tenemos todas las de perder si hacemos esta actuación mal, así que es mejor ponernos al corriente de ciertas cosas.
Tiene tanta razón que ya me siento como una perdedora. Trago saliva, preparándome. Raziel se acerca para que la música no intervenga en sus aclaraciones.
—Procura no decir mi nombre —advierte—. Desde ahora frente a todos seré Jonathan. Nos conocimos en un centro comunitario, hablamos por WhatsApp y no estamos en una relación cien por ciento oficial. Fui yo el que te habló primero. ¿Está claro?
—No podías decirme todo esto en tu departamento —me quejo—, así al menos podría memorizarlo bien.
—Si no lo recuerdas, improvisa.
Oh, claro, como se me da tan bien hacerlo...
Tomo aire para prepararme. A mis fosas nasales entra un extraño olor y exhalo todo de golpe, atrayendo la atención de Raziel, quien se agacha para examinarme y vuelve a tomar mi mano.
—Es ahora o nunca —apremia.
Es cierto; tarde o temprano el momento de actuar tiene que llegar.
Aprieto su mano y avanzo hacia Sol. Ella nota nuestra presencia pero nos mira con el ceño fruncido y el cuerpo ligeramente inclinado hacia atrás. La peluca rubia que trae le sienta genial, pero el amarillo no se le ve demasiado bien. Ni hablar de su acompañante, ja.
—¿Se les ofrece algo?
—Sol, soy yo.
Se toma un momento para incursionar entre todos los rostros que conoce hasta dar con el mío. Juraría que una bombilla se ha iluminado sobre su cabeza.
—¡Drey! —exclama, colocando ambas manos sobre mis hombros para zarandearme—. Por poco no te reconozco, te ves tan... —Hace un recorrido rápido de mi cabeza a los pies— sexi. ¡Es como si fueras una chica completamente diferente o algo así, tú jamás usas negro!
Se ve impactada, justo como deseaba que reaccionara. Esa es una de las razones por las que opté vestirme tan diferente, causar asombro en los que me conocen, decirles con mi vestimenta que algo está cambiando. O que algo cambió.
—Gracias. Tú no te ves nada de mal... —Le doy un vistazo a Brind (aunque paso de halagar a él también) y para mi sorpresa lo descubro observando a Raziel—. Él es...
—¡Santa mierda! —La dramática de Sol no puede contenerse jamás. Señala a Raziel con su katana, provocando que él retroceda para que la punta no le golpee el pecho— Tú eres...
—Soy Jonathan...
Apenas consigue acabar cuando Sol suelta un chillido de emoción.
—Oh, así que tú eres el famoso chico de la foto borrada.
—Supongo que sí.
Raziel me mira en busca de ayuda. Supongo que por mucho que observara desde logros, no se hacía una idea de la efusividad de Solange. A modo de rescate, bajo la katana.
—Ella es mi amiga Sol —la presento—, ya te hablé de ella.
Es irónico que él me haya dicho más de Sol que yo a él.
Miro a Brind, omitiendo la mueca de desprecio.
—Y él es Brind —añado apática.
—Qué hay —saluda el recién nombrado, a lo que Raziel responde con un ademán poco entusiasta. Amo que su capucha y el maquillaje oculten sus rasgos de los ojos analíticos de Brind, y que Raziel actúe como si lo detestara.
—Estoy intrigada —insiste Sol, aproximándose a Raziel—. Drey no ha dicho mucho sobre ti. En realidad, no ha dicho nada. ¿Eres su novio-novio o eres su amigo con confianza?
En un gesto precavido, Raziel se coloca detrás, en mi espalda, usándome como una especie de escudo.
—Soy lo que ella quiere que sea —responde en un tono que jamás ha usado para hablar. No hay dudas de que se le da de maravillas actuar; un punto del que debo preocuparme. Y aunque sé que eso es fingido, me saca una sonrisa —. Vamos a su paso —agrega—, no al mío.
Esto sirve para que Sol y Brind no digan nada. En medio del extraño silencio, Raziel dice que va al baño y Brind se encuentra con un compañero, lo que me deja a solas con mi amiga. Ella se aferra a mi brazo sin ninguna clase de cuidado, ansiosa de obtener respuestas.
—Maldita sea, Drey, tienes que contarme todo, con lujos y detalles. Dónde lo conociste, cómo empezaron a hablar, quién invitó a salir a quién, si ya se han besado, por qué no llevas tu collar... ¡Son muchas dudas!
Me hago a un lado para renegar de su cercanía. Eso ahora me incomoda.
—Respira un poco, Sol, por Dios, ya pareces un ahogado de P.A.
—Es que sabes que no puedo contenerme con el chisme, ¡y vienes a la fiesta cargando a un chico! —exclama al borde del colapso mental. No entiendo cómo su peluca no ha saludo disparada de su cabeza con todos los movimientos exagerados que hace—. No, no, no. No es un chico, es el chico.
—Bien. Para que no me estés presionando tanto, te haré un resumen —accedo recapitulando lo que Raziel me dijo antes y rogando que suene creíble—. Nos conocimos en un comedor comunitario, él se encargaba de preparar la comida, así hablamos. Al principio ahí quedó todo, pero nos volvimos a encontrar y caímos en gracia, me pidió el número así que hablamos por WhatsApp de vez en cuando. En realidad, no eran charlas frecuentes al principio, pero un día vio uno de mis estados y retomamos la charla. Él me invitó a salir la primera vez, pero lo rechacé.
Sol me da un golpe en el brazo.
—¿Y eso?
—Maldita, ¿cómo pudiste rechazarlo?
—Tenía miedo, ¿ya? —Miro hacia la multitud que baila por si llega a aparecer— Esta es la primera vez que conozco a un chico que de verdad tiene algo es...
Es ahí, en ese preciso momento, en que reparo en que a solo unos metros, Seth y Dalia bailan al ritmo desenfrenado de la música. Dalia está de espaldas a él, con sus brazos hacia atrás, acariciándole el cuello y serpenteando su cuerpo contra el suyo mientras él la toma de las caderas y desliza sus manos por los muslos de ella.
Parece que tiene un sexto sentido que detecta cuando alguien lo está observando, porque despliega los ojos de Dalia justo en mi dirección. Una sonrisa torcida se le asoma del tipo «¿tú también quieres unirte?». Mas no me ha reconocido; debe creer que soy una más de las chicas que quiere tener algo con él solo porque es Seth Bellish y dicen que es un idiota del que cuidarse pero que complace como ningún otro. Sin embargo, se percata de que no estoy sola, que a mi lado está Solange, y no le es difícil unir los cables. Ahora su expresión es de sorpresa, cesa el ritmo del baile un momento y, cuando Dalia se voltea para reclamarle, la toma del cuello para besarla.
Bajo la mirada, irritada, como si hubiera visto algo desagradable.
¿Qué se supone que está intentando? ¿Sacarme celos? ¿Qué me hunda más en su estúpido juego? ¿Que...
—¿Hola? —Sol ladea su cuerpo para entrar en mi campo de visión— ¿Ya se besaron?
La pregunta de Solange es un respiro para mi cerebro compungido de preguntas innecesarias.
—No nos hemos besado aún —respondo, sintiendo que mi mandíbula ha estado apretada durante eones—. Supongo que tengo miedo de que me rompa el corazón.
—Parece buena persona.
—Jonathan es... especial —retomo lo que planeaba decir antes de la interrupción—. Lo que siento por él también lo es. Y ¿sabes?, estoy dispuesta a dar el siguiente paso con él.
Sol se cubre la boca, emocionada.
—Si llega a pasar, aquí estoy yo para escuchar toooodo.
—Eres una pervertida. ¿Acaso estás leyendo en esa plataforma de lectura que leían las chicas del internado?
—¿La del loguito naranja?
—Ajá.
—No, ya no —se ríe—. Pero es que... ¡es algo que, como tu amiga de toda la vida, merezco saber!
—Amiga, ¿eh? —repito para no sentir que el peso de esa palabra es tan liviano como aparenta— ¿Pensaste en nuestra amistad cuando me traicionaste por Brind?
Sus cejas se arquean en sorpresa —o quizás horror— y todo su semblante se escuda tras una fachada de incomprensión.
—¿Qué dices...?
—Nada. Solo saco mi lado celoso —repongo, apática y fría—. Iré con Jona.
Recorro el auditorio hacia la puerta que da al pasillo, donde están los baños. Raziel viene de vuelta, colocándose la capucha que tan bien le sienta.
—¿Y tu amiga?
—Da igual —contesto en un tono cortante por más que intente suavizarla.
—¿Ocurrió algo?
—Sí.
Tomo su mano y lo guío hacia la multitud, quedando a una distancia de metros de donde se encuentra Seth. Pese a no ser partidaria del «ojo por ojo», sé que hay ocasiones en las que es necesario darle a otros de su propia medicina para demostrar que todos pueden jugar sucio.
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Baia baiaaaaaaa, será que nuestra Drey peshosha hermosha está sintiendo................ ¿celos?
Ya sé, ya sé, soy mala por cortar el capítulo ahí, peeeeeero si veo que este capítulo tiene muuuuchos comentarios, votos y lo comparten como si fuera el chisme del momento, les traeré la siguiente parte lo más fast posible, o sea que no tendrán que esperar una semana más :D y si lo mismo pasa con la siguiente parte, pues también la publicaré rápido. Dar y recibir, como me guztah 7v7 okno
Por cierto, en ig hice una encuenta sobre sus chicos preferidos y entré Dhaxton y Seth ganó Dhaxton :O Quedé sorprendida. Ahora voy a hacerlos elegir entre Raziel y Dhaxton para el desempate. Quiero ver sangre correr muajaja
Recuerden que soy @vhaldainomas en fb, ig y tw~
Por cierto x2 Hoy se anuncian a los ganadores del sorteo. A mí me pusieron solo un ganador, pero en realidad son tres.
En feeeeeeeeen ya quiero que lean las siguiente parte para jugar con sus corazones... digo, para ver sus reacciones :D
Besitos en el siempre sucio
okno
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