8. En la oscuridad (Parte 2)

El coraje corre por mis venas, siento la sensación eléctrica de la adrenalina y los latidos acelerados de mi corazón.

Mara me sigue viendo, expectante, esperando por una respuesta.

Asiento con el fantasma de una sonrisa, pero es suficiente para ella. Así que me acerco a la cortina de la habitación y veo a Dean del otro lado.

Su semblante cambia en cuanto observa mi rostro.

Él me entrega la toalla sanitaria.

—Su nombre es Mara, tiene doce años. Puedes avisar a la policía, también... voy a llamar a ginecología pediátrica y le avisaré a la gerente que haré una llamada a Servicios de Protección Infantil.

Dean asiente, dejando salir un suspiro.

—¿Estás segura de que es su papá? Sabes que en Servicios de Protección Infantil solo investigan si es dentro del hogar.

—Después de decir su nombre, le pregunté quién era, lo dijo con sus palabras, Dean.

—Aún no puedo creer que existan personas tan enfermas como para... —Sus manos se forman en puños y su cuerpo se tensa.

—Lo sé—susurro—. ¿Le podrías decir a Jade que se quede con ella? No quiero que esté sola. También ordenaré unos rayos X y varios laboratorios.

—No hay problema.

(***)

Las horas pasan, lentas, inquietas y oscuras. Cada minuto que pasa, es como hundirse profundamente en una realidad triste y dolorosa.

He llamado a Servicios de Protección Infantil. Dean habló con la policía acerca de la niña. Pudimos hacer los rayos X, solo para encontrar costillas rotas en proceso de sanación.

Cuando traté de preguntar, sus ojos evitaron los míos. Dijo que se había caído de la bicicleta. Le pregunté hace cuántos días.

Me dijo diez.

Mintió.

Con el color violáceo, a penas el máximo de días es de cinco.

—Ruth, la policía llamó hace unos minutos, la madre de Mara la había reportado como desaparecida esta mañana. Vienen en camino.

Mi cuerpo se tensa, no solo por el hecho de tener que presenciar la reacción de Mara cuando vea a su mamá, sino porque no sé cómo responderé yo.

Una de las primeras cosas que te enseñan es que no puedes juzgar. Pero cuando se trata de la seguridad de alguien tan inocente... solo de pensar en eso me hierve la sangre.

Observo mi computador, leyendo los reportes en mis otros pacientes. Solo dos de ellos necesitan ser admitidos y los otros pueden seguir su cuidado con sus doctores primarios.

Mi celular vibra, es un correo electrónico de la señorita Moore. Pero la notificación es completamente descartada cuando el mensaje de Dean aparece:

"Están aquí".

"Voy".

Bloqueo mi celular y me levanto de la silla para salir de la pequeña oficina y dirigirme a la habitación de Mara. La organización de Servicios Infantiles aún no ha llegado, así que tendremos que esperar. Hasta ahora, Mara puede ver a su madre, pero no irse con ella. Ya que han considerado el caso como urgente.

El rostro de Dean es neutro, se encuentra fuera de la habitación de Mara y habla con el oficial mientras mira de reojo a la madre. La madre de Mara llora, lágrimas salen por sus ojos, repite una y otra vez lo asustada que estaba y afirma que es un comportamiento muy extraño de parte de la niña.

Pero lo único que ronda por mi mente es si ella sabe lo que ocurre debajo de su propio techo. Si acaso ha notado los moretones, el orinarse en la cama y el comportamiento de Mara.

Sus ojos se clavan en los míos, sin embargo, mi visión es bloqueada por la figura de Lyza, la ginecóloga.

Su rostro me lo dice todo, ella deja salir un suspiro, derrotada.

—¿Si le explicaste de qué va el examen antes de hacerlo?

Ella asiente con rostro sombrío y se aclara la garganta antes de hablar.

—Comenzó a llorar, le expliqué lo que ocurría y me dio su consentimiento. Tiene trauma en la parte exterior genital y tejidos cicatricial. Es... es completamente coincidente con abuso sexual y penetración.

Cierro los ojos, un escalofrío pasa por mi espina dorsal y percibo como mis manos se vuelven puños, mi mandíbula se tensa y la impotencia crece en mi pecho.

Sus ojos me observan, tristes.

Trabajar con los más pequeños es un arma de doble filo, pueden ser los pacientes más dulces... pero también son unos de los más vulnerables. Cuando algo horrible ocurre a uno de estos pacientes, es algo que no puedes olvidar.

Tristemente, en este trabajo no puedes simplemente salir de turno y olvidarte del día. Porque hay días en los cuales te preguntas cómo es que el mundo es tan cruel. Hay días en los que sólo queda rendirse, tomar un respiro y seguir hacia delante.

Carla, la gerente de emergencias, se acerca a Dean y a la madre de Mara. Siento el color drenarse de mi rostro, Dean comienza a explicarle la situación y la lucha de mis emociones se vuelve más intensa.

No hagas algo estúpido, Ruth.

Mi celular vibra y tomo la llamada sin ver quién es.

—Ruth Blackstone.

—Ruth, es Elizabeth Moore, la reunión está punto de comenzar, ¿dónde está?

—No voy a poder ir, señorita Moore. Tengo... tengo algo más importante que hacer.

Y le cierro.

Solo espero que no lo tome en su contra. Si tengo la oportunidad de contactar a mis inversores, lo haré, ya pensaré en algo.

Me acerco hacia el grupo de personas y ellos hacen silencio cuando notan mi proximidad.

—Buenas tardes. Mi nombre es Ruth, he estado tratando a su hija.

Ella me mira confundida.

—¿Tratando? Pero si me acaban de decir que vino sola porque le llegó la... menstruación.

Asiento, cautelosa.

—Sería mejor que llevemos esto a un lugar más privado, ¿no creen?

Carla y Dean asienten y caminamos hasta una pequeña habitación en donde hacemos conferencias.

La madre de Mara se detiene al ver nuestro comportamiento serio y un tumulto de emociones mixtas pasa por su rostro.

—¿Sabe como su hija adquirió los moretones en el abdomen?

Ella ríe, nerviosa, sin creer lo que decimos.

—¿Moretones?

Asiento, mi rostro es serio y ella me observa, sus ojos llenos de lágrimas mientras niega.

La madre de Mara deja salir un suspiro, cabizbaja. Un nudo se forma en mi estómago, algo me dice que no me va a gustar lo que va a decir.

—Ella... se cayó en las escaleras jugando. No quise venir a emergencias porque... —parpadea, dejando salir sus lágrimas— mi esposo no me lo permitió.

Elevo una de mis cejas, mi rostro incrédulo y labios fruncidos.

—Señora...

—Vanessa. Vanessa Lehman.

—Lehman. Me gustaría creerle... de verdad... pero no puedo. Porque lo que usted me dice no es lo mismo que los exámenes médicos me cuentan.

—Le estoy diciendo la verdad—responde con firmeza, su tono es frío, su porte recto. Pero sus ojos esconden aquel miedo irracional, aquellos sentimientos de quiebra y fracaso—. La ciencia no es perfecta... Ruth. Estoy segura de que hay una explicación. Conozco a mi hija, y le creo.

—¿Eso significa que usted no estaba ahí cuando ocurrió? —pregunta Dean, tomando a la señora Lehman por sorpresa.

—No, solo mi esposo. Pero él cuida bien de Mara. Ahora mismo soy la única persona que mantiene un ingreso a nuestro hogar y... Thomas me ayuda con Mara.

—Mara tiene doce años, señora Lehman. Ya no es una niña pequeña, ¿por qué Thomas le tiene que... —comienza a decir Carla.

—Mara no es una niña normal. Sus doctores dicen que tiene un poco de retraso mental, por eso actúa aniñada y...

Una sonrisa sarcástica sale de mis labios, esto es suficiente.

Mis ojos se clavan en los de ellas, el enojo irradiando en mi rostro y la sensación de hormigueo en mis extremidades. He llegado al punto donde decido ignorar la pequeña voz que me dice que no haga algo estúpido, no me importa mi imagen, solo quiero que reaccione.

—Basta—sentencio, mi tono seco y voz firme—. No voy a dejar que invente una excusa para cada cosa que tengo que decirle. Su hija es normal, no es aniñada. Su comportamiento es una llamada de ayuda, señora Lehman. Su hija ha estado siendo abusada por su esposo, bajo su propio techo y usted ha decidido hacer la vista gorda porque se le hace más fácil creer excusas estúpidas y vacías.

Mi pulso es rápido, mi respiración agitada, el rostro de la madre de Mara se contrae con diversas emociones: enojo, humillación, tristeza.

—¡No le permito hablar de mi familia de esa manera! ¿Quién... quién diablos cree que es usted? —cuestiona, la furia siendo parte de su voz.

Sus ojos me observan, exaltados, su dedo apuntándome y cuerpo a la defensiva.

Carla me mira, su rostro dejándome saber que mis siguientes palabras serán las responsables de las acciones a tomar.

Trago en seco, desvío mi vista hacia Dean. Puedo ver lo molesto que está, pero se mantiene callado.

No juzgues.

No juzgues.

No...

Mis ojos se clavan en Vanessa, pero en un cerrar de ojos, ya no es su figura que estoy viendo. Parpadeo una vez más, mi rostro serio, sin ningún tipo de expresión.

—Debería de darle vergüenza—susurro, ella deja de apuntarme quedándose quieta.

—Blackstone, fuera. Estás fuera del caso.

Asiento, Vanessa desvía su mirada y entonces salgo de la habitación. Mi celular vuelve a vibrar, el número de la señorita Moore en mi pantalla. Lo dejo sonar.

Mi mente divaga, mis ojos llenándose de lágrimas y la frustración creciendo en mi cuerpo. Camino con rapidez por los pasillos hasta llegar al ascensor.

Mi garganta quema. Los recuerdos acumulándose uno detrás de otro.

Este día, este caso, todo ha tocado una fibra sensible que solo he querido olvidar, que he luchado por superar en los últimos meses pero por alguna razón siempre termino arrastrada a lo mismo.

Como si estuviera estancada.

Necesito aire fresco.

Las puertas del ascensor se abren, entonces doy al último botón. Cierro mis ojos, tratando de calmar los recuerdos.

El ascensor hace un sonido en cuanto llega al piso marcado. Salgo de este, para encontrarme con unas escaleras y la puerta que lleva a la azotea del hospital.

Las gotas de agua caen frente de mí, pero no me importa. A este punto, lo único que quiero es algo que me haga sentir que estoy viva. Que soy más que mis tormentos y mi pasado.

La lluvia cae y con ella mis frustraciones comienzan a salir. Por lo que grito, en silencio. En donde mis palabras son tragadas por el miedo, la injusticia y lo podrido que está el mundo.

Donde no siempre ganan los buenos y los cuentos de hadas no existen.

Las lágrimas comienzan a salir por mi rostro y una sonrisa triste aparece en mis labios mientras observo la ciudad de Seattle y mi ropa comienza a mojarse.

Por lo menos aquí no tengo que aparentar más.

Theo Ambrosi

Observo mi reloj, impaciente, han pasado cinco minutos desde que la señorita Moore ha salido de la sala de conferencias. Charles le susurró algo en el oído y luego nos pidió que aprovecháramos este momento para estar listos.

Escaneo la habitación, hay varias personas, inversores y presentadores. Sin embargo, termino buscando a una sarcástica enfermera de cabello negro y ojos verdes.

La figura de la señorita Moore entra por la puerta, llamando la atención de todos, detrás de ella, se encuentra Boyd. Su mirada va hacia mí y luego hace una sonrisa egocéntrica, acción que me molesta.

No me cae nada bien.

La señorita nota mi mirada y me muestra una sonrisa hasta llegar a donde Charles y susurrar algo más, luego va a su asiento.

Charles se aclara la garganta y comienza la reunión. Hablan sobre las diferentes propuestas, una tras de otra, las etiquetas se convierten en cheques y cada quien vuelve a su lugar. No es hasta media hora después que la señorita Moore habla para ofrecer algunos aperitivos y tomar un receso de diez minutos.

Charles se acerca a mí, su cuerpo está tenso y por alguna razón finge una sonrisa.

—¿No le ha gustado ninguna idea, señor Ambrosi?

Mi vista va hacia su rostro, analizándolo. Mi instinto me dice que está tramando algo.

—No—digo, cauteloso. Su rostro cambia a uno nervioso—. Tampoco veo a mi presentadora.

Él traga, inquieto.

—La enfermera Blackstone no pudo reunirse con nosotros hoy.

La mención de Blackstone hace que Boyd mire a nuestra dirección, luego su vista se desvía a uno de los ventanales en donde ha estado observando desde hace varios momentos. Los segundos pasan y noto como se comienza a escabullir por la sala.

¿Qué está haciendo?

—Bueno, entonces espero que programemos esta cita más adelante. Con permiso... —Me disculpo en cuanto comienzo a perder a Boyd de mi vista.

Me acerco hacia donde estaba, cerca del ventanal. Mis ojos van a la figura que está en la azotea de otra parte del hospital.

Ruth está dos pisos más abajo en la lluvia torrencial.

Así que eso estabas mirando, Boyd.

Comienzo a salir de la habitación hasta llegar a los pasillos. Blackstone está en otra parte del edificio por lo que estos elevadores no servirían de nada. Bajo por las escaleras, siguiendo mi sentido de ubicación y algunas direcciones hasta llegar al piso correcto.

Boyd se encuentra en la puerta mientras que Blackstone está afuera, sus brazos cruzados como si estuviera abrazándose así misma, su mirada perdida en sus pensamientos y la lluvia fuerte que ha humedecido su vestimenta.

Sin embargo, eso parece no molestarle. Igual que cuando nos conocimos.

—No creo que sea la decisión más correcta, Boyd.

Él se da la vuelta, una sonrisa irónica en su rostro y porte orgulloso. Si hay alguna otra cosa que aborrezca de la misma manera con la que aborrezco que me toquen sin consentimiento son las personas como él.

—¿Y cuál es? ¿Dejar que tú vayas donde ella? Es mi pareja.

—Ex-pareja—recalco haciéndole enojar.

Boyd se acerca a mi figura, su postura amenazante y rostro sombrío.

—No me importa quién seas, no voy a dejar que un extraño se meta en lo que no le incumbe. ¿O de verdad piensan que me creí la escena que hicieron en la recaudación? Conozco a Ruth como la palma de mi mano. Tú no eres nadie. Ella es mía.

Clavo mi vista en sus ojos, mi mirada es distante, fría, calculadora. Mi rostro inexpresivo. Doy unos pasos adelante, obligándolo a retroceder. Lo tomo del cuello de la camisa, tomándolo por sorpresa. Percibo como el temor comienza a esparcirse en su rostro.

—Escúchame bien, imbécil. Ella no es un objeto—murmuro con un tono amenazante—. Si vuelves a acercarte, haré que desaparezcas de Seattle tan rápido como un rayo.

Aflojo el agarre de la camisa hasta soltarlo completamente.

—Piérdete.

El se da la vuelta y comienza a caminar. Sin embargo, no se va sin decir algo antes.

—Esto no se queda así.

Eso lo veremos.

Podré haberme mudado de Nueva York, pero aún tengo a Nueva York en mí.

Desvío mi mirada hacia Blackstone. Y camino a paso lento hasta llegar a su lado.

Es ahí, en ese momento, es donde comienzo a cuestionarme.

¿Qué diablos me está ocurriendo?

—Debemos de dejar de reunirnos debajo de la lluvia, Blackstone.

Ella me mira, sus ojos se encuentran rojizos e hinchados, como si hubiese estado llorando todo este tiempo.

Ella vuelve a mirar hacia el frente. Los segundos pasan en silencio, comienzo a creer que no me va a contestar pero sorpresivamente lo hace.

—Caminaste hasta aquí por tu propia decisión. Yo no te obligué.

—Teníamos una reunión... y me dejaste esperando, Blackstone.

Esta vez contesta más rápido. La lluvia comienza a ceder un poco, aunque no tiene importancia, ya que mi ropa está igual de húmeda.

—Tenía cosas más importantes. —Su tono es monótono, seco e indiferente.

Esta es la primera vez que veo esta parte de Blackstone, pero no quiero presionarla. Así que me quedo a su lado, con las manos en mis bolsillos y la lluvia haciendo de sonido de fondo.

Pocos minutos pasan, hasta que escucho como un suspiro sale de sus labios.

—¿Alguna... alguna vez has visto morir a alguien?

Su pregunta me toma por sorpresa, pero no lo muestro. El cuerpo de mi madre inerte aparece en mi mente y siento como mi cuerpo se tensa, pero Blackstone se encuentra atrapada en sus pensamientos así que no lo nota.

—Sí—contesto y ella desvía su mirada haciendo una mueca.

Luego una sonrisa triste sale de sus labios, entonces espero por lo próximo que va a decir.

Ruth Blackstone

—Antes de graduarme de enfermería solía escuchar como las personas decían como este trabajo podía volverte inmune a ciertas cosas. Pero no es cierto, por lo menos hablo por mí, es difícil deshumanizar una persona. Aún recuerdo mi primera muerte, aquellos gritos desgarradores nunca se van. Es algo que no te dicen.

Theo me observa, en silencio, escuchando. Como si supiera que es lo único que necesito en este momento.

Y lo hago, solo espero no retractarme después.

—Pero todo es más difícil cuando se trata de inocentes.

Mi mente viaja... a ese día. Donde aún no me había graduado de enfermera especializada y trabajaba en Las Vegas, en el área de emergencia de adultos.

Es un jueves como cualquier otro, emergencias es una unidad donde todo es rápido y el tiempo no se detiene. Hay un paciente que llega cada minuto y otro que se va. Pero ese día es diferente, porque es el día en que una parte de mí muere, el día que pierdo la fe en algunas personas.

Me habían asignado a unos cuantos casos, entre ellos, una joven en sus veinte. Me informaron que estaba con su pareja, al parecer, ella había tenido una sobredosis. Se encontraba estable, le habían ordenado varías cosas. Y también habían descubierto que estaba embarazada. El feto no estaba bien, pero se mantenía estable. Tenía veintidós semanas.

Pero todo cambió, ella comenzó a tener contracciones y al final perdió el embarazo.

Puedo escuchar el eco de las voces, los gritos de él, el personal de salud, todos tratando de que despertara. Todo ocurrió muy rápido, en un minuto me había dicho que quería ir al baño y al otro la camilla se encontraba llena de sangre, gritos ahogados y miedo.

No era nueva en emergencias, pero por unos segundos me sentí como tal. Mi cerebro sin registrar lo que estaba ocurriendo, mi paciente desangrándose precipitadamente.

Una cosa llevó a la otra, una muerte abrió una herida y una acción obtuvo sus consecuencias.

Un corazón roto, el dolor de perder un ser querido, irracionalidad humana y una muy mala decisión cambió su vida, no solo la mía.

Él me culpó por la pérdida de su vida.

Por lo que no dudó en esperarme en el estacionamiento y acabar con la mía.

Sus manos en mi cuello, su rostro lleno de furia y tristeza. Mi vista volviéndose más borrosa con el pasar de los segundos.

En ese instante me pregunté si de verdad valía la pena.

Mi cuerpo sucumbiendo bajo el poder del suyo. Mi mente viajando a partes que no sabía que existían.

—¿Por qué lo haces?

Las comisuras de mis labios se elevan, una sonrisa triste y vaga.

—Porque encontré paz en el caos. Y una vez que ocurre, es difícil volver atrás.

*******

Buenas tardecitas:)

Se que me tarde mucho muchísimo pero aquí está. Aún sigo esperando mis grados así que deséenme surtecita 😭

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