61. Verdad (Agustín)
Me siento cansado, llevo días sin dormir bien, me cuesta conciliar el sueño porque mi mente parece un hervidero de ideas desordenadas, y cuando al fin lo logro, me despierto a cada rato con sueños recurrentes que me dejan inquieto.
Por este lado del mundo el invierno está empezando, y todo eso me recuerda a Sofy. No tiene mucho sentido, pero en realidad cualquier cosa siempre me recuerda a ella y me pregunto cómo estará, si acaso pensará en mí tanto como yo en ella, si seguirá con él. Luego veo a Malena dormir plácidamente a mi lado.
El tiempo se me escapa entre los dedos y la idea de la boda se hace cada vez más tangible. No puedo creer que un día lo deseara, que quisiera unirme a ella para siempre. Siento que me agobio y que no puedo respirar, necesito terminar esto, pero no encuentro el valor, el momento ni la manera de hacerlo. Vuelvo a sentirme la mala persona que era antes del accidente, el mentiroso, aquel al que no le importaba nada más que su propio ombligo.
¿De qué me ha servido todo lo vivido si no he logrado aprender nada? ¿Acaso es tan imposible vencer la balanza hacia el lado bueno sin que siempre acabe por tirarme hacia el lado malo? ¿Es tan difícil cambiar?
Malena aparece en el umbral y me mira con algo parecido a la resignación, desde que llegué de Italia me he portado mal con ella, no, qué va, incluso desde antes, desde que me encontré con Sofy, pero en aquel momento lo disimulé un poco más y le eché la culpa a un trabajo y a un proyecto grande que tenía. Pero ahora ya no puedo, estoy enfadado conmigo mismo, con ella, con la vida, con la injusticia.
—No te desperté porque parecía que no habías pasado una buena noche —susurra.
—Sí, pesadillas... ya sabes —respondo distante. No quiero lastimarla, pero no logro comprenderme.
—Te ves cansado, deberías tomarte unas vacaciones...
—Ya... —respondo apenas.
Ella suspira y se acerca a mí, se sienta de espaldas en la cama y pierde la vista en la ventana.
—Soñaste con Sofía. —No es una pregunta, es una afirmación—. Otra vez... —agrega.
—¿Por qué lo dices? —inquiero para darme tiempo a encontrar una respuesta adecuada.
—Porque has dicho su nombre en sueños —suspira—. Otra vez...
—Lo siento, no puedo manejar lo que sueño —respondo con aspereza.
—Pero puedes manejar lo que haces cuando estás despierto —dice y yo no contesto, no sé qué decirle ni a qué se refiere—. ¿Por qué no vas a verla? —pregunta.
—¿Qué demonios? ¡Ya fui! —exclamo alterado—. ¿No lo recuerdas?
—Sí, pero al parecer no has terminado esa historia... ¿o sí? —inquiere y me mira con intensidad y dolor, pero también hay ironía en su mirada, como si pudiera verme tras la máscara que me he puesto últimamente.
No puedo ni quiero mentirle.
—Me lo tuviste que haber dicho antes —respondo sacándome de una vez esa espina.
Es la primera vez que hablamos de esto, traté de comprenderla desde el inicio, pero el enfado ha crecido y ahora apenas logro evitar que explote en mi interior.
—Lo sé, ha sido un error —añade y el dolor se hace más visible en sus ojos al tiempo que vuelve a perder la vista en la ventanilla. Es un día fresco y aunque aquí el invierno está iniciando, ahora más que nunca solo logro recordar aquel verano, en estas fechas, en aquel pueblito, mi cuerpo en el hospital y yo con ella.
—Lo siento... —me disculpo.
—No lo sientas, tienes razón al enfadarte. No tenía derecho a callar aquello, pero tampoco sabía qué hacer o qué decir, Agustín. Lo único que supe era que ella y tú tuvieron algo, jamás comprendí la magnitud de esa relación. Te trajimos aquí y cuando despertaste el médico pidió que dejáramos que fueras recuperando tus recuerdos solo... Tú nunca hablaste de ella, yo de verdad esperaba que lo hicieras, y cuando sucediera le mandaría un mensaje... pero no lo hiciste y el tiempo pasó... y lo nuestro parecía ir bien... Fui egoísta.
Hago silencio e intento comprenderla. Es probable que si en aquella época me hubiese dicho algo no le hubiese creído, y tampoco podía viajar, me estaba recuperando... Y no iba a recordar a Sofy de todas maneras, porque no lo hice cuando ella la mencionó, ni siquiera cuando la vi... lo que desató mis recuerdos fue comprender que ella veía espíritus...
No tenía sentido, jamás hubiese creído que algo así fuera posible si solo me lo hubieran dicho.
—No es tu culpa —susurro, porque de verdad lo pienso. Estoy enfadado, y solo remato por ella mi rabia y mi dolor por no haber sido yo el que jamás la olvido, por no haberla buscado antes, por haberla hecho sufrir, por haberle dado ilusiones a Malena.
—Cuando te lo dije —susurra y me mira con dolor—, cuando te mencioné de su existencia, sabía que podía perderte... por eso te dije que cuando volvieras hablaríamos de la boda.
—Lo sé... —Recuerdo que regresé y ella me esperó en el aeropuerto, la miré y le dije que me casaría con ella, Malena sonrió y me envolvió con sus brazos. ¿Por qué lo hice? Porque la historia con Sofía me parecía una locura, algo que no sería real por más que quisiera, porque habían pasado años, porque yo ya no era el mismo, porque ella tampoco lo era, porque estábamos en pareja con otras personas, porque no quería hacer daño... Pero ahora... ahora no sé si casarme con Malena es una buena opción, incluso aunque no termine corriendo junto a Sofía.
—¿Sigues pensándolo? ¿Sigues queriendo casarte conmigo?
No puedo responder.
—Dímelo, sé sincero... —pide con la voz cargada de angustia.
—La boda está prácticamente lista —susurro.
—No es eso lo que te pregunté...
—No lo sé, Malena, estoy confundido...
—¿Qué ha cambiado? —inquiere y una lágrima se resbala por su mejilla.
Quisiera decirle que todo, pero en realidad no lo sé con claridad.
—No lo sé... La primera vez fue como ya te conté, nos vimos, ella me recordó lo sucedido y nos despedimos, pero me la encontré en Italia hace poco... —comento y Malena levanta las cejas con curiosidad y sorpresa.
—No me lo dijiste...
—Porque no tenía sentido —admito.
—¿Pasó algo con ella? —inquiere con temor.
—No, al menos no si te refieres a un beso o a algo físico...
—¿Entonces? —pregunta y suspira.
—No lo sé, Malena, no sabría decirte, pero estoy por volverme loco y no puedo seguir callándolo. Tú eres la única persona con la que hablo de lo que me pasa en realidad, más allá de lo que tenemos has sido mi amiga siempre... Sé que no es justo, nada lo es... pero estoy tan confundido.
—Explícamelo.
—No quiero dañarte.
—No lo harás, o si lo haces será bajo mi responsabilidad, necesito entenderlo —susurra.
Lo pienso y termino por asentir, tiene derecho a saber la verdad.
—No ha pasado nada físico, yo no sabía que ella estaba allá, nos encontramos de casualidad. Decidimos compartir un par de días y luego volver a despedirnos, pero estar con ella es... no puedo describirlo, es intenso y siento que...
—Que quieres probar hasta donde llegas con ella... —suspira con resignación, como si ya supiera la respuesta.
—No lo sé...
—Sí lo sabes, Agustín, yo también lo sé. Te conozco, sé que te pasas pensando en ella, sé que estás de malhumor porque te sientes así, evades hablar de la boda y acompañarme a cualquier cosa que tenga que ver con eso, ya ni siquiera tenemos relaciones. Estás aquí, físicamente, pero tu alma está en otro lado. ¿Por qué no lo admites? Todo sería más sencillo si lo hicieras —bufa exhausta.
Lo dijo tan bien que cerré los ojos y suspiré, era cierto. Mi alma se había quedado con Sofía al momento en que la vi, le pertenecía a ella.
La miro la noto cansada, me siento culpable. Me mira expectante.
—Malena, me cuesta ser sincero conmigo mismo, porque te quiero... puede que mi cariño no sea suficiente, pero no quiero dañarte.
—Me dañas más llevando esto de esta manera, Agustín —responde con un susurro.
Lo pienso, la miro a los ojos y quiero decirle lo que siento, pero no puedo, no me salen las palabras. Creo que si se lo digo seré la basura que siempre he sido.
—Ve con ella, Agus, prueba eso que tienes que probar... sea lo que sea.
—Malena...
Ella suspira y se seca las lágrimas que han ido cayendo mientras hablaba, me hace una seña para que no siga.
—Ella renunció a ti por amor una vez, te dejó ir para que recibieras una mejor atención o, al menos, para que murieras con los tuyos. Yo renunciaré a ti ahora, porque siempre te he amado y no podría ser feliz sabiendo que tú no lo eres.
—Eso no es del todo cierto.
—No lo eres, Agus, no lo has sido nunca... No de la manera en que debes serlo al menos. Por eso decidí contarte de ella antes de darte una respuesta a tu propuesta, porque sabía que había algo más, lo sentía. Pensaba que con lo que teníamos bastaba, pero no ha sido así. Tenías esos sueños y te despertabas hablando de un vacío. A lo mejor ese vacío es el sitio que le pertenece a ella.
—¿Y tú? —inquiero consternado. La tomo de la mano con ternura—. Sabes que eres importante para mí, jamás me alcanzará la vida para agradecerte lo que has hecho por mí, me parte el alma hacerte daño.
Ella sonríe con tristeza y voltea a mirarme.
—Yo no lo hice a cambio de tu amor, lo hice a causa del mío, porque quería hacerlo y me nacía, no porque buscara algo a cambio. Cuando tú me ofreciste tu amor yo lo tomé porque lo anhelaba más que a nada, pero no puedo condenarte a una vida a medias, no puedo tampoco ser feliz a tu lado cuando te veo triste o enfadado. No puedo ni quiero conformarme con agradecimiento. Quiero que alguien me ame, y aunque a mí me cueste mucho sanar esta herida, sé que terminará por cerrarse... Quiero encontrar el amor que merezco... No es justo para ninguno de los tres, no solo para mí, tampoco lo es para ti ni para ella. Te conozco, Agus, la amas, y el único motivo por el que no lo aceptas es por mí...
—Malena...
—El agradecimiento no es suficiente para sustentar un matrimonio, Agus... Sé que me agradeces, pero no me debes nada... No eres una mala persona, sé que es eso lo que te atormenta, volver a cometer los errores que con esfuerzo dejaste atrás. No te preocupes, no pienses de esa manera. Ve, búscala... intenta ser feliz con ella si es eso lo que realmente anhelas.
—Male... —No puedo hablar, estoy llorando.
No dice nada más, toma la toalla de la silla y me mira.
—Voy a bañarme y luego prepararé mis cosas para ir a lo de mis padres.
—No, esta es tu casa, yo me voy —respondo y ella duda, pero asiente con dolor antes de perderse en el baño.
Me pongo de pie antes de que se marche y la abrazo. Lloramos juntos.
Mi corazón late angustiado a sabiendas de que ella sufre, pero es cierto, tiene razón. No sé si lo mío con Sofía vaya a funcionar, ni siquiera sé si ella querrá intentarlo, pero no puedo casarme con otra persona si no la amo como se merece, no es justo para ninguno de los dos.
Me pongo de pie y me visto, cargo la maleta con algunas cosas y me marcho antes de que ella salga. Iré a la casa de algún amigo y vendré por mis cosas más tarde o cuando ella no esté.
Al caminar por la calle me siento desorientado y perdido, todo el futuro que he planeado ya no existe, la incertidumbre se apodera de mí y es horrible no saber qué es lo que debo hacer. Necesito ordenar mis ideas antes de tomar una decisión, necesito definir qué es lo que quiero de una vez por todas.
Malena no es mala persona, sé que a muchos no le cae, pero no es mala...
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