22. Cambios (Agustín)
Las cosas entre Sofía y yo se han vuelto extrañas y tengo una especial necesidad de que comience a salir con Jorge, no sé bien por qué, pero creo que es porque me parece la manera más sencilla de no dejar de pensar en ella como... como mujer...
Pienso que, si la veo con alguien y sé que es feliz, no me sentiré tan mal con la idea de enamorarme de una persona que sigue viva cuando yo estoy muerto.
Sí, lo he dicho, lo he aceptado, no quiero enamorarme de ella porque tengo que irme. En algún punto deberé dejarla y cruzar, y no quiero lastimarla. Pero lo que siento por dentro es enorme, es como una fuerza que ha ingresado a mí desde la otra noche y que se ha apoderado de todo mi ser.
Estoy hecho un completo lío y en vez de pasarme tiempo tratando de recordar mi pasado o de identificar cuál es la lección que debo aprender para poder ir hacia la luz, estoy envuelto más que nunca en una de las sensaciones más terrenales que puede haber, mi enorme necesidad de tenerla para mí... De hablar con ella todo el día, de pasar el rato juntos y de experimentar de nuevo la sensación de juntar nuestras almas.
Y no tiene sentido, yo no puedo ofrecerle nada, no puedo ser así de egoísta ni ridículo.
—¿No? ¿Por qué? —pregunta ella cuando le digo que no iré al viaje con Jorge y Clara.
—Porque pienso que tú debes pasar más tiempo con tus amigos sin mi interferencia, además, es una buena ocasión para que avances con Jorge. Si es inteligente intentará hacerlo... —añado, aunque de solo pensarlo se me revuelve algo en el sitio donde alguna vez tuve un estómago.
—Pero no quiero ir sin ti. ¿Qué harás? —pregunta y pone un mohín infantil en el rostro que solo me da ganas de... tomar su rostro entre mis manos y besarle. ¿Qué me pasa?
—No lo sé, tocar la guitarra o leer algún libro que me dé más pistas sobre cómo hacer para cruzar de una vez —digo nervioso.
—Intentas negarlo, pero desde lo de la otra noche estás extraño... te apartas, pasas mucho tiempo en otro lado y... ahora esto —responde con dolor—. No soy tonta, ¿sabes? No quería incomodarte con lo que pasó, yo... yo no pensé que fueras a aparecer... dijiste que era algo normal...
Me encanta su sinceridad, su manera tan directa de hablarme, su forma de no guardarse nada, al menos no conmigo. Niego.
—No tiene nada que ver con eso, Sofy. De verdad —insisto porque sé lo incómoda que se siente al respecto—. Entiéndelo, Sofy. Cuando voy contigo y tus amigos, siempre estás buscando una excusa para quedarte sola conmigo y conversar, preguntarme como me siento o qué me gustaría comer a mí si estuviera en realidad con ustedes... Eso no es normal, volverán a llamarte rara, te sentirás mal y te aislarás. No quiero eso, no por mi culpa —digo y ella niega.
—Ya no me importa, Agus... Me gusta pasar tiempo contigo y quiero aprovecharlo mientras... mientras estés por aquí —masculla—, ya cuando te vayas podré... no sé, ser normal... Ahora es nuestra normalidad la que me gusta...
Admito que escucharla decir eso me encanta, pero no quiero ser esa persona, no quiero ser tan egoísta. Ella no lo comprende, pero yo sí.
—No, además es aburrido... —añado.
—¿Te aburres conmigo? —inquiere y hay dolor e indignación en su mirada.
—No, no contigo, pero sí cuando salen y hacen cosas que yo no puedo hacer. Vas a ir a un concierto, yo solía ir a algunos porque tengo recuerdos vagos de eso. Habrá música, bebidas, chicas... y yo no podré ni tomar ni tocar —respondo y ella pone los ojos en blanco. Lo único que busco es que se moleste un poco para que así comprenda que no puedo ir con ella—. Además, tú estarás sola con Jorge, Clara irá tras su baterista y... ¿qué haré yo ahí? ¿Buscar un espíritu de alguna chica con quién entretenerme? Te sentirás incómoda y yo también.
—No seas tonto —responde, pero sabe que es verdad.
—Si eres un poquito inteligente, Sofía. Irás sola y te divertirás... dejarás que suceda entre ustedes lo que sea que debe suceder y te dejarás llevar. ¡Vive, por Dios Santo! ¡Vive tu vida y disfruta de tu tiempo! —exclamo.
—¡Está bien! —grita indignada—. ¡No voy a rogarte, si no quieres ir, quédate! ¿Quieres que me arroje a los brazos de Jorge para que sienta lo que es estar con alguien y tú te sientas menos mal por mí? ¿Crees que haber tenido un sueño significa que necesito indefectiblemente que cualquiera me calme las ansias? ¿Crees acaso que tu misión es hacer de cupido conmigo? ¡Puede ser que no tenga o no haya tenido novio, Agustín, pero eso no es algo de lo que tenga que avergonzarme o un requisito que necesariamente tenga que llenar para que tú puedas vivir en paz!
—Morir en paz —corrijo y eso la enoja aún más.
—¡Eres un idiota! ¡Que yo me acueste con alguien o tenga un novio no es tu maldita misión!
—Lo sé —admito—. No estoy diciendo que necesites de un chico para ser feliz ni que esa sea mi misión —respondo con calma—. Solo quiero que explores tu vida, que te animes a vivirla... Quiero que seas feliz —murmuro, pero ella está enfadada y no me escucha.
—¿Y crees que seré feliz si dejo que Jorge me bese o me toque las tetas? —pregunta.
—¡No! —grito—. ¡Lo malinterpretas todo! Solo quiero que hagas lo que haría cualquier chica normal de tu edad.
—Pensaba que a estas alturas ya sabías que no era normal —dice y pongo los ojos en blanco al tiempo que me cruzo de brazos. Está imposible.
—No vamos a llegar a nada hoy, al parecer... —mascullo.
Alguien golpea la puerta de la habitación.
—¿Sofía? ¿Estás bien?
Amelia la llama y yoaprovecho para irme.
Bueno, los dos tienen un poco de razón, ¿no?
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