3. Incidentes

Debía apresurarse. Las clases de gimnasia empezarían dentro de veinte minutos y ella era algo lenta para ese plazo. No se detuvo en observar que el baño de las mujeres lo habían cambiado del lado izquierdo al derecho. Debía ser cuestión de reestructura.

El vestidor se percibía un poco más sucio de lo normal. Los casilleros eran blancos en vez de rosas y no estaba el espejo acostumbrado para acicalarse.

—Esto está totalmente cambiado...bueno —exclamó encogiendo los hombros.

Daniela excusó no encontrar su taquilla por apuro y poca concentración y abrió una vacía. Se dispuso a desvestirse, bajando la cremallera de su vestido blanco con flores rosadas de melocotonero para descubrir una ropa interior estampada con rosas.

La puerta del baño se abrió cuando Daniela estaba en sujetador y bragas. Era un chico de pelo castaño todo sudoroso por el ejercicio.

—¿Joss, que haces aquí? Es el baño de mujeres.

Joss deslizó sus ojos de arriba hacia abajo estupefacto por el escenario. Sus manos temblaban al introducirlas en sus bolsillos. Había sacado su celular.

—¿Qué pretendes, idiota pervertido, voz de vieja?

—Sacarte una foto ¿No es obvio?

Daniela asustada asió la toalla y se envolvió en ella.

—¿Qué haces? Lo último que quiero es que te cubras. Quítatela.

Joss, a pesar de su esquelético y nada atractivo cuerpo, era un hombre, y arrebatarle la mitad de la toalla Daniela no fue tarea difícil. Los dos estudiantes luchaban por los intereses de cada uno y Daniela iba perdiendo.

—Rosas, qué tierno.

— ¡Suelta la toalla!

—Tienes una figura muy definida, Daniela. No debes ser virgen y te confieso que me encanta la idea.

—Aunque fueras el último hombre en este mundo...

—No creo. —Joss introdujo el celular en el bolsillo, para tocar la suave piel de la chica deslizando sus dedos hasta llegar a sus bragas, de las cuales empezó a tirar con lentitud hacia abajo.

—¡¿Qué haces?! Deja de tocarme. Eres asqueroso. —Daniela empujó a Joss y este casi pierde el equilibrio.

—Tú y yo haríamos una linda pareja. Sería un privilegio para ti tener un novio como yo, deberías aprovechar el momento. Soy guapo, inteligente y atlético.

—Me estoy dando cuenta de la verdadera utilidad de esta escuela. Tiene sus méritos por graduar a discapacitados físicos y mentales como tú ¿Acaso estás ciego? No te engañes que tu aspecto es más deprimente que tu necesidad de tocar y fotografiar a una chica sin su consentimiento. Y eso es mucho decir.

Joss arrugó sus facciones, sin esperar la respuesta.

—Bueno, hubiera querido hacer este momento más placentero, pero si tú no quieres emparejarte conmigo no hay nada que le podamos hacer a tu mal gusto. Prepárate.

Joss se abalanzó hacia ella y la estampó contra un diván de madera. El chico deslizaba su dedo índice por todo el abdomen de Tenshi, mientras su otra mano sujetaba las de Daniela, las cuales se encontraban arriba de su cabeza, oprimidas contra el diván. Ella estaba aterrorizada y no podía pedir auxilio porque él había cubierto su boca después de un efímero toqueteo. Tomaba fotos a su dorso mientras la miraba con lujuria.

—Tu piel no es nada comparable con la mía pero aun así no está mal. Créeme que después de esto te voy a hacer gustarme.

Joss la volteó con torpeza pero con cuidado de no descubrirle la boca. Incluso los pies de Tenshi estaban inmovilizados por el perturbado chico. Empezó a desabrochar el ajustador rosa con sus dientes pues sus manos estaban ocupadas. Sus movimientos eran desmañados y cada vez el hombro de Tenshi se embadurnaba más de saliva.

En su interior, pidió a Hikari que le aconsejara pero no contestaba. Sin embargo, recordó las palabras recientes de su rebelde compañera y decidió obedecerlas. Acopiando fuerzas y desembarazándose de la represión corporal de Joss, Daniela levantó el pie y asestó un buen golpe en la entrepierna.

El joven adolorido soltó a Tenshi de inmediato y se sentó en el suelo cubriéndose con las manos la zona del dolor.

Otro estudiante entró.
Daniela estaba a punto de alterar sus nervios cuando atisbó que esa persona era alguien, por desgracia, conocido.

—¿Daniela? —Agust la oteó para analizar con que personalidad se encontraba por su mirada y posición del cuerpo. Aunque también es entendible que la haya observado sin nada que pensar, porque estaba descubierta su ropa interior. Sus intenciones y pensamientos dependían de que identidad de su trastorno disociativo se estaba manifestando: Akashi o Agust—, ¡Oh, Daniela! ¿Qué es esto? ¿Un servicio gratis o qué?

Las pocas esperanzas de Daniela, al oír el comentario, murieron. Agust se acercó a ella sin vacilación y le arrebató con suma fuerza la toalla que Tenshi acababa de ponerse. Joss, convaleciente, preparaba la cámara.
Agust presenció el tirante del sujetador a punto de quitarse, los restos de saliva y el rubor intenso de la chica.

Pero en vez de lástima, lo que provocó fue que se acercara más que nunca a ella. Exhaló con intensidad para que Daniela sintiera el aire en su cara, tratando de imponerse como siempre.

Este avanzó unos pasos más hacia adelante, llegando a rozar sus manos contra los muslos de ella. La piel de la chica se erizó, y por alguna razón inexplicable, no estaba reprobando su actitud ni golpeándolo.

Eso haría Hikari.
Joss tomaba fotos más comprometedoras de lo esperado, pero no dejaba de hacerlo. Ese comportamiento perverso lo hubiese reprobado (aunque no hubiese hecho mucho para impedirlo) si no estuviera absorta en su situación. « ¿Qué intentaba hacer Suga?», pensó pronunciando para sí el sobrenombre del chico en su niñez, por la dulzura de su alma y buenos sentimientos que ya no eran visibles.

El chico volteó la espalda hacia Joss.

—Te daré las fotos que quieras pero necesito que salgas y dejes el celular. Yo mismo se las tiraré, por supuesto, sin incluirme.

Joss caviló por un tiempo antes de acceder, lo cual no era muy difícil puesto que él tenía el físico del chico más popular del Instituto. Había perdido su "oportunidad" con una chica, pero sino concedía el deseo de Agust su futuro sería peor. La puerta del vestidor se cerró. Los dejó solos.

Él seguía avanzando y Daniela, petrificada, retrocedía. Por más recia que tuviera la mirada la joven, Agust logró ablandársela coincidiendo sus ojos con los de ella con gran penetración. La situación era muy incómoda.

—Ahh. —Suspiró con suavidad mientras se sujetaba la toalla. Chocó contra la taquilla con Agust delante como barrera.

—Las cosas que tengo que hacer. —El joven apoyó todo su antebrazo derecho en la puerta del casillero, justo al lado de la cabeza de Daniela, situando su rostro demasiado cerca—...para ayudarte. No-te-lo-me-re-ces —dijo dividiendo en sílabas la frase, intercalándolas con empujones del hombro izquierdo de la chica contra la taquilla.

Daniela arrancó la mano de Agust de su hombro con un fuerte gesto.

—Cada vez más me asombro de tu poca utilidad de estar vivo. ¡Estás apoyando a Joss! ¡¿Es en serio, Akashi?!

—Bueno, a mí también me asombra tu diferencia arrasadora con Hikari. ¿Eres estúpida? Primero, ni siquiera intentaste huir o pedir auxilio; segundo, no soy Akashi, soy Agust.
Daniela se estaba quedando más atónita que en el inicio. Si era Agust ¿porque se comportó como Akashi?

—No me lo trago. La irracional necesidad de imponer es característica de Akashi.

—Tus neuronas parecen afectadas. Tuve que fingir que era Akashi pues él es el chico popular.

Aun así Daniela sintió su actuación muy real. Agust era de los dos, el más reservado y misterioso.
El chico clavó sus ojos en Daniela. Los movía como queriendo analizarla, escapándosele un suspiro.

—Akashi me contó lo del lodo, ya que cuando "surgí" tenía que hacer la tarea sucia —expresó para cambiar de asunto.

—¿Por qué?

—Necesitábamos que tu madre creyera tu coartada de que estabas en un lugar limpio y no sucia de lodo.
Agust tuvo que encargarse de bañarla y colocarle ropa limpia. Al menos, cuando Daniela se duchó por la mañana se percató de que su ropa interior era la misma de ayer.

—¡Qué! ¡¿Cómo te atreves?!Te estás tomando demasiadas atribuciones al respecto, Agust. No sabes las ganas que tengo de abofetearte. En primera; ¿por qué me aventaste hacia el lodo, imbécil?

—Lo que hagamos no es de tu incumbencia.

—Pero al parecer, mi vida si es de tu incumbencia porque desde que apareciste no han dejado de intoxicar mis pulmones. —Daniela estaba demasiado enrojecida para seguir hablando. Apretaba sus puños para cohibir sus impulsos. Pero no pudo contenerse.

Terminó arañando la cara de Agust, después de una ruidosa bofetada. No comprendió porque no había reaccionado así con Joss. Tal vez, Agust le proporcionó las fuerzas que necesitaba. Aunque Tenshi no lo admitiera, su vigor aparecía junto con el chico.

Agust no reaccionó ante el golpe.

—Cuídate y así no tengo que comportarme como mi compañero para salvarte. No me gusta. —Y dicho esto tiró el celular por la ventana y sin esperarlo, Daniela sintió como las manos de él tocaban su cintura y los labios su cuello.

Agust le infligió el efecto de un beso ruidoso, dejándole una marca escarlata en su piel. Acto seguido, golpeó su muslo con la palma de la mano hasta dejarle otra.

—Créeme que no fue de mi agrado hacerte esto, pero es necesario para que mi historia sea creíble.
Y con esa actitud de manipulador, el chico salió de la habitación sin ni siquiera mirarla o despedirse. Daniela hiperventilaba demasiado como para poder pensar. Sin duda, tenía una suerte de martes trece.

Sin esperar a calmarse, volvió a colocarse su uniforme, pues la clase de gimnasia ya estaba al acabar. Se atusó el cabello para que no pareciera haber vivido ciertos tipos de acontecimientos.

Se colocó sus anteojos carmesí y cerró la puerta. Caminando por el pasillo nadie la miró con reprobación, así que se convencía a imaginar que todo seguía en orden, empero, sus dudas seguían revoloteándole el pensamiento: ¿Cuál era el verdadero propósito del lodo? ¿Fue casual que Agust hubiera entrado al vestidor?

Algo era claro, le habían jugado una broma con la posición de los vestidores, y tal vez no poseía la determinación suficiente, pero cuando Hikari lo supiera los responsables iban a pagar.

Al limpiarse la boca con su antebrazo después de vomitar, a duras penas percibió un cartel puesto a lo lejos al lado derecho del callejón donde estaba.

Era el día de la moda, instaurado por las chicas del Instituto y Josefa la obligó a portar un vestido amarillo con zapatos a juego. Que ella se encontrara a la salida de la escuela en un callejón, había comenzado con la pérdida de sus libretas.

Las encontró en la biblioteca, simulando un camino hasta una habitación. Esta estaba llena de tuberías y de escaleras con aceite lubricante. Resbaló hasta caer en agua alcantarillada junto con las libretas. Su libreta de Mates estaba en una columna mohosa dentro de la habitación, por lo que valió la pena ensuciarse. Faltaba la de Química. Había una puerta de salida por lo que salió por allí en busca de ella.

Lo único que se encontró fueron grandes cestos verdes de basura y la parte trasera de la tienda de regalos que colindaba con el Instituto. Daniela se paseó por los alrededores cuando miró hacia atrás porque juró ver cajas que decían "material de escuela" puestas en la basura.

Daniela sacudió su cabeza, pues tenía una idea de dónde podía estar su libreta de Química. Por el cariz que estaban adquiriendo los acontecimientos era mejor husmearlo todo.

No pudo evitar separar basura putrefacta y nada placentera al tacto para descubrir su cuaderno de notas casi en el fondo. Se aseguró de que no hubiera nadie y entró en el bote. Salió dejando su vestido lleno de manchas de las tonalidades más extrañas. Abrió su libreta.

Dentro de ella provenía un olor horrible; en una página había una lámina de carne verde y viscosa. No le gustaba la carne y encontrarse eso le hizo vomitar su vestido, tiñéndolo de rosado oscuro por un licuado de fresa que había bebido.
Todos esos acontecimientos llevaron al anuncio puesto en el poste de electricidad:

Siempre existe algo peor

Era evidente que el mensaje estaba dirigido a ella pero no sabía que significaba.

Asustada infirió a lo que se refería el cartel.

«No puede ser. Eso no, por favor. Es lo único que he atesorado por tanto tiempo», dijo para sí. Daniela corría con el pecho agitado y los nervios a flor de piel.

Agilizó el paso con la fantasiosa convicción de que eso la ayudaría a solucionar su problema, lo cual resultó en una caída raspándose todas las rodillas.

En una esquina de la calle se encontraba un grupo de jóvenes de su escuela. Por su aspecto, no debían ser muy dedicados a sus estudios.

Vestían pantalones de mezclilla, en la parte superior las mujeres llevaban topes transparentes y chaqueta con muchas rasgaduras, que las parecía ver pordioseras a los ojos de Daniela, pero era algo que se concebía como "moderno". Los varones tenían calado un gorro gris o negro y unos guantes con adornos metálicos.

—Ahí está —gritó el líder del grupo.
Al unísono, todos se dirigieron hacia ella corriendo con el propósito de convertir aún más el día de Daniela en uno de intensas emociones.

Tenshi apoyó las palmas en el polvoriento suelo de la calle y empujándose hacia arriba, comenzó a correr con torpeza por el dolor en sus rodillas. Su corazón sentía rabia e impotencia, porque de modo inexplicable, le sucedían los acontecimientos más dañinos en esos últimos días.

Se escuchó una salpicadura proveniente de la espalda de Tenshi. Indignada, puesto que no lo toleraba más, se volteó y con las manos cruzadas esperó a que los chicos se acercaran. Tuvo que utilizar sus puños (a veces no con mucha efectividad) en varias ocasiones, para esquivar las bolsas de agua que le aventaban los otros; una acción no muy exitosa.

El líder del grupo, en tono burlón, decidió explicarle como eran las reglas del juego.

—Leíste el cartel, ¿verdad? Entonces, deberás revisar en cada bolsa de agua —dijo elevando y atrapando repetidamente una bolsa en tono autoritario.

—¿Quién ha orquestado todo esto? —preguntó Daniela enfurecida. El chico no respondió y lo que recibió Tenshi a cambio fue un globo de agua directo a su pecho.

—Te hice una reclamación bien clara: ¿Quién? —El silencio siguió abundando el sitio.

Daniela comprendió que debía dejarse empapar por el grupo, porque además de que no responderían sus preguntas, el collar debía estar en una de las bolsas. Muy dentro de ella, una voz le decía que desechara la idea de la humillación absoluta, pero Daniela no sabía cómo seguir el consejo de Hikari.

Por lo que terminó con varios golpes en la cara, hasta que un sonido semejante a una moneda chocando contra el cemento se escuchó.
Molestada por un grupo de chicos descarriados, se agachó con los ojos entreabiertos por el gran contenido de agua en su rostro que se derramaba.

Agarró un collar con un diamante de color lila atado a un cordel fino de cachemira. El adorno parecía sencillo, por lo que se deducía que para ser tan valioso debía tener un alto contenido sentimental.

Entre risas y palmadas estruendosas los chicos se alejaron de Tenshi con su propósito completo. El día de bromas ya culminó, pero lo que vendría a continuación la heriría de verdad. La casi violación por parte de Joss, sus libretas en la basura y su apariencia empapada de lodo no eran acontecimientos comparables puesto que estos llegaban a la vida de las personas para fortalecerlas, pero muy pocas veces los sucesos debilitaban y volvían vulnerables.

Esos eran los que entristecían hasta la médula, los que herían a profundidad.
Daniela se escondió detrás de un muro respirando más de lo habitual. Agust caminaba por la calle sin cara amistosa. No sabía porque se ocultaba pero tenía un mal presentimiento. Todo fue en vano, Agust la había visto.

—¿Qué quieres? —preguntó cuándo él inmóvil estaba al frente suyo.

Parecía alterado. Y no para discutir con ella como siempre. Lo que sentía era verdadero. Daba miedo.

—Encontré el collar en el aula. Tirado como una basura. —Cada palabra de Agust resonaba en el lugar.

La piel de Daniela se erizó y su corazón empezó a latir en demasía.

—No pu..puede ser.

Su semblante cambió por completo. El tema era muy grave para comportarse con él irasciblemente, porque no tendría justificación. El que parecía enfurecerse de verdad era Agust.
Daniela revisó el collar que tenía en su posesión y percibió que el número de edición que llevaba detrás era inmenso. Su verdadero collar fue la primera edición que se vendió. La habían engañado.

—No puedo creer que después de este tiempo te hayas vuelto tan cruel.

—Me han jugado una broma. No tienes derecho a acusarme —dijo Daniela convencida de su inocencia.

—Deja de culpar y quejarte por todo lo que te rodea. Debiste cuidarlo más. Eres tú, no los demás, la que naciste defectuosa.

El aire se empezaba a concentrar. El ambiente se volvía más denso.

—No me ofendas. Todos cometemos errores. Es que ni siquiera fui yo la que me lo compré. Fue un niñato quien hizo un regalo que pidió que atesoraran para después tratar a la chica como una basura.

Daniela pretendía entablar como siempre sus típicas conversaciones ásperas pero con un lenguaje no muy directo que alejaba de herir al interlocutor. Pero Agust ya estaba herido y esta vez no le seguiría la corriente a Daniela en su juego superficial.

—Ese niño intentaba protegerla de su debilidad. La chica nació susceptible y si no hacía algo para endurecerla ella terminaría muriéndose en vida.

Daniela no esperó una respuesta tan directa. Empezó a molestarse, pero no porque tenía al frente un chico que en el pasado la quería y ahora la ofendía. Sino que sus ofensas no eran del todo mentira; los sentimientos por Agust, los cuales se negaba a aceptar, eran suficientes para hacerla deprimir por un buen tiempo, si este se iba de su lado.

En todo este tiempo, muchas intenciones ocultas han subyacido en las conversaciones y encuentros entre los dos jóvenes.

—La chica no necesitaba que nadie le enseñara lecciones de vida ni la educara para hacerla más fuerte y menos todo eso de un niño. Necesitaba la verdad que ahora sigue sin conocer —afirmó Tenshi.

—La chica me dañaba...Tus padres aceptaban tu fallo biológico, pero mis padres se rehusaban a aceptar el mío y por eso me alejaron para que no me viera influenciado de una dañada...El chico decidió, de alguna forma romper todos los lazos antes de irse. —Y a esto se refiere con una discusión súper fuerte y sin sentido—. Así su rehabilitación en otro país estaría exenta de cosas que quisieran estropearla.

—Eres un estúpido. No debiste...

—Sí, soy un estúpido —la interrumpió— por abrirme a ti. Por interactuar contigo. Por querer ser tu amigo. Ahora sé que no vale la pena. Eras falsa desde siempre. Pensé que tus discusiones anteriores conmigo solo eran puro teatro. Me equivoqué.

—A decir verdad, aunque tu presencia me incomodaba porque recordaba cierto acontecimiento de nuestro pasado, sentía cierto tipo de familiaridad en ti, pero no porque lucías como tú, sino que te comportabas como tú. —dijo Daniela tratando de hacer cumplido a duras penas, demostrando que cuando lo vio se alegró en el fondo aunque no lo expresara así.

Aun así, la chica quería explotar porque su orgullo le impedía hablar lo que se necesitaba para amainar la tormenta y sin querer la empeoró.

—No estás hablando nada relevante. ¿Qué te pasa, lengua afilada? ¿Percibiste que voy en serio? Tus acusaciones poco fundamentadas de que tus pulmones se intoxicaban y que yo era patético me divertían de sobremanera. Me gustaba acercarme a ti y así siguieras demostrando tus patéticos argumentos.

Daniela se había quedado sin palabras. Poco a poco, Tenshi iba percibiendo que los comentarios de Agust eran muy consecuentes. Poco a poco, Daniela se sentía influenciada de las palabras del chico. Algo que nunca le había sucedido.

—Lo siento —dijo Daniela a secas.
Agust la agarró del cuello de su vestido y tirando de él la estampó contra un muro, sin tanta rudeza pero con un mensaje bien claro.

—Si crees que un "lo siento" será suficiente estás muy errada. Tu cinismo me impresiona. Nunca creí que llegaras al punto de despreciarme de esa manera... Fuimos muy cercanos desde pequeños, mi mundo, mi compañera eras tú. Ni en la locura y el descontrol de mi enfermedad tuve intenciones de hacerte daño. Me acostumbré a tu compañía y ahora me doy cuenta que nunca debí abrirme. Sinceramente, que hayas sido tan despreocupada por el único objeto que recuerda nuestra conexión solo señala que mi relación contigo es endeble.

Algo que nunca se contempló en el chico pasó ese día. Su mirada se entristeció. Su voz grave se resquebrajaba. Estaba dolido de verdad. Lo único que no cambiaba eran sus fieras cejas, dando a su rostro una extraña mezcla de tristeza, ira y arrepentimiento por conocerla.

—Agust...cuantas veces voy a repetírtelo. ¿Estás sordo? —alzó un poco el tono de la voz—, no pude evitar el incidente. No tergiverses más las cosas. Nunca consideré el collar como algo sin importancia.
Pero, al parecer, Agust ignoraba sus palabras.

—No te mereces, una vez más, que me involucre en tu vida. Lo único que haces es olvidar que alguna vez fui alguien especial y solamente me usas para pasar el tiempo. Nunca debí dudar de mis sospechas... No vales lo suficiente como para que alguien se preocupe por ti y menos que te quiera.

Auch; esas palabras hirieron a Tenshi, que sin ganas de seguir discutiendo trataba de calmarlo. Sentía como su interior se entristecía y su nariz se inundaba de agua.

—Pero Agust...

—No pienso escuchar tus excusas ni prestarle importancia a lo que digas...

—La vulnerable no soy yo si eso es lo que crees. Si por un collar te pones así, discusiones más fuertes te harán odiarme. Ya te dije que lo siento —reiteró Tenshi.

—¿Quién dijo que no te odio? Has traicionado mi confianza. Me has herido y eso me produce una rabia que no cabe dentro de mí...desaparécete. No quiero verte.

Una flecha atravesó el vestido de Daniela para herir su pecho. Esa fue la sensación al escucharlo.

Ella permitía que la caracterizaran como ácida, pesada, hasta dañada pero no como falsa, egoísta e hipócrita y menos viniendo de él. Lo más insoportable del momento era el rostro de asco que expresaba Agust.
Nunca antes las ofensas de la personas le conmovieron un ápice.

Pero él no era cualquier persona. Era el único que consideraba verdadero en toda una ciudad inmunda. Desde pequeña le jugaban bromas por envidia u odio y Agust se arriesgaba en cada ocasión para cubrirla con su cuerpo y recibir los balazos. Pero ahora estaba sola. Ella sola contra el mundo lo consideraba una tarea imposible. Se sentía débil e indefensa y no le gustaba.

Agust se fue de su lado sin dirigirle la mirada, llevándose el collar envuelto en su puño. Pateó un bote de basura entre bufidos, antes de perderse de vista. Era alguien colérico pero poseía buenos sentimientos y al ser herido se volvía muy sensible. Y es por eso que se fue cuanto antes para que no lo vieran llorar.

Pero Daniela no se ocultaría como él. Se sentó en el suelo deslizando su espalda contra el muro y se cubrió los ojos con las palmas. No deseaba llorar pero era demasiado tarde. Gotas de dolor y sal discurrían por sus mejillas y aunque pocas, llevaban un gran significado. Agust era una persona especial para ella. Cuando alguien así hería como lo hizo, después de desarrollarse una confianza de siete años, se sentía un dolor incalculable.
«Nunca pensé que se pondría así... debo reconocer que yo también me equivoqué...», pensó aspirando por la nariz para contener el producto de su tristeza. «Lo quiero más de lo que creía».

—¿Qué he hecho? —murmuró apoyando su cabeza entre sus piernas dobladas.

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