42. Sueño (Agustín)
Me levanto y abro los ojos, estoy confundido, muy confundido. Tengo que mirar a mi alrededor para darme cuenta de dónde estoy en realidad. La claridad entra por la ventana y visualizo un cielo azul turquesa sin ninguna nube al otro lado de esta.
Son varias noches que vengo teniendo esta sensación, una especie de vacío que me llena por completo, un dolor seco en el pecho, una necesidad...
Soy consciente de todo lo que he vivido después del accidente, soy consciente de todo el trabajo que me ha llevado recuperarme después de tantos meses en coma. Uno nunca es el mismo después de vivir un trauma tan grande y el cuerpo lo sabe, pero también el alma.
Siento que hay algo más, algo que no puedo ver, una bruma que me tapa, algo que se asemeja a una cortina que cubre una ventana prohibiéndome ver qué es lo que hay detrás. Siento que necesito descubrirlo, pero es una sensación tan vaga que no tengo idea por dónde empezar.
Malena se despierta a mi lado, me regala una sonrisa adormilada y coloca su mano sobre mi pecho.
—¿Qué sucede? —inquiere.
Me conoce, me nota inquieto hace días, pero yo no la quiero preocupar más.
Malena ha dado su vida por mí, literalmente. Cuando desperté en el hospital, fue a la primera persona que vi, dejó su país, su casa y a su familia para pasar a cuidarme por meses de interminables días y noches.
Cuando desperté, lo hice convertido en un niño pequeño. No tenía fuerzas ni siquiera para comer, no podía hablar, no era capaz de tomar las cosas con las manos y mucho menos caminar. La recuperación fue lenta y dolorosa, en muchos momentos la depresión se apoderó de mí y preferí haber muerto en vez de tener que atravesar todo aquel sufrimiento.
Era ella la que estaba allí, animándome para que lo intentara de nuevo, prometiéndome que todo saldría bien.
—¿Por qué no solo me morí? —Le pregunté una vez.
—No lo sé, no tengo respuestas para eso, Agustín, pero si estás acá debe ser porque algo importante tienes que hacer, estoy segura de eso... siempre lo estuve.
Se convirtió en mis manos, en mis piernas, en mi boca. Me enseñó a hablar de nuevo, a leer, a escribir mientras mis recuerdos aparecían con lentitud en mi mente.
Pero había recuerdos extraños que no sé de dónde provenían. Eran personas que no recordaba haber conocido en vida.
—¿Quién es? —pregunté una vez—. La muchacha con la que sueño, ¿quién es?
Ella se puso nerviosa y se mordió el labio, tardó mucho en responder y me dijo que no lo sabía con claridad, que en el viaje anterior al accidente había conocido gente, y que, a lo mejor, era una de esas personas.
Yo no recordaba haber conocido a nadie como ella, no sabía quién era, no tenía recuerdos con ella más que su rostro apareciéndose en mis sueños una y otra vez.
Además, Malena parecía incómoda cuando la mencionaba y yo no quería que nada la incomodara. Supongo que cuando la vida te da otra oportunidad aprendes a ser más agradecido, a ver y a valorar a las personas que te aman de verdad.
Jamás me presionó para que la amara, el día que recordé mi pasado con ella, le pedí perdón entre lágrimas. Le dije que no merecía tenerla allí, pero ella dijo que no se iría de mi lado, que no buscaba nada de mí, pero no me dejaría.
Y así lo hizo... Y cuando me contó que seguía amándome, decidí amarla también.
Siempre quise amar y ser amado, pero antes del accidente no me lo permitía, estaba tan lastimado que no era capaz de hacerlo. El amor requiere entrega mutua, y uno no puede entregar lo que no tiene, yo no tenía amor ni para mí mismo, ¿cómo iba a dárselo a alguien más? Solo era capaz de ver mi dolor, mi rencor y mi herida.
Pero entonces desperté y todo cambió. No sé exactamente qué sucedió durante los meses que estuve en coma, pero cuando desperté no era yo mismo, y no solo porque mi cuerpo ya no reaccionaba como antes, sino porque me sentía distinto por dentro, como si me hubiera sacado capas de basura y desperdicios con los que me había escondido del mundo.
Mi tío y mis primos me cuidaron también, con ellos tengo una buena relación hoy en día, pero Malena es el pilar de mi recuperación y le estaré eternamente agradecido.
¿Puede el amor nacer del agradecimiento? No lo sé, pero yo deseo amarla y darle lo que se merece. Sin embargo, falta algo, tengo siempre una sensación de vacío en mi interior, un espacio que no se llena, un sitio oscuro. A veces creo que tiene que ver con el rencor que antes guardaba, quizá fue demasiado y dejó una cicatriz.
Pero últimamente, las cosas se han puesto un poco intensas, tengo sueños extraños con personas que no conozco.
—He tenido otra vez el sueño... —digo y ella me mira con interés—. Estaba en un prado, un sitio con mucho pasto y un cielo muy azul había dos personas conmigo, una pareja de ancianos que brillaban mucho. El hombre me sacó un reloj de pulsera en forma de reloj de arena y la mujer me tomó de la mano.
—¿Te hablaron? —inquiere Malena.
—Sí, ella me dijo que lo había hecho muy bien, que había logrado ver más allá del rencor y del dolor y que el amor me había sanado. El hombre dijo que el tiempo extra había valido la pena.
—¿Y luego?
—Había una luz... era intensa, muy fuerte. A través de ella vi escenas de mi vida, de mi niñez, de mi adolescencia... Yo quería ir hacia la luz, escuchaba una música nítida que me guiaba a ella.
—¿Y fuiste? —inquiere mientras con su mano acaricia mis cabellos con ternura.
—No... Cuando estaba por hacerlo, la mujer me tomó de la mano y me dijo que yo podía elegir...
—¿Qué cosa?
—Podía elegir ir a la luz y que todo acabara de una vez o quedarme más tiempo...
—¿En dónde?
—Eso es lo que no lo sé, pero cuando ella me lo dijo, yo me emocioné... Fue una sensación intensa...
—¿Y qué le dijiste? —pregunta con mucha atención.
—No podía creerlo. ¿Estás segura?, le pregunté. ¿Puedo volver? Ella me dijo que sí, pero que no había ninguna certeza de que si volvía las cosas fueran como yo las esperaba, que los seres humanos éramos libres de elegir nuestros destinos y tomar nuestras propias decisiones, y que de eso dependería cómo acabaría.
Hago silencio para recordar más y luego continúo.
—¿Qué pasará si no vuelvo?, le pregunté al señor y él me dijo que iría a la luz y sería feliz por siempre...
—¿Y qué decidiste? —inquiere Malena.
—Les dije que solo podría ser feliz, realmente feliz si regresaba...
—¿Y?
—La mujer me puso la mano en el hombro y me dijo que no iba a ser sencillo, pero que confiaba en mí... Es todo lo que recuerdo, pero es solo un sueño, no tienes que preocuparte por nada...
Ella esconde la cabeza en mi pecho y juguetea con su dedo sobre mi piel, noto tristeza en sus ojos, pero no dice nada.
Yo tampoco, no quiero hacerle sentir mal, pero no puedo evitar pensar que este sueño tiene relación con el vacío que tengo en mi interior. Es un vacío que se puede llenar solo de una forma, una forma que no sé cuál es y que siento que es para lo que regresé.
Bueno, acá está el chico... jajajaja no desesperen...
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