35
Se viene capítulo largo, bbs <3 Pónganse cómodos, saquen sus palomitas y denle mucho amor al capítulo ^.^ Recuerden votar y comentar, miren que no les cuesta nada y me estarían ayudando a posicionar mejor la historia~
REVELADORA NAVIDAD
La lluvia sigue cayendo cada vez con más intensidad y mi cuerpo empieza a empaparse. El frío me hace reaccionar y preguntarme qué demonios estoy haciendo. Al distanciarme dando un paso hacia atrás, descubro que Seth me mira atónito.
—¿Y eso por qué fue? —articula casi sin mover los músculos de su cara.
—Fue... —me quedo sin palabras para decirle, puesto que ni siquiera yo sé la razón por la que lo besé. Decirle que fui víctima de un impulso suena demasiado absurdo, aunque yo lo siento así. Al final, elijo ser más consecuente y seguir la línea de lo que hablábamos antes de que la lluvia empezara a caer— Fue un agradecimiento. Y también una disculpa. No creo que pueda hacer lo que me pides.
La luz en los ojos de Seth desaparece poco a poco.
—Lo entiendo —dice en una clara nota de decepción—. Te he pedido demasiado. Pero el beso no era necesario. Lo hiciste por Raziel, ¿verdad?
—¿Qué? No. Lo hice porque...
¡Ah, maldición! ¿Por qué me está resultando tan complejo decirle una mentira? Ya demostré que soy buena con ellas. Ambos somos buenos en eso, a decir verdad. Entonces, ¿qué me detiene? Puedo decirle cualquier chorrada que se me venga a la cabeza, pero... cuando veo su rostro entristecido, me siento como el ser más despiadado del mundo.
—No sé por qué lo hice —confieso al final de todo ese desfile de pensamientos—. ¡No sé! —exclamo como si le exigiera a él una explicación—. Nació de mí hacerlo porque... Bueno, me pareciste lindo hace un momento. Y tuve el impulso. Lo siento, yo...
Sisea pidiendo que guarde silencio y da el paso que yo tomé para quedar cerca de mí otra vez.
—No hace falta que pidas disculpas, y tampoco hará falta que te disculpes si me llegas a besar una próxima vez —murmura bajo, demostrando que, incluso aunque la lluvia lo empape sin piedad, puede sacar su lado más sugestivo.
Sé a dónde se convertirá todo esto. Si lo pienso bien, es una idea tentadora y atrevida pese a que ya no estoy comprometida a nada. Puedo hacer todo lo que se le antoje, porque es la vida que me merezco. Pero, al mismo tiempo, Raziel viene a mi mente, su toque, sus besos, su caricia, su rostro ahogado de placer, la forma en que me llama Angelito... y en lo único que pienso es que quiero estar con él. Esto es como un choque eléctrico que me hace reaccionar y preguntarme qué estoy haciendo.
—Debería irme.
Avanzo hacia la casa y entro con pasos agigantados, manchando la perfecta baldosa de diseño barroco. Me sienta un poco mal ser un desastre andante, literalmente, pero en cuanto veo a Seth entrar más embarrado que yo, esto me calma un poco. Es igual a un cachorro de la calle, temblando por el frío.
—Iré a dejarte.
—No es necesario —le freno—. Escucha, voy a ser sincera contigo. Me sienta un poco mal que no te ayude con el favor, porque sé que lo pediste por una buena razón. Y ahora con lo del beso, yo no quiero crearte falsas expectativas.
—Por mí puedes crear todas las expectativas que quieras.
—Me gusta Raziel. Quiero estar con él.
Separa los labios para decir algo, se toma su tiempo, pero, al final, simplemente los aprieta formando una línea recta y traga saliva.
—Al menos permite que te lleve, mira cómo está el clima. No quiero que me culpes si mañana te mueres o algo así.
Lo miro con arrepentimiento, consciente de que mis palabras le han dolido y que se ha puesto esa máscara de "todo está bien". ¿Qué pensaba decirme? Es curioso que cambie de opinión, pero supongo que no es momento de presionarlo.
—Está bien —accedo.
Forma una peculiar sonrisa.
—Iré a cambiarme y te traeré un abrigo.
—Gracias.
—Espérame en la sala.
—Bien.
Me mueve con nerviosismo por la habitación y luego da un paso en falso como si quisiera volver a decirme algo, pero no lo hace, encoge los hombros y sale.
De regreso a la sala me encuentro con Agatha. Todavía bebe lo que queda de la botella frente a la chimenea, casi de espaldas a mí.
—Audrey.
Debe tener una especie de sensor o tal vez ojos en la nuca para saber que soy yo la que ha entrado, porque de lo contrario no me explicaría lo acertada que es.
—Agatha —digo su nombre en el mismo tono lleno de formalidad que ella.
—Ven.
Más que una petición, es una orden que intenta esconder muy bien. No puedo hacerme una idea de lo que me dirá, tampoco de sus intenciones, pero frente a la chimenea y sin siquiera voltear a verme, me da la impresión de que ve reflejado en el fuego un caos que está a punto de acontecer. Es como la villana de una película que piensa revelarle sus maléficos planes a la protagonista, solo que sin el gato sobre su falda.
—¿Alguna vez viste un documental sobre animales? Esas feroces madres animales defienden a sus crías con todo lo necesario para dar batalla, sin importar la braveza de sus atacantes o el tamaño que tengan. Son admirables, y muy temibles. No hay cosa que dé más temor que una madre defendiendo a sus retoños.
No me ha dado tiempo de decirle que jamás estuve muy interesada en esa clase de programas o documentales; la naturaleza animal, en muchas ocasiones, me parece demasiado cruel como para sentirme cómoda sabiendo que no puedo ayudar a esos pobres animales de ser comidos. Lo que sí puedo decirle es que debo poner en duda lo último que ha dicho.
—Ya puede ir a decirle eso a mi madre —hago gala de mi sarcasmo.
—Oh, por ella lo digo. —Se gira a verme con una sonrisa extraña, de esas que guardan muchísimos secretos y que me hace sentir una tonta ingenua que no sabe nada de la vida—. Y también por mí —prosigue, retomando su gusto por el vino. Al acabarse la copa, toma del cuello la botella y se sirve más—. He gastado preciosos años de mi vida criando a Seth como si fuera un hijo. No sé qué estés planeando dentro de esa cabecita castaña tuya, pero si tienes la intención de dañar a mi nieto como Agnes hizo, ten cuidado.
Y, como era de suponer, el plan de la villana tiene una garrafal consecuencia para la protagonista. Eso ha sido tan predecible que se me escapa una risa.
—¿Es una amenaza?
—Es información —me corrige, pese a que sus palabras han parecido una «información peligrosa»—. Me gusta cuidar de mi familia. He hecho cosas terribles para mantener a Seth a salvo. —Sus ojos se clavan en mí como puñaladas y el destello que estos refractan son como el brillo de una navaja recién afilada—. No lo perjudiques. Tampoco lo llenes de falsas esperanzas, es muy tonto para darse cuenta de que no sientes lo mismo que él siente por ti.
—Le recuerdo que él intentó enamorarme para sus propios dramas, y no contento con eso, también quería conseguir acostarse conmigo. Ah, y claro, también me engañó sobre su enfermedad. Darle una cucharada de su propia medicina nunca está mal a mi parecer.
Los estrepitosos pasos de Seth arruinan la respuesta de su abuela, quien mantiene la mirada un momento en mí para luego ocuparse de la copa de vino.
—¿De qué me perdí? —interroga Seth, ladeando la cabeza cual cachorro al que le causa curiosidad alguna cosa.
—Tu abuela intentaba darme clases de moralidad —respondo, volviéndome hacia él. En sus manos tiene un abrigo impermeable y una bolsa plástica.
—Baba... Ya hablaremos luego. —Seth me toma de la espalda para guiarme a la entrada—. Te traje una bolsa para que guardes tu abrigo.
Saco todo lo que tengo en mi bolsillo antes de quitármelo y me doy cuenta de que mi celular sigue en silencio. De camino a la salida, reviso las llamadas que Raziel me hizo. Son tres en total. Además, hay dos mensajes que llaman mi atención apenas desbloqueo la pantalla. El primero es uno de parte de mi madre.
Hola, amor.
Ha pasado un tiempo desde que no nos vemos, ¿verdad?
No quise interrumpirte y por eso te escribo. Hoy fui en la tarde a la academia, pero no estabas. Una chica, amiga tuya supongo, me pasó tu número.
Quería invitarte a cenar en casa del padre de Devon para Navidad.
No hace falta que lleves nada.
Avísame si te interesa.
Te quiero.
El siguiente es de Raziel.
Cambié de opinión. Estoy afuera.
He decidido elegirte a ti.
El corazón me late muy fuerte al leer esto último.
¿Afuera? ¿Él nos siguió? ¿Elegirme a mí?
Eso me pone feliz, no voy a mentir. Me pone contenta y, al mismo tiempo, me siento nerviosa. Seth dijo que él está haciendo un sacrificio, cosa que comprendo, porque no se debe sentir cómodo en su ambiente de trabajo, rodeado de música que detesta y mujeres a las que no desea, es esquivo pero debe fingir que no. Está haciendo lo que puede por su hermana y ha avanzado bastante. No quiero ser yo quien lo frene.
Releo lo que dice: «He decidido elegirte a ti».
Tengo un mal presentimiento sobre este mensaje.
En el camino a la academia, el auto va en silencio. Es extraño que entre Seth y yo haya tanta calma.
—¿Qué es lo que querías decirme?
—¿Ah?
—Antes, cuando te dije que no podía fingir ser Agnes y que me gusta Raziel.
—No lo recuerdo.
Creo que se está haciendo el desentendido.
—Mírame a los ojos y dime que no lo recuerdas.
—Si te miro a los ojos tendré que besarte.
—Seth.
—Audrey.
Por supuesto, me está tomando el pelo.
—Eres igual a tu abuela —le digo a modo de regaño. Impaciente, me acerco a él aprovechando que ha bajado la guardia—. ¿Qué era? Anda.
Chasquea la lengua.
—Ahí estás, exigiendo todo otra vez.
—No tendría que hacerlo si no fueras tan cobarde. —Mi acusación le sienta como una patada en la boca del estómago, así que opto por tocarle la herida—. Si tuvieras las agallas, me lo dirías.
—No es lo que yo tenga o no tenga; es lo que yo no quiero que sientas.
Me siento una tonta, no he entendido lo que ha querido decir.
—¿Cómo dices?
—Olvídalo. ¿Puedes hacer eso?
—No.
—Entonces vas a quedarte con las ganas, porque yo no te lo diré.
Él ya ha puesto su punto final, al parecer, y no podré hacerlo cambiar de opinión. Seth es un enigma por naturaleza, pero durante todo este tiempo me ha demostrado que tiende a ser más compasivo a comparación de Dhaxton; sacarle la verdad a la fuerza no logrará nada. Lo que sí puede ablandar su recta postura, eso es sacar a flote mi lado más sentimental.
—Eres cruel... —murmuro de forma acusatoria—. Suena como algo que es importante y me lo quieres ocultar. Suficiente tengo con todo lo de Raziel y...
—Créeme, te hago un favor —dice, firme—. Tampoco es asunto mío, no me corresponde decirlo.
—¿Es algo sobre Raziel? —deduzco, obteniendo su silencio como respuesta. Basta con eso para saber que es un rotundo «sí»—. Me está ocultando algo, ¿verdad? Porque si es así, prefiero que me lo digas ya, sin importar cuánto duele, a quedar como una idiota enamorada.
No me mira ni dice nada, lo que podría ser un indicativo de afirmación.
—¿Puedes decirme algo? —pido como última opción, aferrada a su brazo que no cede ante mi presión— Por favor..., no quiero salir herida otra vez.
—Todos saldremos heridos en algún punto —pronuncia inmerso dentro de un pesimismo que me hace sentir desprotegida y confundida, pues odio no saber qué está sucediendo—. Ya puedes bajar.
Miro hacia afuera. Estamos en los estacionamientos de la academia, cerca de los dormitorios. No sé en qué momento llegamos, pero, por alguna razón, hubiera preferido que el viaje durara más tiempo y así convencer a Seth para que contara la verdad. Odio quedarme con la intriga, sobre todo cuando esta tiene relación conmigo... y con Raziel.
—Gracias por traerme —digo apática y me quito el abrigo—. Supongo que aquí termina nuestro extraño trato.
Quiero decirle que lo siento por no llevar a cabo el favor que me pidió en la cabaña, pero estoy demasiado molesta para ser la que se lamente por ello.
Seth resopla.
—Mira —dice—. Cuando sea el momento propicio, te lo diré. Por ahora, creo que es mejor que no lo sepas y vivas en la ignorancia. No saber de algo, a veces, es de inteligentes. Y, en ocasiones, ocultar la verdad para decirla en un mejor momento, es lo correcto. Puedo parecerte egoísta y mala persona por pensar en lo que es mejor para ti, pero, a estas alturas, es necesario. Estoy pensando en lo mejor para ti, Audrey, porque de verdad me importas mucho.
Él... me resulta extrañamente sincero.
—Promételo. Prométeme que me lo dirás cuando sea necesario.
Toma mi mano y cruza su dedo meñique con el mío.
—Lo prometo.
🎄
—¿Estás segura de que no quieres venir con nosotras? La pasaremos bien.
Veo a Lucy asomarse por el espejo con sus ojos redondos y brillantes que me recuerdan a Bambi. Está arreglada, con un vestido verde oliva de falda esponjosa, como una bailarina de ballet. Su cabello está tomado en una cola de caballo larga sin ningún cabello rebelde escapando de su cabeza. Se ve genial, muy elegante para la ocasión.
Ya es Noche Buena.
—Estaré bien —respondo, centrando mi atención en el delineado de mis labios.
—Es que no lo pareces —murmura en un tono que me recuerda al que yo usaba cuando visitaba a los ancianos y escuchaba sus historias de abandono familiar.
—Estoy nerviosa —confieso y expulso el aire que resta de mis pulmones entrecortadamente—. Hace tiempo que no veo a mamá... ni a su familia.
—¿Se casó de nuevo?
Niego con la cabeza.
—Aún no, pero lo hará pronto.
—Ya veo. ¿No te cae bien su novio?
Odio tener que responder a preguntas cuando tengo una bola de nervios alojada en mi estómago al borde del estallido. Pero Lucy no lo hace con malas intenciones, solo busca saciar su curiosidad, por eso no puedo ser tan borde y pasar de ellas.
—Su novio es genial, con él no hay ningún problema. Lo que me acompleja es que la familia de su novio es... es... —Vaya, jamás creí que definir en una palabra a la familia Crusoe sería tan difícil. Lo peor es que Lucy me mira expectante y llena de ingenuidad—. Digamos que no están muy a favor de su relación y yo armé un problemita cuando se anunció su compromiso.
—¡Cuéntame!
La expresión de Lucy grita «¡AMO DRAMA!».
—No puedo hacerlo con muchos detalles —me encojo de hombros, a lo que ella responde con un puchero que arruga su mentón—. En resumidas cuentas, me emborraché y dije algunas cosas de las que debí haber dicho en otro momento, pero no me arrepiento.
—Y ahora vas a reencontrarte con esa familia —concluye como si asumiera junto a mis palabras el peso de mi situación—. Bueno, ya sabes mi número y el de Vivian en caso de que las cosas se pongan feas.
—Gracias. —Le sonrío con sinceridad—. ¿Tú no estás nerviosa porque vas a conocer a los padres de Vivian?
—Un poco, sí, pero no creo que salgan las cosas mal.
Golpean la puerta. Lucy se baja de la cama para ir a abrir. Vivian la mira con la boca abierta y una mueca en los labios que no logra ser una sonrisa. Sus ojos brillan entre la impresión y el deseo.
—¡Te ves genial! —le dice a Lucy y la abraza para que, al separarse, vuelva a recorrerla con los ojos chispeantes y la boca entreabierta.
—Cuidado con las moscas —la molesto.
Recién entonces se fija en mí.
—Tú tampoco estás mal. ¿Estás segura de que no quieres venir con nosotras?
Una carcajada hace que por poco mi pintalabios salga por toda mi mejilla. ¡Lucy y Vivian están coordinadas! ¿Pueden ser más tiernas? Esa clase armonía solo la podrían tener dos almas gemelas.
—¿De qué te ríes? —se queja enarcando una ceja.
—Yo le hice la misma pregunta que tú —le responde Lucy, también riendo—. Pero está terca.
—Siempre lo es —puntualiza Vivian—. Le dices una cosa y hace otra; es mejor no tratar de convencerla porque no cederá. ¿Verdad?
Busca mi mirada desde el otro lado del espejo.
—No soy tan terca —me defiendo—. Solo cuando llevo razón. Ahora no puedo arrepentirme de ir, me he mentalizado toda la semana para hacerlo.
Ese es el punto final de nuestra discusión. A continuación, las chicas me ayudan a darme los últimos retoques a mi apariencia mientras, en silencio, estoy sufriendo un colapso mental sobre cómo enfrentar a mamá, Devon y al peor de todos, el padre de Dhaxton. Ya lista, pido el auto que me deja frente a la enorme casa, justo en el lugar donde me paré para lanzar la piedra como venganza.
Las vueltas que da la vida me sorprenden demasiado: hace unos meses estaba de incógnita en la calle lanzando piedras sin hacerme una idea de lo que ocurriría, y ahora, soy una invitada para la cena de Navidad familiar. El reverendo de la iglesia a la que asistía tenía razón: los planes de Dios son extraños e inesperados. ¿Qué planes tiene para mí esta noche?
Me coloco frente al portero electrónico con el dedo índice listo para apretar el timbre. Sin embargo, la bola de nervios en mi estómago estalla y expande sus ondas por todo mi cuerpo, descargando una electricidad que me deja perpleja y con la mente totalmente en blanco durante un efímero momento hasta que unas incontrolables preguntas saltan. ¿Y si me abre el padre de Dhaxton? ¿Y si mamá no está? ¿Está bien mi atuendo? ¿Cómo voy a saludar? ¿Será buen momento para disculparme? ¿Y si ese terrible hombre dice que debo arrepentirme antes de sentarme a su mesa? ¿Será de mala educación llegar con las manos vacías? Son tantas preguntas sin respuestas que voy a colapsar.
Me detengo.
Necesito tomar un respiro.
Cierro los ojos y hago un ejercicio exagerado de respiración.
Inhalar y exhalar, eso es.
Ahora, a pensar qué diré al llegar...
«¡Riiiing!». El timbre chirría sin que me dé tiempo de hacer un formato de palabras para decir al entrar. Me volteo sin dar crédito a lo que acaba de ocurrir y me percato de que en mis espaldas yace una extraña presencia. Poco a poco voy dándome cuenta del cabello oscuro, la cicatriz marcada en su rostro pálido y ese porte elegante por naturaleza que cautivaría a la audiencia de un desfile de modas.
—Buenas noches —saluda, expulsando vaho por la boca.
—Hola —contrarresto su formalidad.
La puerta se abre de manera automática y ambos entramos al antejardín para abrirnos paso por el sendero hasta la casa. El lugar está decorado con luces navideñas de color blanco y algunas figuras de ciervo. En la puerta, mamá se asoma para saludar con una sonrisa muy amplía.
—¡Viniste! —me dice al verme y extiende sus brazos para recibirme con un abrazo—. Me alegro de que estés aquí. Te ves divina.
—Tú también —le saludo con la necesidad de decirle que estemos abrazadas durante más tiempo, que la he extrañado demasiado y que estoy aquí por ella. Pero los abrazos no duran para siempre y hace demasiado frío como para seguir afuera.
Al entrar, lo primero que siento es el calor de la chimenea. Luego, el olor a comida.
—La cena está lista, los estábamos esperando a ustedes —informa mamá. Su mano en mi espalda me guía hacia la sala de estar. Una música instrumental navideña suena por los parlantes.
Dhaxton se adelanta en tanto se quita su abrigo y los guantes de cuero negro sin saludar a ninguno de los presentes. Yo, por el contrario, tengo esa difícil tarea. Sin embargo, al atravesar el umbral, me percato de que en la sala solo está Devon atizando la chimenea junto a una mesa de café llena de delicias y vino.
—Buenas noches —saludo envuelta en un manto de tranquilidad. Esperaba encontrarme con Denniro, pero estoy agradecida de que no tenga que ver su rostro tan pronto.
—Bienvenida —me recibe Devon y se acerca para darme un abrazo como si me conociera de toda la vida—. Qué guapa estás, Audrey —dice al observarme.
—Gracias.
—¿Quieres algo para beber o un aperitivo antes de la cena? —Niego con la cabeza y él opta por empezar esas conversaciones fáciles—: ¿Qué tal te ha ido en la academia?
—Bien, gracias, casi igualo a Dhaxton.
Los ojos grises del recién mencionado se posan sobre mí.
—Casi —pronuncia con cierta satisfacción.
—Sería mejor si llevara tanto tiempo como tú. —Su mirada se vuelve más cargada. Había olvidado lo mucho que odia ser comparado con otros y poner en duda sus habilidades artísticas—. Es broma.
Devon carraspea y se acomoda en una butaca cerca de la chimenea.
—¿Es tan difícil como dicen?
—Un poco. —Me paseo por la sala para examinar el enorme árbol de navidad que decora la sala. Es un pino artificial que debe medir más de dos metros—. Los profesores son bastante estrictos, pero vengo de un internado, ese nivel de exigencia ya lo conozco.
—Me alegro de que estés a gusto en la academia —dice con una sonrisa en el rostro, de la cual no logro distinguir si es auténtica o solo lo dice para rellenar la evidente incomodidad que supone mi presencia en su casa.
—Estoy tan orgullosa de ti, cariño.
Mamá pasa un brazo por detrás de mi espalda y me apega a ella. Tiene una sonrisa cálida, muy diferente a la que posee en mis recuerdos. El miedo en sus ojos y la determinación por sobrevivir, se han esfumado por completo. Luce como si se sintiera a gusto con su nueva vida. Ella ha dejado atrás todo su pasado, pero parece que lo único que lo ata a este soy yo.
El timbre vuelve a sonar y en un par de minutos, otra familia se nos une. Según parece, son los primos de Devon. Su aparición trae a la sala al padre de Dhaxton, quien entra a la sala como perseguido por dos perros furiosos. Hace una rápida inspección. Al percatarse de mi presencia, sus labios se aplanan y las arrugas de la frente se le marcan. No soy bienvenida, pero tampoco puede echarme. Se dirige a los recién llegados y los saluda con una abrazo.
Ha elegido la paz por ahora.
Una mujer vestida de chef nos invita a sentarnos. En la sala del comedor basta con que nos sentemos para que los cocineros nos sirvan la comida, un hecho bastante irónico, pues el año pasado, era yo la que preparaba la cena para cenar con mamá. Esta vez me siento entre ella y Dhaxton.
La mesa es larga y ancha, llena de platos deliciosos y un pavo que se ve riquísimo. Pero, pese a la abundancia, me siento sola y fuera de lugar. Todos intercambian palabras y parecen llevarse bien, muchas de sus conversaciones no las entiendo ni quiero hacerlo. Esto es tan... raro. Con la única persona que me siento cómoda hablando es mamá, así que espero a que ella termine de hablar con Devon.
—¿Cómo va el negocio?
Se sorprende de que le pregunte. Llevamos tanto tiempo sin ponernos al corriente que incluso preguntarle por su trabajo es raro.
—Oh, muy bien. Acciones por aquí y socios por allá. He conseguido a muchos clientes internacionales y estoy viendo la posibilidad de abrir sucursales en otros países. Ha sido un arduo trabajo que ha valido la pena.
Siempre tan esforzada. Todavía recuerdo cuando llegaba a casa, se quitaba los zapatos y se tendía en la cama sin siquiera cambiarse de ropa, todo por culpa del agotamiento.
—Vaya, mamá, ¿y cómo sacas tanto tiempo?
—Devon me ayuda bastante —le regala una sonrisa apacible cuando él se voltea—. Está ocupado con sus inversiones y negocios hoteleros, pero siempre saca tiempo para mí. Y mi asistente también ayuda mucho. Tengo mareado al pobre.
La palabra «pobre» me trae de regreso otro recuerdo que creí haber enterrado. En este, seguimos bajo el auto, escondidas con miedo a ser encontradas. Mamá tiene su mano en mi boca y mis lágrimas han mojado toda mi cara. Justo adelante yace el hombre muerto por el disparo. El sujeto de zapatos lustrados se pasea alrededor y con su pie mueve la cabeza del muerto, dejando su cara mirando hacia nosotras.
—Pobre diablo —se le escucha decir con falsa compasión—. ¿De verdad creíste que podrías ocultarte de nosotros?
Puedo ver a unos pocos metros los ojos sin vida del hombre y el agujero en su cabeza brotando sangre y sesos.
—Drey... —El toque de la mano de mamá me espanta. Mi respiración se acelera y tardo un momento en darme cuenta de que ese escenario bajo el auto ha desaparecido—. ¿Drey? —Mamá busca mi rostro—. ¿Ocurre algo?
—No, yo solo... recordaba algo.
No luce muy convencida, pero para no despertar sospechas, finge que no ha pasado nada.
—¿Y cómo es la vida en la academia? ¿Algo interesante que contar?
Agradezco que cambie el tema, pero enfocarnos de nuevo en el tema de la academia es un tanto cansador.
—Nada que nos vuele la cabeza.
—Ni un novio por ahí... —incursiona con cierta picardía en su tono.
—Ah... —caigo en cuenta de sus intenciones—. Hay alguien por ahí, pero no va a la academia.
No puedo dar demasiados detalles pues, del otro lado, Dhaxton puede escuchar todo. Es el único que no intercambia algunas palabras con el resto, y también es el único que va por la mitad de la cena.
—¿Tienes una foto? —insiste mamá— Tengo que darle mi aprobación.
—A él no le gusta salir en fotos, pero en mi celular tengo algunas. Nos gusta tomarnos fotos de pareja.
Debo admitir que esto último lo he dicho con malicia hacia mi compañero de Boceto. Sacarle un poco de celos es divertido.
—Eso es adorable. ¿Cómo se llama?
«Raziel, pero su verdadero nombre es Viktor», es la respuesta honesta. Pero si Dhaxton está al lado, podría hacer de las suyas y buscar a Raziel fácilmente, arruinando todo lo que él ha conseguido. Tengo que sacar tajada de esto, esquivar la pregunta.
—¿Recuerdas cuando te preguntaba por tu novio y no querías darme nombres? —le cuestiono— Mira cómo han cambiado las cosas.
—Qué malvada eres —me regaña mamá—. Lo importante es que ambos se quieran y tengan confianza, que te cuide, te proteja y que esté ahí para lo que sea necesario. También que sea guapo.
—Lo es. Y me ha ayudado bastante. Es un poco testarudo, pero en lo que ha podido me ha cuidado.
—Ay, el amor... —suspira como una loca enamorada— Se te ilumina el rostro con solo pensar en él.
Está bien. La loca enamorada soy yo.
Lo cierto es que sigo con la incertidumbre que me dejó Seth. También con su mensaje sin responder. Estoy molesta, pero también me hace feliz que haya decidido ir por mí a la mansión Bellish. Quiso hacer las cosas bien para mí, pero si tenerme de su lado le resulta complicado para su situación con Agnes, entonces prefiero no interponerme. Aún así, no pienso dejarlo solo esta noche.
—Pasaré a su departamento después, así que no me quedaré durante mucho tiempo —le informo a mamá—. ¿Me puedes ir a dejar?
—Claro, Devon puede...
—Prefiero que me vayas a dejar tú —la freno—. Debo contarte algo.
—¿Pasó algo malo?
—Luego te cuento.
Ese «luego te cuento» se vuelve lejano cuando, después de la cena, mis agallas se van por el escusado junto con toda la cena. Algo me ha sentado fatal. No sé si fue la comida —que estaba deliciosa— o es esta ansiedad pegajosa que sigue acumulándose en mi estómago. Hoy me he decidido a preguntarle a mamá sobre lo que pasó en mi infancia, sobre mi padre, sobre estos recuerdos incontrolables que contaminan mi cabeza. Quiero saber la verdad para ya no sentir miedo, porque no hay peor miedo que el miedo a lo desconocido. ¿Quién es mi verdadero enemigo? ¿De quiénes nos escondíamos? Quiero saberlo todo para no vivir en la ignorancia. No obstante, esto no excluye que sienta aún más temor a la verdad.
Como necesito relajarme, me sirvo una copa de vino y salgo para distraerme. Los terrenos de la familia Crusoe son incluso más enormes que la casa de Agatha. Es un espacio muy amplio, perfecto para armar una boda con cientos de invitados.
Invitados, vaya.
Es impresionante que incluso estando aquí mamá no me invite.
Para no pensar en ello, bebo todo el vino de golpe.
—¿Estás segura de que quieres beber tanto? No queremos que vuelva a pasar lo mismo que en la noche que anunciaron el compromiso entre mi hermano y tu madre.
No hace falta que me gire para saber de quién se trata, su voz y ese tono venenoso lo conozco muy bien.
—Mientras no me provoquen, no hablaré —me defiendo.
Dhaxton se abre paso hasta llegar frente a mí. Me giro y lo encuentro muy cerca, casi olisqueando. Se ve como un demonio nocturno acechando en la oscuridad.
—Así que vienes a una cena familiar sin tu novio.
Nos escuchó y cayó justo donde quería.
—En primer lugar, él está ocupado con asuntos más importantes.
—¿Qué podría ser más importante que su novia?
Empieza a pasearse a mi alrededor con pasos lentos. Yo no me muevo, pero lo sigo con la mirada hasta que se pierde en mi espalda. Puedo sentirlo rozar conmigo.
—Su familia, supongo.
—Entonces no te considera parte de la suya —concluye.
Me giro para encararlo. Está cerca, muy cerca.
—Ni tú de la mía —farfullo—, así que no veo necesario tanto drama.
—¿Quién te ha dicho que no lo hago? —Su rostro se ve pálido bajo la luz de la luna y su cicatriz resalta en toda la perfección de su fisonomía—. Yo estaré encantado de ser tu tío político o como sea que se le llame a la unión de nuestros apellidos.
Retoma el paso, avanzando en torno a mí como una sombra.
—No me cabe dudas de que tenerme dentro de tu familia será maravilloso —despliego con sarcasmo—. Voy a robarte el puesto de oveja negra. Aunque debo admitir que tengo un don para simpatizar con las personas. Ten cuidado o acabaré agradándole a tu padre más de lo que tú lo haces.
—Me encantaría verte intentarlo —susurra justo detrás de mí y tan cerca de mi oreja que su aliento atraviesa mi cabello y provoca escalofríos—. Pero me gusta más la idea de saber quién es la persona que logró hacerte cambiar de parecer y te alejó de tu anillo. —Lo puedo sentir detrás, casi abrazando mi cuerpo—. Me pregunto si sientes con él lo mismo que sentiste conmigo aquella vez que te besé en el balcón. Te veías tan conmocionada... —susurra—, pero cuando besé tu cuello, todo cambió. Tu piel se erizó, te rendiste al placer de mi boca y suspiraste como seguramente jamás hiciste antes. ¿Él también descubrió tu punto débil con tanta facilidad?
Cierro los ojos y trago en seco.
Odio tener que admitirlo. Pero no. Dhaxton ha sido el único que ha podido atraparme con tanta rapidez. La única persona de los tres que sabe que en la hendidura de mi cuello está escondido el placer que me provocó su acto y el placer culposo que dejó el querer más.
Dhaxton camina para quedar de frente. Su sonrisa amplia se ve como la de un maníaco.
—Por supuesto que no —responde por mí—. Por eso no importa cuántos novios tengas ni cuanto quieras esconderlo, con la única persona que desearías estar, la única persona que quisieras experimentarlo de nuevo, soy yo. Así que, ¿por qué no dejas a tu novio con su familia y te quedas esta noche conmigo?
—¡Ya llegó el alma de la fiesta!
Seth sale de la casa dando saltitos y vestido de Santa Claus justo en el momento más oportuno. Irradia alegría y felicidades, se mueve como un niño pequeño que ha recibido el juguete de sus sueños.
—Ay, no...
—¿Cómo que «ay, no»? —me recrimina una vez llega junto a nosotros—. Estás encantada de verme.
En ese atuendo, con esa barba falsa y justo antes de que respondiera a la pregunta de Dhaxton, claro que sí. Pero decirle una afirmación sería darle demasiadas alas. Además, está demasiado feliz que es un poco irritable.
—Solo un poquito —señalo.
Pero está claro de que estoy mintiendo. Me agrada la idea de verlo entre tantas caras largas. Seth tiene la facilidad de romper los ambientes de tensión y es sencillo sentirme cómoda junto a él. Es mi salvador, por eso no puedo no darle una sonrisa de alivio.
—Qué oportuno eres —le dice Dhaxton, en ese tono de «te odio, por favor, aléjate de mí» que tiene para todo el mundo.
—No digas eso —refunfuña el Santa falso—, también estás feliz de verme.
Dhaxton pasa de responderle. Se dirige a mí y habla:
—Voy adentro.
Y así de simple, Seth y yo quedamos solos. Nos acomodamos con los brazos apoyados sobre la baranda, contemplando el gran manto oscuro que nos envuelve.
—¿Y tu noviecito?
—En su departamento, supongo. —Jugueteo con el resto de vino que quedó en la copa—. Dijo que no celebra la Navidad. No puede —corrijo—. Es decir, no puede visitar a su familia y no tiene prácticamente a nadie más.
—Eso es tan triste.
Lo es, por eso quiero visitarlo.
—Creí que Agatha y tú no vendrían a casa de los Crusoe —cambio de tema—, como ella no tiene buenas palabras para ellos...
—Tradiciones son tradiciones. Estaremos hasta pasada la media noche y luego, a casa.
Los dos nos miramos como si quisiéramos decir más, como si faltara algo para rellenar ese espacio vacío que surge de pronto entre los dos. Es ese tipo de miradas que esconden lo que realmente quieres confesar, pero, por temor a arruinar el momento, prefieres guardártelo para más adelante pese a que ansías decirlo de una vez.
Necesito otra copa.
—Voy a regresar a dentro —digo.
—Claro... Ve.
Toda la familia está en la sala, precisamente donde está la apetitosa botella de vino. Cruzo toda la sala para llegar hasta él y me percato, mientras me sirvo, de que todos han dejado de charlar y estar metidos en sus asuntos para poner sus ojos en mí. Mamá, que estaba sentada junto a Devon, se levanta y me toma por el brazo para arrastrarme lejos de la habitación, hacia la otra sala.
—Ya no bebas más —dice.
—¿Por qué?
—Nadie quiere que ocurra lo mismo que en la fiesta de compromiso, Drey —me reprende en una nota que no me gusta nada.
—Ni yo —le doy la razón. Molesta, me arrebata la copa de las manos—. No te preocupes, aún no estoy borracha. Ah, cierto, y por si no recuerdas, aquella vez dije eso porque tu futuro suegro dijo cosas horribles sobre ti. —Acabo agotada, siendo envuelta por la impotencia por no comprender la razón por la que está en mi contra cuando todo lo que hice frente a esas despreciables personas fue por ella. Mi pecho se inflama, mi garganta se obstruye y poco a poco voy sintiendo que debo echarle en cara todo lo que siento—. Lo hice por ti, mamá. —Mi voz se quiebra—. ¿Por qué no me quieres?
Mi pregunta saca de mi interior la tristeza que llevo escondiendo durante meses. Lo echo fuera todo, casi desesperada, inútil, llena de rabia porque todo lo que hago, sale mal. Porque no entiendo qué pasa con mamá.
—Yo te amo, Drey —suelta en un tono compasivo y me abraza. Su mano acaricia mi cabeza, pero sigo sintiéndola tan distante—. ¿Cómo no voy a hacerlo? Eres mi hija.
Doy un paso atrás para mantenerme lejos de su tacto. Si esta es una falsa compasión, no la deseo.
—Entonces ¿por qué me desplazas así? —le reclamo con la voz pendiendo de un hilo. No puedo hablar con propiedad; el nudo en mi garganta me lo impide—. Ni siquiera me has invitado a tu boda, mamá. ¡No me dices nada sobre la estúpida boda!
Sisea para que baje la voz y me agarra del rostro para que la mire a la cara mientras que con sus pulgares seca mis lágrimas.
—No necesito invitarte, tontita. Claro que estás invitada si eres parte de mí.
—«Parte de ti» —repito con mofa y la tomo de las muñecas para que me suelte—. No lo parece. Me has excluido desde siempre. Me metiste a un internado para que pasara ahí durante años de mi vida encerrada sin conocer la crueldad del mundo exterior y ahora te tenido que vivir una pesadilla. Cuando te dije que Dhaxton rompió el techo de nuestra casa tú decidiste no creerme. Te enojaste conmigo. Preferiste que volviera a estar lejos de ti, ahora dentro de la academia, que contigo. Siempre me has desplazado. Y ahora tengo estos recuerdos vagos que ni siquiera sé de dónde vienen, por qué los tengo y estoy tan asustada de lo que me está ocurriendo y... y estoy tan sola con este peso. Y no sé si debería preguntar qué pasó porque estoy asustada de lo que me puedas decir... Luego está lo de Agnes, tu nombre real, nuestra familia en general...
Su expresión compasiva se vuelve de piedra. Su cuerpo se inclina hacia atrás, la tensión en sus hombros sube, su entrecejo está arrugado y sus labios ligeramente hacia abajo.
—¿Quién te habló de eso? —interroga entre dientes.
—¿Acaso importa? ¿Puedes decirme de una vez qué está ocurriendo?
Parpadea y mira hacia un costado en un significativo instante en que traga saliva. La preocupación ocupa su ser, puedo percibirlo porque recuerdo haberla visto así antes, en aquel recuerdo del avión.
—Te contaré —formula—. Pero no aquí —advierte—. No aquí.
Se acerca, limpia mis lágrimas y acomoda mi cabello.
—Le diremos a los demás que te sentiste mal y que te iré a dejar a casa de tu novio. ¿Entendido?
Es impresionante cómo ha cambiado de actitud de un momento a otro. Es como si le temiera a algo.
Sin mucho traqueteo, salimos de la casa hacia su auto y nos subimos a una rapidez alucinante. Mamá se coloca el cinturón con las manos temblorosas, torpe y sin saber qué más hacer. Me pide que haga lo mismo.
—¿Qué sucede? Me estás asustando. —Pone en marcha el auto sin responder, concentrada en el camino, yendo a toda prisa—. ¡Mamá!
—Pon mucha atención a lo que tengo que decirte, Audrey. Denniro tiene razón: me voy a casar por interés, no estoy enamorada de Devon.
—¿Qué?
—Es un buen hombre. Amable, guapo, muy comprometido con todo. Es un hombre ideal. Pero no lo amo ni creo hacerlo jamás. A la única persona que he amado es a tu padre. A él y solo a él.
—Pero papá te maltrataba.
—Él no es tu verdadero padre. Me casé con ese hombre después de huir contigo. —Me da una mirada rápida al notar que no respondo. No es para más, todavía intento digerir lo que acaba de decirme—. Tu verdadero padre se llamaba Timothy Swain.
La imagen del hombre con el disparo en la cabeza viene a mí.
—Es el hombre al que dispararon...
—Con que lo recuerdas. Pensé que eras demasiado pequeña para recordar algo así. Su mano busca la mía y la toma con fuerza al mismo tiempo en que sigue conduciendo—. Lo mataron mientras huíamos de ellos.
«Ellos», como les dice Seth.
—¿Quiénes son ellos, mamá?
—Desde hace muchos años existe una logia que cree en la expurgación de los pecados a través de mujeres que jamás han sido tocadas por el mal. Un vertedero de cosas sin sentido basadas en una estúpida leyenda. En esta organización, si es que así se le puede llamar a esos cerdos, buscan a mujeres limpias en cuerpo, alma y espíritu: una persona tan pura y de corazón noble, como una vasija en donde depositar todo lo malo que el hombre posee.
Las obras de Danti Vannan se cruzan en mis pensamientos. Él dibujaba a un sinfín de chicas que demostraban una pureza casi perfecta.
—¿Es alguna especie de culto?
—Exacto, y a quien le rinden tributos es a una mujer.
—¿Y qué hacen con ellas?
—¿Qué crees tú que hacen con ellas si son jóvenes usadas para sufrir los más bajos instintos de esas personas? —No hace falta que lo diga, sé muy bien a qué dirección turbia va esto—. Las usan como mártires y las veneran como a un dios por el simple hecho de que, gracias a ellas, su sed de demencia se ve más aplacada. Para ellos son un juguete creado para complacer. Por supuesto, a todas esas pobres víctimas las tienen dopadas.
La bilis me sube al cuello. Pienso en Agnes, la hermana de Raziel, metida entre todo ese caos, desesperada. Y luego pienso en Emma; desorientada por las drogas, hablando con su amigo sin saber lo que realmente le estaban haciendo.
Mamá aparca el auto en una calle apartada, entre dos enormes árboles de hojas frondosas donde apenas nos veremos.
—La familia de Timothy pertenecía a esta logia cuando lo conocí. Para ese entonces yo me llamaba Leah. Él y yo nos enamoramos perdidamente, nos casamos rápido y la llama del amor continuó fuerte y cálida. —forma una sonrisa al recordarlo—. Éramos tan felices juntos... Y lo fuimos mucho más cuando quedé embarazada después de mucho tiempo intentándolo. —Inspira hondo, contiene el aire, y al expulsarlo, un quejido pronuncia la llegada de un sollozo—. Iba a tener gemelas.
Mi pecho se hunde de dolor.
—Agnes y yo...
Gemelas.
—Mujeres —concluye mamá, secando sus lágrimas con descuido, sin darme tiempo de procesar lo que acaba de decir—. Mujeres que dentro de esa maldita logia podían correr peligro. Teníamos que hacer algo, pero no sabíamos qué. Lo único seguro era que, mientras ustedes crecían, les intentamos dar todo el amor que pudimos. Entendíamos en el fondo que en algún momento los altos mandos se podían fijarse en alguna de ustedes y usarlas como un recipiente de todo lo inimaginable.
Es difícil imaginarme a Agnes y a mí juntas, jugando de un lado a otro, corriendo a los brazos de mamá, durmiendo en una cama cómoda, en una casa como las de Seth y Dhaxton. Pero me es más difícil saber que esto fue real, que Agnes y yo éramos hermanas. Tiene sentido si lo pienso bien; por eso nos parecíamos. Por eso, de alguna forma, ella y yo tenemos esa extraña conexión.
Mamá continúa:
—Timothy y yo decidimos dejar todo atrás y huir con ustedes. Tomamos nuestros ahorros, muchos ahorros, y nos organizamos para alejarnos de ese culto asqueroso. Sin embargo, nadie puede escapar de ellos. Nadie. Y cuando íbamos de camino al avión para escapar de la ciudad, nos encontraron en plena carretera. Era una camioneta con cinco hombres armados como malditos terroristas. Nos embistieron y por poco chocamos. Ellos dieron con un árbol. Mientras se recomponían me ocupé de soltarte y salir del auto. Timothy nos dijo que huyeramos por el bosque, pero yo tuve otra idea: me escondí bajo el auto. No lograron dar con nosotras, sin embargo, Timothy y Agnes no corrieron la misma suerte. Cuando tu padre intentó huir con ella en brazos, le dispararon en una pierna y cayó. Lo vimos todo desde el auto. A tu padre lo golpearon y luego lo asesinaron de un disparo, justo frente a nuestros ojos.
Los repentinos recuerdos que tenía están más claros ahora. Tienen sentido, aunque sea uno cruel y oscuro.
—Lo recuerdo —musito con debilidad, deseosa de poder quitar de mi cabeza aquella horrible escena.
—A Agnes se la llevaron junto con todos los ahorros que teníamos destinados a nuestra nueva vida. —Mamá baja la cabeza—. Nunca hubo una nueva vida, ahí terminó la nuestra. Perdí la mitad de mi vida huyendo. Estaba destrozada, pero aún te tenía a ti. Tomé el valor de empezar una nueva vida. Tomé el avión a nuestro destino para empezar de cero. Me cambié el nombre, logré eliminar tu certificado de cualquier fuente de información, cambié mi apariencia y me casé con ya sabes quién. Rehíce mi vida con una idea en mente: recuperar a Agnes. Cuando supe que estaba en la misma ciudad que nosotras, no lo dudé un segundo e ideé una forma de acercarme al apuesto y soltero hijo de una de las familias más devotas de la logia.
—Devon —señalo y mamá asiente.
—Drey, sé que no he sido la madre ideal, que pocas veces estuve dispuesta para ti, pero necesito que sepas que todo lo que hice fue por ti. Por tu bienestar. Jamás te dejé de lado, siempre has sido mi prioridad, y tu seguridad es algo importante. Tenerte junto a mí significaba un peligro para ti, por eso decidí matricularte en un internado. Quería que estuvieras apartada de lo que pudieran hacerme y de esas creencias horribles. Entonces entraste a esa academia y... no supe qué hacer. Y luego Devon quiso conocerte y todo se complicó.
Busca mi mano y la agarra con fuerza.
—Tú y Agnes son lo más importante en mi vida. Lo único que he deseado es tenerlas a ambas a salvo, junto a mí y ser la familia que no pudimos llegar a ser. Todo esto lo hice por ustedes. Te amo con mi vida, Audrey. Siempre, siempre. Perdóname por mostrarme indiferente, pero es que a veces me siento consumida por lo que cargo. Sé qué está ocurriendo contigo y Dhaxton, de lo que ellos intentan, pero no podía decir nada, tampoco advertirles que no lo hicieran. Ni decirte a ti la verdad, sería involucrarte en esto. Mi objetivo es buscar a Agnes y...
La abrazo con fuerza ahogada en el llanto.
—Mamá... —emito entre sollozos—. Hay algo que necesitas saber.
Busca mi rostro y coloca mi cara entre sus manos.
—¿Qué ocurre, amor?
Inspiro hondo para calmarme y busco las palabras adecuadas para decirle toda la información que sé para complementar la suya. Pero no puedo, solo puedo pensar en lo doloroso que debió ser para ella que se llevaran a Agnes y lo aferrada que está por recuperarla. Mas no las hay, no hay ninguna palabra correcta para decirle la verdad, así que, opto por decirlo sin más:
—Agnes está muerta.
—Tu hermana es... ¿está muerta? Pero ¿cómo es que tú...?
—Es lo que gritó Dhaxton cuando tenía un ataque de ansiedad. Él creyó que yo era ella y... me lo dijo.
Mamá niega con la cabeza y se lleva las manos al rostro.
—No, no, no. ¿Estás segura? —Le respondo en silencio—. ¿Por qué?
—No lo sé. —Tomo su mano y la aprieto con fuerza—. Pero prometo que lo voy a averiguar, ahora tengo una razón para hacerlo.
Al terminar de decir esto, las campanadas anuncian la medianoche suenan por toda la ciudad. Ya es Navidad.
_________________________
Ahora sabemos la verdad detrás de Audrey, su madre y lo de las chicas. ¿Se lo esperaban? :O
Iba a ponerle un nombre a la logia pero no se me ocurrió ninguno xD espero que cuando edite el libro le ponga algún nombre bien elegante y temible.
okey... ahora saben qué onda la mamá de Drey y por qué esa doña era tan rara. ¿Qué piensan ahora de ella?
¿dónde está la pipol que creía que la doña había matado al marido? :O
¿Quién acertó en lo de Agnes y Drey?
No sé por qué pensaban que eran las mismas personas xD hubiera estado bueno, pero ya es muy visto y la verdad no quería que saltaran comentarios comparándola con otras historias :c
Drey ahora sí tiene una razón para reemplazar~ para ese capítulo ya le tengo un nombre y se llama "Lázaro" :D
en el próximo cap. habrá salseo.
Aún nos faltan secretitos ^.^
Pregunta random:
si tuvieran que llevarse un objeto a una isla, ¿cuál sería?
¡COMENTENTEN, LAS LEO SIEMPRE!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top