7. En la oscuridad (Parte 1)


Esto es ficción. Nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación de la escritora para ser usados de una manera ficticia. Algún parecido con la realidad es mera coincidencia y queda bajo tu responsabilidad el leerlo.La historia contiene definiciones médicas y casos que no son cien por ciento precisos.

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Todos tenemos heridas, algunas físicas, algunas emocionales y otras espirituales.

Rio en mi mente con ironía, todo es mejor cuando tomas las cosas con gracia, ¿no?

Supongo que la definición de salud es una de las cosas en que estoy de acuerdo con la OMS, "La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades".

Es viernes, son las siete de la mañana y ya me he tomado la primera copa de vino mientras miro al vacío de mi sala. Me remuevo en el sofá y parece que aquella copa no ha hecho nada para calmar mis nervios. Hace una hora he recibido la llamada del día, ¿qué día? Mejor dicho año.

Mi abogada me ha despertado con un comunicado, su tono serio y preocupado, mi voz adormilada y lenta. Sin embargo, el impacto de sus palabras hicieron despertar cada fibra de mi ser.

"Nortram va a salir mañana, Ruth. Quiero que tengas cuidado y voy a poner una orden de restricción".

Vuelvo a reír, ahogándome en el miedo y la ansiedad que comienza a crecer dentro de mi pecho.

Siempre supe que este día llegaría desde que le dieron tres años y rehabilitación mandatoria después que saliera. Creí que estos años me iban a servir para prepararme mentalmente, pero lo único que hice fue distraerme porque estaba con Hades y ahora no puedo evitar los constantes escalofríos que pasan por mi espina dorsal y el nudo que se ha formado en mi estómago.

Inmediatamente, una ola de calor sacude mi cuerpo y no puedo respirar.

Como aquella vez.

Sus manos en mi cuello, su rostro furioso...

Las lágrimas se acumulan en mis ojos pero no salen, mis manos tiemblan sin control y solo puedo sentir  los latidos en mi pecho como si este fuese a explotar.

No, no, no.

Respira, Ruth. Ni siquiera sabrá dónde estás.

Ya no vives en Las Vegas.

Pero él dijo que me encontraría.

¿Dónde está mi inhalador?

Miro desesperada hacia todos los lados, pero mi garganta quema y no puedo levantarme del sofá. La cabeza comienza a darme vueltas y me obligo a cerrar los ojos para poder concentrarme.

Una respiración.

Dos respiraciones.

Tres respiraciones.

Al pasar los segundos, siento como mi respiración se vuelve más regular y los latidos de mi corazón ya no están tan rápidos.

Abro mis ojos, mis músculos están tensos y la verdad es que tengo miedo de moverme, así que me quedo unos minutos respirando profundo y lentamente hasta que finalmente mi cuerpo vuelve a un estado de relajación.

Me levanto del sofá para buscar mi inhalador, este se encuentra encima del desayunador, exhalo suavemente para después colocar el inhalador en mis labios e inhalar el medicamento. Sostengo mi respiración por unos segundos y después exhalo. Siento como mis pulmones se expanden permitiéndome respirar mejor y dejo salir un suspiro. Segundos después, escucho mi celular sonar, este vibra por unos segundos y luego se detiene. Pero vuelve a vibrar nuevamente.

Trago en seco, ¿debo de contestar o ignorar la llamada?

Camino hacia mi celular y veo la pantalla, es el número del hospital. Descuelgo el celular y lo pongo en altavoz.

—¿Sí?

—Buen día, Ruth. Es Kate, ¿crees que puedes venir hoy para emergencia pediátrica?

Observo mi apartamento, aún quedan cosas por desempacar, pero también necesito distraerme. Así que por primera vez decido que es mejor ir a trabajar que quedarme en casa.

Por lo menos allá tendré seguridad.

No seas paranoica, Ruth. Él sale mañana.

Eso solo me recuerda que tengo que conseguir un sistema de seguridad.

—Está bien, pero llegaré a las diez. Tengo que hacer algo.

—No hay problema, tómate tu tiempo.

A veces es más fácil lidiar con los demonios de los demás que los propios.

(***)

Entro al hospital, un café en mi mano y mi celular en el otro. He tomado un taxi ya que no tenía deseos de conducir. Durante el viaje, hablé con varias compañías de seguridad, pero al final terminé poniéndome de acuerdo con una para instalar el sistema de seguridad.

Lo único malo es que ocurrirá en dos días, así que he decidido dormir en un hotel por esas noches. No quiero molestar a mi hermana e introducirla a mis problemas, así que hasta ahora no le he comentado nada.

Al entrar a emergencias, lo primero que veo es el rostro de Dean con una sonrisa maliciosa.

¿De qué me perdí? ¿Y qué hace Dean aquí?

Mi cerebro hace un pequeño esfuerzo, dejándome recordar el último día que trabajé con Dean.

Resulta que la razón por la que está en todos lados y unidades, es porque es un enfermero flotante. Lo que significa que siempre va a las unidades donde necesitan más personal.

Una de las razones por la que estoy aquí ahora.

—¿Cómo estuvo tu mañana? —pregunta al verme, percibo el tono interesado en que lo dice.

Entrecierro mis ojos y lo miro directamente tratando de descifrar mis sospechas.

—Tú le dijiste a Kate que me llamara.

Él se apunta el pecho dramáticamente para luego mirar hacia los lados.

—Absolutamente... estás en lo correcto. Si yo tengo que sufrir trabajando un viernes, tú también.

Enarco una de mis cejas y cambio el peso de mi cuerpo de un lado a otro.

—Dean, estás demente.

—Una de las razones por las que estoy soltero.

Ruedo los ojos y él ríe.

Me encamino a los casilleros del personal y dejo mi bolsa para después terminar de beberme el café de un trago.

Dean hace un silbido bajo y después carraspea.

—Presiento una vibra extraña aquí pero no voy a decir nada.

Dejo salir un suspiro y termino de entrar todo en el casillero.

—Dean, silencio—sentencio para luego poner mi dedo índice callándolo.

—¿Cuántos años tienes? ¿Nueve?

—Es en serio, Dean. Quiero tener un poco de paz hoy.

Una carcajada sale de sus labios.

—¿En emergencias? Suerte con eso, Ruth. Bien, no más bromas. Solo estaba tratando de ayudar porque hoy luces miserable.

—Apenas te conocí hace un mes, lo dudo, Dean.

Él levanta sus dos manos en rendición y luego se da la vuelta para salir de la habitación de casilleros.

Chequeo mi celular con la lista de pacientes que me corresponden. Algunos comparto con Dean y otros con otras enfermeras. Me despido de Dean y entro a la pequeña sala en donde hay computadores para comenzar a leer sobre mis pacientes.

Así se me van las horas, entre diagnósticos, laboratorios, rostros de alivio y otros de terror.

Decido tomar un descanso de la pantalla del computador y cierro mis ojos para descansar estos. Hasta que un minuto después mi celular suena y los tengo que abrir otra vez.

—Habla Ruth Blackstone.

—Buenas tardes, enfermera Blackstone. Mi nombre es Elizabeth Moore, soy la gerente en relaciones y reclutamiento. Hoy a las seis de la tarde es la reunión acerca de la fiesta de recaudación y como presentadora tiene el deber de asistir. Le mandaré los detalles por su correo electrónico.

—De acuerdo.

Veo el rostro de Dean asomarse por la puerta, me hace una señal preguntando si estoy muy ocupada y niego con mi cabeza en respuesta para luego levantarme de la silla y cerrar la llamada.

—¿Qué ocurre?

—Acaba de llegar una paciente, está sola, tal vez unos once-doce años. Estás listada como su proveedora y he tratado de hablar con ella y tomarle los signos vitales. Pero no deja que lo haga. Según el informe vino por moretones en el abdomen.

—¿Quieres que hable con ella?

Él asiente.

—Su número de habitación es D03. No ha querido dar su nombre ni ninguna otra información. Gracias, Ruth. Te debo una. Es más, ¿conduciste? Porque va a comenzar a llover en las próximas horas por si quieres que te lleve.

—No te preocupes, Dean. Te veo luego.

Me encamino hacia la habitación a paso lento. No quiero asustarla abruptamente. Cuando llego, la cortina está un poco abierta y puedo ver su figura acostada en la camilla en una posición fetal.

Dejo salir un suspiro.

Me acerco a la cortina, bloqueando la vista. Pero ella no se mueve y ni se inmuta.

—Hola. Mi nombre es Ruth. Soy una enfermera. ¿Necesitas ayuda con algo?

Nada.

Silencio.

Pero entonces su estómago gruñe y eso me da una idea.

—¿Has comido algo? Tengo jugo y galletas.

Observo su rostro analizar su próxima respuesta, sus ojos se mueven desconfiados pero ella asiente.

—Bien. Otra cosa, ¿te molestaría si te hago compañía? Estoy tratando de escaparme de mi jefe—digo lo último en un susurro.

Ella me ve, por unos largos segundos, luego deja salir un suspiro.

—Está bien. Pero no me vas a tocar, ¿verdad?

Su respuesta me toma por sorpresa, así que trato de no ser lo más expresiva posible. Sin embargo, siento como una espinita se clava en mi pecho. Y la sensación de disgusto no se va.

Algo está mal.

Asiento con una pequeña sonrisa y salgo de la habitación para buscar los bocadillos. También encuentro una silla en el camino para poder sentarme con ella.

Minutos después, estoy dentro de la habitación nuevamente.

Observo como se come los bocadillos, lento y uno tras otro. Aveces su rostro forma una expresión de dolor cuando se tiene que mover y eso solo me deja saber qué hay algún tipo de herida física.

El problema es que mientras más duremos, hay más riesgos.

Ella termina de comer y luego me da la pequeña bandeja en la que le traje todo.

Los minutos pasan y me siento al lado de su cama, ella se abraza a sí misma mientras me mira de manera disimulada.

—Entonces..., ¿qué te trae aquí...?

Mantengo la última palabra en el aire para que ella me deje saber cómo puedo llamarla.

—Mara.

—Mara. —Vuelvo a repetir su nombre y ella solo se queda mirando hacia el suelo.

El silencio se hace notable en la habitación hasta que segundos después ella vuelve a hablar.

—Estaba sangrando y... me asusté.

— ¿En qué parte, Mara?

Ella baja su cabeza, avergonzada y luego se pone en posición fetal. Lo cual hace que una pequeña parte de su blusa se levante por el movimiento.

Varios moretones se notan en el área de su espalda, se ven de varios días, pero aún así siento como si un balde de agua fría ha caído en picada sobre mí.

—Mara... sé que no quieres que nadie te revise, pero si no lo hago... no puedo ayudarte. Y yo quiero ayudarte.

Sus ojos me miran por un segundo y luego vuelven a evitarme.

—¿No me harás daño?

— No, cariño. Te lo prometo.

Veo cómo sus ojos se llenan de lágrimas y se remueve en la camilla.

—Por la garrita, ¿okay?

Ella asiente.

—Yo... creo que me hice pipí.

—¿Ahora?

Ella vuelve a asentir.

—No hay ningún problema, ¿de acuerdo? Te voy a buscar algo para cambiarte y sábanas nuevas. Vuelvo en dos minutos.

Ella asiente no muy convencida, así que sonrío dándole un poco más de confianza.

Al salir de la habitación, trato de buscar a Dean hasta que final lo encuentro.

—¿Pudiste avanzar algo?

—Creo que vamos a tener que llamar a psiquiatría si no puedo sacarle información. Pero Dean... si mi examen médico no me ayuda, también habrá que llamar a Servicios de Protección Infantil.

Él deja salir un suspiro y luego baja la cabeza con un rostro contraído.

—Este caso me olía extraño desde el principio.

—Ahora voy a buscar algo para que se cambie. Está teniendo episodios de regresión.

Dean asiente y después voy por nuevas municiones, después de un minuto, estoy en mi camino hacia la habitación de Mara.

Al llegar, sus ojos examinan todos mis movimientos.

Dejo la bata de emergencias encima de la silla y sostengo las sábanas.

—Te puedes cambiar aquí o puedo llevarte al baño si quieres.

—Lo haré aquí... pero no te vayas, por favor.

Me doy la vuelta para darle su espacio, eso me recuerda a que tengo que preguntarle su edad.

—Mara, ¿cuántos años tienes?

El silencio es inminente en la habitación, solo puedo escuchar sus pequeños pasos y la fricción de la tela.

—Doce.

Doce, pero se ve tan pequeña. Su cabello castaño corto, ojos azules apagados, su masa muscular es tan poca que se ve de una niña de diez años. Definitivamente está en el área baja de la tabla de crecimiento.

—Dijiste que estabas sangrando..., ¿acaso es en tus partes... privadas?

—Estoy lista.

Me doy la vuelta y observo como su rostro está sonrosado. Inmediatamente, veo como una gota de sangre cae en el suelo.

Tiene doce años, puede ser que esta sea su primera menstruación.

Le indico que se siente en la silla y luego cambio las sábanas con orina para después mandar un mensaje a Dean para que me consiga una toalla sanitaria.

—Mara, ¿te han hablado de la menstruación?

Ella niega con su cabeza e inmediatamente la confusión atraviesa mi rostro.

—¿Vives con tus padres?

Su rostro cambia, puedo ver su cuerpo tensándose y como sus ojos se han desviado evitándome.

—¿Que tal tu escuela? ¿Tienes amigos?

Ella niega, pero aún sigue evitando mi mirada.

—Estudio en casa.

—Bueno... te voy a explicar más o menos que es, ¿de acuerdo?

Sus ojos finalmente me observan.

—Es algo que solo ocurre en niñas, generalmente entre los doce y quince años. Es un proceso natural en el cuerpo que a veces indica que estás en la adolescencia. Donde todos tus órganos reproductores comienzan a madurar.

—¿Para qué son los órganos reproductores?

—Bueno... los órganos reproductores son parte de tus partes privadas y son utilizados para crear bebés.

Las líneas de su frente se arrugan, y puedo ver como frunce la nariz. Luego, sus ojos se clavan en los míos y observo como lo que antes era confusión se ha convertido en enojo.

—¡No es cierto! ¡No mientas! —grita y mis ojos se abren de asombro.

Las lágrimas bajan por su rostro, y este se ha vuelto rojo de la furia. Mi corazón se acelera y por primera vez tengo miedo de lo que sus labios van a decir.

Sus ojos observan al vacío y noto como se conforta abrazándose así misma mientras susurra algunas cosas.

Siento como un nudo comienza a tejerme en la boca de mi estómago y dejo salir un suspiro.

—Él me quiere mucho. Los bebés vienen del hospital.

—Mara—Trato de suavizar mi rostro, estoy tomando todo el control de mi cuerpo para no desplomarme en el piso y llorar junto a ella—. Cariño, ¿quién es él?

Sus ojos me ven y una sonrisa sale de sus labios. Tantas emociones juntas la están haciendo hablar, solo espero que no se cierre ahora.

—Thomas, él siempre dice que me quiere mucho.

Siento mi corazón romperse y mis ojos llenarse de lágrimas, ella no lo nota.

—Pero dice que no puedo dejar que nadie me toque, solo él. Porque luego me harán daño, ¿tú no me harás daño, verdad?

******

Bueno, se suponía que era un solo capítulo pero es muy largo así que lo tuve que dividir. :(

La parte 2 estará disponible antes del sábado. Aún no sé que día pero lo voy a anunciar después.

Ay, no sé que decir. Ya me puse triste. Pero sirve para escribir.

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