30
ROMPER UNA AMISTAD PUEDE SER MUY FÁCIL, SOLO NECESITAS REVELAR UN SECRETITO
En cuanto nuestro turno acaba, Seth y yo nos vamos a los vestidores para cambiarnos. Yo me tomo mi tiempo pensando en qué podría contarle de interesante para recibir información a cambio, provocando que ponerme los zapatos me tome una infinidad. Gracias a esto me encuentro con Camille, quien también ha entrado a cambiarse de ropa.
—Eh —me saluda—. No te he visto hoy casi. ¿Dónde has estado?
«Huyendo de tu ex», pienso soltarle sin más. Luego pienso en que usar la palabra «ex» sería demasiado duro para ella. Puede que lo niegue o finja que terminar su relación no le produce nada, pero yo no olvido lo feliz que estaba cuando iban a celebrar su aniversario. Le brillaban sus ojos como dos chispas vivas. Incluso hablando de él, logré notar que nunca habló de lo que ella siente, sino que de lo que Raziel creía mejor.
—Hola —saludo de vuelta mientras abrocho los cordones. Por alguna razón estúpida, parece que mis dedos están cubiertos de mantequilla porque soy un desastre para atar el nudo—. En la boletería, hablando con Seth.
Sé que mencionar a Bellish está demás, pero Camille hablará con Raziel; quiero que, si ella se lo menciona, a Raziel se le retuerza el estómago.
—Ah... con razón... —La miro sin comprender. ¿De qué me perdí?—. Creo que a Raziel le dará tortícolis, porque no dejaba de mirar en esa dirección.
—Creo que desea decirme algo. —Me pongo de pie; he finalizado con los zapatos. Ahora solo debo ponerme el abrigo—. Pero tendrá que ser para otro día.
—Si es algo importante no le gustará que lo hagas esperar —dice en un sutil tono de advertencia. Sé que lo hace con sus mejores intenciones, pero me fastidia que sea yo la que debe tener cuidado de no molestar a don Trabajosirviendotragos.
Eso me recuerda...
—Anoche, antes de irme, ¿qué me ibas a decir? —Frunce el ceño como si necesitara más información para recodar—. Dijiste que yo también le gusto, pero que tuviera en cuenta algo. Fue el «pero» más dramático de mi vida.
Abro la boca y echa la cabeza hacia atrás, al parecer acaba de recordar.
—Te iba a decir que, por mucho que le gustes, él pondrá sus propósitos por delante. No porque sea una pésima persona que quiere hacer daño; lo hace porque a él lo han dañado. Hay dos cosas que motivan a las personas con tanta fuerza que probablemente llegarían hasta el fin del mundo: el amor y la venganza. Las motivaciones de Raz son ambas. Él ama a su hermana a pesar de que no lo sea en realidad, y también está dispuesto a vengarse con el mismísimo Dios por lo que le hicieron.
Eso explicaba por qué se besó tan complacidamente con aquella mujer, por qué decidió entrar a trabajar en un club nocturno, por qué aceptó la ayuda de Seth. Raziel es como un caballo de carrera que no ve más que su meta, y está corriendo tan rápido y feroz que no volteará a ningún lado, por nada ni nadie.
—Toc, toc. —Seth se asoma a la habitación. Echa un vistazo sin darle ninguna importancia al hecho de que Camille esté con la camisa desabotonada. Cuando su mirada se posa sobre mí, entra sin una clase de pudor—. Te estoy esperando.
—¡Oye! —me apresuro a detenerlo y darle media vuelta hacia la salida— Este es el vestidor de chicas.
—¿Y qué?
—No puedes estar aquí. —Odio tener que decir una obviedad, pero es Seth, le falta un tornillo.
—Pff... —emite— No tienen nada que no haya visto antes, relajen el culo.
—¡Da igual! —replico, al borde de perder los estribos. ¿Es que su abuela no le enseñó modales? Es tan insolente—. Espérame en tu auto, ya salgo.
Esa idea no le gusta demasiado. A regañadientes accede y sale del edificio corriendo bajo la lluvia que cae como si se tratara del fin del mundo. Si esto sigue así, as ganancias del cine bajarán y se hará un recorte del personal, lo que significa que seré la primera candidata para que despidan.
Cojo mis cosas del casillero, me despido de Camille y salgo al pasillo abriendo el paraguas que Seth me dio la noche anterior. Antes de colocar un pie afuera, me doy cuenta de que afuera Raziel yace bajo un paraguas oscuro mientras en su otra mano tiene un cigarro encendido.
—Vamos a casa —dice al verme salir, apagando el cigarro de un pisotón pese a que el asfalto está mojado.
—Irá a dejarme Seth —le informo de manera formal, tal vez demasiado como para que le resulte extraño.
Antes de que pueda avanzar, me toma por la muñeca, demandante pero sin apretar demasiado. Yo sí soy tosca al reaccionar; no quiero que me toque, tampoco verlo a la cara. Sin embargo, tampoco quiero actuar como si huyera de él, por eso lo miro a los ojos dispuesta a escuchar qué tiene por decir.
—No sé qué planeas o lo que intentas provocar, pero ten cuidado.
—Empezaré a ponerle fin a todo esto —digo con voz firme, en su mismo tono. Solo entonces me suelta, dejándome ir sin reclamo.
Lo único que queda en mi cabeza antes de entrar en el auto de Seth, es la expresión fugaz de decepción que vi en su rostro. Es algo triste verlo de pie, bajo el paraguas y tan solitario; casi siento el deber de decirle a Seth que lo esperemos, que iré con él. Puede que eso de que el amor nos vuelve tontos sea cierto, por eso quiero marcar la diferencia.
—La típica y dramática historia donde la chica elige a quien ama —dice Seth mientras sale del estacionamiento.
—Creo que tu abuela te ha hecho ver demasiadas películas. —Recién puede despegar los ojos de la ventana para dejar atrás la figura de Raziel.
—Eso dices tú, pero estás sentada a mi lado —se burla, acercando su cuerpo hacia mí—. Ponte el cinturón.
Sé que lo dice por seguridad, pero que me mande me pone de mal humor pues odio que tenga una razón que potencie su descarado orgullo. A regañadientes me lo coloco y, porque el silencio muchas veces es señal de rendición, respondo a su burla:
—Estoy aquí contigo por beneficio propio.
Su comisura se eleva, marcando un hoyuelo en su mejilla. Tiene el cabello mojado, ondulado y algunas gotas de lluvia todavía brillan en su frente.
—¿Cuál? ¿El de poner celoso a tu supuesto novio o el de obtener respuestas?
—¿Por qué no un poco de ambas? —inquiero bajando la voz.
—Ya admite que estás aquí porque te parezco irresistible.
—Tienes tu atractivo... —Mis palabras lo sorprenden lo suficiente para que voltee a verme, como si quisiera asegurarse de que no fue una alucinación, que estoy junto a él—. Lástima que se larga cuando abres la boca.
Lejos de ofenderle, mi comentario le hace la suficiente gracia como para reírse.
—Bueno, depende de para qué la abra, ¿no crees? Porque puedo hacer maravillas con ella.
—Eso va con doble sentido, ¿verdad?
—Juzga por ti misma —me da el espacio, aunque esa mirada sugerente, con esa odiosa mueca me dicen que estoy en lo cierto.
—Seguro que sí. No me cansaré de decirlo: eres como un adolescente que recién sabe las funciones de su cuerpo.
—Funciones —repite con voz átona— ¿Qué soy? ¿Un robot? —Quita las manos del volante para actuar como uno—. Pip, pop, pip.
—Sabes a qué me refiero. —Antes de que siga imitando de manera penosa a un robot clásico, agarro su mano y lo obligo a que tome el volante— ¡Y pon atención!
Seth y lluvia no es una buena combinación, me ponen nerviosa.
—Tranquis, soy un conductor experto —retoma el camino—. Al contrario de lo que ocurre con muchas personas, actuar bajo presión me funciona de puta madre. Mis sentidos se vuelven más agudos, consigo ser mucho más reaccionario. Es como inyectarte una dosis de adrenalina en el cuerpo.
—Suena a que te gusta el peligro.
—Me encanta tomar riesgos.
—Solo a una persona carente de lógica le gusta el peligro. Una cosa es tentar el peligro sabiendo que no corres riesgo y otra muy diferente es conducir bajo la lluvia a riesgo de sufrir un accidente, así que cierra la boca y mira el camino.
—Dos cosas: primero, respétame, soy tu mayor; segundo, tienes que vivir más riesgos, al final será adictivo.
—Si no tomara riesgos, ¿qué hago aquí?
Por un momento pienso que he logrado que guarde silencio de una vez. Me gusta que las personas hablen, pero los comentarios de Seth suelen ser tan anti-climáticos que por poco olvido que la intriga es lo que me tiene sentada en su auto. No obstante, su mirada de reojo indica que todavía tiene mucho por decirme. Frena en un semáforo en rojo y abre la boca portando una sonrisa petulante:
—Estás aquí porque, pese a que desconfías de mí, la curiosidad y el saber más de nosotros te ganan la batalla, no simplemente desde la ética, también la moral —explica modulando a la perfección y lleno de expresividad. Siento que cree estar tratando con una persona que no entiende con facilidad—. En pocas palabras, eres como una vieja metiche que siempre debe cargar con algún chisme.
—Si yo soy una vieja chismosa, ¿qué eres tú? Estamos los dos en el auto, tontuelo.
—¿Yo? Estoy aquí por tu información. —Se oye honesto—. Aunque debo admitir que también deseaba verte a solas, lejos de los ojos de tu noviecito, de Dhaxton o de quien sea, como en los viejos tiempos.
—Estoy conmovida —Seco una lágrima falsa del rabillo de mi ojo—. Son las palabras más hermosas que he recibido. —La actuación acaba en el instante en que resoplo con irritación—. No sé qué piensas conseguir diciendo eso...
—¿Decir la verdad? —se adelanta a mis palabras— Estoy seguro de que alguna vez dije que me gustas, está claro que quiero pasar un rato a solas conmigo.
—También dijiste que Agatha tenía demencia senil —cuestiono marcando cada palabra con dureza. Tener que recordar cómo esa señora me engañó en el comedor comunitario es una tragedia que me hace sentir una tonta crédula—. ¿Cómo sé que no estás mintiendo?
De pronto frena de golpe. Las ruedas del auto suenan bajo nuestros pies y la lluvia salpica por los costados. Por suerte, ha parado el auto en medio de una solitaria calle, donde no hay semáforos ni indicios de vida humana.
—¿Estás loco?...
Al cuestionarlo, me percato de que tiene las manos sobre el volante, mirando un punto fijo entre la ventana y con una expresión muy seria.
—Tócame —pide apartar sus ojos de aquel punto.
—¿Qué?
—Que me toques.
—¡Ni loca!
Solo al escuchar mi desaprobación es que voltea con las cejas hundidas. Me echa un poco hacia atrás ante cualquier acción repentina que se le ocurra ocurrir, y esto parece que le molesta, pues sus labios se vuelven rectos y la mirada más dura. Abre la boca como si quisiera explicarse, se arrepiente, hace un mohín y me toma la mano para llevarla a su cabeza. Mi palma estirada toca su cabello y, guiada por la suya, lo revuelve sin cuidado.
Antes de preguntarle si ha perdido completamente la cordura, guía mi mano a su pecho y la deja ahí, atrapada, siendo envuelta por su calor.
—¿Qué haces? —le cuestiono cuando guarda silencio. No sé qué espera que diga, tampoco la finalidad con la que ha hecho todo eso.
—¿Puedes sentir cómo late? —replica.
Me tomo un momento para concentrarme. En realidad, entre su pecho y su mano, no puedo sentir más que su respiración algo agitada.
—Sí, puedo notar que estás vivo. ¿A qué quieres llegar con esto?
—Bah..., olvida eso. —Suelta mi mano y retoma el volante—. A lo que quiero llegar es que, de alguna forma que no puedo explicar, causas estragos en mí. No buenos, de los malos. De esos que me hacen preguntar a dónde iré a parar porque me siento como un idiota.
—Por favor, Seth, tener cambios anímicos puede ocurrir por cualquiera...
—No. No conmigo. Eres la única chica con la que no deseo acostarme. ¿Y sabes por qué?
Sé que es una pregunta retórica a la cual responderá enseguida, pero tengo que intervenir.
—Ay, por Dios, Seth. ¿De verdad te vas a justificar con eso?
—Porque no quiero que seas como las demás: un ligue. Porque mierda... tú eres más que algo tan banal. Creí que podía convencerte fácil, que caerías tarde o temprano ante nosotros, pero resultaste ser más lista que las otras chicas. Y mejor. Mucho mejor. Eso te convierte en algo valioso. Sé que hago bromas subidas de tono, soy un odioso, pero no lo digo en serio. Puedo ser hijo de perra más grande si quiero, como fui con las otras chicas, sabes? Pero no contigo. Por eso no decidí avanzar más allá en mi cuarto, porque haberte quitado esa parte de ti, habría significado que me estaba adelantado. Y tú mereces lo mejor; no necesitas a alguien tan manchado como yo. Esa es la razón por la que quiero que estés con Raziel a pesar de todo, porque sé que conmigo jamás podrías conseguir paz, porque junto a mí solamente dejarías de ser tú. A mí me gusta toda Audrey Downey. Me siento bien contigo. Dentro de todo lo que alteras en mi sistema, a tu lado puedo sentir algo de paz y un motivo más para obrar bien.
¿Qué rayos ha sido eso? ¿Es eso a lo que llaman una declaración? ¿Cómo se supone que una persona actúa luego de un discurso de tal magnitud? ¿Y si me está tomando el pelo? No quiero quedar como una crédula si de repente se echa a reír a carcajadas y me grita «¡caíste!» porque tendré que ponerme la peluca de colores y la nariz de payaso.
Por suerte, es el mismo Seth quien rompe con el silencio del interior chasqueando la lengua.
—¿No piensas decir nada?
—¿Qué quieres que diga? No sé si hablas en serio o si quieres verme la cara de payaso.
—Había olvidado el enorme detalle de que no confías en mí. Pero, da igual, creerme o no dudo que marque una diferencia con toda la mierda que me persigue.
Toma una bocanada de aire y se acomoda en su asiento. Ahora que lo observo bien, está algo encorvado, viendo por la ventana con los ojos entrecerrados, como si no pudiera ver bien el exterior.
—¿A dónde vamos? Llevo casi quince minutos dando vueltas a la cuadra.
—A un lugar donde esté segura, y tú también.
Me mira con el ceño fruncido, sin comprender.
—¿Debería asustarme? —Mi encogimiento de hombros funciona como una respuesta silenciosa—. Tomaré eso como un sí.
Seth conduce el auto con mayor rapidez por las calles casi vacías. De vez en cuando nos encontramos con un auto que va en sentido contrario, pero, tras unos minutos esto deja de pasar. Toma la carretera y luego enciende la radio. «Will He» de Joji suena en la mitad de su primer verso; la canción es lenta y deprimente, lo que libera la impaciencia de Bellish quien, con un gruñido, apaga la radio. Finalmente, toma un desvío por un camino de tierra seguido por un puente de madera rodeado de árboles. Es como entrar a un lugar secreto de película, la casa de los enanitos en Blancanieves, un lugar mágico en el bosque.
En la distancia diviso una cabaña rústica a oscuras.
Se estaciona frente a la entrada y baja del auto corriendo para refugiarse bajo el tejado mientras abre la puerta. Al notar que yo no he bajado, me hace una seña para que lo siga. La puerta se abre y en el interior solo logro ver oscuridad.
Con cierto resquemor bajo del auto, percatándome de que ha dejado de llover. Cierro la puerta del coche con la inquietud bailando en mi cabeza, haciéndome un montón de preguntas tardías sobre el riesgo que corro al entrar en esa cabaña. Ni siquiera pensé en lo arriesgado que es estar a solas con Seth, en un lugar alejado de toda vida humana. ¿Y si intenta hacerme daño? Creo que es demasiado tarde para acobardarme.
Me asomo hacia el interior apoyada en el umbral. La sala es amplia, con una chimenea llena de hojas secas, muebles cubiertos por sábanas blancas y polvo. Nadie ha estado aquí en muchísimo tiempo, y yo ya imaginaba que aquí se llevaba a cabo alguna especie de rito o era el hogar de alguna secta.
—¿Qué es este sitio?
Seth se vuelve hacia mí, con los brazos extendidos y una sonrisa ancha.
—Bienvenida a mi humilde segundo hogar.
—Se ve... —busco en mi diccionario alguna palabra, pero todo lo que salta en mi cabeza son descripciones que le borraría la sonrisa del rostro, así que prefiero irme por la ambigüedad— hogareño.
—Ignora el polvo y las arañas, hace tiempo que no vengo.
—Eso puedo notar.
Empiezo a pasearme por la sala a la vez que Seth se ocupa de quitar las enormes sábanas de los sofás para seguir luego con la decoración en las paredes. Es ahí cuando noto que no es una decoración cualquiera.
—Estos son...
—Obras originales de Danti Vannan enmarcadas, sí —completa con orgullo, colocándose junto a mí.
Siendo tentada por la admiración y el interés, me acerco al primer cuadro que mis ojos han atrapado. Es una obra que solo tuve el agrado de ver por internet, entre cientos de imágenes que aparecen cuando se busca al artista, pero jamás creí poder verlas tan cerca.
—Son las pinturas descartadas; los bocetos fallidos que no se volvieron famosos —comento pese a que probablemente eso él ya lo sabe, todavía sin digerir que frente a mis incrédulos ojos estén sus asombrosos dibujos—. ¿De dónde las sacaste?
Al voltear, veo que Seth me está mirando como todo un padre orgulloso que ve a su hijo recibir un título universitario. Pestañea, se moja los labios para ocultar la sonrisa.
—No quería decírtelo, pero de día soy un estudiante de ciencias matemáticas muy guapo y por la noche el mejor ladrón de museos de arte.
—Bueno, eres un ladrón con buen gusto.
—Son hermosas... —Me paseo por los demás dibujos. Están enmarcados, protegidos de los dedos ajenos—. Los juegos de colores, las sombras... sus expresiones. ¿Por qué los habrá descartado?
—Mira este. —Seth quita las sábanas de un sofá, donde yace el cuadro de una chica joven, de pie, con la mirada asustada, compungida por el dolor de haber causado una muerte reciente.
—¿Es... Madelyne? —le pregunto al acercarme para mirar mejor los detalles. Seth asiente con orgullo—. Guau, es hermosa... Amo el contraste que hay en sus ojos asustados y la sangre en su boca y camisón.
Mis ojos recorren cada rincón del boceto de Madelyne hasta que doy con una fotografía familiar pequeña que parece haber sido ocultada detrás de la obra de Danti Vannan. La fotografía es del tamaño de mi mano y está descolorida por el tiempo, pero consigo ver que se trata de una familia: un hombre alto y de sonrisa afable, una madre demasiado guapa y un niño de cabello castaño y largo, el cual tiene a un cachorro entre sus manos.
—¿Estos son tus padres?
—Sí... —Sus párpados caídos denotan cansancio y, tal vez, un poco de tristeza. Toma el marco para pasar la mano por el vidrio y suspira— Veníamos aquí cada verano a pasar el rato.
Parece que cientos de recuerdos sobre sus padres le producen un gran dolor y que pretende contarme una dolorosa historia.
—Y ese niño con peluca debes ser tú —señalo al niño.
—Eh —se queja—. Es mi pelo natural.
—Veo que desde chiquito te gusta llevar el cabello largo.
—Llevar el pelo corto es aburrido. Hace algo de frío, voy a encender la chimenea. —Con un par de chasquidos, la chimenea prende fuego y empieza a consumir las hojas, provocando un olor a eucaliptus que me trae viejos recuerdos—. Te ofrecería algo para beber, pero... dudo que haya algo limpio aquí.
—No te preocupes. —Temo que no me ha oído, pues ha atravesado un arco hacia la que parece ser la cocina. La luz está mala y apenas se podría ver al interior si no fuera por la luz de la chimenea. Le sigo y encuentro que está agachado junto a una encimera—. ¿Qué haces?
—Aquí recuerdo que mi viejo guardaba sus licores... veamos... aquí encontré uno. —Lo muestra como si fuera un objeto promocional que trata de vender por la televisión—. Vamos a calentarnos un poco.
Lamento ser una aguafiestas, pero...
—Paso —me regreso a la sala—. Yo en tu lugar preferiría guardar eso para más tarde. Lo que tengo por decirte es muy importante.
—Mira, no sé mucho de biología, pero un beso no es igual a tener sexo, por lo tanto, eso «importante» que quieres decirme no tiene que ver con que estás embarazada. En pocas palabras: deja de lado esa seriedad.
—A veces me pregunto si estás bien de la cabeza, porque no tengo la menor idea de cómo llegaste a eso. —Tener que prestarle atención a Seth y sus locuras es una pérdida de tiempo—. Y no me refiero a eso; hablo de la razón por la que vinimos a este lugar.
—¿Ya quieres soltar el chisme? Bien, te escucho.
—Oh, no, no. Primero vas tú.
—Tu desconfianza empieza a herir mis sentimientos —actúa como si le ofendiera.
—No quiero ser la primera que hable y que luego te hagas el desentendido.
Levanta la mano enseñando su palma y coloca la otra mano en el pecho.
—Prometo que no lo haré.
Lo miro con los ojos entrecerrados en un intento fallido por descifrar si dice la verdad o es una más de sus mentiras.
—No te creo. Vas tú —sentencio.
Sin embargo, Seth adopta la misma postura suspicaz que yo. Camina hacia mí, lento, y se cruza de brazos, mostrando una faceta más seria e intimidante. Uy.
—¿Qué me garantiza a mí que contarás una verdad?
—Supongo que tendríamos que incursionar un poco en el historial de ambos y ver quién ha dicho más mentiras —propongo, a lo que muestra su inconformidad con una mueca—. Escucha: yo me comprometo a contar esta información si tú me dices en qué trabaja Raziel y por qué Dhaxton tiene esas cicatrices.
Una risa ronca y sarcástica evoca desde su interior.
—Dos información a cambio de una no me parece un trato justo.
Sonrío para demostrarle que, pese a su inconformismo, sé que llevo la delantera.
—La información que guardo lo vale.
Mi seguridad parece convencerlo por un momento, entonces una sonrisa ladina se le asoma, y sé que insistirá.
—Si lo vale taaanto como dices, vas primero.
Resoplo con frustración. Es más difícil de convencer de lo que supuse. Pero estoy dispuesta a tomar el riesgo, después de todo, lo que tengo para decirle puede cambiarlo todo. Es cierto que la relación entre Dhaxton y Seth es por más extraña; a los ojos de los demás son un dúo de niños ricos que todos envidian, unidos desde pequeños, una amistad duradera. Sin embargo, todo indica que es más algo de costumbre, estar juntos porque así lo quisieron sus familias, porque no tenían de otra. Si quiebro esa relación y le doy a Seth lo que busca, sería tener una ventaja más a mi favor.
—Bien —Tomo una bocanada de aire y asiento, accediendo a lo que Seth quiere—, iré primero.
—Ya era hora de...
—Está muerta.
La boca de Seth queda entreabierta, dejando que las palabras de su oración se pierdan ante mi revelación. Su expresión va cambiando poco a poco del asombro a la confusión; hunde las cejas, traga saliva y palidece.
—Me preguntaste si Dhaxton dijo algo cuando tuvo el ataque, ¿recuerdas? Te mentí cuando dije que no; en realidad, él sí dijo algo más.
—Mierda...
—Él repitió una y otra vez mientras me acercaba «no eres real» y «estás muerta». Creo que me confundió con...
—Agnes —emite su nombre como una palabra que le produce dolor; que está quebrada y no puede ser pronunciada en un tono alto.
—Sí... —afirmo, manteniéndome suspicaz—. Debe ser por el parecido.
Hago frente a su silencio observando cada una de sus reacciones, las cuales, para mi sorpresa, son casi nulas. La faceta arruinada que tenía aquella vez cuando su abuela enfermó fue muy diferente a la de ahora; en ese entonces actuó con rapidez, ahora luce como si tardara en procesarlo. Tras unos segundos, parpadea. Lo que noto es su respiración agitada, la palidez en su cara y un ligero temblor en sus manos.
—¿Seth?
Decir su nombre lo saca de ese extraño trance. Aprieta los puños, abre la puerta de la cabaña y sale corriendo por el camino de donde vinimos. Durante un segundo me pregunto qué debería hacer, si seguirlo o quedarme y esperar a que regrese... si es que no comete una locura.
Esto último queda en mi cabeza mientras corro en la misma dirección que él, tratando de alcanzarlo. El camino es mucho más largo de lo que esperé y el bosque a oscuras y en soledad es terrorífico.
—¡Seth! —grito a todo pulmón.
No hay rastro de él.
Sigo el camino hacia la carretera, temiendo que esté ahí, tirado para que lo aplaste un auto y olvidarse para siempre de todo el dolor que produce la vida. Sin embargo, no está en la mitad de la carretera, está en el puente, mirando desde el otro lado de la baranda el río correr. Un resbalón y caerá.
—Seth... Lo que pretendas hacer ahora mismo, olvídalo, eso no solucionará nada... —me acerco lentamente para no alterarlo. Su silencio es algo que no esperaba recibir—. Escucha, sé que estás conmocionado, pero debes calmarte.
Nada. No responde.
—No trates de cometer nada estúpido, ¿me oyes? Porque voy a estar muy molesta.
No puedo verle el rostro, no sé si ríe, llora o está enojado. Solo puedo deducir, por la posición de su cabeza, que está mirando el río, y eso es muy malo.
—Seth, por favor...
Da un paso en el aire y, luego, desaparece al caer al río.
Mi corazón da un vuelco doloroso y mi cuerpo se tensa pese a que mi primera reacción es asomarme y mirar que esté bien. Puedo ver la zona donde cayó, así que me armo de valor y me lanzo tras él. El agua está tan fría que me congela el cerebro y no puedo sentir nada. Poco a poco comienzo a sentir cientos de puñaladas atravesar mi piel y adormecer mis músculos. El río corre con lentitud y abajo, entre mis piernas, puedo sentir la flora acariciarme. Al emerger de la profundidad, encuentro a Seth a unos metros haciendo lo posible por mantenerse en la superficie. Nado hacia él antes de que mi cuerpo se congele por completo y no resista más, y lo agarro por el gorro de su abrigo hasta arrastrarlo a la orilla llena de piedrecillas y rocas.
—¡¿Perdiste la cabeza?! —le increpo, molesta. Mi respiración es agitada, entrecortada por el frío y mis temblores— ¡¿Qué... te pasa?!
De gatas al suelo y con su melena escurriendo agua, levanta la cabeza y sonríe.
—¿Alguna vez... te... mencioné... que nunca aprendí... a nadar...?
—¿Por qué sonríes? No hace ninguna gracia lo que hiciste, demente.
—Lo sé, pero...necesitaba un chapuzón de agua fría. —Se sienta a mi lado, mientras yo me hago un ovillo para mantener el calor en mi cuerpo. Estoy empapada, sin ropa para cambiarme, lejos de la academia y junto a un suicida—. Vamos a la cabaña o moriremos de hipotermia.
Tengo ganas de dejarlo solo como castigo, pero viendo la subida que debemos tomar para salir del río, creo que no podré ir sola. Aún así, en todo el camino de regreso me mantengo apartada. Por suerte, el calor de la chimenea es nuestro aliado, y Seth me convence para usar las sábanas como manta. Así los dos terminamos frente a la chimenea, viendo en silencio cómo el fuego se mueve.
—Sobre la información: tu novio es un gigoló —habla de pronto.
Me quedo perpleja buscando en su expresión esa mirada traviesa que me indica que está de broma. Pero no, no lo está.
—Y su padre no le hizo esas cicatrices —continúa con voz queda. Tiene los ojos puestos en las llamas como si fuese alguna divinidad que le está revelando secretos asombrosos. O, quizá, está teniendo alguna epifanía—. En realidad, se los hizo su familia adoptiva.
Quiero preguntarle más sobre Raziel, pero en estos momentos me intriga más lo de Dhaxton.
—Creí que sus padres lo habían criado.
—No desde siempre. Verás, algunos lazos de familia no son tan fuertes como lo esperas y un hijo puede ser una carga. Dhaxton lo fue desde el principio. Desde el principio fue demasiado llorón y por más que su madre intentara callarlo, él no dejaba de gritar. Esto llevó a que la inspiración de su madre se esfumara y el bloqueo llegara. Por otro lado, su padre nunca lo quiso, pues ya tiene a Devon para que herede sus miserias. Dhaxton creció como un niño caprichoso. Ninguno lo quería ni lo soportaba, así que le pidieron a otra familia que lo criara y disciplinara. Aunque, como verás, se les fue la mano. Supongo que recibir ese maltrato lo convirtió en lo que es ahora.
—Pero entonces ¿por qué le teme a su padre?
—Quién no le temería a esa cara de culo... —Se mete más entre su sábana— Es un estirado insoportable.
Ahí debo darle la razón. Ese sujeto da mucho mal rollo.
Guardamos silencio y volvemos a nuestra contemplación hacia el fuego.
—En el fondo lo presentía —murmura—. Siempre. Todo el tiempo. La carta no la creí un carajo. —Lo de Agnes todavía ocupa su mente. Debe ser como un mosquito que no te deja en paz, que quiere chuparle hasta la última gota de sangre—. ¿No dijo cómo?
—No, lo siento. Él solo gritó que estaba muerta, nada más. Me temo que él...
—¿Por qué habría de hacerlo? —interrumpe. Su voz se quiebra y la respiración se le contrae convirtiéndose en sollozos—. Éramos amigos, los tres. Él era su novio. —Se cubre el rostro con la sábana y esconde la cabeza en el espacio que crean su pecho y las piernas flexionadas.
—Quizá hubo una discusión y perdieron los estribos. O fue un accidente.
Destapa su rostro para confrontarme como si lo que acabara de decir fuese una ridiculez.
—Tú y yo sabemos que Dhaxton jamás pierde los estribos tan fácilmente, siempre ha actuado con premeditación. Es un jodido controlador. Algo tuvo que pasar para que la... —traga en seco— lo hiciera. Algo muy malo.
—Las cartas están escritas con su letra, quizás realmente quería irse y eso lo desesperó tanto que prefirió acabar con ella. O... —dentro de mi cabeza me exijo encontrar otra posibilidad— quizás se fue y él se enteró que murió, quedó tan tocado que tiene alucinaciones con ella. No podemos juzgarlo si lo que dijo fue «estás muerta», no «yo te maté».
No dice nada, lo que me perturba. Busco su mirada, la cual vuelve a estar puesta en el fuego. ¿En qué está pensando? Luce como si quisiera quemarlo todo.
—¿Seth?
Gira su cabeza en mi dirección. Su mirada es franca e intimidante.
—¿Estarías dispuesta a teñirte el cabello?
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Capítulo larguito porque shí :3 aunque no hayan llegado a la meta e.e
pero weno, luego me desquito con ustedes matando a Drey >:D
Es broma, es broma
¿Les gustó el capítulo?
Porque yo estuve encantada de escribirlo :D O sea, es de esos capítulos que además de revelar algunas cositas que son importantes, alimentan mi team muajajja
a ver, a ver
¿Cuál es su team ahora?
Team Dhaxton
Team Seth
Team Raziel
Team Drey pal pueblo
Team o <3
ustedes saben que soy team seth, pero cada vez que soy de algún team, estos no se quedan juntos. Me gusta sufrir xD No digo que eso vaya a pasar aquí, pasa que tuve flashbacks de cierta pareja que no se queda junta ;-;
pero weno, arriba la esperanza abuelita
¿Ustedes se tiñen?
si la respuesta es sí, ¿de qué color? :o
¿Creen que Seth mintió en algo?
¿Raziel celoso?
Chimenea, cuerpos mojaditos... ¿será que viene salseo?
mi cora dice: SIIIIIIIIIIIIIIIIII pero mi mente dice: no es el momento
¿Creamos una marcha para colgar por los 🥚 a Raziel? xD
hablando de huevos, me dio hambre jajajaja
La pregunta random de hoy es: ¿cuál es su comida favorita?
Nos leemos luego <3
PD: la canción en multimedia es la que siento que representa a Seth :x
PD2: corregí ahí nomas el cap, si ven algún error muy wtf me dicen :x
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