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7u7


ASÍ QUE ESTE ERA EL PRESENTIMIENTO

Parte 1


Corremos la suerte de que la lluvia deje de caer de camino al bar. El clima sigue frío, eso parece no abandonarnos; los charcos en el suelo son grandes y los autos no tienen cuidado al pasar. Es una noche más oscura que las anteriores, lo que me despierta cierto nerviosismo que está de la mano a mi lado supersticioso. Solo espero conseguir algo esta noche, por muy modesto que sea.

Las afueras de El Refugio hacen honor a su nombre. La entrada del bar está escondida en un callejón de mal aspecto; latas de cerveza, botes de basura, olores nauseabundos. Es como si todo lo fétido de la ciudad se junte en un solo pasillo. Un letrero rectangular, de color amarillo y letras verdes reza el nombre del lugar. Me llama la atención que no esté hecho pedazos por la lluvia y que sea la única cosa llamativa del callejón. La puerta es oscura, con dos ventanillas enrejadas que protegen dos ventanillas de vidrio verde oscuro. No permite ver nada del interior, lo que me causa más intriga.

Raziel, sin embargo, no parece querer respetar mi análisis del sitio, sino que quiere entrar de una buena vez.

—Aguarda un momento. —Lo sostengo. Se voltea algo incrédulo, mira mi mano en su chaqueta, aprisionando su brazo—. Deja que entre yo primero, no quiero asustarlo —explico tras unos segundos sin soltarlo—. Tú cuenta hasta... veinte, y coges un sitio apartado, pero donde puedas verme.

—Lo que ordenes, Angelito.

Se libra de mí. A continuación, saca la cajetilla de cigarrillos que oculta en el bolsillo interno de su abrigo.

—Entraré en lo que acabe esto. —Me muestra su cigarro y luego se lo pone entre los labios—. Suerte —dice sin que se le resbale.

Vaya guardaespaldas que me cargo...

Con el valor necesario reunido, empujo la puerta. Una música sombría y el olor a alcohol atacan mi nariz apenas tengo una vista más amplia del interior. Hay un par de mesas, hombres de aspecto cansado, bebiendo, ahogando todas sus penas en un frío trago de vino o cerveza. Sus miradas se posan sobre mí cuando doy el primer paso. Hay algunos comentarios, miradas que no logro discernir. Miro todos los rostros buscando a Harold, mas ninguno se me hace familiar. Uno de los hombres no deja de mirarme. Trago saliva, me recuerdo que Raziel está afuera y avanzo. El barman, que limpia una copa con un paño que parece no haber sido limpiado durante años, enarca una ceja al verme acercar a la barra.

—¿Qué se te ofrece?

Voy a responderle que estoy buscando a alguien, pero de las cinco personas que están sentadas en la barra, reconozco a Harold.

—No, gracias —deniego la pregunta y camino hacia el amigo de Emma. Él se sorprende de verme, siento que no esperaba que apareciera.

—¿Audrey? —interroga acomodándose las gafas.

—La misma —responde al instante.

Mi seguridad —o la que intento demostrar— lo dejan atónito un momento, con la boca abierta. No sé si busca decirme algo o simplemente está demasiado sorprendido de haber aceptado la invitación.

—S-siéntate, por favor —señala la butaca junto a él.

Miro hacia la puerta. Raziel aún no entra.

Vuelvo con Harold. Aguarda una respuesta.

—Está bien. —El asiento está frío, puedo sentirlo, y es incómodo. Formo una sonrisa forzada para simpatizar con Harold—. Gracias por acceder a hablar conmigo. A decir verdad, no esperaba recibir tu respuesta.

—Ni yo esperaba responderte. Lo que estoy haciendo está...

—¿Mal?

—Prohibido —me corrige con cuidado.

Si no le está permitido hablar, supongo le pasó lo mismo que a Vivian cuando ocurrió lo del club nocturno.

—¿Ellos te hicieron firmar un acuerdo también?

Sus ojos detrás de las enormes gafas que lleva puestas desprenden un terror desconocido. Asumo que es un «sí». Él confirma mi conclusión asintiendo.

—¿Por qué? —No busco ser demandante— ¿Qué ocurrió?

Recorre desde su lugar el bar, procurando que nadie esté cerca para escucharlo. Yo lo imito; en realidad, nadie tiene aspecto de interesarse en lo que hablamos, a excepción del hombre de la mesa que no ha dejado de mirarme desde que llegué.

Raziel todavía no entra.

—Emma desapareció —pronuncia con seguridad—. Eso pasó.

—¿Puedes contarme más sobre eso?

La puerta suena instantes antes de que Harold hable. Raziel entra con el cabello algo húmedo. Ha comenzado a llover. Se coloca en la barra y pide un vaso de cerveza al barman. Ni siquiera me mira, actúa como si no nos conociéramos, aunque para eso no tiene que esforzarse demasiado.

Esta distracción deja a Harold dubitativo. Se acaricia la nuca y niega con la cabeza.

—No lo sé... Tal vez no debí venir...

—Ya estás aquí, me citaste en este lugar para hablar, echarse para atrás es absurdo. Por favor —agarro su mano—, necesito saber qué está pasando. Si es malo, si es bueno... necesito respuestas, no por curiosidad, sino por mi propio bien.

Harold baja la cabeza, mira nuestras manos enlazadas, retrae la suya y asiente.

—Fui amigo de Emma desde el colegio. Yo era constantemente acosado por mis compañeros hasta que ella me defendió. Lo hizo de una manera increíble... —Sus ojos se humedecen; brillan con añoranza—. Odiaba a los bravucones, detestaba a los que se creen mejores que otros solo por su posición social. Emma prefería tratar con personas más... normales —hace comillas—. Le gustaba la vida relajada, compartir con sus amigos, tener algún novio, salir de fiestas. Cuando fue seleccionada para entrar a la academia LeGroix, prometimos seguir siendo amigos. Así fue durante un tiempo. Se distanció de nosotros, hizo nuestros amigos.

—¿Ellos trataron de cambiarla? —pregunto en tono confidencial.

—No trataron, lo consiguieron. Y Emma, que jamás hubiera salido con un par de bravucones, se convirtió en la novia de Dhaxton Crusoe.

Dhaxton de nuevo... Primero Agnes de las cartas y luego Emma. Ambas chicas lo eligieron a él, y ambas han desaparecido.

—Claro que esto solo eran rumores que otros esparcieron —aclara, pero no luce demasiado convencido de que eran especulaciones del resto, y yo tampoco—. Por eso cuando desapareció todos los que fuimos sus amigos lo señalamos a él y Bellish. Intentamos apuntarlos como posibles responsables de su desaparición, hicimos ruido, protestas, colocamos carteles... Quisimos darle visibilidad para que las autoridades dejaran de creer que Emma había escapado. Pero consiguieron hacernos callar.

—¿Cómo?

—Amenazaron con denunciar a cada uno de los que estuvimos levantando supuestas calumnias contra ellos. Nos hablaron de las poderosas familias, del pastizal que gastaríamos en defensa, de los pagos que tendríamos que hacer. Al principio nos opusimos, nos hacíamos llamar La voz de Emma, no podíamos dejarla ir por amenazas. Pero cuando las denuncias comenzaron a llegar, nos dimos cuenta de que no éramos tan unidos y poderosos. Así que, todos tuvimos que pedir una segunda conciliación y llegamos a un acuerdo con los abogados: nos retratamos de nuestras acusaciones y firmamos un contrato de confidencialidad.

Suelta una risita nerviosa.

—El cual estoy rompiendo contigo. —Baja la cabeza avergonzado.

—¿Ella sigue desaparecida? —Me acerco más, procurando que nadie alrededor pueda escucharme, mucho menos el hombre de la mesa que sigue todos mis movimientos desde su lugar— ¿Nunca la volviste a ver?

—Luego de su desaparición la vi una vez, nada más. Nos juntamos a hablar.

Su respuesta me relaja un poco.

—Se veía mal, diferente, más oscura... sin vida. Respondía de manera automática, como un robot. Insistió en que se encontraba bien. Mentiras..., nada en ella se veía bien. —Sus puños se cierran con ira—. Pero ¿qué podía hacer? —Poco a poco alza la voz, llamando la atención. Intento callarlo sin conseguirlo— ¿Qué podía decirle más que insistirle que me contara qué estaba pasando? —Inspira hondo en busca de calma—. Volvió a desaparecer luego de ese día. Estoy igual que tú. —Sus ojos me confrontan—. Solo que con miedo e intentando no meterme en sus caminos.

Su desesperanza me asusta un poco.

—¿Sabes dónde puedo encontrar a Emma? Alguna pista, indicio... ¿Algo?

Niega con la cabeza.

—Ojalá lo supiera.

Esto es deprimente. Mientras más sé de Dhaxton y Seth y las chicas, más siento que me sumerjo en un pozo profundo de sucio petróleo que me hunde sin esperanza de conseguir respuestas claras. Lo único claro es que ellos han destrozado de alguna u otra forma a las chicas y que todas han desaparecido. Al menos lo de Emma me reconforta un poco; pues cabe la posibilidad de que no haya muerto.

Muerte.

Es una palabra demasiado extrema para ser usada, mas no la descarto.

—Agradezco la información que me has dado, Harold —digo para ponerle punto final a este encuentro­.

—Si consigues alguna información de su paradero, ya sabes dónde encontrarme.

—Y tú a mí.

Le sonrío para reconfortarlo. Debe ser duro hablar de Emma después de lo que pasó.

Me levanto de la butaca y avanzo entre las mesas. El hombre de la mesa se levanta cuando paso por su lado, lo que me motiva a querer salir lo más rápido posible del lugar.

—Audrey —le escucho decir mi nombre.

Volteo. El hombre está de pie, a unos pasos de mí. Su rostro, que ahora puedo ver con detalle, está rojo por el alcohol, su mirada cansada y abatida. No necesito preguntar cómo sabe mi nombre, pues logro reconocer quién es.

—Audrey, soy yo... —avanza.

Mis piernas tiemblan, mi pecho se acelera. Las imágenes violentas llegan a mí como recordatorios nauseabundos de por qué lo di por muerto. Los gritos de mamá... Sus insultos... El sonido de los golpes...

—Soy papá —Se coloca una mano en el pecho.

Otro paso.

Su mano hacia mí busca sostener mi mano.

Me aparto.

—Drey, por favor... —Camina hacia mí.

Raziel se le adelanta y lo empuja. No dice nada, su sola presencia le advierte que no avance más. A continuación, se dirige a mí, me acomoda el abrigo y pasa un brazo por mi espalda para llevarme a la salida.

La lluvia nos detiene. No podemos avanzar más.

¡Audrey! —chilla mi papá desde el interior del bar— Necesito hablar contigo...

—No me quiero quedar aquí —le suplico a Raziel.

—Corramos.

Es una propuesta razonable de no ser porque la lluvia ya no tiene piedad. Sujeta mi mano para correr por la calle y avanzar refugiándonos en algunos techos hasta llegar a un paradero.

—La persona de antes...

—Es mi padre, sí —me apresuro en decir—. No quiero hablar de él. Mejor voy a pedir un auto.

Saco mi celular. Pero mis dedos mojados y el cabello escurriendo agua no son de ayuda.

—Pide el auto en mi departamento.

Miro la pantalla de mi celular. Las gotas esparcidas distorsionan la imagen, y por más que trate de limpiarla, solo lo empeoro más. No me queda de otra que aceptar.

Cogidos de la mano corremos a través de la lluvia hasta llegar al enorme edificio. Entramos ensuciando la entrada y subimos al escaleras llenándolas de lodo. Adentro hay un olor a humedad que inunda mis fosas nasales y me insiste en apresurarme. En el departamento, este olor no cambia demasiado.

—¿Quieres algo de beber? —me ofrece Raziel observándome de pies a cabeza.

Tengo el abrigo y el cabello mojado, mis botas sucias y todo mi cuerpo tiembla por el frío.

—Un té no me vendría mal —respondo tratando de que la voz no me tiemble.

Raziel entra a la cocina, pero luego vuelve a la sala con un canasto de plástico para meter ropa.

—Mete aquí tu abrigo. —Deja la canasta frente a mí para dirigirse hacia una estufa eléctrica—. Te traeré una toalla.

Me quito el abrigo en cuanto se mete al baño. Quisiera quitarme las botas para colocar mis pies muy cerca del calentador, pero lo veo imposible.

—Aquí tienes. —Me entrega una toalla de mano. Raziel lleva una sobre la cabeza y procede a secarse también.

—Gracias.

Y en ese «gracias» quedamos.

El silencio se profundiza, entra a mi psiquis y me invita a querer hablar para no martirizarme más.

—Voy a pedir el auto —aviso, aunque no sea necesario.

Abro la aplicación y lo pido. Pero por el mal clima son pocos los que andan cerca. Selecciono a uno y este me manda un mensaje diciendo que tardará.

¿Y si le pido a Raziel quedarme?

Lo miro indagando más en esa posibilidad. Él está de espalda, ocupado con su cabello oscuro. Entonces me percato que se ha quitado su abrigo y solo lleva una playera negra metida dentro de sus pantalones.

¿Es que no tiene frío?

—Espera el auto mientras tomas tu té —me dice, señalando con su cabeza la cocina.

Su cocina es un poco más pequeña que la sala; es blanca con azulejos verdosos y blancos. El olor a humedad también invade aquí, pero no se percibe tanto. En su pequeña y cuadrada mesa ahora está junto a una ventana mediana que da hacia el gris exterior, y las dos sillas se enfrentan a cada lado de la mesa. Viéndolo desde una perspectiva artística, sería un cuadro perfecto.

Me siento en una de las sillas y contemplo la ventana hasta que Raziel deja mi té sobre la mesa.

—¿Qué conseguiste del chico? —pregunta sentándose en la otra silla.

—No mucho. —Me tomo un tiempo para endulzar el té y darle el primer sorbo. Que lo dulce me quite la amargura del encuentro con mi padre—. Dijo que Emma era una buena chica hasta que se relacionó con Dhaxton y Seth, que cambió como ocurrió con Agnes.

—¿Y qué más?

Coloco mis manos alrededor de la taza para calentarlas.

—Que un día desapareció y él con sus amigos trataron de buscarla...

—Eso todos lo saben —interrumpe algo cabreado.

—Pero que luego amenazaron con demandarlos y les hicieron firmar un acuerdo de confidencialidad...

Un momento.

Aquí hay algo extraño.

Frunzo el ceño y lo encaro.

—¿Qué ocurre?

—Todas las personas cercanas a sus víctimas han firmado un contrato de confidencialidad para no hablar de Dhaxton y Seth. Pasó con Harold, pasó con Vivian después del suceso en el club... y supongo que pasó con la familia de Agnes... Tu Agnes —aclaro.

Su mirada se ensombrece.

—¿Qué insinúas?

—Me parece curioso que no lo hayan hecho contigo. —No le quito los ojos de encima—. Al igual que tú, Dhaxton y Seth tienen ojos por toda la academia, y fuera de esta supongo que también. Esto es algo que tú y yo hemos confirmado. ¿Cómo es que no te han pillado? ¿Cómo es posible que jamás hayan descubierto quién eres?

—Lo hicieron. De nombre.

Aparto las manos de mi taza.

—¿Cómo que de nombre?

Inspira hondo y baja la cabeza. Su perfil casi metido en el café.

—No me llamo Raziel Elm —confiesa, bajando la voz—. Mi verdadero nombre es Viktor Holland.

Me inclino hacia atrás, para alejarme de él. Siento que esta mentira es una especie de traición, parte de un engaño que me hace ver mal.

—Voy a contarte todo —toma mi mano antes de que tuviera la idea de alejarme más—. Pero necesito que prometas que guardarás silencio. Jamás pronuncies mi verdadero nombre.

La mirada franca y su voz buscan una conciliación.

—Muy bien —vuelvo a acomodarme—. Te escucharé.

—Después de lo que ocurrió con Agnes en el club, mis padres fueron visitados por cuatro hombres; dos imbéciles de aspecto intimidante y dos abogados de etiqueta. Buscaban silenciarlos. Mis padres firmaron, pero como yo ya me había apartado de ellos, no lograron encontrarme. Para ese momento sabía perfectamente qué le habían hecho a Agnes, sobre la humillación que pasó, así que me propuse buscar respuestas... Todo lo que hacía era bajo mi nombre real, pero estos imbéciles olieron que algo tramaba y empezaron a sospechar. Como no podía poner en riesgo a mis padres, decidí cambiar mi nombre, mi aspecto... empezar una vida como Raziel Elm y dejar de lado el nombre de Viktor.

—¿Lo hiciste de manera legal?

Se ríe.

—Por supuesto que no. Por eso ahora debo un montón de dinero. ¿Por qué crees que tengo dos trabajos?

—Dudo que estés juntando para unas vacaciones soñadas —suelto con sarcasmo.

—No junto dinero, lo pago.

—Pero... ¿cómo es que seguiste trabajando en la academia si te cambiaste el nombre? Es decir, no pudiste llegar diciendo «hey, me cambié el nombre» de un día a otro.

—Mi nuevo aspecto ayudó con ello. Antes era rubio, más delgado, menos trabajado.

Si todavía no puedo digerir que Raziel en realidad se llama Viktor, jamás podré superar que Raziel era rubio.

—¿Me estás tomando el pelo?

—No estoy para juegos.

Al parecer no.

No, claro que no. ¿Por qué mentiría?

—Esto es tan extraño... Lo que hiciste y lo que dejaste de hacer, todo eso y más, lo estás haciendo por venganza.

—Agnes lo vale —afirma levantando levemente el mentón, con orgullo, con seguridad. Raziel luce tan firme sobre lo que quiere conseguir que es casi inspirador—. Voy a conseguir destapar a cada uno de esos malditos —farfulla con real desprecio hacia Dhaxton y Seth.

—Es una lástima que Seth te haya descubierto.

—Estoy bien con eso mientras crea que vamos en serio —le da un largo sorbo a su café. Yo lo imito sin despegar mis ojos de él. Sigo tratando de imaginarlo rubio, no puedo superarlo—. Hagamos algo antes de que llegue tu auto.

Aleja la taza, se levanta de la silla y acomoda su silla de manera tal que el respaldo choca con el marco de la ventana.

—Démosles algo de qué hablar. Ponte de pie.

Se sienta, echa su cuerpo hacia atrás y con una mano le da dos palmadas a su muslo.

—Siéntate.

Sus piernas se ven firmes y su jeans negro no deja demasiado para la imaginación. La hebilla de su cinturón desprende un modesto destello con la luz de la habitación. Fijarme en esto es un peligro para mi estabilidad, porque más abajo...

No, no, no.

No pienses demasiado.

Es hacerte una foto y ya.

Camino hasta quedar frente a él. Sus ojos azules han cambiado de color; ahora son oscuros, lobunos y maliciosos. Está serio, paciente, luciendo como si tuviera todo bajo control.

¿Acaso soy la única aquí a la que el corazón le late a mil por segundo?

Estoy tan ansiosa que no me he dado cuenta cuando empecé a acariciarme el cabello, que mis manos están húmedas de nuevo. A modo de preparación lo agarro todo y lo hago a un lado, dejando parte de mi cuello expuesto.

Coloco las piernas al costado de la silla, me acerco sin tocar sus piernas y me siento con delicadeza procurando no ejercer mucho peso. Fue fácil la primera vez en la azotea, pero ahora siento que todo ha cambiado. Lo siento más peligroso, más incorrecto. Lo peor de esto es que entiendo por qué me siento así. Hemos roto una barrera que nos deja expuestos.

Coloco una mano en su hombro para afirmarme, y él reposa sus manos en mis cintura mientas acomoda las piernas bajo mi trasero. La nueva posición de sus piernas deja expuesto algo duro bajo mi pierna derecha. Intento mover mi pierna, pero sigue ahí.

—Permíteme.

Mete su mano bajo mi pierna, a su bolsillo, y saca su celular.

Con que eso era...

—Abrázame —me indica, enderezando la espalda.

Obedezco.

Mi respiración confronta la suya. Mi mentón guarda reposo en su ancho hombro. Su playera negra es suave y huele bien.

Raziel se acomoda en el lado visible de mi cuello. Su aliento caliente es lo que necesitaba sobre mi piel que ya comenzaba a enfriarse. Levanta el brazo y toma la fotografía.

—Nada mal —dice al verla.

La fotografía se ve como la de una pareja, con su boca a escasos centímetros de tocar la piel de mi cuello, de ahí a que su aliento cosquilleara. La curva del cuello es uno de los lugares de mi cuerpo más sensibles, el que hace que me estremezca con lo mínimo.

—Ahora es tu turno. —Deja su celular sobre la mesa.

Volvemos a apegarnos. Apoyo la barbilla en su hombro, inclino la cabeza hacia la suya y sonrío. La selfie queda algo corrida, por lo que me tomo el tiempo de sacar varias más.

—Ya está —se las enseño.

—Ponla como fondo de pantalla. Yo haré lo mismo con la que saqué, en caso de que Seth quiera entrometerse en mi celular.

Hago un puchero.

—Voy a tener que quitar la foto de Francis —refunfuño.

—¿Francis? —Enarca una ceja.

—Mi gato. —Regreso a la página de inicio y se lo enseño.

Al verlo, Raziel sonríe y parece que se echará a reír, pues suelta una escuálida carcajada que queda en nada cuando cruzamos miradas. La carga en el ambiente regresa, el deseo de querer decir algo pero no conseguirlo se vuelve un martirio.

Esta cercanía, este trecho que va desapareciendo, este singular silencio entre nosotros ya lo conozco.

—Ya puedes levantarte —pronuncia en un tono bajo, que no es demandante.

—¿Este es un ambiente?

Miro sus labios.

—¿Qué dices...?

—Te pregunto... —estamos más cerca— si este es el ambiente propiciado... —más y más cerca— para seducir a alguien, Viktor... —mis ojos se cierran y mis labios rozan los suyos.

Es él quien completa la acción.

Una probadita que se va transformando en una explosión de sabores.

Pero la imagen de Camille me regresa a la realidad: lo que estamos haciendo está mal.

—Espera. —Lo empujo tan fuerte que su espalda golpea el respaldo de la silla. Frunce el ceño tanto que tengo la leve impresión de que acabo de arruinar esta y todas sus noches— Camille... —pronuncio con cierta vergüenza y lástima— ¿Qué pasará con ella? Lo que hicimos que acabamos de hacer...

—Hemos terminado.

Espera ¿qué?

—¿Cuándo?

—Después de la fiesta de Halloween —responde con seguridad.

Raziel es difícil de leer porque siempre está serio, por eso me es casi imposible distinguir si dice la verdad o miente.

Espero que sea lo primero.

—¿Por qué?

Aplana los labios, fastidiado.

—Haces muchas preguntas.

Impide que hable más con otro beso.

Lo empujo otra vez.

—No intentes esquivarlas con un beso —le regaño agitada.

—No lo hago, solo quiero besarte. —Su mirada encuentra un nuevo objetivo—. Tengo la vía libre para hacerlo —pronuncia contra mi cuello. Besa la piel con cuidado, como si oliera el delicioso aroma de una rosa—, y sin una pizca de remordimiento.

Cierro los ojos como reacción a otro beso, uno que succiona la piel con suavidad.

Sus besos en mi cuello se sienten deliciosos.

Me estremecen.

Me provocan un escalofrío delicioso.

Me inducen en el deseo de experimentar todo lo que tiene por enseñarme.

Siento la necesidad de tocarlo. Quiero saber cómo se siente tocar su piel.

Lo rodeo y saco la playera de sus pantalones para acariciar su espalda.

Su espalda es suave, lisa y está caliente. Se estremece al tocarlo, la hendidura que marca su columna se endereza. que se remueva por mi tacto me causa un empoderamiento que incita a desafiar los límites de lo permitido. Me hace saber que los dos estamos disfrutando de esto.

—¿Esto también es una prueba? —bromeo.

Deja mi cuello descubierto para observarme.

—Hoy seré tu profesor. —Atrapa mi cintura y me acerca a él—. Voy a enseñarte cómo poner caliente a un hombre. ¿Alguna vez te has tocado?

El calor sube a mis mejillas.

—¿Qué pregunta es esa? —intento no titubear, pero la voz que emito es entrecortada y llena de altibajos.

—Veo que la respuesta es «sí».

Me muerdo el labio y asiento.

Decirle a Seth fue más sencillo porque estaba molesta con él, esto es completamente diferente.

—No tienes que avergonzarte por ello, es algo natural... Que tu cuerpo necesita y aprecia. Te ayuda a conocerte en otro ámbito.

Vuelve a besarme. Sus manos acarician mi cintura. Al separarnos, muerde mi labio.

—Tócate —murmura contra él—. Quiero que te toques sobre mí.




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Aquí se viene lo chidooo 7u7

¿Cómo están, mis jamoncitos beioz? Espero que esten superhipermega bien, y si no, les mando mi amorsh y buenas vibras para que todo mejor ~~

Hoy vengo a animarlos con un nuevo capítulo <3 Espero que les haya gustado.

Esta es la primera parte, ¿quieren la siguiente parte?

¿Shí?

¿No?

¿Quieres que deje de cortar los capítulos en las escenas más interesantes?

Pues les digo que jamás lo haré >:D Así que se aguantan! muajajaja

Hablemos un poquito de lo que pasó...

¿Raziel rubio?

¿Viktor?

¿KHA?

¿Esperaban que en realidad no se llamara Raziel Elm?

¿Esperaban ese final de capítulo?

Yo tengo la mitad de la siguiente parte escrita, así que hagamos algo 7u7
Ustedes llenan de amorsh este capítulo con votos y muuuchos comentarios y yo les traigo el siguiente capítulo lo más rápido que pueda :D  No dejaré un número exacto, eso lo dejaré a su criterio.

Eso sí, desde ya les digo que se afirmen el calzón.

En feeen, me voy a comersh.

Se las lavan <laf3

Y que tengan un buen inicio de semana.


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