38. Cita (Agustín)
Escuché esta mañana a mi familia hablar con el médico para trasladarme a Italia, no pueden quedarse acá más tiempo pues deben seguir con sus vidas. El médico dijo que era complicado, pero no imposible. Obviamente saldrá mucho dinero, pero mi tío dijo que él se encargaría. Sofía estaba presente y se puso muy triste, pero no dijo nada.
Cuando el médico se fue ellos se quedaron conversando, pero Sofy se disculpó y se retiró. No sabía si ir con ella o quedarme a escuchar lo que hablaban, pero decidí lo segundo, para poder luego hablar con ella. Es horrible que decidan por mí de esta manera, pero me siento rendido y ya no tengo ganas de continuar.
Un rato después decido ir tras ella, la veo sentada en una silla mientras Jorge trabaja en una motocicleta, está llorando y me mira al llegar, pero regresa su vista a Jorge y a lo que le está diciendo.
—Sofy, yo sé que te duele y que sientes mucha impotencia, pero es lo mejor... de verdad que sí... Tú ya no puedes hacer nada por él, lo ayudaste a encontrar su cuerpo y le avisaste a su familia dónde estaba... ¡Eso en sí ya es muchísimo! ¿Te imaginas? Le has dado la oportunidad de despedirse de todos y encontrar su camino... Sabes muy bien que no hay esperanzas, te lo han dicho todos los médicos, y ni, aunque las hubiera... Esto no tiene futuro y cuanto más pronto lo aceptes más fácil será para ambos...
—Lo sé... —susurra ella con dolor y vuelve a mirarme—. Iré a dar una vuelta, necesito pensar...
—Está bien, sabes que si necesitas, estoy siempre...
—Lo sé, gracias... de verdad...
Sofy se despide con un beso en la mejilla y se va hacia la calle, yo la sigo, pero voy un poco más atrás, por si no tenga ganas de hablar. Se dirige a la casa de su abuela y se mete a la habitación, eso quiere decir que no quiere hablarme, por lo que me quedo en la sala con la guitarra un buen rato. Las cosas son horribles así como están, pero creo que Jorge tiene razón.
Un rato después regreso al hospital, no hay nadie conmigo ahora y me detengo a mirarme.
Intento acostarme sobre mí mismo, pero no siento gran cosa, me quedo allí mientras intento percibir mi cuerpo que lucha por una vida que probablemente ya nunca será igual a la que alguna vez tuve. De pronto la puerta se abre y lo veo ingresar, es Jorge y se ve contrariado, cierra la puerta y se sienta en el sofá. Yo me incorporo para mirarlo, no suele venir, y si lo hace es solo para acompañar a Sofy o traerle algo para comer.
Me mira y juguetea con sus manos, parece nervioso.
—Ojalá estés aquí, ojalá escuches lo que quiero decirte —dice y yo presto atención—. Necesitas pensar en Sofía, si la amas, si sientes algo por ella... Dios, esto me parece muy extraño porque no puedo evitar pensar que estoy loco... pero es... es lo único que puedo hacer por ella y... ojalá funcione.
Me gustaría decirle que lo escucho, pero no tiene sentido, podría mover algo, pero eso lo pondría nervioso por lo que me quedo callado y atento.
—Tu familia quiere llevarte a Italia y eso a ella le pone mal, deseaba estar a tu lado cuando te fueras, quería que lo hicieras de su mano... pero no puede viajar, no tiene el dinero y no puede endeudarse... No puede tampoco seguir postergando su vida, Agustín, te vas a ir y ella se va a quedar, y cuanto más tiempo pasa más le va a doler.
»Desde que regresaron de Las Hadas ella no ha sido la misma, o no sé si es desde que encontraron tu... cuerpo... pero no es justo para ella, tiene mucho por vivir aún... —suspira y yo asiento como si él pudiera verme—. No soy una mala persona, lo siento por ti, de verdad que lo siento... he intentado ponerme en tu lugar y sé que no debe ser sencillo... pero, así como tú la amas, yo también tengo sentimientos por ella y me duele verla así. Mi propuesta es la siguiente, y te lo digo en plan amigos, en el mismo plan que se lo diría a cualquier amigo...
Me pongo de pie y me acerco a él para escuchar lo que tiene que decir, él parece tomarse su tiempo para hablar o buscar las palabras indicadas.
—Despídete de ella, háganlo bien, no lo sé... No sé cómo son sus citas o sus encuentros... no se lo he preguntado y no me ha contado, pero... invítala a pasar un tiempo y conversar, a estar juntos... a hacer lo que hacían cuando las cosas iban bien... Dile todo lo que tengas que decirle y luego déjala ir, pídele que te deje ir también, dile que necesitas que te suelte y que te prometa que va a ser feliz. No lo sé, no sé si es mucho pedirte esto, Agustín, pero hazlo por ella... es lo que haría yo en tu lugar y creo que es lo mejor...
Vuelve a hacer silencio y fija su vista en mi cuerpo.
—Creo que será mejor que ella recuerde lo bueno que vivieron...
Dicho esto, se levanta y se va, y yo sé que tiene razón, sé que será lo mejor.
Y sé lo que tengo que hacer.
Regreso a casa de la abuela y espero que salga del cuarto Cuando lo hace es de noche, pero viene a la sala y se sienta junto a mí. Se recuesta en el sofá y bebe el café que acaba de prepararse mientras escucha la música que estoy tocando.
—Voy a ir a Italia —digo y ella asiente.
—No tienes muchas alternativas a no ser que despiertes y te impongas —responde. Yo sonrío, parece una pizca de la dinámica que solíamos tener.
—No quiero que vengas...
—No puedo ir ni aunque quiera —añade con tristeza e impotencia—. Lo que no sé es si podrás seguir por aquí si tu cuerpo está tan lejos...
—No vendré... —susurro con certeza y la miro a los ojos, están llenos de agua.
Ella también me mira y sabe que lo digo en serio, aunque pudiera hacerlo, no vendré, eso solo le hará más daño. Dejo de tocar y me acerco a ella, levanto la palma de mi mano para que ella la toque y el calor nos envuelve.
—Te enamoraste de mi espíritu, pero yo ya no soy ese cuerpo, me estoy consumiendo, estoy más al otro lado que a este... Es hora de aceptarlo, Sofy. Creo que ya me has ayudado todo lo que tenías que ayudarme, estoy seguro de que cuando llegue el momento veré la luz... Tengo paz... ahora sí...
—En cierta forma me alegra oír eso, Agus...
—Lo sé...
—Por eso, quiero que tengamos una buena despedida... un momento solo para nosotros como los que teníamos antes cuando pasábamos mucho tiempo juntos y reíamos o experimentábamos cosas únicas. Quiero que me recuerdes así, no con dolor, no con pesar...
—Es imposible que no me duela que te vayas... —dice sin dejar de llorar.
—Lo sé, a mí también me duele... pero hay que seguir. Tú tienes que seguir tu vida y yo tengo que ir a donde se supone que tengo que ir...
Asiento.
—Entonces, ¿una cita? —pregunto y sonríe.
—Una cita... —murmura—. Una cita de despedida...
—Una despedidainolvidable —digo y ella asiente.
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