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FALTAN MENTIRAS POR SALIR A LA LUZ


Mamá mira el edificio donde Raziel reside. Está casi a oscuras, agrietado por los años y cualquier experto en construcción que lo examine, diría que su desplomo es inminente. La calle tampoco ayuda. Parece que tener una noche despejada ha motivado a unas cuántas personas a vagar por la calle. Uno de los hombres se acerca al auto al ver que nos hemos estacionado y golpea la ventana de mamá.

—¡Feliz Navidad! —nos grita apegado al vidrio y con una botella de vino en la mano.

Mamá se echa hacia un lado, desconcertada, pero le corresponde el saludo con un ademán. Cuando el hombre sigue su camino, la expresión de preocupación ocupa su rostro. Es un sitio que grita «problemas».

—¿Estarás bien?

—No hay de qué preocuparse —la consuelo sin mucho ánimo. He llorado demasiado, tanto que mi voz está gastada, rasposa y sin fuerza—. Dentro del edificio es bastante seguro, tranquila.

—No lo digo por eso...

Toma un respiro y baja la mirada, una clara muestra de que algo le preocupa. Sus labios se aplanan, como si temiera pronunciar sus palabras. En un gesto rápido, me acomoda un cabello rebelde de la cara y lo coloca detrás de mi oreja.

—Hablo de lo que me contaste, en cómo el tal Raziel se apareció, en la ayuda que te ha brindado —se rinde a soltarlo—. No confío en él. Sé que tú lo haces, pero no puedo tragarme del tomo ese cuento de hermano desesperado buscando por todos los medios a su hermana.

He puesto al tanto a mamá sobre cómo me enteré de la supuesta muerte de Agnes. Y también sobre Raziel, sobre su búsqueda y sobre los planes que formó. No he sido demasiado detallada pues el camino al departamento no ha sido lo suficientemente largo, pero me he enfocado en los puntos importantes, aunque le oculté su verdadera identidad; le prometí a Raziel que no lo diría a nadie.

—Pero es el mismo fin que tú, solo que con un diferente medio —le digo disintiendo de su desconfianza, no porque no esté de acuerdo, yo también desconfío de Raziel, pero estoy segura de que jamás me haría daño a propósito.

—Lo sé, es lo mismo, ambos tenemos las mismas metas: encontrarlas. Pero él fue muy específico a la hora de elegirte.

—Eso fue porque Dhaxton y Seth me tenían en la mira.

—¿Y eso de investigarnos? —insiste, poco convencida— Es demasiado extraño.

—Raziel es así: desconfiado y precavido. No veo mal que nos haya investigado. Al contrario, hacerlo me permitió conocer todo lo que hay detrás, enfrentarme a lo que temía, a esos recuerdos...

Me agarro la cabeza. Pensar en toda la información de la que acabo de enterarme es difícil de procesar. Mi mente juega en contra, como si fuera algo que me imaginé, una charla que jamás ocurrió y que mamá en realidad todo el camino me regañó. Sería más simple. Pero la vida tiene de simple lo que la humanidad tiene de buena. Esta noche mi vida ha tomado un giro inesperado y peligroso. Si antes estaba en un pozo lleno de agua, ahora me estoy hundiendo.

—Drey —me llama, tomándome por las muñecas—. Me mantuve alejada de ti y apegada a Devon creyendo que podías estar segura y la atención de Dhaxton cambiaría de rumbo. Mientras estaba en el departamento de Devon, le pedí que te cuidara. He tratado de dar vuelta el peligro que podrías estar corriendo. Tal vez ese fue un error: quizá debí dejar que experimentaras las cosas, decirle a mi madre que no influyera en tus creencias ni meterte en ese internado hasta ser tan mayor. Sin todo esto, habrías experimentado más cosas y ellos se hubieran fijado en alguien más. Te aparté con un fin y ahora me arrepiento. Fui tonta y confiada; me cegué. Tú no cometas mi error. Que no te ciegue lo que sientes por él.

Tomo su consejo en silencio, con un simple ademán y ella me abraza con tanta fuerza que siento su apretón por toda mi piel. Pero no siento calidez, más bien, es como un abrazo de despedida. De esas despedidas que duran años o décadas, el desenlace de una relación que pudo llegar a ser maravillosa y que se debe cortar por los peligros que acechan. Es un «cuídate mientras yo no esté» que me aterra.

Antes de bajar del coche, compruebo que no haya nadie sospechoso. Me despido de mamá con la mano y miro hacia ambos lados de la calle. El borracho que nos deseó feliz Navidad, ahora está anclado a la ventana de otro auto, a varios metros de nosotros. El sentimiento de alivio, porque no somos las que tuvimos que pasar ese mal rato, crece en mi pecho, más se ve opacada por un vacío indescriptible. Entro al edificio y me encuentro con las escaleras. Mamá pone en marcha el auto, puedo escuchar el motor rugir hasta que todo queda en silencio.

Me pongo a subir las escaleras y el tramo me parece tan largo y agotador que mis ánimos decaen más. El peso de las palabras de mamá se suma al de mis hombros, en mi espalda cargo la imagen de mi verdadero padre muerto en el suelo y en mi cabeza ronda el hecho de que Agnes y yo éramos hermanas. Todo esto me vuelve un caos la cabeza, mi cuerpo, mi espíritu, mi alma entera. Duele tanto que me debilita las piernas y los brazos. Quiero cerrar los ojos y no pensar en nada, ver todo en blanco, volver a esa época de mi vida donde mis preocupaciones eran pintar y llegar temprano a la misa los domingos.

Ojalá la vida fuese tan simple.

Cuando la puerta del departamento de Raziel se abre, su primera reacción es la sorpresa. Tiene los ojos rojos, el cabello alborotado y el pijama puesto bajo un jersey abierto que luce tejido a mano. Es evidente que la Navidad no pasó por aquí.

—¿Drey? —Pregunta como si mi presencia aquí fuera una aparición fantasmal.

—Feliz Navidad —digo con una sonrisa y me retracto enseguida por lo estúpida que me he escuchado.

—¿Qué haces...?

Antes de que siga con las preguntas, me arrimo a su torso escondiendo mi rostro en su jersey, sintiendo la suavidad de la lana y el tranquilizador aroma de su sutil perfume.

—No digas nada —le pido—. Por favor, quedémonos así un momento.

Aunque tarda en reaccionar, termina por abrazarme colocando su barbilla en mi cabeza.

—¿Está todo bien?

Le respondo negando con la cabeza y cierro mis ojos con fuerza, sin permitir que las lágrimas salgan otra vez. No quiero llorar más, me niego a hacerlo. Quiero pasar el resto de la noche en paz, olvidarme de todo y sentirme cómoda junto a Raziel. ¿Acaso estoy pidiendo demasiado? Porque todos mis deseos, todas mis aspiraciones, terminan mal.

—¿Pasó algo con tu familia? —indaga en un tono que demuestra lo cuidadoso que quiere ser. Yo le respondo asintiendo—. Bien.

Me cubre con su jersey y me lleva casi arrastras al interior de su departamento sin apartarme de su lado. Así nos quedamos unos minutos.

—Debemos vernos ridículos estando de pie, abrazados en medio de su sale como dos maniquís.

Su comentario me saca una risa que se ahoga en su abrigo. Me alejo en cuanto el calor que desprende su cuerpo comienza a agobiarme, pero mis brazos siguen prendidos a él. Al ver que me he armado de ánimos para mirarlo, me toma de la cara con ambas manos para examinarme. Mi maquillaje, por el que tanto rato estuve trabajando, debe estar esparcido por todo mi rostro, dejando en evidencia que he estado llorando.

—¿Quieres algo para beber? —interroga, preocupado.

—Cantinero, deme lo más fuerte que tenga —suelto como si estuviera frente a la barra de un bar, lista para perderme en el alcohol como el hombre ebrio de antes.

—Intenté hacer chocolate caliente —dice, caminando hacia la cocina—, una probada y te induce al coma.

—Bueno, no es como si me hiciera expectativas muy grandes. Tu cocina demuestra que no eres muy buen cocinero —bromeo desde la sala.

Me alegra que no se pregunte por qué estoy aquí o qué me pasó para llegar en tan deplorable estado. Que me permita tener el tiempo necesario para mí es lo que necesito para revolver los estragos que tengo dentro de mi cabeza.

Le echo un vistazo rápido al lugar. A diferencia de la casa de los Crusoe, la sala de Raziel es un espacio sin ese toque hogareño de revista que noté al entrar, pero me sorprende encontrarme un árbol de navidad de tamaño pequeño sobre la mesa de café, iluminado por un conjunto de luces blancas.

—¿Te gusta?

Raziel se coloca junto al árbol.

—Es lindo.

—Sí..., sirve como lámpara. —Percibo cierto sarcasmo en su voz que me indica que tener un árbol navideño no le gusta en absoluto.

Nace un silencio repentino, cosa que no me gusta. El miedo tienta con traer esos recuerdos ocultos de los que estoy huyendo. Me obligo a no prestar atención a la imagen que se está formando y decido sentarme en el sofá, frente al viejo y empolvado televisor.

—Espero que no te de gastritis. —Me tiende una de las tazas y se sienta junto a mí.

—Yo espero que no esté envenenada —comento dispuesta a dar el primer sorbo. Tanta advertencia de verdad me deja con las expectativas bajas, pero al probar, compruebo que Raziel es un mentiroso de tomo y lomo—. Esto tiene buen sabor. Algo cargado, un exceso de azúcar, pero está delicioso.

No se lo cree. Le da un vistazo a su taza como preguntándose si hemos probado lo mismo y empina la taza cual lata de cerveza para formar una mueca de asco luego.

—Supongo que no estás acostumbrado a las emociones fuertes, querido Viktor. —Me mira con los párpados caídos y la boca en una línea recta—. Ya, ya. Querido Raziel —me corrijo haciendo gala de mi teatralidad al pronunciar su nombre actual.

—No sé para qué me molesto —suspira—. Tú siempre me llevarás la contraria de alguna forma.

Coloca la taza sobre la mesa y coge el control remoto para hacer zapping.

—¡Ahí! —le indico cuando en la pantalla aparece Macaulay Culkin—. Es Home Alone, adoro esas películas.

Inesperadamente obediente, Raziel deja el canal indicado y le sube un poco al volumen. Quedamos en silencio, viendo cómo Kevin se pasea por las calles de New York en vísperas de Navidad y con la cartera de su padre.

—Entonces ¿pasarás la noche aquí? —le escucho preguntar en un tono cuidadoso, como si temiera a que me moleste.

—¿Acaso no soy bienvenida? —espeto con la barbilla en alto— Puedo tomar mi dignidad y marcharme a casa de Vivian.

Mi amenaza surte efecto: antes de que finja ponerme de pie, Raziel me sujeta del brazo para que me quede. Su agarre poco a poco se vuelve en una especie de caricia delicada, casi tímida. Lo miro a los ojos, pero él está mirando cómo su dedo crea círculos sobre mi piel descubierta.

—Es un poco raro verte aquí teniendo en cuenta que me has ignorado desde el último mensaje que te envié —quita su dedo de mí.

Es cierto. No le respondí al mensaje ni tampoco le anuncié que vendría a verlo. Es raro para ambos que yo actúe como si nada hubiera pasado.

—Quería darte esta preciosa sorpresa. ¿Está mal?

Él niega con la cabeza.

—No, puedes quedarte todo lo que gustes.

—¿Un mes?

Esa idea no le complace demasiado.

—En tal caso pagaremos el alquiler a medias.

—Buah —refunfuño—, y yo que quería un sugar daddy.

Mi queja provoca que suelte una risa llena de aire.

—Para ser tu sugar daddy primero necesito tener pasta —se queja—. Yo no tengo un duro.

—Pues ya somos dos.

Recojo las piernas encima del cojín y apoyo mi barbilla en las rodillas, haciéndome un ovillo. Raziel también se acomoda, con las piernas abiertas, dejando caer los brazos entre estas con relajo. En sus ojos se ve el reflejo de la televisión a la perfección y, aunque las sombras tienden a hacer que las expresiones faciales de las personas se contemplen con mayor detalle, no se ve para nada mal.

—¿En qué piensas? —pregunta al notar que le observo sin una clase de recato.

—En que serías un buen modelo —admito—. Y en que me gustaría retratarte alguna vez.

Se echa hacia atrás, como si quisiera contemplarme con amplitud y enarca una ceja.

—¿Lo dices en serio o tratas de flirtear conmigo?

Me resulta curioso verlo tan escéptico para enfrentar mi comentario, pero eso solo fomenta mi repentino deseo de querer marcar cada una de sus expresiones. Siento que esa conexión desentendida, pero muy poderosa, me ataca de nuevo. El mismo vínculo que sentí aquella vez que lo maquillé para la fiesta de Halloween.

—Un poco de ambos —confieso encogida de hombros y tratando de humedecer mi labio inferior involuntariamente. Luego bajo la cabeza para mirar el oscuro chocolate que queda en la taza— ¿Esperaste mucho ese día frente a la casa de Seth?

—No pasé de los diez minutos, supuse que estarías molesta.

—Lo vi tarde. Agatha me prohibió usar el celular.

Mencionar a la abuela de Seth acapara todo su interés.

—¿Están planeando algo?

Me debato entre decirle la verdad u omitir toda la información para darle de su propia medicina.

—Sí... No... —Soy la contradicción en persona— Seth me pidió un favor. Al principio le dije que sí, luego le dije que no podría llevarlo a cabo y además... yo lo besé.

No sé la razón por la que le dije esto último, pero hacerlo me libera de una extraña carga que llevaba alojada en mi pecho.

—Lo besaste —repite Raziel como un autómata. No luce molesto o decepcionado—. Entiendo que me lo digas, pero no era necesario. —Al verme confundida, se toma el tiempo de explicar—: Es curioso que no lo hayas notado en la fiesta de Halloween, pero te molestó ver a Seth con esa chica rubia, experimentaste los dichosos celos, algo que no pasa con cualquiera. Para sentirlos, debe haber otro sentimiento de por medio.

—Seth nunca me gustó —me atrevo a decir antes de que él lo haga por mí.

—Tal vez, pero sentiste algo por él. —Guardo silencio—. Esa es una de las razones más claras por las que no deberías dar explicaciones.

—¿Y cuáles son las otras?

—Hay una más, y es que tú y yo no somos novios.

—¿Entonces qué somos? —interrogo sin pensar. Es molesto que exista algo entre los dos, pero no poder clasificarlo dentro de algo— ¿Socios con ventaja?

—Esa es una buena forma de llamarlo. Dime... —Busca mis ojos y ladea un poco la cabeza hacia el lado derecho— ¿Qué quieres tú que seamos? Puedo ser tu amigo, tu compañero, pero tu novio...

—No mi novio —asumo y, por alguna extraña razón, busco mi reflejo en las ondas del chocolate, sin embargo, solo veo oscuridad.

—Serlo significa estar en un conflicto constante —dice—. Más de los que tenemos ahora. Yo no puedo abandonar mi nuevo trabajo hasta conseguir dar con el paradero de Agnes; y tú no mereces estar con alguien que no te tenga como su prioridad número uno.

Le doy la razón en silencio. Es cierto, yo no necesito ser la segunda opción de nadie, mucho menos la segunda prioridad en los planes, debo ser la primera; debo ser la primera, tener el papel más importante en la vida de esa persona a la que le daré parte de mí, porque me lo merezco. Por eso no puedo estar con Raziel.

—Pero... —pronuncia— Si decides esperarme, yo estaré encantado de ser más que un «socio con ventaja» para ti.

Le sonrío complacida de su respuesta y dejo caer mi cabeza en su hombro dispuesta a ver lo que queda de la película.

De pronto, me empiezo a sentir extraña. Tal vez sea por el silencio, por mis repentinos pensamientos sobre mi verdadero padre y Agnes, o quizá porque Kevin, el protagonista de Home Alone es un chico que está solo con el dinero de sus padres, haciendo lo que quiere, pero solo al final, extrañando a su familia. ¿Así ocurrió con Agnes? ¿Ella también se sentía sola y por eso desestimaba las reuniones familiares? ¿Ella nos recordaba? ¿Y si pensaba que mamá la abandonó para siempre? ¿Habrá muerto creyendo que sus padres jamás la amaron? Tantas preguntas y lo único certero es que Agnes siempre estuvo sola.

Pensarlo hace que mi corazón se estruja y esa carga significativa en mi pecho se vuelva cada vez más dolorosa. Empiezo a temblar sin poder respirar, a buscar el aire a bocanadas copiosas, a sentirme imponente y triste. Escondo mi cabeza entre las piernas, sollozando.

—Drey, ¿qué pasa?

Raziel se coloca frente a mí, agachado y preocupado. Su mano puesta en mi mejilla es un consuelo al que busco aferrarme mientras escarbo en toda la información que mamá me aventó.

—Tenías razón sobre mi familia —articulo con dificultad—. Mamá me lo contó todo. El hombre que creía ser mi padre en realidad nunca lo fue. Mi verdadero padre es Timothy Swain. Agnes no soy yo, ella y yo somos gemelas.

—Era cuestión de tiempo que lo supieras. —Raziel me mira con compasión. Algo me dice que, en el fondo, es algo que él ya había concluido.

—¿Ese certificado que me enseñaste? Fue el que quedó de Agnes después de que mamá huyera conmigo. Ahora lo sé todo, pero al mismo tiempo siento que no sé nada de mí, que soy otra persona, que ya no soy la misma Audrey de antes. Si miro hacia atrás, todo lo que solía ser, ya desapareció.

Raziel se levanta, entra al baño y sale con un rollo de papel higiénico.

—No está mal empezar de nuevo —dice—. Las personas cambian con el tiempo, y eso no está mal. Cuando te miro, sigo viendo a la chica de buen corazón que vi por primera vez, pero también veo a alguien que se anda con cuidado y no deja que la pisoteen.

—Jamás pensé que tendrías palabras tan lindas para mí —bromeo, secando mis lágrimas.

—No te acostumbres.

Se pone de pie para sentarse a mi lado, pero lo detengo.

—Hay algo más —advierto—. Algo mucho peor.

Tomo aire para prepararme y contarle todo lo que mamá me dijo. Le digo por qué mamá se cambió de nombre y por qué mi certificado de nacimiento no aparece en la data de la clínica, le explico sobre la huida fallida y de qué tratamos de huir. Le cuento sobre la logia a la que pertenecían mis padres, en cómo parece ser una tradición para descargar todo el morbo en chicas jóvenes, en lo que hacen con ellas, en el raro fanatismo con Danti Vannan, en su creencia de la pureza y en que posiblemente Agnes, su hermana, ya no sea la misma chica que conoció.

Raziel, al final de todo, queda destrozado. Pálido, con la mirada vacía y una mueca de asco que se mezcla con la preocupación. Apoya los codos sobre sus muslos y luego se agarra la cabeza, abatido, tal vez incluso tratando de procesar lo mismo que yo.

—Bastardos hijos de puta —masculla agónico por la rabia—. Voy a encontrarla y matarlos a todos.

Sus palabras no son al azar, lo dice en serio, con toda la convicción de hacerlo, ardido por el momento. Y en ellas no solo muestra el dolor que le produce mi revelación, también escucho el resentimiento de una persona que ha tenido que crecer demasiado rápido.

—No puedes hacer eso. A juzgar por lo que dijo mamá...

—Bellish sabrá de mí. —Se pone de pie, dispuesto a llevar a cabo su advertencia. Esto me pone en alerta, así que pego un salto fuera del sofá y me interpongo en cualesquiera que sean sus planes.

—Espera, no...

—¡Ese puto niñato ha sabido todo este tiempo lo que le hacen a las chicas y no ha querido decir nada! —increpa poseído por el enojo. Su voz ha sido como el gruñido de un oso.

­—Sí, pero porque no le ha quedado de otra —intento explicarle—. Sus padres, al igual que los míos trataron de huir, pero fueron encontrados y asesinados.

—¿Y tú se lo has creído? —denota con una sonrisa torcida que no esconde lo que piensa: Seth me está tomando por ingenua.

—Sí —afirmo con voz elevada y firme.

—¿Incluso después de todo lo que él y Crusoe te han mentido?

Asiento sin pestañear, pues no quiero mostrarle un rastro de duda.

—Le creo. Le creo porque cuando me lo dijo, vi en sus ojos la culpa, la misma que veo en ti cuando hablas de Agnes. Sé que no debería apoyarlo, justificarlo, o lo que sea que estoy haciendo, pero creo que está tratando de enmendar lo que hizo. Pasa que él tiene miedo. Si fueron capaces de simular un accidente con sus padres, mataron a mi padre y se llevaron a Agnes, imagina lo que pueden hacerle a él si dice una palabra. O a nosotros, si llegan a enterarse de que ya sabemos qué ocultan.

La revolución insana que lo poseyó, empieza a esfumarse como el viento. La tensión en sus hombros y los puños apretados rompen con la tensión. Lo que era un hombre enloquecido por la rabia, se convierte en un alma en pena.

—Necesito tenerla de regreso. Debo hallar la forma. Si lo que dijo esa mujer es cierto...

—No quiero sonar pesimista, pero dudo mucho que esa mujer de tu trabajo cumpla con el trato.

—Tienes razón. —Se acomoda a mi lado, más calmado y dentro de sus cabales—. Si no han mostrado misericordia a los suyos, mucho menos lo harán conmigo. No me devolverán a Agnes a cambio de otra chica, me quieren usar para llevarles a su nuevo juguete. Putos enfermos.

—Hay que hallar una forma.

—No la hay —discute, cruzando los brazos sobre el pecho—. La única que veo factible es entregando a otra chica.

Me perturba que siquiera lo piense.

—No puedes hacerle eso a otra chica. Hacerlo te convertiría en uno de ellos; serías como Seth y Dhaxton.

—¿Y qué sugieres? Me imagino todas las cosas horribles que le están haciendo y me siento un maldito inútil. Ella está allá, donde sea que esté, y yo aquí, en este departamento de mierda. ¿Qué puedo hacer?

—Esperar. —Voltea a verme con cara de «¿me estás tomando el pelo?», así que me adelanto a su negativa— Cada año realizan una reunión. Todos ellos, juntos. —Hago una pausa para que forme una idea de lo que digo—. Lo que trato de decirte es que posiblemente la encontremos ahí. Seth no me dio muchos detalles, pero si le pregunto, me lo dirá. Eso te lo aseguro.

No parece muy confiado.

—No es algo concreto, solo suposiciones.

—Pero es mejor plan que entregar a otra chica inocente. No somos una pieza de carne ni el boleto de nadie, Raziel.

Suspira, agotado.

—Eso lo sé.

—Entonces borra de tu cabeza la pequeña posibilidad de usar a otra chica para que reemplace a tu hermana —le regaño en una demanda imperiosa.

Aunque me sienta mal saber que lo dice porque está desesperado, creo que eso no es justificativo para acabar sometiendo a otra persona para la tortura. No es justo para nadie. Si lo hiciéramos, ¿qué nos diferenciaría del resto? Seríamos sus cómplices. No, peor que eso: sus subordinados. Sus pescadores, como Grey.

Además, ya he ideado un plan.

—Escucha —le digo—. Después de la cena de compromiso de mamá, me propuse ayudarte como una forma de hacer pagar todo lo que Dhaxton y Seth hicieron, no solo a mí, también a tu hermana, y no pienso dejar de lado aquel propósito. Así que... —busco su mano y la tomo con cuidado, pasando mis dedos por debajo y sintiendo su calor— confía en mí.

Cierra su mano entrelazando sus dedos con los míos. A pesar de estar molesto, su tacto es delicado y protector. Un contraste extraño, lo reconozco, pero Raziel es así: una escala de gris.

A la mañana siguiente me despierto tras escuchar un sonido extraño que proviene de la sala. Desorientada, pero alerta, pongo mis sentidos en marcha. Estoy sobre la cama de Raziel, cubierta por su edredón, usando nada más que su camiseta para dormir y mi ropa interior inferior. Raziel no está junto a mí, como esperaba encontrarlo, pero logro escuchar su voz ronca al otro lado de la puerta cerrada. Me pongo de pie percibiendo el ambiente frío de la habitación en mis piernas desnudas y me pongo unas pantuflas gastadas que hay junto a la cama.

Escucho una voz femenina que se alza con enojo.

¿Qué está pasando?

Me apresuro en colocar mi oreja pegada a la puerta.

¿... por ella?

Reconozco esa voz... Es la de Camille.

Abro con cuidado la puerta, procurando no emitir sonido alguno. No quiero entrometerme en lo que sea que hablen, pero mi sentido del chisme es más importante. Por una pequeña rendija entre la puerta y el umbral, consigo ver a Camille. Luce muy guapa y elegante, pero al mismo tiempo molesta. ¿Qué le ha ocurrido?

—Mira, escúchame —hace una pausa y sale de mi rango de visión—: hay muchísimos favores que me debes. Tantos que no podría contarnos con los dedos de mi mano. Ni de la tuya. ¡No puedes decirme ahora que estás cayendo por alguien que conoces hace meses! Es una broma, ¿cierto?

—No lo es —le responde Raziel.

Hay de esa clase de silencio desconcertante donde se trata de procesar qué acaban de decir. La respuesta de Raziel ha sido tajante, pero a todas luces parece una respuesta inconforme para Camille.

—¿No? ¡¿No?! Te he dado años de mí jodida vida. Años enteros malgastados por y para ti —le echa en cara—. Me lo debes.

—Ya sé. —No consigo ver a Raziel, pero a juzgar por su tono está molesto y cansado—. Ya sé que te debo el puto mundo, Cam.

¿Deberle el mundo? ¿Qué hizo Camille por Raziel?

—Si lo sabes entonces no vengas a decirme que estás prendado de ella —le responde ella, sin darme tiempo de encontrarle respuestas a mis preguntas—. Me prometiste que no lo harías. Cuando planeamos esto me dijiste...

¿Planear? ¿Planear qué?

—Que la única persona en mi vida eres tú —recita Raziel en un tono monótono—. Baja la voz o te puede oír.

Me inmovilizo tras la pared antes de que alguno pueda verme y cierro los ojos en una súplica silenciosa al cielo para que no me descubran. Necesito escuchar lo que resta de la discusión. Tengo que saber de qué van.

Escucho pasos y, con el mismo cuidado con que abrí la puerta, esta se cierra.

La discusión sigue:

Deposité mi confianza en ti —insiste Camille, alterada como nunca lo vi—. Dijimos que éramos diferentes a las demás parejas, que no importaba con quién podrías estar, siempre serías mío.

Llevo una mano al pecho para que mi estúpido corazón no se me salga de lo cansado ya que está de siempre estar alterado o adolorido. Pero es difícil cuando vuelvo a echar cuenta que la discusión entre Camille y Raziel dejan en claro que la causa soy yo.

Lo dije.

Y dijiste que podíamos ser novios incluso cuando engañabas a Drey —reprocha ella—. Nos engañaste a las dos. Me engañaste a mí que me he metido en la mierda para poder estar contigo...

Los lamentos de Camille se pueden escuchar tan fuertes como si estuviéramos en la misma habitación. Los míos, sin embargo, son un eco en las profundidades de mi ser.

«Ser novios incluso cuando engañabas a Drey», me repito.

—¡Eres un maldito mentiroso! —chillo desde la habitación. Salgo hecha un basilisco y me planto entre Camille y Raziel— Me dijiste que habías terminado con Camille, que no me preocupara porque nos habíamos besado y resulta que entre ustedes...

Camille se ríe con desagrado.

—Nunca dejamos de ser novios —señala, mirando de pies a cabeza a su supuesto novio—. Raziel me pidió que lo mantuviéramos oculto para que así pudieras acercarte a él con mayor libertad y sin pesar, de lo contrario, no podría usarte.

—Eso dije al principio, pero... —se intenta explicar él.

—Pero ¿qué? —le frena Camille.

—Ya te lo dije —articula Raziel, tan bajo perfil que ni siquiera puedo reconocerlo. Ni siquiera puede mirarme a la cara, pero cuando lo hace, puedo hacerme una idea de lo que dirá—. No esperaba caer por ti, Audrey.

Camille niega con la cabeza al mismo tiempo en que sonríe.

—Lo mismo me dijiste hace dos años, ¿recuerdas? Usaste las mismas palabras para describir que te estabas enamorando, ¿y cómo acabó esto? —Raziel no responde. Camille apenas le da tiempo para abrir la boca. Molesta, se dirige a mí—. ¿Ves ese jersey que está usando? —Apunta con su dedo el jersey que Raziel trae puesto, el mismo con el que me recibió anoche—. Se lo tejí para él como regalo de Navidad. ¿Ves el árbol? Se lo compré yo. Así como su colección de vinilo, la cafetera, la camiseta que traes puesta y muchas cosas más. Todo este sitio tiene algo mío.

La extensión en sus brazos señalando el edificio provoca que me sienta como una pequeña hormiga en un gran hormiguero.

—Estás sacando tu lado más posesivo, Cam —reclama Raziel, dando un paso hacia ella.

—Estoy demostrándole que mientras ella dormía contigo un día, al siguiente te acostabas conmigo —se defiende—. Esto es una injusticia para ambas.

Lo es.

También es un dolor compartido, causado por la misma persona que nos mira sin saber qué decir. No obstante, la discusión no es una total sorpresa para mí. Camille me intentó advertir sobre los objetivos de Raziel, sobre su ambición. Ella dijo que él haría lo que fuera, eso quiere decir que...

—Todo este tiempo fui un medio para ti —pronuncio en un suspiro bajo, pero que Raziel consigue escuchar sin problemas.

—No.

—Esto nunca fue una ayuda mutua, tu intención siempre fue usarme como a un simple peón.

—¿Quieres saber algo más? —me pregunta Camille— Viktor en realidad era un policía encubierto que le dieron de baja por haber asesinado a un hombre que creía estar involucrado en el caso de desaparición. Mi familia y yo estuvimos de su lado, apoyándolo.

—¿Policía? —repito asqueada de incredulidad.

—Así es. Lo dieron de baja cuando se obsesionó con el caso, así que empezó a investigar por su cuenta y le pidió a su hermana Agnes que lo ayudara. Por eso siente tanta culpa. ¡Por eso la está buscando!

—¡Calla! —le gruñe él.

—Díselo si tienes huevos. ¡Dile que pusiste en riesgo a tu propia hermana por un caso y que puedes hacer lo mismo con Drey!

El rostro atemorizado de Raziel se presenta ante mí. Da un paso para acercarse, pero soy más rápida y me escondo en la habitación. Recojo mis cosas esparcidas por el suelo después de que, por la noche, cansados de ver otra película navideña, decidiéramos entrar en calor durmiendo juntos. Empiezo a desabotonarme la camiseta al tiempo en que Raziel entra a la habitación.

—Audrey, por favor.

—Vete al demonio —gruño.

Me quito su ropa y se la lanzo a la cara, lo que me da tiempo de colocarme mi vestido y agarrar mis tacones. Salgo a pies descalzos del departamento, ignorando sus llamados y voy cuesta abajo por las escaleras procurando no caer. Quiero alejarme lo más rápido posible de su persona, pero él logra alcanzarme en uno de los descansos.

—¿Puedes escucharme?

—Ya escuché lo suficiente. Ya sé que me usaste para conseguir información, y quién sabe, seguro que también lo hiciste porque querías acercarte a Seth y Dhaxton. Nunca te preocupaste realmente por mí.

—Lo hago. Créeme.

—Dijiste que me protegerías de ellos, pero nunca dijiste que me protegerías de ti. ¿Cuántas mentiras te quedan aún por ocultar?

—Ninguna. Lo prometo.

Me río para no llorar. Me río de lo absurdo que suena todo.

—La única razón por la que ahora mismo te estoy hablando, es porque me prometí ayudarte con Agnes. Y lo cumpliré. Sin embargo, una vez acabe todo, dejarás de existir para mí. Voy a agarrar todos estos estúpidos sentimientos, todo lo que me haces sentir, y lo convertiré en el mismo rencor que siento hacia mi padrastro.

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¡hola!, me extrañaron? 

sorry por no traerles capítulos la semana pasada, pero esta semana, si no pasa nada que lo impida, les daré otro capítulo más :)

bueno bueno, capítulo salseante como dije... pero cuando dije salseo, me refería a discusiones, puercas! okno asdfghgfdsa

nuestros teams se van esfumando poco a poco, a estas alturas Drey se va a quedar con Francis xd pero eyyyyy, raziel tiene sus razones, buenas o malas, las dejo a su ver

todavía quedan cositas por saber :3

pronto se cumplirá el spoiler que les di en ig desde antes que publicara esta historia xd omg, ha pasado mucho tiempo ya

pasemos a las preguntas:

cómo habrían actuado ustedes en la posición de Drey?

entienden a Raz o que se vaya a la v?

alguien más quiere que Raz le pegue con el garrote o solo soy yo? :$ okno

y lo más importante: creen que habrá final feliz o final sad?


un beshoteee

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