27. Aceptación
Jorge y yo estamos en su taller y él me mira con suspicacia.
—¿Estás segura? —inquiere.
—Sí... —respondo con diversión.
Él se encoje de hombros.
—¿Sola? ¿Vas sola de verdad? —pregunta—. Y no es por nada, solo... me preocupo...
Agustín no sabe que estoy aquí, le dije que iba a una cita con el ginecólogo y que ni se le ocurriera aparecer. Dijo que estaría en casa de la abuela hasta que yo llegara, quedamos en salir mañana por la mañana temprano.
Clara llega en ese momento, pues quedamos en juntarnos aquí y ordenar unas pizzas.
—¿Es en serio? —pregunta también—. ¿Cómo haces un plan de mandarte a mudar por tres meses y nos avisas un día antes?
—Porque... pues... a veces hay que hacer locuras —respondo.
Clara me toca la frente como si quisiera verificar si estoy enferma. Llevamos varios meses de amistad y me siento mucho más cómoda con ellos dos.
—Y, espera —dice Jorge mirándola—: va a ir sola, a rodear la costa, en una motocicleta.
—No, esto no es propio de ti —comenta Clara mirándome a los ojos—. ¿Vas a encontrarte con tu chico verdad? Con el que vive en no sé dónde...
Suspiro, no tengo muchas opciones si quiero que Jorge me preste la moto, o les digo la verdad, que iré con un espíritu, o les digo que iré a encontrarme con mi novio italiano... porque, que voy sola, no se lo van a creer. No hace falta conocerme hace diez años para saber que no soy del tipo aventurero.
—Es eso, te irás a encontrar con él —dice Jorge muy seguro.
Me encojo de hombros de manera que lo acepto. Estarán mucho más tranquilos con esa historia.
—¿Va a venir? ¿De dónde es? —pregunta Clara.
—Italia... —respondo.
—¡Vaya! Tiene que estar muy enamorado —menciona Jorge.
—O es un loco psicópata que te está engañando y quiere abusar de ti —menciona Clara—. No lo sé, Sofy, no me parece nada seguro.
—Tienes razón —zanja Jorge—. ¿Por qué no vamos contigo? No les molestaremos... pero al menos te cuidaremos.
Mi corazón se llena de ternura ante sus palabras y suspiro.
—No pueden dejar su vida por tres meses...
—Sí, no hay nada que hacer por aquí en el verano —comenta Clara.
—Yo podría ir y venir —dice Jorge—, si hay trabajo regreso...
—Chicos, les agradezco en serio la preocupación, pero esto es más que un encontrarme con mi novio italiano y rodar desnudos por las playas —digo y los dos se echan a reír porque no suelo hablar así con ellos—. Es una misión... tenemos algo que hacer y es importante para él —explico.
—¡Pero es peligroso! —insiste Clara.
—No lo es, de verdad —pongo los ojos en blanco—, me gustaría decirles más, pero no lo comprenderían ...
—Pruébanos —insiste Jorge.
Yo lo pienso y luego me cruzo de brazos y sonrío con diversión.
—Voy a ir con un espíritu, un chico que ha fallecido y está perdido. Tenemos que hallar su cuerpo para ver dónde ha ocurrido y cómo, de esa manera lo ayudaré a cruzar al otro lado antes de que se le acabe el tiempo —digo.
—Ahora sí que se te aflojó el tornillo, amiga —dice Clara, pero Jorge me mira con el ceño fruncido.
Yo me echo a reír.
—Hagamos esto... Les diré todo el tiempo por mensajes donde estoy y qué estoy haciendo, les mandaré fotos... Tres veces al día, de mañana, de tarde y de noche... Si un día no reciben algo, me buscan en la última dirección que les he enviado.
—No hay otra alternativa, ¿verdad? —inquiere Clara.
—No, es algo que debo hacer...
—Bien... —responde ella—. Pero si no llega el mensaje nos vamos por ti...
—Gracias —susurro con emoción, solo por saberme querida y aceptada.
—Iré al baño un rato —dice mi amiga que acaba de llegar de su trabajo y desea cambiarse de ropa.
Jorge está trabajando en la moto que me prestará, tiene el taller en el garaje de su casa y me observa.
—Es cierto, ¿no?
—¿Qué?
—Lo del espíritu...
Yo lo miro con sorpresa, pero no respondo. Él asiente.
—Yo tenía un hermano gemelo —comenta y lo miro con sorpresa—, falleció cuando teníamos trece años... se ahogó —suspira con dolor—, yo me hundí en una profunda depresión... mamá me llevó a psicólogos... a todos los que se te ocurra, pero yo sentía que no podía vivir sin él...
—Lo siento... —murmuro ante su silencio.
—La hermana mayor de Clara, mi prima, María José, le dijo a mi mamá que tenía una amiga cuya abuela era médium...
—Mi abuela... —susurro y él asiente.
—Mamá me llevó junto a ella, lo recuerdo como si fuera ayer... Yo no quería ir, no creía en nada... —Arranca la moto para probarla y la deja rugir por un rato para luego apagar de nuevo el motor—. Ella me dijo cosas... cosas que solo Lucas podía saber, y sentí mucha paz... —dice y sonríe.
—¿Entonces crees en eso? ¿En que algunas personas pueden ver espíritus y demás?
Él asiente.
—María José siempre decía que Amelia quería el don, pero que lo había sacado su hermana menor... ¿Eras tú? —inquiere con curiosidad.
Asiento y suspiro. Él sonríe.
Me pasa las llaves de la moto.
—¿Está ahora acá? —pregunta y mira alrededor.
—No, y no sabe esto —digo señalando la moto—, quería sorprenderlo...
Él sonríe y su mirada me dice que hay mucho más que desea preguntar, pero no lo hace.
—Cuídate, ¿sí? Prométeme que lo harás...
—Lo haré, Jorge... Gracias —digo y lo abrazo.
Es la primera vez que tengo un gesto cariñoso de este estilo, pero de pronto me siento valorada, querida y, más que nunca, aceptada.
—Dile a tu amigo que si te pasa algo iré a buscarlo y...
—¿Qué harás? —pregunto divertida cuando nos separamos.
—No lo sé... algo se me ocurrirá, le diré a Lucas que lo busque en el más allá y me las cobre —bromea.
Y yo siento ganas de poder enamorarme de él, pero supongo que sobre el corazón no se manda.
Me gusta mucho este capítulo, me gusta Jorge...
Bueno, les cuento que el jueves subiré temprano, o a lo mejor ya subo el miércoles porque el jueves voy a Buenos Aires...
El 14 de mayo estaré en la FIL de Buenos Aires, desde las 14 o las 15, andaré por allí. Voy a dejar en mi muro por dónde andaré para que si quieren nos conozcamos.
Por cierto, faltó subir el epílogo de esta parte, pero no lo tengo aquí, cuando vaya a casa lo busco y lo subo.
Un abrazote.
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